Capítulo IV
En el corazón del Reino Diamante Rojo, el sol se alzaba majestuosamente sobre el imponente castillo de ladrillos escarlata. Jeongin, el príncipe heredero, se preparaba para una jornada de caza.
Se había levantado pasadas las ocho de la mañana y había solicitado bañarse a solas, ya que era su día libre y quería ir a cazar tranquilamente; aunque eso implicara llevar a Minho.
Al salir de bañarse, solo se puso la toalla alrededor de su cadera y con otra se secaba el cabello, cuando recibió la llamada de su amigo y príncipe de Serendibita, Lee Felix.
Deslizó el dedo sobre su muñeca e inmediatamente se enlazó la llamada con el chico.
—Buenos días su alteza —respondió con tono gracioso.
—Buenos días también, su alteza —contestó el pelinegro con cierta burla—. ¿Siempre iras a cazar hoy?
—Por supuesto, solo me dan esta oportunidad cada tres meses —contestó obvio y cómo sabía que su amigo no lo veía, solo se puso su ropa interior y se sentó en la cama para seguir platicando—. Aunque si te soy sincero... creí que no me lo darían, bueno que mi papá me lo quitaría —se corrigió.
—¿Qué hiciste ahora?—preguntó el menor curioso.
—No sé si deba contarte eso —susurró, pero confiaba en su amigo y probablemente ya era una decisión tomada, en la cual su opinión no importaba—. Mi papá alguna vez me dijo que cuando tuviese la edad, me iba a casar con el primogénito o primogénita de la familia Hwang... y bueno pues él ya lo habló con el rey y no hubo oposición.
—¿Eso quiere decir que es un hecho que te casarás tan joven?
—Así parece —suspiró resignado mientras se levantaba y caminaba hacia el closet para buscar que ponerse.
—¿Y qué tiene de malo casarte con Yeji? Según recuerdo se llevan bien.
—Sí nos llevamos bien, pero es mi amiga y no me quiero casar con ella, la conozco desde que tengo uso de memoria y jamás la he visto con otras intenciones.
—Conociendo a tu papá, la boda no se llevará a cabo pronto —comentó Felix mientras se escuchaba que masticaba algo.
El castaño optó por una camisa de lino de tono verde oscuro, que se ajustaba cómodamente a su bien formado torso, permitiendo libertad de movimiento mientras mantenía una apariencia elegante y adecuada para la ocasión. Combinó esta camisa con unos pantalones resistentes de caza, en un tono marrón terroso que se adaptaba al entorno natural del bosque donde planeaba cazar. Sobre la camisa, Jeongin se puso un chaleco de cuero suave pero resistente, diseñado específicamente para protegerlo y para ofrecer un lugar práctico donde guardar cartuchos y pequeñas herramientas esenciales. Las botas altas de cuero, robustas y bien ajustadas, completaban su atuendo, proporcionándole el soporte necesario para caminar largas distancias sobre terrenos irregulares sin comprometer la comodidad ni la protección contra las inclemencias del tiempo.
Sus manos estaban protegidas por unos guantes de cuero, flexibles pero duraderos, ideales para manejar con destreza su arco y flechas. Completaba su equipamiento con un cinturón de cuero robusto, equipado con fundas para cuchillos y otros accesorios esenciales. Una mochila de lona resistente colgaba de su hombro, cargada con provisiones adicionales y equipo personal necesario para una jornada larga en el campo.
—Mi papá es capaz de cualquier cosa, no me sorprendería que me diga que la boda es mañana —comentó el príncipe mientras se aseguraba de no olvidar nada.
—Oye no te precipites, probablemente exista otra opción...
La plática se vió interrumpida en cuanto Jeongin escuchó que llamaban a su puerta.
—Lo siento Felix, debo irme —contestó Jeongin mientras caminaba a la puerta luego de cortar la llamada.
Al abrir se encontró con su amigo. Quien también iba vestido de acuerdo a la actividad que realizarían.
—Buenos días majestad —saludó Minho con una leve reverencia.
—Buen día Minho —respondió el menor con una sonrisa—. ¿Ya desayunaste?
El pelinegro negro negó y eso hizo sentir aliviado a Jeongin. Pues tenía una idea en mente.
—Qué bueno, porque así podrás comer en el tren.
—¿Tren? —preguntó Minho desconcertado.
—Así es —alargó Jeongin—. Iremos de caza a los bosques del Quinto Reino.
—Es peligroso, Jeongin. Deberíamos quedarnos dentro de los territorios seguros —advirtió Minho, su guardaespaldas y confidente, mientras ajustaba la correa de su espada.
—Lo sé, Minho, pero estoy cansado de las mismas presas y los mismos lugares. Hay rumores de bestias más grandes en los bosques del Quinto Reino —respondió Jeongin, con una chispa de aventura en sus ojos.
Minho suspiró, sabiendo que sería inútil discutir.
—Si insistes, entonces te acompañaré. Pero recuerda, si algo sale mal, será tu responsabilidad.
—Como digas —contestó Jeongin sin importancia, pues era más su emoción por ir a cazar hasta allá.
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Ya en el tren perteneciente a su familia, Jeongin y Minho iban degustando de un desayuno no tan pesado, para así tener las energías suficientes para el día que les aguardaba.
Su trayecto al reino no duró más de una hora, pues gracias a la velocidad de tren, habían recorrido el país de punta a punta en tan poco tiempo. Aunque claro, los habían dejado justo en la frontera entre el reino Serendibita y el Reino Caído, ya Jeongin había pensado como ingresar pasando desapercibidos.
Se pusieron unas capuchas blancas y caminaron rodeando el centro de la ciudad para llegar al bosque, acordando regresar a la estación antes de que se ocultara el sol.
Los árboles del Quinto Reino se alzaban altos y sombríos, sus hojas susurrando secretos olvidados. Jeongin y Minho avanzaban cautelosamente, cada sonido amplificado en el silencio del bosque.
—Esto es mucho más inquietante de lo que imaginé —murmuró Jeongin, mirando a su alrededor.
—Te lo advertí —respondió Minho, con su mano descansando sobre la empuñadura de su espada—. Mantente alerta.
Jeongin asintió y caminaron para poder conocer el lugar y adaptarse. Minho iba dejando pequeños rastros para no perder la ubicación. Y después de horas de caminata, una sombra veloz cruzó su camino. Jeongin, en su afán de seguir la presa, se separó de Minho y se adentró aún más en el bosque con su arco ya armado con una flecha.
Jeongin se detuvo abruptamente cuando escuchó un crujido detrás de él. Giró rápidamente, sin miedo a lanzar su flecha a lo que se encontrara en frente, sin embargo, se encontró con los ojos de un joven de cabello rubio y mirada intensa. El desconocido lo miraba con una mezcla de sorpresa y admiración, como si no esperara encontrarse con alguien en medio del bosque. Jeongin bajó su arco lentamente, evaluando al joven con curiosidad y cautela.
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