Etapa 3




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Había visto más de lo que nunca pedí en mi vida.

Desde las frías estepas de tierra hasta los inicios del fin del mundo que en este país maldito denominan "Carretera de la Muerte" —Carretera de los Cadáveres le diría yo, por los cientos y cientos de órganos, objetos y ropa que tuve que recolectar.

Pero aun así, a pesar del horror que me suponía descubrir cada mierda que ocultaba la negligencia de los policías y la misma gente, nunca pude entender cómo era posible que tantos hombres pidieran favores tan grotescos cada vez que volvía donde la Kharisiri.

En esa nueva ocasión, el arquitecto y proyectista Amador Villa-Montes tan sólo representaba otro iluso más de los muchos clientes de la Kharisiri. Sin embargo, la tarea que traía entre manos jamás podría equipararse a otro en la historia de mi país. No en el pronóstico de víctimas que se disparó en mi mente.

—¿Reconstruir el Hernando Siles? [1]

—¡Será la joya del fútbol en América! Ningún otro Estadio podrá comparársele en tamaño ni magnificencia. ¡Y yo soy el nuevo proyectista aprobado por el mismísimo presidente! —Su mirada soñadora saltaba entre mí y la Kharisiri. Yo sentía que en cualquier momento vomitaría.

La mirada del loco se enfocó una vez más en la mujer a mi lado.

—Y por supuesto, es indiscutible que necesita firmeza. Señora, quiero que mi gran obra maestra nunca perezca en el tiempo, ni se derrumbe ni tambalee como la abominación que construyeron los ilusos de mis antecesores.

Los ojos se me anegaron en lágrimas cuando la Kharisiri nombró el material que necesitaba, todas aquellas personas que yo ayudaría a recolectar.

La demolición del colosal estadio comenzó la semana siguiente. Los periódicos no dejaban de alabar al presidente, y las personas no tardaron en regodearse en su ego, en la joya arquitectónica que los enorgullecería.

Nadie se preguntó por las decenas de indigentes [2] que comenzaron a desaparecer. Sus nombres no figuraron ni en una triste esquina de la más barata de las revistas.

Cuando los preparativos para comenzar a armar los cimientos fueron culminados, yo estaba allí. En una noche sin luna donde la gente paceña descansaba tranquilamente, fui testigo en primer plano de cómo decenas de hombres, mujeres y niños fueron enterrados vivos junto al concreto hecho de cemento, arena y agua.

Nunca pude olvidar sus rostros serenos y drogados.

Pero me hice consciente de la criatura a mi lado, esa que invadía mi privacidad y nunca me dejaba sola.

Los ojos ambarinos —antes negros— del asesino me miraron con diversión antes de lanzarse sobre el arquitecto Amador Villa-Montes quien, estupefacto, no pudo ni siquiera gritar antes de que las llamas consumieran su cuerpo, el mismo que fue a formar parte de los cimientos del nuevo coloso que ni siquiera el tiempo sería capaz de destruir.

Giré mi cuerpo con el bidón de gasolina en mano, y me sentí un monstruo asqueroso al sonreír y decir:

—Nunca se derrumbará. La Señora siempre cumple sus promesas.



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GLOSARIO

[1] Estadio Hernando Siles: Estadio de fútbol construido en la primera mitad del siglo XX. Se ubica en el centro de la ciudad de La Paz, Bolivia.

[2] Indigente: Sinónimo de mendigo, hombre sin casa, etc.

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