Rompecabezas

Mi apartamento se ha convertido en un lugar lúgubre y sombrío. El tiempo, oscuro y nublado, contribuye mucho a estampar ese aspecto melancólico.

Mientras espero a mi marido, me preparo un té y me obligo a replantearme mis supuestos, ya que es necesario cuestionar mi pensar y mantenerme serena, sino daré la impresión de alguien demente que sufre delirios. El reflexionar sobre la idea de que alguien pudo hacerme daño o que los poemas me envían mensajes secretos, podría ser visto por los demás como algo que roza con locura. Me encuentro alerta ante un peligro que, la verdad, no sé si existe.

Deambulo desorientada dentro del apartamento, el cual se me presenta en los últimos días como una inmensidad que me devora. Subo a la habitación para tomar una siesta, pero no lo logro, bajo a la sala para distraerme con la serie que dejé a medio camino, sin embargo, tengo problemas para concentrarme, intento salir a dar una caminata, pero el tiempo me lo impide. Al cabo de un par de horas me descubro quieta, sentada en el balcón, con una taza de vino vacía, mirando fijamente el movimiento de los árboles, sin ningún pensamiento en mi mente, cuando, de repente y sin meditarlo, tomo las llaves del auto de Mateo y me dirijo a la casa de mis padres, aprovechando que no están, para buscar en el cuarto de Nate alguna pista.

Él es y siempre será mi hermanito pequeño. A pesar de que ya no esté entre nosotros, su esencia aún vive y su recuerdo nunca morirá. Es mi hermanastro. Paulette, mi madre, me tuvo a sus 15 años y de mi padre biológico nunca supe nada, solo que se fue para no hacerse cargo de mí. Durante 13 años fuimos solo ella y yo contra la vida, viviendo todo tipo de penurias, humillaciones e injusticias. Incluso tuvo que abandonar los estudios para ayudar en casa de mi abuela, por lo cual desde su juventud ha tenido que trabajar en todo tipo de labores. Fue así como conoció a Manuel, papá de mi hermano, a quien considero mi legítimo padre.

Nate llegó a nuestras vidas para mejorarlas. Yo fui, más que una hermana, su apoyo incondicional. Siempre lo protegí y velé para que no pasara las mismas adversidades que yo enfrenté en la infancia. Él se suicidó el año pasado, el 2021, a sus 20 años de edad, dejando destrozado a todo aquel que lo conoció, ya que no solo era la alegría de la casa, sino el alma de las fiestas o de todo lugar al que llegara. Tenía una personalidad envolvente que lo hacía muy estimado. Siempre lo recuerdo como aquel joven alto, moreno y guapo, que enamoraba con su bella sonrisa, la cual delataba unos hermosos camanances, pero, sobre todo, como aquella gran alma que siempre estaba dispuesta a tender una mano a todo aquel que lo necesitara.

Su muerte me causó no solo mucho dolor sino también grandes dudas, ya que alguien con tanta vida y amor por dar, quien se encontraba cursando la carrera de sus sueños, con muchos amigos y una familia amorosa, haya decidido quitarse la vida, genera suspicacia en cualquiera.

Es claro que no era una persona que encajara como alguien propenso al suicidio, sin embargo, también es entendible que no sabemos cómo se encontraba por dentro, qué penas lo perseguían o que llegó a condenar, más que su personalidad y comportamiento, su vida entera.

Al llegar a la casa de mis padres me dirijo de inmediato a su cuarto, el cual se encuentra intacto, como la última noche en que mi madre lo encontró sin vida colgado de una viga. La impresión para ella fue tan fuerte que terminó desmayándose e incluso tuvimos que medicarla por mucho tiempo. Al día de hoy no se ha podido recuperar de dicho trauma y temo que el dolor la esté matando silenciosamente, aunque no lo demuestre y trate de mantenerse firme, como esa gran señora a la cual su pasado la ha endurecido, pero al mismo tiempo la dotó de fuerzas para luchar por los suyos a costa de todo.

Para muchos es extraño que mis padres no hayan querido rehacer el cuarto y utilizarlo para algún otro fin, ya que juzgan y alegan que mantenerlo de esa forma les seguirá trayendo mucho pesar, pero sé que eso les ayuda a aliviar y sobrellevar la pérdida. No todos afrontamos las situaciones adversas de la misma forma.

Después de unos largos minutos buscando, la verdad no sé ni qué, me vuelvo a cuestionar mi comportamiento y concibo que me estoy extralimitando en mis acciones, pero antes de desistir, recuerdo que la computadora de mi hermano aún se encuentra guardada, por lo que la tomo para llevármela a inspeccionar al apartamento. Se me hace tarde y no quiero que Mateo llegue y no me encuentre y que de esta forma tenga que darle explicaciones que me hagan ver cada vez más paranoica.

La portátil puede ser un elemento relevante, si es que hay una posible relación del suicidio con el diario y mi accidente. Anteriormente, aunque existían interrogantes sobre las motivaciones de mi hermano para tomar dicha decisión, no se hizo ninguna búsqueda profunda que nos ayudara a entender sus razones. Nate ni siquiera dejó una nota de despedida, lo que hacía el asunto más intrigante, pero terminamos aceptando el dictamen forense, el cual estableció muerte por suicidio, lo que hacía imposible investigaciones.

Al salir de la casa me encuentro con Estefanía, una vecina. Steff, como la llamamos, es una amistad desde la infancia, quien fue íntima amiga de Nate y un gran soporte en el tiempo de duelo, durante el cual, a pesar de la diferencia de edad, llegamos a acercarnos mucho. Si quiero saber más sobre mi hermano y sus posibles motivos para tomar dicha decisión, puede que ella logre ayudarme a seguir algún rastro. Ahora, calmada, con la cabeza fría y al haber evaluado la situación, sé que debo ser reservada en lo que comento, no porque no le tenga confianza, sino debido a que no quiero seguir dando la impresión de que estoy enloqueciendo.

Luego de un breve saludo intento introducir el tema, para indagar acerca de dicho hecho.

─¿Cómo estás? ─pregunta en voz alta desde el portón de su casa, mientras se acerca a paso rápido para llegar a mi encuentro─. ¿Sigues avanzando en tu recuperación? ¿Has podido recobrar recuerdos de aquella noche? ─pregunta de forma muy interesada.

─Me encuentro algo mejor pero aún sigo bloqueada. Al parecer costará que logre rescatar información, incluso puede que nunca la recobre ─le respondo, saludándola de un beso en ambas mejillas─. ¿Tú cómo estás?

─Súper bien, retomando mis estudios en el colegio ─contesta, al tiempo que me responde el saludo con fuerte abrazo─. Debe de ser desesperante e incluso me imagino que te produce mucha impotencia no recordar nada, aunque creo que es mejor que sea así. Ya te había dicho que no es recomendable que inviertas tanto de tu energía en eso y así descuides tu recuperación. Podrías liberar traumas y problemas en tu vida y tu salud.

─Me temo que si no logro recordar no pueda recuperarme de forma completa, debido a que el bloqueo me sigue afectando anímica y mentalmente y con el pasar de los días no me abandonan un sinnúmero de sentimientos que me doblegan ─le confieso.

─Nadie más que tú sabrá cómo ponerse límites ─añade.

─Así es. Por cierto, ¿cómo llevas lo de mi hermano? ─pregunto.

─Perder a tu mejor amigo nunca se supera ─responde, mientras le emerge una expresión de dolor, acompañada de una lágrima─. Imagino que te sucede lo mismo. Saber que no volverás a ver a un ser querido y más aún, a tu hermano, es algo difícil de aceptar.

─Más de la forma en que sucedió ─agrego─, tan inesperado y sin posibilidad de despedida. Me reprocho día y noche no haber estado con él, no notar nada y no brindarle ayuda en lo que fuera que estaba pasando.

─No es culpa de nadie, jamás sospechamos que algo así pasaría. No había por qué hacerlo.

─Soy su hermana, quien más lo llegó a conocer, pero luego de casarme con Mateo, y después de irme a vivir aparte, era poco lo que podía verlo. Sin embargo, sí noté su cambio de comportamiento y fui testigo de cómo decayó su personalidad semanas antes de su muerte ─comento a manera de introducir el tema─. Recuerdo que estaba intentando darle sentido a lo del suicidio. Muchas cosas no me cerraban e incluso me generaban y me siguen generando interrogantes, dudas y sospechas. Su cambio de actitud fue más que alarmante y no sé si en los días anteriores al accidente seguía con el deseo de encontrar respuestas o pude enterarme de algo.

─¿Sospechas sobre qué? ─interroga de forma casi alarmada y con desconcierto, al tiempo que me interrumpe.

─No sobre algo turbio, sino, más bien, el deseo de entender la razón por la cual se quitó la vida ─le respondo con cierto cuidado─. ¿No recuerdas si te llegué a comentar sobre el tema?

─No, en lo absoluto ─manifiesta de forma consternada─. También se me hace desconcertante que Nate se quitara la vida y por mucho tiempo quise buscar alguna explicación que me ayudara a sobrellevar la tristeza, pero jamás hablé contigo sobre el tema, ni mucho menos él me comentó algo que ayude a entender el hecho o que me haga sospechar sobre lo sucedido.

─Desearía tanto saber el porqué, para poder cerrar este asunto ─comento algo agobiada.

─Ten presente que a lo mejor nunca encuentres respuestas. El escogió su fin y la razón o las razones que lo llevaron a tomar esa decisión pueden ser diversas e incluso profundas, las cuales podríamos nunca encontrar o lograr entender. La depresión puede ser una de ellas y entenderla es un tema muy complicado ─expresa.

─Tengo eso muy presente y coincido al cien por cien en todo lo que me has dicho. Puede que nunca lleguemos a saber los verdaderos motivos que lo orillaron a cometer suicidio, incluso puede que no haya nada siniestro que incidió en dicha decisión. El obsesionarme con el tema solo tardará mi recuperación ─expreso a manera de darle la razón, en tanto busco las llaves del auto para finalizar la plática.

─¿Hay algo más que sabes y no quieres contarme? ─cuestiona de forma directa.

─En lo absoluto. El trauma del accidente me mantiene inquieta y temerosa, lo cual está influyendo en mi comportamiento y puede que haya trastocado el sentimiento que tenía hacia la muerte de Nate ─le digo y me acerco para darle un abrazo y un beso de despedida.

─Cuídate mucho e intenta estar más tranquila ─me aconseja.

─Si logras recordar algo, no dudes en contactarme ─le indico.

─Claro ─finaliza.

De camino al apartamento analizo y reflexiono sobre las respuestas, actitudes y expresiones de Steff. Estoy casi convencida de que oculta algo, pero no sé si sea por mi estado de exaltación que ahora todos me resultan sospechosos. Recuerdo que varios meses antes de la muerte de mi hermano, ella abandonó sus estudios de secundaria e incluso intentó en una ocasión quitarse la vida con una sobredosis de medicamentos, siendo él quien la apoyó durante toda la recuperación y control. ¿Podrá existir algún tipo de conexión?, ¿esconde realmente algo?, ¿sabe más de lo que alega?, ¿se vieron ambos enredados en algo grave que los llevó a ver el suicidio como la única salida?, ¿involucrará los poemas?

La búsqueda de respuestas está haciendo que las piezas del rompecabezas se revuelvan aún más, complicando el asunto y obligándome a replantear nuevas preguntas, las cuales me están conduciendo a dudar de todos. Tengo miedo de que las respuestas me delaten verdades turbulentas difíciles de aceptar, por lo cual debo dedicarme a encontrar una conexión con algo relacionado a mi trabajo, para dejar por fuera a mi familia y así no contribuir a aumentar el sufrimiento.

Todo es posible y nadie está libre de culpas hasta que se demuestre lo contrario, o bien, hasta que me convenza de que estoy completamente loca.

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