Capítulo 1

    En una pequeña comunidad de México, llamada “La Muerte”, vivía una joven de cabellos rojizos y mirada esmeralda. Su nombre era Lilyan Mayflower. No se dejen engañar por el apelativo de nuestra protagonista, Lily –como los más allegados a ella le decían–, no era precisamente una flor. Desde pequeña había dejado las muñecas por las canicas, los cachetes colorados por las rodillas raspadas, y no andaba con las manos abiertas si tenía que pegarle a alguien para defenderse a sí misma, o a sus amigos. Pero de algo si estaban todos seguros: Lily era la luz de aquel lugar, y ni la más gruesa capa de barro podía ocultarlo.
    Había perdido a sus padres en un trágico accidente de coche cuando apenas cumplió los once años. Fue traída desde Inglaterra para vivir con el único familiar que le quedaba, su abuela materna. A pesar de todas sus desdichas siempre tuvo una sonrisa para regalarle a los que estaban cerca, y aunque su comportamiento dijera todo lo contrario, era bastante sensible, inteligente, y hasta le gustaba diseñar vestidos –en su mayoría túnicas y ropa medieval.
    Una cosa le gustaba hacer más que diseñar: Leer. Había leído cada libro de fantasía que llegaba a sus manos, y sus favoritos claro, eran los de Harry Potter, escritos por J. K Rowling. Estaba al tanto de los detalles en la vida de cada personaje, no se perdía una noticia, y aunque cuando leía el nombre de aquel niño al que se referían las historias, sentía una punzada en el pecho, le gustaba releerlo cada cierto tiempo. Ese malestar no era el único que estaba relacionado con los esos libros. Lily no podía decírselo a nadie por miedo a que pensaran que estaba loca, pero las letras a veces se transformaban para formar otras palabras que originalmente no estaban allí, en especial las del nombre de la autora, que se retorcían y distorsionaban para formar la frase: “De Rita Skeeter, con la inestimable ayuda de Hermione Granger. Prometo que es una obra verídica, la sabelotodo se encargó de ello”. También sucedía cuando nombraban a la escritora, el sonido cambiaba.
    Lily no le daba tantas vueltas al asunto, después de todo, no había nada que pudiera hacer con eso, o con la añoranza que le causaba leer cada encantamiento, o ver en las películas los destellos que causaban los hechizos. No había solución para cosas que no tenían ningún sentido. Intentó buscar información en internet, y hasta ponerse en contacto con la autora, pero no consiguió nada. Así pasaron varios años. Lily tenía diecinueve y su abuela acababa de morir. No le quedaba nada, solo sus libros, y sus diseños.
    En ese momento estaba sentada en un banco en medio del parque, con una maleta llena de sus pertenencias. El cielo estaba completamente nublado, el aire era frío, y un fuerte viento agitaba su pelo. Un panorama no demasiado recurrente para principios de julio. La muchacha estaba esperando la hora en la que llegaba el ómnibus que la llevaría a la ciudad de su amiga –donde pasaría las vacaciones.
    Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando “el desconocido” se sentó junto a ella ¿O sería “la desconocida”? Era imposible saberlo. Llevaba puesto un traje gris –más bien una túnica–, tan larga que cubría sus pies, y tan ajustada que dejaba ver que tenía una figura realmente estrecha. Lily nunca había visto en su vida una persona de semejante estatura. Su piel parecía hecha de cera blanca, y sus pómulos sobresalían, haciendo que sus ojos parecieran hundidos en las cuencas. El pelo, del mismo color de su ropa, le cubría la espalda. Giró el rostro hacia ella y le dedicó a Lily una sonrisa que resultó ser sorprendentemente cálida.
    –Buenos días Lily Mayflower –dijo con una voz que a la vez parecía anciana y joven, femenina y masculina–. Es un gusto volver a verte.
    Lily se preguntó por qué no estaba sintiendo miedo. Lo normal sería que en ese memento se echara a correr, pero su cuerpo y su mente se mantenían calmados.
    –Bu… Buenos días –respondió Lily en un intento de saludo. Su abuela siempre le había dicho que fuera cual fuese la situación, debía ser educada, y a pesar de que en su infancia a la muchacha le gustaba revolcarse en el fango, y a veces era un poco salvaje, nunca dejó la cortesía.
    La entidad volvió a sonreírle. En sus ojos plateados se vio un destello de sorpresa y regocijo, quizás no esperaba que le devolvieran el saludo –Te sientes sola, Lily Mayflower, sientes que no perteneces aquí, extrañas algo, pero no sabes que–. Sus palabras salían como suspiros. –Eso es lo que sucede cuando un libro se cierra sin haber llegado a su fin, cuando se arrancan las últimas páginas sin leerlas. También es lo que pasa cuando la magia del sacrificio hace que un alma destinada al cielo, vuelva a la tierra, otra vez envuelta en carne, y en un tiempo tan lejano al tiempo en que nació por primera vez.
    Ella no podía separar la mirada de aquel ser. Estaba como hipnotizada. Las cosas a su alrededor –los árboles y personas–, eran borrosos. Sentía una extraña paz en su interior, como si charlara con un viejo amigo.
    –Puedo hacer que dejes de sentirlo, cerrar el libro, y vivirás una vida normal.
    La chica se sorprendió al encontrarse negando con la cabeza, había vivido siempre con ese sentimiento, y perderlo le parecía inconcebible.
    –Puedo hacer que regreses, no retomarás tu vida donde la dejaste, pero podrás recuperar mucho de lo que perdiste.
    Lágrimas corrieron por las mejillas de Lily al sentir el anhelo que provocaban en ella aquellas palabras –Sí, si quisiera… –dijo con voz temblorosa, su lengua había tomado el control sin su permiso, pero en el fondo sabía que eso era lo que realmente quería decir.
    –Bien, mi pequeña, debí hacer esto hace mucho, pero creo que será mejor para ti regresar con esta edad. La época a la que te devolveré requiere a una adulta responsable… y hubiese sido una catástrofe mandar hacia allí a una niña –Puso en la frente de Lily un dedo huesudo–. Aunque una niña serás cuando regreses. Sabes mucho de ese tiempo, la información se ha filtrado incluso hasta este mundo, por ello recordarás solo lo que necesites de entre todo lo que has leído y visto. Recordarás esta vida completamente, y de tu vida pasada, que en un momento será tu presente, sabrás del árbol el tronco, pero no las ramas, y crecerás tanto como el árbol crezca.
    – ¿Quién eres? –preguntó ella mientras todo se oscurecía.
    –Sabes quién soy.
    Lily oyó el llanto de un bebé, vio una luz verde, y luego nada…
   
                                                                    ………………………………….
    Lily abrió los ojos lentamente. El pasto le hacía cosquillas en la cara ¿Se había caído del banco? Sintió la presión en su brazo de algo acolchado, como las patas de un gato. Giró la cabeza y vio que había una mujer de ojos azules, con gafas de montura cuadrada. Por como la mujer la estaba mirando cualquiera diría que le había salido otra cabeza y un nuevo par de brazos ¿Dónde había visto antes a aquella señora…? Los ojos de Lily volvieron a cerrarse, tenía sueño, mucho sueño…
   
       

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