El Regalo Perfecto.
Toqué el timbre una, dos y hasta tres veces sin respuesta alguna.
Froté mis manos bajo la leve nevada que comenzaba a incrementar y acompañé la vaga búsqueda de calor con el vapor que surgía de mi aliento.
— ¡Adrien! — Grité. —. ¡Marinette!
Y entonces, justo cuando estaba por tirar la toalla, vi mis esperanzas renovadas al divisar la cálida luz amarilla de lo que era la habitación principal aparecer en una de las ventanas.
Apenas unos minutos pasaron antes de que los despeinados cabellos de Agreste me dieran la bienvenida a su hogar. —. Tres de la mañana, Luka. — Su voz se notaba pastosa y las notorias ojeras denotaban la interrupción de su sueño de belleza. —. Son las tres de la mañana de un veintiséis de diciembre — Se cruzó de brazos, recargándose en el marco de la puerta. —. ¿Qué sucede? — Preguntó en un bostezo.
— ¿P-puedo pasar? — Una media sonrisa repleta de torpeza iluminó mi rostro y los verdes de mi contrario rodaron antes de darme el paso hacia la morada.
Limpie mis zapatos en la alfombra antes de ingresar, reparando en las múltiples fotografías familiares que adornaban las paredes. —. Marinette estaba dispuesta a ignorarte. — Comentó. —. De no ser por mi aún estarías bajo la nieve.
— Lo sé, lo siento. — Admití avergonzado, viéndole sentarse en uno de los sofás de la sala y yo le imité disfrutando del acogedor silencio a la vez que la chimenea con su fuego casi extinto lograba abrazarme lo suficiente ante el frío tormentoso.
— ¿Qué pasa Luka? — Cuestionó ya sin más, cruzándose de brazos y dedicándome una de las tantas miradas inundadas de preocupación y angustia que había adquirido con los años. —. Algo realmente malo tiene que estar pasando para que vengas a estas horas.
¿Algo malo? ¡Demonios! Algo horrible sucedía, siendo honesto.
Me relamí calculando las palabras justas, buscando excusas para lo que seguramente se oiría como una barbaridad. —. ¿Y bien? — Quiso saber él, insistiendo una vez más, buscando cruzar su mirada con la mía. —. ¿Vas a decírmelo o te vas a quedarte viéndome hasta que lo adivine por mi mismo?
— ¿Qué prefieres? — Cuestioné ya rendido.
— ¡Ve al punto! No sabes cuanto quiero volver a intentar conciliar el sueño antes de que Emma despierte por su biberón de la madrugada.
Su pie izquierdo comenzó un insistente golpeteo contra el suelo, uno que solo cesó al oír mi petición.
— Necesito el miraculous de la serpiente.
Atónita, no había otra palabra que describiera mejor la mirada de Adrien en ese instante.
Arrugó su entrecejo, llevando sus verdes al suelo y luego nuevamente hacia mi, pero entonces, una pequeña carcajada comenzó a surgir desde su garganta, una a la que no pude evitar unirme dado el nerviosismo. —. Ya, en serio. ¿Qué quieres? — Dijo.
Me relamí sonriendo. —. No es broma, necesito el miraculous de la serpiente. — Repetí.
Sus facciones de un segundo a otro se tornaron tan serias como pocas veces las había visto. Llevó una de sus manos a su anillo y jugó con él de forma ansiosa. —. Luka, no juegues con estas cosas. — Creía conocer a Adrien, más al ver sus verdes tornarse oscuros y su voz tan profunda como jamás la había notado, supe que el tema de los miraculous era mucho más delicado y serio de lo que creía. —. ¡Plagg ga...!
— ¡No! — Sentencié, elevando mis palmas como una barrera entre ambos. — Chloé y yo discutimos y dijo que si no le llevaba el regalo perfecto terminaría conmigo, el problema es que estoy seguro de que quiere mil tonterías y no tengo claro precisamente cuál es su percepción de regalo perfecto. Pensé que con second chance tendría las oportunidades suficientes para complacerla. ¡Juro que eso es todo! — Solté tan rápido como mis reflejos me lo permitieron, cerrando los ojos con fuerza, orando porque mi contrario hallara compasión por mi situación.
La silenciosa carcajada que Adrien intentaba retener me hizo abrir los ojos de nuevo. —. Por un momento pensé que Hawk Moth te había enviado o algo así. — Sonrió devolviéndome La paz a sus facciones. —. Dios Luka, incluso después de tantos años junto a Chloé, no logras conocerla del todo. — Comentó cruzándose de brazos. —. Probablemente quiere el nuevo IPhone o algo así.
— Sí... — Sonreí inseguro, armándome de valor para volver a insistir. —. Aún así no quisiera equivocarme.
— Sabes que Marinette me mataría si accediera a algo así, a ambos de hecho.
Me encogí de hombros. — Chloé lo hará de todas formas si no doy con su obsequio.
Sus ojos se dirigieron al suelo, a la chimenea, a las fotografías sobre esta y por último a mi rostro.
Se rascó la barbilla, pensativo y yo musité un "por favor" mudo que buscó convencerlo.
Estaba debatiendo consigo mismo y yo rogué por que el lado que apoyaba mi causa ganara esa vez. — Por favor Adrien, no habría venido si no estuviera desesperado.
— Prométeme que no le dirás nada a Marinette.
— ¿Vas a ayudarme?
— Eres mi amigo y nadie quiere tratar con el carácter malhumorado de Chloé, mucho menos en fiestas.
Se levantó de su lugar y no me contuve al estrecharlo en un amistoso abrazo repleto de gratitud. —. Créeme que con esto estás salvando mi vida.
— La de todos. — Agregó con gracia y luego se apresuró a subir las escaleras de su hogar.
Bajó un minuto después con una pequeña caja negra entre sus manos. —. Tráelo mañana antes del mediodía. — Ordenó y yo asentí antes de salir disparado hacia la calle.
Encontré refugio a eso de las cinco de la mañana en el banco frente al hotel e inmediatamente comprometí todo mi intelecto en dar con aquel obsequio que haría feliz a mi novia.
Desde unos costosos lentes hasta el último teléfono del mercado, pasando por zapatos y una que otra prenda de ropa, no había cosa que faltara en mi lista como posible felicidad para Chloé.
A eso de los ocho de la mañana la primera tienda abrió sus puertas y no tardé en ser el cliente número uno en ingresar bajo mis reacias convicciones.
Gasté todo, hasta el último centavo del adelanto que la disquera me había dado por la próxima gira en la lista de obsequios. No me importaba demasiado la verdad, apenas había pensado en mi cuenta bancaria cuando la alarma de mi teléfono dió con que iba tarde.
Salí a eso de las 10:20 de la mañana desde el centro comercial, con las manos llenas de bolsas y sin siquiera pensármelo bien me dirigí al hogar que compartíamos.
Mis ojos se dirigieron al edificio, buscando el lugar perfecto para escalar cuando las palabras de Chloé llegaron a mi cabeza como el más doloroso de los recuerdos. "Si no vienes mañana con el regalo perfecto, créeme que nuestra relación queda hasta aquí." Me había dicho luego de llegar tarde y haberme perdido la cena de navidad que habíamos estado organizando durante semanas.
Oí su voz fuerte y clara en mi cabeza mientras desde aquella pequeña caja negra extraía el dichoso brazalete que me daría la inmunidad necesaria para contentarla.
Sass brilló frente a mis ojos con su particular carácter. —. Largo tiempo sin verlo, maestro. — Seseó, a lo que acaricie su cabeza con cariño.
— Cuántas veces tengo que decírtelo, es solo Luka, no maestro. — Sonreí y él me imitó.
— ¿Cual es la amenaza? — Su pregunta me dejó incapaz de encontrar una respuesta digna de una entidad como él.
La vaga explicación de "voy a perder a la mujer que amo si no me ayudas" se me hacía sumamente burda en comparación a los problemas reales que Sass había tenido que combatir a lo largo de los años, burda a pesar de que para mi significaba el fin del mundo.
— Te lo explicaré luego. — Acabé por decir para luego dar paso a mi transformación.
[...]
Ingresé al lugar a través del balcón en nuestra habitación, desde el gran ventanal podía ver perfectamente a Chloé durmiendo sobre la inmensa cama que ella misma había comprado hacía ya unos cuantos meses.
Tomé asiento sobre el lecho a su espalda antes de dejar un suave beso sobre los rubios cabellos. A los pocos segundos se removió, volteándose. —. Creí haberte dicho que no volvieras hasta que dieras con... — Sus azules se agrandaron con sorpresa al hallarse en los míos. —. ¿Viperion? — Susurró. —. ¿Qué clase de juego es este, Luka?
— Ehh... — No lo había pensado, aquella situación había salido completamente de la nada y no tenía una excusa para presentarme con mi traje de héroe allí. —. N-no pude sacar mis llaves anoche, así que Adrien me hizo el favor de prestarme el brazalete para trepar por el balcón. — La tenue carcajada que acompañó mi acelerada excusa dejó una mirada de desconfianza en ella. — ¡Oh, por cierto! — Ya sin perder más tiempo, acerqué el pequeño paquete que escondía tras mi espalda. —. Mira lo que te traje.
Una mueca se formó en sus labios, leyendo mis intenciones desde su lugar.
Me imitó sentándose sobre la cama y recibió el obsequio entre sus manos. —. ¿Qué es? — Se atrevió a cuestionar, batiendo el objeto entre sus manos.
— Ábrelo y dime si no es el regalo que querías. — La sonrisa de suficiencia que inundó mis facciones debió haber sido bastante decepcionándote para ella, pues fue el sentimiento que cobró su rostro mientras rasgaba el papel y supe desde ese instante que estaba perdido.
— Un... ¿collar?
— ¡Claro! Es el que vimos la semana pasada en esa tienda, ¿recuerdas? — La sonrisa de suficiencia se transformó drásticamente a una de torpeza. —. ¿A-acaso no era lo que querías?
Suspiró centrando sus azules en el suelo, y aquella innegable mueca infantil asomó en sus labios. —. ¿Tan difícil es para ti verlo? — Mencionó. —. Esto no es lo que quería. — Dijo, sin siquiera mirarme. —. No puedo seguir con esto Luka, creo que es mejor terminar todo.
Sentí como mi corazón comenzaba a acelerarse, mis manos temblaban y todo mi mundo se desmoronaba a medida que aquellas palabras escapaban de su boca. — ¡Second chance! — Exclamé activando mi poder y lo último que vi fueron sus ojos acabando de comprender mi plan.
[...]
Otra vez estaba allí, fuera de nuestro hogar, dejando el dichoso obsequio mal recibido en una de las bolsas a un lado, escogiendo el siguiente que probaría mi suerte.
Subí hasta nuestro hogar, repitiendo los pasos hasta entregarle el paquete.
— ¿Unos aretes? — La voz de Chloé pasó otra vez hacia la decepción, buscando en mi rostro alguna pizca de entendimiento hacia aquel que era su mayor deseo, mismo con el que aún no lograba dar. —. Esto no es lo que...
— ¡Second Chance! — Dije antes de que ella pudiera completar su frase, apareciendo de nueva cuenta frente a nuestro edificio. — Está vez sí. — Me dije a mi mismo buscando en mi interior la convicción de que el vestido de franjas que se hallaba en el interior de la bolsa que sostenía entre mis manos sería la elección correcta.
Mentiría si dijera que me sorprendí cuando la enfadadisima expresión de Chloé me obligó a usar mi poder una vez más.
Y así resultaron las siguientes siete veces.
Pasando entre joyas, prendas e incluso un ya de por sí pequeño Ukelele que casi me avienta fue como llegué a aquella arma secreta que no podía fallar, no esta vez.
Observé la pequeña caja entre mis manos una última vez antes de aparecer nuevamente en el balcón.
Su torso relajado entre las sábanas logró cautivarme como todas y cada una de las últimas veces.
Me arrodillé en la cama, acariciando su espalda descubierta. —. Cariño... — Susurré. —. Chloé.
Se removió al igual que antes, volteándose para mirarme. —. ¿Viperion? — Sus pestañas revoloteron en lo que tardaron en encontrar sentido a la escena que presenciaba. —. ¿P-Por qué estás en tu...?
— No hay tiempo de explicar, hay algo que quiero decirte, creo que di con tu regalo.
— ¿Mi regalo? — Una de sus cejas se elevó con desconfianza. —. Te oigo. — Soltó y su media sonrisa me dio una pizca de esperanza.
Me relamí los labios agitado. Había pasado demasiado tiempo usando el miraculous y no estaba para nada acostumbrado a esa clase de poder bajo mis hombros, por lo que sudado y jadeante dediqué todas mis fuerzas en aquel último intento.
— Chloé... hemos estado juntos por muchos años, muchos más de los que jamás creí que estaría con alguien. — Mi brazo se movió ansioso tras mi espalda mientras tomaba una posición mucho más cómoda para la tensión que suponía la situación. —. No fue mi intención faltar a nuestra cena anoche, pero sabes lo pesado que se pone Jaged con el trabajo antes de la gira y... cuando dijiste que querías dejar todo, juro que mi mundo se vino abajo.
Sus azules culpables se dirigieron a las sábanas que sus puños apretaban y supe que el remordimiento de toda la barbaridad de cosas que me había gritado la noche anterior estaban haciendo mella en ella, algo que no quería que sucediera, después de todo tenía razón al enfadarse.
— Era Navidad Luka... no quería estar sola... no en navidad.
— Lo sé y fui un imbécil. — Aclaré, perdiéndome en sus pómulos que poco a poco se tornaban de un leve carmín y supe que se estaba aguantando las lágrimas. —. Pero tienes que creerme; eres mi canción favorita, Chloé y no quiero dejar de oírte ni hoy ni nunca.
— ¿Cual es el maldito punto de todo esto? Creí haberte pedido que vinieras con un regalo, no con un discurso de...— Sus palabras cesaron apenas dejé ver el pequeño paquete que hasta entonces escondía tras mi espalda, exhibiéndolo frente a ella.
— Creí que este sería el regalo perfecto... para ti, para mi, para ambos... — La cajita quedó abierta y el anillo se reflejó en su pupila dilatada. —. Chloé, ¿quieres casarte conmigo?
Su atención se centró en la joya, luego pasó a mis ojos y nuevamente a la joya. Estuvo así por lo menos cinco segundos con sus labios entreabiertos incapaz de responder a mi pregunta, hecho que sólo lograba ponerme mucho más ansioso.
— Sí... — Susurró. —. Quiero casarme contigo.
La sonrisa dolorosa que me dedicó plantó la duda en mi. —. ¿Estás segura?
— ¡Claro! — Dijo, estirando su delicada mano.
Saqué el anillo de la caja y arrojé la misma al colchón. Pasé el anillo por su dedo y ella se lanzó sobre mí para besarme.
Sonreí satisfecho. Por fin había dado con la felicidad de mi novia y mientras observaba sus ojos y me perdía en ellos, Chloé susurró lo evidente sobre mis labios.
— ¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto?
— ¿Qué? — Mi lenta mente atrapada en aquel escenario de ensueño no alcanzó a comprender que era de lo que hablaba hasta que retiró el brazalete de mi muñeca, acabando al mismo tiempo mi transformación y cualquier otra oportunidad que pudo aprovecharse para remediar mi error.
Se separó de mi lado en un santiamén, ubicándose a un costado del lecho con los brazos cruzados. —. ¿Cuantas veces? — Está vez su interrogante iba para Sass, quien algo agotado flotaba a un lado de ambos.
— Once veces. — Dijo en un suspiro y no pude librarme de la decepción en las facciones de ambos.
— Puedes volver al Miraculous, Sass. — Ordenó y este obedeció de inmediato. —. Es todo Luka. — Dijo, lanzándome el brazalete y su anillo unos segundos después. — Regrésale esa tontería a Adrien y es mejor que le pidas una habitación, porque lo nuestro acaba de terminarse.
Se dirigió a paso firme hacia el cuarto de baño, conmigo corriendo tras ella hasta que cerró con fuerza la puerta en mi cara.
Oí como abría la ducha y el sonido de la misma escondía los sollozos que probablemente se había aguantado desde la noche anterior.
— Chloé, yo...
— ¡Vete de una vez! — Gritó y logré comprender que insistir tan solo empeoraría las cosas.
Rendirme no era una opción, pero quedarme en ese lugar tampoco. Le había prometido a Adrien que el miraculous estaría de vuelta en sus manos al medio día y tan solo me quedaban quince minutos para correr hacia su hogar, asegurándome esta vez de llevar las llaves conmigo pues si Chloé pensaba que me rendiría así de fácil, estaba muy equivocada.
[...]
— ¿Luka? — La suave voz de Marinette me hizo levantar la mirada del suelo. —. No te esperaba hoy, ¿dónde está Chloé?
— Eso es Marinette, hunde el puñal. — Forcé una sonrisa con el corazón destrozado, ignorando a la voz en mi cabeza y evadiendo su pregunta me apresuré a ir directo al grano. —. ¿Está Adrien? — Por suerte ella fue capaz de captar que algo no andaba del todo bien y tras asentir levemente me invitó a pasar.
El rubio yacía en la sala con su pequeña hija entre sus brazos, observando la televisión en lo que parecía era programación habitual para niños, show al que dedicaba más atención que la misma Emma.
Marinette se acercó con cautela quitándole a la pequeña de los brazos e indicándole con la mirada que había alguien que lo esperaba en el recibidor.
Volteó sonriéndome, misma expresión que se desvaneció al ser consciente del abatimiento en mi rostro.
— ¿Todo bien? — Quiso saber, con lo que se veía y sentía como real preocupación.
— No funcionó.
Sus cejas bajaron y la lastima reemplazó la preocupación.
No quería eso, no necesitaba su lastima, pero supongo que a fin de cuentas era inevitable. —. Ven conmigo. — Dijo, subiendo las escaleras.
Lo hice, quizás porque sentía que Adrien podía darme una respuesta, un ápice de esperanza en el infierno por el que pasaba en esos momentos.
Apenas recordaba en que minuto aquel hombre frente a mi había madurado. En que instante fue él quien comenzó a aconsejarme, era una pregunta a la cual no tenía respuesta clara. Pero probablemente fue en el momento en el que comencé a salir con Chloé. Él la conocía mucho mejor en ese entonces y vaya que ayudó en la ruda tarea que fue ganarme el aprecio de la insoportable rubia que se había negado a salir de mi cabeza los últimos quince años.
— ¿Entonces? — Cuestionó Adrien mientras, desde el fondo del armario del cuarto sacaba una esfera moteada donde se encargó de guardar el miraculous. —. ¿Tú plan no dio resultado?
— No, Chloé me atrapó antes de que pudiera convencerla.
— ¿Convencerla? ¿Convencerla de qué?
— Casarnos. — Sonreí afligido por el recuerdo de aquel anillo que en esos instantes yacía en mi bolsillo, puesto en su dedo. —...Creí que eso era lo que quería.
Adrien se cruzó de brazos, observándome con una mueca. —. Aún no lo entiendes, ¿cierto?
— ¿Entender qué?
Suspiró tomando asiento sobre la silla del escritorio a un lado de la cama y al verlo relajarse sobre la misma supe que uno de los "discursos de papá Agreste" venía en camino.
— Luka, Chloé ha sufrido de abandono toda su vida. — Dijo, centrando su atención en un punto perdido en el suelo. —. De pequeña vivió en el recibidor del hotel esperando el regreso de su madre y cuando Audrey por fin daba la cara por Paris, no tardaba mas de una semana en irse. ¿Cuantas veces crees que Chloé le rogó por acompañarla a New York?
— Demasiadas. — Admití con los puños apretados, pues finalmente comprendía el camino por el que Adrien se dirigía.
— Y aún así Audrey accedió a esto solo un par de veces con la peor de las actitudes. — Agregó.—. Luego de la muerte de André, Chloé se quedó completamente sola, sola en el inmenso hotel que probablemente le fastidió toda su vida y todos sabemos que su vida dejó de ser el calvario que era hasta que comenzaron a ser más cercanos. — Una pequeña carcajada se guardó en su garganta, probablemente por algún recuerdo inoportuno. —. ¡Por dios Luka! Jamás la había visto hacer algo por alguien que no fuera ella misma o Ladybug, sin embargo allí estaba, a la espera de todos tus conciertos con la excusa de fastidiar a "Dupain Cheng". — Hizo comillas con sus dedos imitando la fastidiosa voz que Chloé utilizaba cuando éramos apenas unos niños. —. Ella te ama. Se lo insoportable que estará sin ti y lo triste que estarás tú sin ella... Son mis amigos Luka, intenta solucionar toda esta tontería y no rendirte, por lo menos antes de la gira.
Mi mirada culpable buscó la suya hayando la verdad y al mismo tiempo preocupación.
— Yo... nunca voy a querer a alguien como la he querido a ella, Adrien. — Dije, sin vergüenza alguna. —. Chloé lo es todo para mi, aún no entiendo qué pudo haber sido lo que...
Y entonces la respuesta llegó por inercia a mi cabeza.
— ¡La gira! — Exclamé. —. ¡Por su puesto!
— ¿La gira? — Lo que para Adrien aún no era claro, para mi lo era tanto que hasta se me había hecho difícil verlo.
Durante semanas había estado demasiado ocupado con la gira como para ver todas y cada una de las señales que Chloé me había dado.
Desde pequeños "Londres sueña divertido" hasta evidentes "imagina si pudiéramos pasear por Venecia". E incluso aquello no fui capaz de comprender.
Tantas eran madrugadas que Chloé había ido por mi al aeropuerto, tantas eran las noches que la había dejado completamente sola por quedarme a grabar en la productora, toda aquella vida de fama y trabajo se había convertido en una costumbre para mí, más no para Chloé.
Ella había vivido en soledad la mayor parte de su vida, mucho más al crecer y carecer del amor familiar que debió disfrutar.
Había salido de una etapa solitaria, solo para entrar de lleno a otra.
— ¡Luka! — La voz de Adrien me sacó desde lo más profundo de mi remordimiento. — ¿Estás bien? Te quedaste viendo al suelo por...
— Tengo que irme. — Exclamé, estrechando la mano de mi amigo. —. Gracias Adrien, muchas gracias, en serio.
Tras ello descendí por las escaleras con los verdes del rubio atónitos tras de mi. Me despedí a lo lejos de Marinette y Emma para salir disparado hacia la calle y subir al primer taxi que apareció en mi camino.
Si no tardaba, llegaría antes de que la productora cerrara.
[...]
Observé la hora en mi móvil y noté que apenas faltaban veinte minutos para las ocho de la noche cuando me encontraba en la puerta del apartamento.
Tenía tantas dudas en mi cabeza, tanto remordimiento y deseos de devolver el tiempo como nunca antes.
No estaba seguro de cuál sería el recibimiento de Chloé... ¡demonios! Ni siquiera sabía si estaba en casa.
Tomé aire hasta lo más profundo de mis pulmones, armándome de valor para meter la llave a la cerradura y entrar de una vez.
Pero antes de que siquiera pudiera tocar el pomo, la puerta de abrió y el agotado rostro de Chloé apareció tras esta. —. Llevas tres años esperando a entrar, ¿vas a hacerlo alguna vez? — Dijo, y el hecho de que estuviese espiándome por la mirilla se me hizo obvio.
Tragué pesado, buscando un ápice de cariño, un poco de amor en alguna de sus acciones y pude encontrarlo en el leve suspiro divertido que dejó salir ante mi mortal silencio.
Cerró la puerta apenas la crucé. —. ¿Y bien? — Dijo. —. Supongo que vienes por tus cosas.
La sonrisa amarga delataba que ni siquiera ella estaba de acuerdo con la decisión que había tomado esa mañana, la conocía demasiado bien como para saber que muchas veces Chloé hablaba sin siquiera pensar antes en sus palabras.
— En realidad... — Me adentre más en la morada, llegando hasta la mesa y sentándome en una de las sillas. —. Quería hablar. — Chloé observó mis muñecas con desconfianza. —. Sin miraculous esta vez, sin trampas. — Exhibí mis brazos confirmando lo evidente.
Se quedó de pie, con los brazos cruzados y la mirada en el suelo. En ese preciso momento Chloé era indecisión pura, sin embargo la tentativa de volverme a dejar entrar a su vida estaba en ella y era sin duda una oportunidad que no iba a desperdiciar. —. Está bien. — Acabó por decir, tomando asiento en la silla adyacente. —. Pero hazlo rápido, seguramente estás impaciente por volver a la disquera.
Sonreí para mis adentros, divertido. —. No en realidad. —. Ella elevó una ceja producto de la incertidumbre. —. Anuncié mi receso esta tarde. — Solté.
Se levantó de su lugar incrédula. —. ¡¿Qué tú qué?! — El estruendo de su grito retumbó en las paredes, sin embargo yo me mantuve firme en mi posición. —. ¡¿Estas demente?!
Negué levemente, alcanzando su mano para invitarla a sentarse una vez más. —. Nunca había estado tan cuerdo en mi vida, amor.
— Luka... — Se llevó una mano a los labios, cubriéndolos y pronto logré comprender que ese gesto no se debía exactamente a la emoción de mi noticia. —... Yo no quería, realmente no creí que esto fuera a pasar Luka. — Alzó la mirada al techo suspirando. —. Yo solo quería pasar más tiempo contigo, últimamente apenas nos habíamos visto y... ¡Dios! Nunca creí que renunciarías a la gira.
— ¡Oh no, no, no! — Expresé, reteniendo su atención en mi. —. Nadie ha renunciado a nada, solo estoy aplazando la fecha de comienzo, Jaged lo entendió, Penny y la disquera también. — Elevé mi mano para depositar un mechón tras su oreja. —. No quiero que idealices la gira, sé que con los conciertos y todo el trabajo no tendría tiempo para pasear por Londres, navegar por Venecia o recorrer Madrid. Quiero hacer todas y cada una de esas cosas contigo y es por eso que me encargué de conseguir el regalo perfecto. — Intentó renegar contra mis dichos, sin embargo, antes de que pudiera si quiera negarse a mi decisión, la interrumpí. —. Estoy seguro de que esta vez acerté. — De mi chaqueta salió un sobre blanco, mismo que abrí al instante, retirando dos boletos de avión. —. Tú y yo vamos a tener unas largas vacaciones este verano, solo tú y yo, la gira puede esperar un par de meses y quien sabe, quizás si logramos organizar el tiempo, hasta tengamos tiempo de volver a recorrer todos esos lugares para entonces.
Sus azules acuosos ya no fueron capaces de retener las lágrimas, echándose a llorar sobre mi hombro mientras me abrazaba y me jalaba hacia ella. —. ¡Eres un idiota! — Murmuró. —. ¡No puedo creerlo! Lo siento tanto, yo sé que soy una consentida, pero no quería que renunciaras a tu vida por mi Luka, la música es tu vida.
—. Escucha, Chloé... todo este tiempo he estado demasiado agobiado por las nuevas oportunidades que se me han presentado, me he visto inmerso en el trabajo como nunca antes lo había hecho y se perfectamente que no es para nada sano. — Llevé mis manos a las suyas y estas temblaron bajo mi tacto. —. Créeme cuando te digo que te equivocas. Porque en el momento en el que me enamoré de ti, el rock dejó de ser mi vida, porque tú te transformaste en mi melodía favorita, Chloé. Tu eres mi vida. — Tomé su rostro entre mis manos, besando su frente. —. Quiero consentirte, porque me encanta verte feliz, porque amo cada una de tus sonrisas y últimamente había olvidado estas pequeñas alegrías por culpa del trabajo. No quiero ser tú madre, cariño. No quiero que estés sola nunca más.
Y entonces, luego de haber abierto por completo mi corazón y dejar al desnudo cada uno de mis errores y tormentos, fue cuando me derretí al ver por fin una sonrisa sincera en sus labios. Una sonrisa repleta de felicidad, de amor, de aquella seguridad que solo ella podía brindarme. —. Te amo. — Dijo sincera, riendo mientras negaba y se lanzó a mis brazos en busca del más puro y necesitado contacto entre nuestros labios.
— Te amo, como a nada. — Dije como respuesta a la pregunta muda que me daban sus caricias. —. ¿Crees que aún deba pedirle a Adrien pasar la noche en su casa?
— Cállate y devuélveme mi anillo. — Murmuró divertida contra mi cuello para luego tomar asiento en mis piernas mientras yo pasaba la joya por su anular. —. Gracias por soportar mis berrinches, Luka.
— Gracias por hacer mi vida más interesante, Chloé. — Sonreí contra su boca antes de besarla una vez más.
Por fin ambos habíamos reencontrado nuestro lugar.
[...]
And I opp- POR FIN LOGRÉ ESCRIBIR ALGO DECENTE 😭
WOP- TheDreamyLadybug Yo era tu Santa Secreto! Omg sorpresa!!!(?) y discúlpame por demorar tanto, pero me costó demasiado lograr escribir algo que te hiciera honor, eres simplemente increíble 😩💖💖💖 lo he escrito con todo el cariño y la dedicación que me fue posible! Espero que te haya gustado omg 💖💖💖
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