Etapa 6




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José Iri no era muy diferente de cualquier persona que hubiera conocido en aquella comunidad. Era un muchacho moreno y trabajador que llevaba pocos meses de casado con una bonita chica. Iluso, ingenuo y tonto. Siempre mirándome de reojo en cada ocasión que pasaba por su lado.

Yo no era tonta, entendía que ante los ojos de su mujer, yo representaba un peligro. Sin mucho esfuerzo, podía romper con facilidad lo que años de amor habían forjado y cuyo resultado residía en el vientre de esa jovencita.

Pero estaba desesperada. Así como cada individuo en el mundo protege sus ideales y las cosas que ama, yo tan sólo quería lo mejor para quien consideraba lo más importante de mi mundo. La única persona que me mantenía cuerda y cuyo recuerdo me hacía continuar a pesar de que me estaba muriendo en vida. Por mi hermano era capaz de cualquier cosa, incluso de provocar una maldición si con eso conseguía lo que la Kharisiri me exigía de aquel lugar: Los restos de la tragedia y el pecado más grande de un ser humano.

Seduje a ese joven, es cierto.

Hice que matara a su esposa embarazada, también lo admito.

Lo asesiné a sangre fría una vez que el vino en mi busca, lo cargo en mi conciencia. Como las miles de otras atrocidades que hice en el camino.

Y no me sirvió de nada. Aquello por lo siempre había estado luchando no fue más que una ilusión, un engaño. Mi hermano no era quien yo creía, y yo tampoco estaba libre de culpa. Tenía las manos manchadas de sangre y pecado, todo por un amor que no fue más que una excusa.

—Vamos, amorcito. Terminemos con esto de una vez.

Vi a mi hermano a los ojos una vez más. Esperaba que entendiera que tanto sus acciones como las mías nos habían llevado a ese duro desenlace.

—Iri, hazte cargo de la mitad que le queda de su ajayu. Quítaselo. Tal y como nuestro tío quiso hacer.

El condenado dejó otro beso en mi mejilla antes de obedecerme. Usó las mismas herramientas que los cientos y miles de recolectores utilizaban día con día y hora tras hora para arrebatar el ajayu [1] de cada iluso que se cruzaba por su camino. Con el tiempo había entendido la dinámica que sostenía el mundo terrenal y lo ligado que estaba al mundo espiritual. Recién allí comprendí el trabajo que la Kharisiri me había obligado hacer en todos esos meses; los engaños por los cuales me había convertido en el peor de los monstruos. Yo ya conocía la naturaleza humana.

Aquellos como nosotros jugábamos con el alma de cientos de vidas para mantener el mundo en equilibrio.

Fue así que emprendí mi último viaje hacia la tienda de la Kharisiri, dispuesta a cambiar aunque sea mi final. Dejé atrás los alaridos agónicos del hombre que una vez fue todo mi mundo, consciente de que, pronto, yo encontraría el mismo destino.




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Glosario

1. Ajayu: En términos simples y según las leyendas que me contó mi padre y también mi abuela, Ajayu es el alma de las personas. Más que eso de hecho, se considera que es aquello que nos ata a esta tierra, algo que nos mantiene vivos y conectados con la naturaleza.

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