salvacion





Desperté en medio de la noche, acostado en el suelo de mi estudio de música, rodeado de montones de papeles. Letras de canciones, poesías, frases de libros yacían esparcidas a mi alrededor. Me levanté con dificultad y mi mirada se posó en una antigua guitarra, una Fender Stratocaster, cuyo desgaste natural por los años la hacía lucir hermosa. Pero al contemplarla, una profunda melancolía se apoderó de mí, una tristeza que me impedía moverme, un desánimo que me incitaba a volver a acostarme y dormir. Mi mente ansiaba escuchar su sonido, pero mi cuerpo se negaba a realizar el esfuerzo de conectarla a un amplificador.La guitarra parecía susurrarme, sus cuerdas temblaban en un lamento silencioso. "Es el momento de practicar", me decía en un susurro seductor. "Tómame y revive el éxtasis de la música. Soy el único que puede llenar ese vacío en tu alma. La música es tu mundo, Gerard".Y era cierto. A lo largo de mi vida, la música, el rock, había sido mi mayor deleite. A pesar de que mis amigos y familiares me amaban y estaban siempre a mi lado, había algo en la música que nadie más podía ofrecerme. Era un combustible vital que me mantenía vivo. Pero en esos últimos días o semanas, sentía como si me hubiera alejado de ella, como si la distancia entre nosotros se hubiera vuelto insalvable, y eso explicaba mi tristeza.Arrodillado ante la guitarra, las sombras de la soledad y la tristeza se cernían sobre mí. Una lágrima solitaria se deslizó por mi mejilla. La guitarra pareció iluminarse como un ser celestial. De la oscuridad, surgió un hombre calvo, pálido como la muerte, envuelto en una bata blanca. Me tendió la guitarra, conectada y lista para ser tocada. "Solo debes tocarla", susurró con una voz siniestra.Levanté la cabeza y nuestros ojos se encontraron. Era como mirarme a mí mismo en un espejo distorsionado. Tomé la guitarra, me senté sobre el amplificador, un Fender Deluxe de los años 50. Comencé a rasguear las cuerdas, el sonido llenó la habitación, el aire vibró con una energía maligna. La distorsión se apoderó de mí, susurrando secretos oscuros en cada nota. Mi mente se iluminó, sabía lo que necesitaba hacer. La idea debía reunirse nuevamente... My Chemical Romance debía resucitar.En ese momento, la guitarra se convirtió en un portal hacia un mundo desconocido, donde la locura y el horror se entrelazaban con la música. Un eco melancólico se apoderó de mi ser mientras me sumergía en las profundidades de un universo macabro y sobrenatural.Así, en la oscuridad de mi estudio de música, el legado de Poe y Lovecraft se entrelazó con mi pasión por la música, creando una sinfonía de terror y desesperación que me arrastraba hacia lo desconocido.

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