Capítulo V
—¿Quién eres tú? —preguntó Jeongin, tratando de ocultar su sorpresa.
—Podría preguntarte lo mismo —respondió el joven, con una sonrisa irónica—. No muchos se aventuran en este bosque, y por cierto, soy Hyunjin.
—Yo soy Jeongin —respondió el príncipe, sin revelar su título—. Estoy... cazando.
Hyunjin levantó una ceja.
—¿Cazando o perdido?
Jeongin rió, admitiendo a regañadientes.
—Tal vez un poco de ambas.
Mientras hablaban, Jeongin sintió una conexión inmediata con Hyunjin, algo que nunca había experimentado antes. Sus conversaciones iban de lo trivial a lo profundo, cada palabra reforzando un lazo invisible entre ellos.
—Este lugar... es hermoso y triste al mismo tiempo—dijo Jeongin, mirando el entorno desolado pero intrigante del lugar.
—Es mi hogar —respondió Hyunjin con una mezcla de orgullo y melancolía—. No es perfecto, pero es todo lo que tengo.
—Tal vez algún día las cosas cambien —dijo Jeongin, casi en un susurro.
—Tal vez —respondió Hyunjin, mirándolo con una intensidad que hizo que el corazón de Jeongin latiera más rápido.
La tarde avanzaba, y la luz del sol filtrándose a través de las hojas creaba un ambiente casi mágico a su alrededor. Caminaban juntos, compartiendo historias de sus vidas, sus sueños y sus miedos. Jeongin se sorprendió de lo fácil que le resultaba abrirse con Hyunjin, como si se conocieran de toda la vida.
—Dime, Jeongin —dijo Hyunjin de repente, deteniéndose junto a un viejo roble—, ¿por qué realmente estás aquí? No creo que sea solo para cazar.
Jeongin dudó un momento, mirando a Hyunjin a los ojos. Sintió que podía confiar en él, algo en su interior le decía que Hyunjin era alguien especial.
—Necesitaba escapar —confesó finalmente—. Mi vida está llena de obligaciones y decisiones que no quiero tomar. Aquí, entre los árboles y lejos de todo, puedo sentirme libre.
Hyunjin asintió, comprendiendo.
—Todos necesitamos escapar de vez en cuando. Aquí, en el bosque, puedes ser tú mismo, sin máscaras.
Jeongin miró a Hyunjin con una mezcla de gratitud y nerviosismo. Había algo en el joven que le inspiraba una confianza que rara vez sentía con otros.
—Hyunjin, hay algo que no te he dicho —comenzó Jeongin, tomando aire profundamente—. No soy solo Jeongin... soy el príncipe heredero al trono del Reino de Diamante Rojo.
Hyunjin parpadeó sorprendido, pero no se apartó. En cambio, su mirada se suavizó, como si entendiera aún más la carga que Jeongin llevaba.
—Lo suponía —dijo Hyunjin después de un momento—. No por tus ropas o tu manera de hablar, sino por la tristeza en tus ojos. Esa es la marca de alguien que lleva un peso demasiado grande para soportarlo solo, creí que eras alguien de la realeza probablemente.
Jeongin sintió un nudo en la garganta. Nunca nadie había visto tan profundamente en su alma. Se sintió vulnerable pero también aliviado.
—Es difícil ser el príncipe —continuó Jeongin—. Hay tantas expectativas, tantas decisiones que tomar... y a veces siento que no puedo ser yo mismo. En el palacio, soy siempre "su majestad", pero aquí, contigo, soy solo Jeongin.
Hyunjin puso una mano en el hombro de Jeongin, ofreciéndole un consuelo silencioso.
—Aquí, siempre serás Jeongin para mí —dijo con firmeza—. No importa tu título, sino la persona.
Jeongin sonrió, sintiendo una calidez que hacía tiempo no experimentaba.
—Gracias, Hyunjin. No sabes lo mucho que esto significa para mí.
—No hay de qué —respondió Hyunjin con una sonrisa cálida—. Este bosque es ahora nuestro refugio compartido.
Continuaron caminando, y mientras la tarde se convertía en noche, Jeongin supo que había encontrado no solo un amigo, sino alguien con quien podría compartir su verdadera esencia, lejos de las responsabilidades y presiones del trono.
Era el comienzo de algo hermoso y transformador, algo que cambiaría sus vidas para siempre.
No pasó tanto tiempo desde que Minho finalmente encontró a Jeongin y se mostró visiblemente aliviado. Pero al ver que lo acompañaba un muchacho rubio, decidió guardar distancia; y cuando vió que ya les había dado suficiente tiempo, se acercó.
—Te dije que no te alejaras —dijo el pelinegro, aunque la preocupación en su voz suavizó la reprimenda.
Y de forma breve miro al joven junto al príncipe, un plebeyo del reino caído.
—Lo siento, Minho —dijo Jeongin haciendo una leve reverencia hacia su mayor, luego miró a su nuevo amigo —él es Minho, mi guardaespaldas.
—Hola, soy Hyunjin, un gusto —hizo una leve reverencia con cierta pena.
—Un gusto Hyunjin —respondió el chico de manera autoritaria, causándole una leve risa disimulada al heredero.
—Creo que sería mejor que te vayas antes de que se haga más tarde. No sería bueno si te ve más gente y menos de sangre blanca. —comentó Hyunjin, pues la monarquía era repudiada por muchos en ese lugar.
—Concuerdo su majestad, lo mejor sería emprender nuestro camino.
Jeongin asintió levemente y luego miró a Hyunjin con una expresión que prometía futuros encuentros.
—¿Te veré otra vez? —preguntó, dirigiéndose al rubio.
—Ten por seguro que sí —respondió Hyunjin, observando cómo Jeongin se alejaba, con una chispa de esperanza brillando en sus ojos.
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—Ni siquiera cazamos algo —murmuró Jeongin hacia su amigo, quien lo miraba curioso.
—Yo llevo dos liebres en mi mochila. Si tu padre pregunta, le diremos que terminamos temprano y fuiste a pasear por el bosque —respondió Minho con seguridad, ajustando la correa de su mochila para que las liebres no se salieran.
Jeongin asintió, pero su mente estaba en otra parte.
—Ese chico, Hyunjin... me pareció diferente —habló Jeongin con cierta intriga en su voz—. Quiero volver a verlo.
Minho frunció el ceño, claramente preocupado por el entusiasmo de Jeongin.
—No es por ser clasista —se excusó Minho—, pero recuerda que tú eres un príncipe... el heredero al trono y estás comprometido. Las cosas no son tan simples como quisieras.
Jeongin bufó, odiaba sus obligaciones. Las palabras de Minho, aunque bien intencionadas, solo le recordaban las cadenas invisibles que lo ataban a su destino.
—Lo sé, Minho —dijo Jeongin, con frustración palpable en su voz—, pero por una vez en mi vida, quiero hacer algo que me haga feliz sin pensar en las consecuencias.
Minho lo miró con una mezcla de comprensión y preocupación.
—Entiendo cómo te sientes, Jeongin. Pero debes ser cuidadoso. Las decisiones impulsivas pueden tener repercusiones que no puedes prever.
Jeongin suspiró, sabiendo que su amigo tenía razón, pero sin poder evitar el deseo de ver a Hyunjin de nuevo.
—No es solo impulsividad, Minho. Es algo... diferente. Hay algo en él que me atrae, que me hace sentir vivo de una manera que no había sentido antes.
Minho asintió lentamente, resignado a la determinación de Jeongin.
—Entonces, ¿qué planeas hacer?
Jeongin sonrió, una chispa de determinación en sus ojos.
—Voy a encontrar una manera de verlo otra vez. No sé cómo, pero lo haré.
Minho suspiró, pero no pudo evitar sonreír ante la pasión de su amigo.
—Está bien, Jeongin. Solo prométeme que serás cuidadoso.
—Lo prometo —dijo Jeongin, su corazón latiendo con anticipación por lo que el futuro podría depararle.
Mientras se dirigían de regreso al palacio, Jeongin no podía dejar de pensar en Hyunjin y en la posibilidad de un encuentro futuro, uno que podría cambiar su vida de maneras que aún no podía imaginar.
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