Único
Ryoken podía mirar los ojos de Yusaku y perderse en ellos, perderse en aquellas bellas piedras esmeraldas que brillaban con el pasar de los días.
Podía pasar todo el tiempo a su lado y escucharlo hablar, podía sentir como su corazón golpea su pecho al escucharlo soltar pequeñas risitas, al verlo sonreír o al verlo hacer alguna mueca graciosa, tierna o cuando simplemente se encontraba enojado por algo, que solo a él le parecía ser así cuando todos decían que en ninguna manera se veía tierno. Podía sentirse seguro con sólo tomar sus manos, sentir su piel y empezar a caminar a su lado, escuchándolo hablar sobre como había estado su día o simplemente, estando en silencio observando aquellas tiendas por las que pasaban y señalaban algunas cosas que se les hacia tiernas o algo que les gustaba y al final, terminaban por comprar para el otro. Caminando con tranquilidad mientras sus pies se mojaban con aquella fría agua del mar y de vez en cuando, salpicaban al contrario con pequeños juegos de niños. Sintiendo el aire golpeando sus rostros y removiendo sus cabellos cuando solo observaban como el sol se escondía y daba paso a la noche, donde podían señalar las estrellas o mirar el Stardust Road. Sonriendo sin necesidad de ocultar sus verdaderos sentimientos de las personas a su alrededor porque escuchaban decir que no era lo correcto. Apretar aun más aquellos delgados dedos para evitar que se escaparan de su mano. Sintiendo aquellos momentos de paz como una verdadera libertad.
Las palabras no importaban demasiado cuando se podían describir con acciones, en eso se basaba aquella tierna relación que tenían. Un tierno abrazo de consuelo en las noches de pesadilla de Yusaku que provocaba, que una tierna sonrisa apareciera en su rostro y así, ambos podían dormir con tranquilidad, mientras compartían un abrazo que deseaban, fuera muy duradero. Un tierno beso en la frente en el momento que se encontraban en silencio, mirando algo que les gustaba. Un beso en los labios donde confirmaban sus sentimientos y porque le gustaba ver a Yusaku un tanto sonrojado e inquieto por aquella sorpresa. Aquellas pequeñas sonrisas, aquellas pequeñas risitas. Todo lo provocaba el mismo ser, todo lo provocaba ese joven a su lado que lucho por él. Que no se rindió por aquellos tiernos sentimientos que se encargo de cultivar y que en esos momentos, florecieran con una dulce fragancia. Como un bonito momento que será duradero.
Aquellas noches donde los pequeños roces empezaban y terminaban en pequeñas luces donde eran capaces de perderse y dormir ante todo ese cansancio. Aquellos pequeños suspiros, aquellos pequeños jadeos como pequeñas lágrimas que se asomaban en esos bellos ojos que brillaban con intensidad y que solo lo miraba a él, como siempre tiene que ser. La calidez del momento, la suavidad de las caricias como lo tierno que podían llegar a ser en el acto. Aquellas palabras dichas, aquellos sentimientos que salían al aire, siendo capaces de llegar en ahogarlos pero no les importaba. Solo les importaba ese momento, solo les importaba lo que sucedía en aquel momento.
Pero para Ryoken, el momento más hermoso, era perderse en aquellos esmeraldas que le miraban con amor, con ternura, con pasión. Existían miles de sentimientos en los cuales, podía llegar a perder, olvidar lo que se encontraba a su alrededor y solo ser él. Sin necesidad de querer esconder, sin la necesidad de ocultar aquel cariño que por mucho tiempo, prefirió no saber de él. Ryoken sabia, que al lado de Yusaku, podía ser el mismo sin tener miedo. Era por eso, que al momento de mirar aquellos esmeraldas, podía verse entre estos. Podía ver aquel tierno reflejo que estas piedras preciosas le mostraban y sentirse tranquilo, sentirse seguro y sentir como ese tierno amor, crece y crece cada vez más. Despertar con aquella tierna mirada, con aquellos pesados parpados que se abría con lentitud para solo mirarle con un poco de flojera y compartir un suave beso y continuar con su día. Dormir con aquellos esmeraldas que le miraban con inocencia y con paz, aquellas mejillas rojas por tomar sus manos por debajo de las cobijas o simplemente, llevándolo a su pecho para que los latidos de su corazón, se conviertan en una dulce nana para él.
Al escuchar ese suave suspiro como la forma en la que tomaba su camisa para dormir. Era cuando Ryoken lo tomaba con cuidado, besaba su cabello y dormía con tranquilidad, esperando a que el día siguiente ya llegue para poder pasar a su lado otro día más.
--Duerme bien mi querido niño que mañana será otro día
.o.
Yusaku podía mirar los ojos de Ryoken y perderse en ellos, perderse en aquellas bellas piedras celestes que brillaban con el pasar de los días y que le daba más ganas de mirar el cielo y el mar, porque para él, eran colores totalmente puros de los que de vez en cuando, se ponía a pensar que no podía ser merecedor de tan bello color, de tan bella luz que iluminaba su camino.
Podía sentir su corazón palpitar de alegría al momento que salía de la escuela y encontrarse con él en la salida. Esperándolo con aquella sonrisa en su rostro como con sus brazos abiertos para recibirlo de aquella tan tierna manera que solo confirmaba aún más aquellos tímidos sentimientos que por mucho tiempo había escondido, había olvidado porque realmente, no había estado interesado en nada de ello del mundo. Le gustaba verlo sonreír, le gustaba sentir aquel suave toque de manos que siempre le dedicaba cuando empezaban a caminar hasta dirigirse a con Shoichi para poder comer uno de los perritos calientes y hablar un poco sobre cómo le había ido en sus clases o para simplemente ayudar a su amigo cocinero ante tanta gente que pueda tener atendiendo. Le encantaba verlo tan relajado cuando solo conversaban sobre cosas triviales que había ocasiones en las que no podía llegar a creer que todo eso, era capaz de causarle tantas carcajadas que era imposible evitar. Le encantaba verlo de esa manera, dejando a un lado todo aquel papeleo de un chico serio para verlo de tan lleno de tranquilidad que era capaz de respirar aquel tranquilo aire y solo seguir observándolo con atención.
Mirar con atención. Aprender más de él estando a su lado. Caminando tranquilos, ignorando todo aquel ajetreo que causan porque solo son ellos dos tomados de la mano, disfrutando del momento, disfrutando de aquellas cálidas y tranquilas sonrisas. De aquellos momentos en los que son capaces de sumergirse en su burbuja y mirar con atención el mundo. Señalando algunas cosas que les gusta, que les parece lindas o algo que necesitan. Puede que en algún otro momento, existan algunas pequeñas o grandes peleas, siempre es así pero no podían estar tanto tiempo enojados del otro, era imposible el querer enojarse de esa manera porque al final, siempre se rendían al mismo tiempo. Al final, volvían a juntar sus manos, volvían a pedirse perdón mientras intentaban olvidar lo que había sucedido y seguir caminando con aquella felicidad que fue desgraciadamente interrumpida.
Mirarlo a los ojos, era su actividad favorita. Desde que descubría aquel lindo celeste al momento que abría los ojos y este ya se encontraba mirándolo con ternura, era capaz de más veces voltear la mirada al cielo porque pensaba que tal vez, podía encontrar un color similar si miraba un poco más lejos. Y aunque no fuera de ese bello color, podía sentir aquella tranquilidad que ese lindo color se le ofrece. Suspiraba en cada momento que se encontraba lejos de él para poder enlazar sus manos, para poder sentir aquel calor tan especial al momento que lo envolvía en aquellos brazos que utilizaba como cobijo cuando se tenía pesadillas. Sentir aquellos suaves besos en su frente, como en sus mejillas y en sus labios. Aquella colonia masculina que solo él utiliza, aquella sinceridad como un humor un tanto diferente del que se podría llegar a imaginar que tuviera. Aquellos gustos culposos como algunas cosas que le disgustaba.
Le encantaba ver aquellos ojos al momento de que despertaba con algunos pequeños besos en su rostro y después lo dejaba en la escuela. Le encantaba ver aquellos celestes al momento de dormir, ver aquella intensidad, esa suavidad, esa alegría. Eran demasiados sentimientos que a veces, no sabía con precisión, de que se podía llegar a tratar pero a eso no le prestaba atención. Porque eran miles de sentimientos que aún quería descubrir.
Verlo y sentirlo al momento de pasar a ver estrellas al final del camino. Aquellas fuertes sensaciones que solo provocaban que su muy acelerado corazón, le pedía por más. Aquellos labios que se encargaban de silenciar pero aquellas manos que se encargaban de que quisiera escuchar con atención como se derretía. Era lindo, era tierno y delicado, había veces en las que culpaba a su cuerpo por hacer muy obvio aquel pequeño temblor que podía llegar a sentir pero también agradecía a Ryoken de que se diera cuenta y empezaba con aquella suavidad que todo miedo se alejaba y era capaz de seguir, de continuar hasta terminar junto con él. Hasta verlo tan cansado que solo quieren sentirse, que solo quieren sentir aquel calor que el otro les proporciona. Aquella nana que sus corazones se encargan de brindarles. Y así cuando Yusaku se aseguraba de que Ryoken se encontraba totalmente dormido, era cuando le brindaba un último beso en sus labios. Para abrazarlo un poco más de cerca y escuchar con atención, tocar con suavidad.
--Te quiero mi Ryoken, como nunca llegue a imaginar, te amo
.o.
Un tanto lento y perezoso era como avanzaba el tiempo desde el momento en que se escucho la alarma molestarles su muy tranquilo sueño. Aquel tierno momento que sentían en ese momento, el ser abrazados y sentir aquel calor contrario que los hacía relajarse. Se quejaron un poco antes de pedir que aquella alarma por fin dejara de escucharse. Se escucho como bostezaban y como se estiraban un poco en las cobijas para al final, descubrirse un poco y mirarse con una pequeña sonrisa en su rostro. Pequeñas risitas que no pudieron hacer falta como los pequeños besos que se compartían como su buen día. Soltaron un pequeño suspiro al momento de sentir sus pieles desnudas tocarse, aquel pequeño movimiento que provoco que se abrazaran con un poco más de intensidad mientras se escuchaban las carcajadas de ambos, mientras se reían que el cabello del otro era un total desastre y que si estaban seguros que se miraran en un espejo, realmente se reirían de la misma manera.
--¿Dormiste bien? --Pregunto Ryoken.
--Duermo mejor a tu lado, las pesadillas ni siquiera son capaces de acercarse --Sonrió Yusaku. Desde que está al lado de Ryoken, se ha encargado de sonreír más.-- Pero no quiero ir a la escuela
--Tienes que ir, ambos sabemos que la recompensa al final de las clases, son las mejores que no ir
--Tal vez, si Ryoken me da un beso
--Ven aquí
Volvieron a soltar risitas. Volvieron abrazarse y cerrar sus ojos al mismo tiempo para poder disfrutar de aquel beso que se convirtió en uno más duradero donde al final, ni querían separarse si no fuera porque realmente necesitaban un poco de aire para poder seguir viviendo. Se separaron tan despacio que al mismo tiempo, abrieron sus ojos. Aquellas piedras preciosas que eran las esmeraldas, aquellos hermosos celestes tan transparentes que se podían ver en los mismos. No importaba el tiempo que pasara mientras estuvieran abrazados de esa manera. Mientras podían disfrutar de aquellos momentos, solo ellos dos.
--Podría perderme siempre en tus ojos --Confeso Ryoken. Subió con suavidad su mano a su mejilla y acariciarle con lentitud.-- Son el esmeralda más bonito que en toda mi vida he visto, me encanta la manera en la que brillan como la manera en la que me miran
--¿Y cómo te miran?
--Como un ser bueno que a veces piensa que no merece estar a tu lado
--Mereces estar a mi lado Ryoken --Hablo Yusaku. Se acerco un poco para poder besar su frente con cariño.-- Porque tus hermosos ojos celeste, se encargan de mostrarme un nuevo camino a tú lado y son tan transparentes que soy capaz de verme en ellos
--Porque así es la manera en la que yo te veo Yusaku
Una pequeña risita para volver a besarse y así darse ánimos de levantarse. No importaba si pasaban mucho tiempo lejos, luego arreglarían ese problema, tal vez, en un futuro podrían estar un poco más cerca de lo que parece. Sus ojos que no querían despegarse del otro, aquellas tiernas miradas. Aquellos colores tan vivos que se hacían combinar a la perfección.
Podían llegar a perderse entre estos pero sería mutuo ya que al mismo tiempo, se encontrarían para tomar su mano y nunca soltarla.
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