Capítulo VII

Jeongin

Yeji llegó a mi mesa con la gracia y elegancia que siempre la caracterizaban. Llevaba un vestido morado que realzaba su belleza natural, su cabello anaranjado caía en suaves ondas sobre sus hombros. Su sonrisa era amable, pero había un brillo de curiosidad en sus ojos.

—Buenas noches, majestad —dijo, tomando asiento frente a mí luego de hacer una pequeña reverencia—. Espero no interrumpir.

—Buenas noches, princesa —respondí, devolviendo la sonrisa—. No interrumpes en absoluto. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, gracias —sonrió—. Esta cena ha sido bastante interesante, ¿no crees?

Asentí, aunque mis pensamientos aún estaban dispersos, tratando de enfocarme en la conversación. Yeji era una amiga cercana y una excelente compañía, pero mi mente seguía volviendo a Hyunjin y al inesperado encuentro en el bosque.

—Sí, ha sido interesante —dije, intentando parecer más presente—. Aunque, si soy sincero, preferiría estar en otro lugar en este momento.

Yeji soltó una risa suave, comprendiendo perfectamente a lo que me refería.

—¿Prefieres la tranquilidad del bosque a las intrigas de la corte?

—Exactamente —respondí, agradecido por su comprensión—. ¿Y tú? ¿Cómo llevas todo esto?

Yeji suspiró, mirando brevemente alrededor del salón antes de volver a mirarme.

—Es... complicado. Siempre hay expectativas y deberes que cumplir. A veces, desearía tener más libertad para decidir mi propio camino.

Sus palabras resonaron conmigo de una manera profunda. Sabía que ambos estábamos atrapados en nuestras respectivas obligaciones, destinados a seguir un camino predeterminado.

—Lo entiendo perfectamente —dije, sinceramente—. A veces siento que estamos jugando papeles en una obra que no escribimos.

Yeji asintió, su expresión suavizándose un poco.

—Exactamente. Pero también sé que hay cosas que podemos cambiar, aunque sea poco a poco. —Miró hacia una ventana cercana, donde las luces del castillo de Grandidierita brillaban tenuemente—. Por ejemplo, nuestra boda. No me malinterpretes, sé que es importante para nuestros reinos, pero... ¿alguna vez te has preguntado si hay otra manera?

Me quedé en silencio por un momento, sorprendido por su franqueza. Siempre había asumido que ella aceptaba nuestro destino sin cuestionarlo.

—Sí, me lo he preguntado muchas veces —admití finalmente—. No es que no valore la responsabilidad que tenemos, pero... ¿qué pasa con lo que queremos realmente?

Yeji me miró con una mezcla de tristeza y determinación.

—Toda mi vida se me ha enseñado que debo seguir las reglas, pero en mi interior siento que por esta vez puede haber más de una opción —murmuró—. Pero no me siento segura para ir en contra de todo lo que se me ha inculcado. Estoy dispuesta a aceptar mi destino si eso implica tener que renunciar a mis sueños para mantener a mi reino seguro.

—Yeji —llamé su atención—. ¿Yo... te gusto?

—Eres un muy buen chico, Jeongin —respondió—, y cualquier persona que te conozca será consciente de eso... pero mis gustos no son... los... que esperarías de una chica —desvió su mirada hacia el suelo, triste.

—Yo te entiendo más de lo que crees —contesté tomando su mano—, pero también tomo en cuenta nuestro deber.

—Estoy dispuesta a aceptar mi destino, Jeongin, y estoy segura de que en su momento habrá lugar para que florezca nuestro amor.

¿Nuestro amor? Ni siquiera había pensado en eso, no me visualizaba compartiendo el resto de mis días junto a Yeji.

—Yeji —dije, buscando las palabras adecuadas—, siempre te he considerado una amiga cercana, alguien en quien puedo confiar. Pero el amor... no es algo que siento en este momento.

Ella asintió, su expresión comprensiva.

—Lo sé, Jeongin. Tampoco siento eso ahora. Pero creo que, con el tiempo, podríamos llegar a algo que funcione para ambos.

Sus palabras me hicieron sentir un poco más tranquilo. Al menos no estábamos forzándonos a algo que ninguno de los dos deseaba plenamente.

—Quizás tengas razón —dije, finalmente—. Por ahora, creo que lo mejor es seguir apoyándonos como siempre lo hemos hecho.

Yeji asintió, su semblante más relajado.

—Exactamente. Y quién sabe, tal vez con el tiempo encontremos una manera de equilibrar nuestras obligaciones con nuestros deseos personales.

Mientras continuábamos hablando, me di cuenta de que, aunque nuestras vidas estaban llenas de responsabilidades y expectativas, aún teníamos el poder de moldearlas a nuestra manera, siempre y cuando nos apoyáramos mutuamente.
Mientras Yeji y yo seguíamos conversando, la música del salón cambió a un ritmo más suave. Las parejas comenzaron a desplazarse hacia el centro para bailar, llenando el espacio con un movimiento armonioso. La atmósfera se volvió más íntima, y las luces tenues crearon un ambiente casi mágico.

—¿Te gustaría bailar? —preguntó Yeji, extendiendo su mano con una sonrisa amable.

Asentí, aceptando su mano y guiándola hacia la pista de baile. Mientras nos movíamos al compás de la música, noté a Felix y su guardaespaldas cerca, charlando animadamente. Felix siempre había sido más extrovertido, y Jisung parecía estar disfrutando de la conversación.

—¿Has pensado en lo que harás después de nuestra boda? —preguntó Yeji, interrumpiendo mis pensamientos.

—¿Después? —repetí, un poco sorprendido por la pregunta—. Bueno, supongo que seguiré con mis deberes como príncipe, y tú como princesa. Aunque... espero que podamos encontrar tiempo para nosotros mismos también.

—Sí, eso sería ideal —dijo Yeji, asintiendo—. Pero me refería a tus sueños personales. ¿Hay algo que siempre hayas querido hacer, más allá de tus responsabilidades?

La pregunta me tomó por sorpresa. Mis sueños siempre habían estado supeditados a mis obligaciones, y rara vez había pensado en lo que realmente quería.

—Supongo que nunca me he detenido a pensarlo seriamente —admití—. ¿Y tú?

—Siempre he querido viajar, ver que hay más allá de los límites de nuestros reinos —confesó Yeji—. Pero evidentemente, nunca he tenido la oportunidad.

—Quizás algún día puedas hacerlo  —sugerí, sintiendo un destello de esperanza—. Después de todo, incluso los príncipes y princesas merecen un descanso de vez en cuando.

Yeji sonrió, sus ojos brillando con una mezcla de ilusión y determinación.

—Me encantaría eso —dijo suavemente—. Tal vez, después de nuestra boda, podamos planearlo. Sería un buen cambio de ritmo.

Asentí, sintiendo que, por primera vez, había una pequeña posibilidad de que nuestras vidas podrían ser más que simples obligaciones. Mientras la música continuaba, me permití disfrutar del momento, sabiendo que, aunque nuestro camino estaba lleno de desafíos, había esperanza de un futuro más brillante.

Cuando la música terminó, regresamos a nuestra mesa. Felix y Jisung se unieron a nosotros, sus rostros llenos de entusiasmo.

—Jeongin, Yeji, deben conocer a Jisung —dijo Felix, presentándonos formalmente—. Es uno de los mejores guardaespaldas que he tenido el placer de conocer.

Jisung se inclinó ligeramente, su expresión profesional y amable.

—Es un honor conocerlos, príncipe Jeongin, princesa Yeji.

—El honor es nuestro, Jisung —respondí—. Felix habla muy bien de ti.

Mientras continuábamos conversando, me di cuenta de que la noche estaba lejos de terminar. Había mucho más por descubrir y muchas conversaciones por tener, pero por ahora, estaba agradecido por el pequeño respiro de normalidad y esperanza que había encontrado en medio de todo.

A medida que la noche avanzaba, el ambiente en el salón se volvía más relajado. Las conversaciones se tornaban más animadas, y la tensión de los deberes reales se disipaba momentáneamente.

Me sentí agradecido por la compañía de mis amigos y por la comprensión y apoyo de Yeji. Aunque nuestras responsabilidades eran pesadas, esa noche me recordó que no estábamos solos en nuestro viaje. Teníamos aliados, amigos y, quizás, la posibilidad de encontrar un equilibrio entre nuestras obligaciones y deseos.

—Jeongin, deberíamos hacer esto más seguido —dijo Felix, rompiendo el hilo de mis pensamientos—. Es bueno recordar que, a pesar de todo, aún podemos disfrutar de momentos así.

—Estoy de acuerdo —respondí, sintiendo una renovada determinación—. Haremos lo posible por encontrar más momentos como este, juntos.

Yeji y Felix  asintieron, y en ese instante, supe que, aunque el camino no sería fácil, teníamos la fuerza y la voluntad para enfrentarlo.

A medida que la noche llegaba a su fin y las estrellas brillaban en el cielo, me sentí más decidido que nunca a encontrar mi propio camino, apoyado por aquellos que me importaban y entendían. Con esa determinación en mente, estaba listo para enfrentar lo que viniera, confiando en que, juntos, podríamos lograr cualquier cosa.

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