Viaje

Luego de otra larga e intranquila noche, asediada por una serie de pesadillas, me ducho de forma rápida para salir lo antes posible y no toparme a mis padres, ya que no sabré cómo actuar o qué reprocharles y, además, no quiero que se enteren del descubrimiento del celular ni sobre el viaje de visita al lugar del accidente y a la cabaña. Lo último que necesito es que avisen a Mateo.

Minutos después de las 6:30 a.m. me encuentro con Steff, quien se muestra impaciente.

─¡Por dicha saliste antes! ─dice─. Me devoran los nervios ─añade, mostrándose muy inquieta.

─Te aseguro que me encuentro exactamente igual ─le hago saber.

─Imagino que tuviste una no muy grata noche.

─Mejor ni te cuento ─indico.

─Dormí muy poco ─menciona, acompañada de un bostezo─. Logré dejar de pensar y repensar en tantas cosas como hasta las 2 de la madrugada y cerca de las 5 a.m. ya estaba despierta.

─¿Desayunaste?

─No. Desde antes de las 6 estoy acá afuera, aguardándote oculta. Dejé una nota con una mentira, para que no se preocupen en casa.

─Emprendamos el viaje antes de que tus padres o los míos salgan, nos descubran juntas y empiecen un interrogatorio ─propongo.

─Te sigo ─comenta.

─Debemos desayunar de camino. Necesitamos tener energías y recargar fuerzas ─sugiero.

─Conozco un buen lugar muy cerca de acá.

Sin perder más tiempo, minutos antes de las 7 a.m., salimos en dirección al sitio. La incertidumbre me abate hoy más que nunca, pero trato de mostrarme serena.

En un pequeño establecimiento muy acogedor nos detenemos a desayunar, sorprendiéndome al encontrar a Thomas, mi primo, quién nos invita a compartir la mesa.

¡Qué grata coincidencia!, ¿no? ─ dice risueño.

─Me quedé a dormir en casa de mis padres, ya que mi marido se encuentra de viaje. Al salir, me encontré a Steff y le ofrecí llevarla al Liceo ─miento, para no despertar inquietudes en él, ya que es una de las personas que, junto con Mateo, más dudas me provocan y lo creo participe de todo lo sucedido─. ¿Qué tal la universidad? ─pregunto, para conducir la conversación a un lugar seguro.

─Ansiando graduarme. Ya me falta poco.

─¿Desean ordenar? ─pregunta el mesero.

─Algo ligero ─manifiesto─. Un café y una orden de tostadas. No tenemos mucho tiempo, ya que casi entra al colegio ─menciono, señalando a Steff para que pida su desayuno.

─Yo quiero un jugo de naranja y los famosos pancakes con frutos del bosque. Muchas gracias ─indica, dejando entrever algo de nerviosismo.

─Bueno, yo ya terminé de desayunar. Las dejo, ya que la Universidad queda un poco lejos. Fue un gusto verlas.

─Igualmente ─le respondo.

─Espero verte pronto ─menciona, mientras se dirige a la caja para pagar.

─¿Te sucede algo? Te noto un poco nerviosa ─pregunto a Steff.

─No sé por qué, pero algo de tu primo no me agrada. Su voz se mezcla con lo sucedido de aquella noche y me genera mucha ansiedad ─revela.

─Creo que él lo notó, por eso decidió irse. Solo espero que no sospeche sobre nuestro viaje y los motivos por los cuales nos encontramos juntas ─manifiesto.

─¿Sospechas de él? ─pregunta, algo pensativa─. Ayer me comentaste que crees que alguien ideó todo, lo llevó a cabo y terminó o terminaron incriminando a Nate ─recuerda.

─No sé, no quiero inculpar a nadie como forma de desviar las dudas hacia Nate. Puede que Thomas si te haya ayudado la noche de la fiesta y su voz se deba a que intentó frenar el abuso de mi hermano, pero también pudo suceder que, solo o en conjunto, haya sido participe. Mi primo no debe sospechar nada. Debemos estar fuera del radar de todo aquel que estuvo involucrado, tanto con tu abuso como con mi accidente ─sugiero.

Pasado unos 15 minutos emprendimos el recorrido hacia Cerro Nuevo, por carretera a Acosta, lugar donde se encuentra la cabaña familiar. Lo único que sé del accidente es que sucedió en esa misma ruta, específicamente en el sitio conocido como Vuelta Las Tablas.

Durante el viaje, decidimos hablar poco para disfrutar de los hermosos paisajes que nos ofrecen los diferentes poblados aledaños, así como de las inmensas montañas, los cristalinos ríos, la exuberante vegetación y, sobre todo, los magníficos miradores que ofrecen inigualables vistas. Todo el lugar brinda un ambiente tranquilo que invita al descanso.

Nos fue fácil olvidarnos, al menos por un momento, de los temores, dudas y sentimientos que nos habían escoltado a ambas desde días atrás, los cuales se apoderaron esa mañana con más ímpetu.

Dar con el lugar del accidente fue algo sencillo, ya que dicho sitio es un verdadero punto de infortunios para los conductores, debido a lo escarpado de los alrededores, sumado a la gran cantidad de curvas de la carretera, lo que lo convierte en una potencial área para que se den accidentes con incontables consecuencias fatales.

Decidida, me acerco al que asumo como el lugar exacto de donde se salió mi auto de la vía, ya que hay una barrera de seguridad relativamente nueva e incluso aún más fortificada que las que vi a lo largo del recorrido. Al aproximarme a la ladera, quedo paralizada ante lo abrupto del barranco.

En ese momento, las manos de Steff toman mis brazos en forma de ayuda. Su presencia es de gran apoyo y agradezco haber tenido la idea de venir acompañada, ya que, de haber estado sola, no quiero ni imaginarme cómo podría haber resultado todo.

Me mantengo en pie, frente al lugar, conservándome erguida gracias al sostén de Steff. Al cabo de unos minutos, los cuales se me hacen interminables, no logro evocar nada de aquella noche lluviosa, lo que me desespera y me frustra.

Minutos después, escucho un auto aproximarse. Al voltearme, descubro que es mi vehículo y que Mateo desciende de él algo molesto.

─¿Qué haces acá? ─pregunta, en tono alto─. Estas loca. ¡Cómo se te ocurre venir a este lugar en tu estado actual! ─alega.

─Lo mismo te pregunto a ti. ¿Me estas siguiendo? ─pregunto, nivelando mi tono con el suyo.

─Mi auto tiene GPS. Me alarme al ver que te dirigías hacia este lugar. ¿Qué pretendes? ─continúa indagando en forma energética.

─Es más que obvio. Quiero la verdad ─indico.

─Exponerte de esta manera es muy peligroso.

─Entonces, ayúdame ─propongo.

─Te aseguro que te diré todo lo que sé. Pero primero, alejémonos de este sitio ─menciona, acercándoseme lentamente─. Vamos a la cabaña de tus padres y te aseguro que te explicaré lo sucedido esa noche del accidente, así como lo que sé de lo que le ocurrió a Steff ─propone, sin dejar de mirarme fijamente─. Todo lo que he hecho es para protegerte y no me perdonaría si por mi culpa te llega a suceder algo.

─¿Estas involucrado con lo del abuso? ¿Sabías de eso?

─Fui yo quien tomó el poema del diario ─revela de forma decidida─, pero es debido a que equivocadamente me hace ver como el culpable ─señala y me lo entrega─. Créeme que solo acudí esa noche a la cabaña porque tu hermano me llamó pidiendo ayuda. Por eso algunas de las pistas me apuntan. Dame la oportunidad de explicar lo que verdaderamente sucedió. Esta vez estamos frente a Steff, eso ayudará. La otra noche en que traté de contarte mi versión, no me creíste y saliste muy alterada de la cabaña. Debido a eso, unido a las malas condiciones del tiempo y a lo peligroso de la carretera, sufriste el accidente ─detalla.

─¿De quién huía era de ti? ─indago, muy sorprendida.

─Sí. Pero créeme que todo es un malentendido. Si quieres vamos al lugar que desees y te lo cuento en frente de quien tú quieras ─plantea.

─¿Me dejaste esa noche sola? ─pregunto muy desconcertada.

─Jamás. Fui yo quien llamó anónimamente a la ambulancia. Esperé hasta que llegaran y te asistieran. Te creí muerta y me asusté ya que, si me quedaba a dar la cara, podrían involucrarme, debido a que tu auto iba a una muy alta velocidad, en una noche oscura y lluviosa. Eso me haría ver como un sospechoso. Sería claro que huías de algo o alguien. Me paralicé y no actué de la mejor manera. Te pido perdón ─expresa demostrando pesar, culpa y arrepentimiento.

─No te creo nada. Mucho de lo que se enumeró en el poema te incrimina. La loción, la canción que usabas cómo tono de mensaje, la cual cambiaste tiempo atrás y la letra C que siempre usas en tu auto Te pido disculpas por no comentarte mis sospechas ─menciono, dirigiendo mi mirada a Steff─, pero quería primero estar completamente segura, antes de culpar a mi marido ─le indico.

─Todo se debe a que acudí al llamado que me hizo tu hermano. Una vez en la cabaña y al ver la escena y lo sucedido, opté por llevarlos a ambos a sus hogares ─comenta Mateo.

─Sabes que Nate jamás habría hecho algo así. No puedo ni quiero creerlo.

─Para mí también me resultó difícil de aceptar, pero accedí a ayudarlo, sobre todo por vos. Sé que cometí muchos errores al ocultar la verdad y servir de cómplice al encubrirlo.

─Eres igual de culpable ─menciona Steff, quien se muestra muy afligida y consternada.

─Lo sé y te pido perdón. Estoy dispuesto a asumir las consecuencias de mis actos, pero antes, quiero que ambas sepan la verdad ─asegura.

─Entonces, ¿lo crees culpable del abuso a Steff? ─pregunto.

Sí. Yo estuve en el lugar y vi la escena ─menciona sin titubear─. Al llegar, los encontré a los dos, él muy borracho y ella inconsciente ─detalla─. Nos mantuvimos en contacto, ya que Nate se encontraba muy arrepentido y con mucha culpa. ─Me entrega su celular para que ojee los mensajes entre ambos─. Desde que despertaste del coma y regresaste a la casa, he tratado de contarte la verdad y de reunir pistas y evidencias de mi inocencia ─agrega ─. Posterior al accidente y al saber que estabas con vida, me dedique a investigar más para reunir pruebas, ya que sabía que cuando despertaras, seguirías empecinada con mi culpabilidad y sería mi fin. Yo jamás abusé de ella, tú, más que nadie, sabes que soy incapaz. Una vez más, te pido que me des la oportunidad de expresar todo lo que sé.

─¿Él te llamó a ti y no a mí? ─pregunto de forma muy desconfiada.

─No quería que te dieras cuenta, no soportaría que lo vieras con ojos de decepción e incluso odio.

Si quiero enterarme de lo que dice saber Mateo debo arriesgarme y acompañarlo e incluso hacerle creer que confío en él. Es así como me dispongo a mandar una serie de mensajes a diferentes familiares y amistades sobre el lugar donde me encuentro, alegando que pasaré el día en la cabaña junto con mi marido, para alejarme de tanto estrés. Esto se lo hago saber cómo un seguro para que no intente nada en mi contra, ya que, si algo me sucede, las sospechas recaerán sobre él.

A pesar de mi terquedad, me obligo a estar abierta a toda posibilidad, ya que, si bien, mis suposiciones me hacen inclinarme por la inocencia de Nate, al creer que él se encontraba, al igual que Steff, inconsciente, soy consecuente y entiendo que puede ser que no estuviese en dicho estado y solo lo inventó para restarle responsabilidad a su actuar o para tratar de inculpar a alguien más.

Debido a que es mi hermano y a que crecí a su lado y lo conozco más que nadie, me resulta más verosímil que alguien haya abusado de Steff y lo hizo ver culpable, incluso logrando que él mismo se creyera el responsable. Esto se refuerza debido a la nota de despedida y pedido de perdón que dejó, donde aseguró que no cometió el abuso de forma consciente, mencionando que no recuerda nada de esa noche y que despertó en la casa al día siguiente.

Reitero que pudo ser una jugada suya para quitar culpa o desligarse, pero, de no ser así y si verdaderamente se encontraba inconsciente, hay una sola cuestión que me resulta dudosa en la versión de mi esposo. Él alega que Nate le llamó pidiendo ayuda, pero ¿cómo pudo hacerlo?, si mi hermano aseguró que recuperó el conocimiento hasta estar en casa de mis padres.

Sé que todo sigue apuntando y dirigiendo las sospechas hacia Nate, pero me mantendré firme a mi intuición, hasta que no haya más motivos para hacerlo. Lo que si haré es estar menos renuente a las otras hipótesis, evaluando toda evidencia y considerando cualquier indicio. 

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