Él no fue

Esta mañana de miércoles el tiempo no mejora. Luego de despedir a mi marido y de tomarme un café, como primer acto me dirijo a hacerle una llamada a mi primo Thomas.

─Hola primo ¿cómo estás?

─Muy bien, acá alistándome para ir a la universidad. ¿Tú qué tal, cómo te encuentras?

─Mejorando a paso lento. No te quitaré mucho tiempo, imagino que estás apurado. Sólo quiero saber si me puedes ayudar dándome la dirección de Santiago, necesito pedirle un favor ─menciono de forma directa, ya que soy yo quien tiene más prisa.

─¿Santi? ─pregunta con un tono que revela extrañeza.

─Sí, es que necesito desbloquear una computadora ─menciono, mientras analizo lo que diré, para no comentar nada en relación a Nate─. Recuerdo que me habían contado que él, además de llevar la carrera en la universidad, está sacando un técnico en ciberseguridad en la U Latina. Necesito que me ayude, a lo mejor conoce trucos para obtener la contraseña. Él es un genio para todo eso.

─Sí claro. Le pediré que me mande la ubicación exacta por WhatsApp y luego te la comparto.

─Muchísimas gracias. ¿Sabes sí entrará temprano a la universidad? ─pregunto con la intención de poder ordenar mis ideas y planear el paso a seguir.

─Él ya aprobó todos los cursos, ahora se encuentra con lo de la Tesis. No creo que tenga que ir temprano. Si quieres te paso su número para que hables directamente con él.

─Sería de mucha ayuda.

─Por lo que veo, te urge. ¿Todo en orden? ─Su tono ahora denota curiosidad.

─Sí, todo bien, sólo es mi computadora vieja. No puedo acceder y tengo unos archivos que necesito, ya que espero pronto regresar al trabajo ─le miento por precaución.

─Entiendo. Espero que pronto estés completamente recuperada y puedas retomar tu vida normal. Prometo ir a visitarte pronto. Se te quiere.

─Tranquilo, sé que estás en tus últimos cursos de licenciatura y no tienes tiempo para nada. Igual, se te quiere. Me saludas a los tíos y a Maya.

─En estos días paso por tu apartamento, siempre hay tiempo para la familia.

─Un beso. Nos vemos pronto.

─Te cuidas ─finaliza.

Luego de recibir la dirección y el número telefónico, igualmente me informa que Santi no asistirá sino hasta en la tarde a la universidad, por lo cual me esperará en el transcurso de la mañana en su casa. De esta forma, al ser pasadas las 7 a. m., me dirijo sin desviarme a su encuentro. Por suerte, Mateo se llevó mi auto, dejándome el suyo por si se diera la necesidad de hacer algún trámite o de ir de visita donde algún familiar o alguna amistad.

Santiago es el mejor amigo de Thomas. Ellos se criaron juntos y se graduaron del colegio el mismo año. Mientras que mi primo eligió la carrera de Ingeniería Civil, él optó por Ciencias de la Comunicación Colectiva, misma carrera que estaba cursando mi hermano.

Por lo que sé, siempre fue amante y un experto en computadoras, internet, videojuegos, sistemas de información, tecnologías y todo lo demás que tenga que ver con el mundo digital, por lo cual decidió empezar a llevar su segunda carrera en una universidad privada, la cual es seguridad informática. De esta forma, es la persona idónea para ayudarme a acceder a la computadora de Nate.

Al llegar a su casa me recibe de forma muy cordial.

─Hola, es un gusto volver a verte y más aún, saber que estás bien ─menciona tratando de mostrar pesar por mi situación─. ¿Quieres pasar?

─Voy de prisa, no importa si te dejo la portátil y dentro de unas 2 o 3 horas regreso a recogerla ─le pregunto, ya que mi intención es acudir al hospital─. Tengo que realizar unas vueltas. Prometo venir antes del mediodía.

─Sí claro. De fijo cuando regreses ya tendrás acceso a la computadora ─indica.

─Muchas gracias.

─Con mucho gusto.

Mi paso a seguir es dirigirme al hospital. Mi idea es contactar con la enfermera que me atendió para indagar no sólo acerca de aquella noche en que fui llevada al centro, sino también sobre los días en que estuve ahí. Ahora, cualquier detalle es importante y puede brindarme datos.

Minutos antes de las 9 a.m. llego al lugar. Es un hospital privado, en donde por suerte trabaja un familiar lejano, a quien le pido ayuda, la cual, sin muchas explicaciones, accede a contactarme con la jefe de enfermeras y después de una pequeña charla doy con la ubicación de Priscila.

─¿Cómo se encuentra mi paciente favorita? ─pregunta con una sonrisa amplia.

─Muy bien y todo gracias a tus excelentes tratos y atenciones ─respondo con la intención de generar un clima de confianza.

─Me alegra oír eso. Me dijeron que necesitas de mi ayuda ─comenta en tanto me da indicaciones para entrar a una pequeña sala y me ofrece un asiento.

─Sí, son solo unas cuantas preguntas ─le hago saber─. Como recordarás, después del accidente perdí la memoria y aún no recupero cierta información y creo que tú podrías ayudarme de alguna forma.

─Dime, ¿para qué soy buena? ─pregunta manteniendo su buen humor.

─Primeramente, ¿recuerdas cómo llegué al hospital? ─curioseo.

─De eso no sé mucho ─responde algo confusa─, yo solo te asistí el tiempo en que estuviste acá. Por lo poco que recuerdo, creo que primero te llevaron a un hospital público y fue tu esposo quien pidió que te transfirieran al lugar. No hubo nada fuera de lo normal, todo rutinario ─añade─. Por lo general eso sucede muy a menudo. Desde el lugar del accidente alguien llama a emergencias y, luego de que llega la ayuda, la víctima es llevada al centro médico más cercano, haciéndose una búsqueda para saber quién es el o la paciente y así poder dar aviso a los familiares.

─¿Sabes quién fue la persona que dió parte al 911 aquella noche en que me accidenté? A lo mejor se presentó mientras estuve inconsciente o en el tiempo en que duré internada ─indago.

─Ni idea. ¿Por qué tanto interés, sucede algo? ─pregunta, mostrando una mirada de desconcierto.

─Nada, solo quiero reconstruir esa noche. Esa persona podría ayudar mucho ─logro indicarle.

─Si no me equivoco, el lugar en que se dió el suceso es un poco solitario. Fue una suerte que alguien haya presenciado el accidente y de esa forma te llegara ayuda pronta. De no ser así, a lo mejor no estarías contándolo ─menciona mostrándose afligida.

─¿Sabes cómo fue el accidente? Solo me dicen que derrapé por las fuertes lluvias, lo que hacía que la carretera estuviera muy mojada, cayendo en un barranco de unos 100 metros de profundidad. Pero para que eso sucediera, supongo que debía de ir a una velocidad muy alta ─le menciono con claras intenciones de insinuarle mis dudas.

─¿Quieres indicarme algo? ¿Sabes algo más sobre esa noche? ─pregunta mostrando interés.

─En lo absoluto. Sólo quiero descubrir qué pudo pasar esa noche. Me ayudaría mucho.

─No creo que esos detalles te sirvan para algo. Además, puedes estar contribuyendo a despertar traumas o experiencias dolorosas. La mente es muy poderosa y te puede estar protegiendo por medio del olvido ─expresa ahora un poco preocupada─. No pienso ser yo quien contribuya a que te suceda algo así ─detalla.

─Entiendo tu preocupación, pero necesito saber ─le reitero de forma casi desesperada.

─Habla con tu marido o tu familia, creo que ellos, más que yo, pueden darte información.

─Sólo tengo una pregunta más ─le hago saber, ya que no quiero que la conversación termine de forma abrupta.

─¿De qué se trata? ─expresa, delatando recelo.

─En algunas ocasiones me llegaste a preguntar por mi hermano Nate y me comentaste que en varias ocasiones me escuchaste decir su nombre mientras dormía ─le recuerdo.

─Sí claro, varias veces mencionaste su nombre con tristeza y nostalgia. Luego me enteré de lo sucedido y es comprensible que pensaras en él. Su muerte era y es aún muy reciente ─responde de forma reflexiva.

─Pero recuerdo que me dijiste que no solo lo llamaba con tristeza, sino con vehemencia e incluso desesperación ─ le detallo.

─La verdad sí, pero como te comenté, creo que todo es debido a la forma en que se fue. Seguramente estabas soñando con él y de alguna forma intentabas evitar lo sucedido. La mente actúa de formas muy misteriosas ─sostiene.

─No recuerdas nada más. No mencione alguna otra cosa ─insisto.

─Ahora que lo recuerdo, sí.

─¿Qué? ─pregunto de forma exaltada.

─Recuerdo que cuando recobraste la conciencia, en el momento justo de despertar, dijiste Nate no fue, él no lo hizo, e incluso te brotaban lágrimas, pero, debido a tu estado y a la intervención de los médicos, no se le tomó importancia al asunto. Días después fue cuando empezaste a soñar con él ─especifica, mientras observa su reloj─. Debo regresar a trabajar. Espero que lo que te comenté te ayude de alguna forma. Ten presente que no debes exponerte a presiones. No es recomendable que mezcles lo de tu recuperación con ese tipo de inquietudes, ni mucho menos que fuerces tanto tu mente. Debes ir paso a paso, primero recobra tu vitalidad y una vez que te sientas completamente bien, busca respuestas, no antes.

─Eso haré ─menciono con la intención de no despertarle más preocupación.

─Estás en tu derecho y nadie te puede detener, pero sé prudente y cuídate, que nadie lo hará por ti ─me recomienda.

─Tienes razón. Gracias por preocuparte, fuiste de mucha ayuda.

─Es por tu bien ─recalca.

Luego de terminar la conversación empiezo a cuestionarme varios asuntos. Lo primero que me causa interés es saber quién fue la persona que me asistió luego del accidente, sin embargo, lo que me genera más dudas y hasta preocupación es lo de Nate. ¿Qué significado tendrán esas palabras que mencioné al despertar? Nate no fue, él no lo hizo, ¿serán simples expresiones producto de sueños o pesadillas sin sentido? Pero, de no ser así, ¿qué fue lo que no hizo mi hermano? ¿Tratará sobre su suicidio o se relacionará con lo que lo llevó a cometerlo? Incluso me cuestiono sobre si realmente lo habrán asesinado, montando toda una escena para que pareciera un suicidio.

¿No hizo qué? Es la pregunta que ahora toma más relevancia, por la cual lucharé con más empeño hasta lograr responder.

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