Capítulo II

Sentí mis piernas flaquear, estaba muy cansado, pero aún no podía rendirme, debía ganar este combate o probablemente obtendría un castigo. Pero ya llevaba toda la tarde entrenando diferentes tipos de artes marciales; sentía que en cualquier momento iba a desmayarme.

Apoyé mi manos sobre mis muslos mientras intentaba regular mi respiración.

—¿Tan pronto se cansó su majestad? —preguntó Minho con cierto tono de burla.

—Por favor cállate —susurré—. Llevo aquí toda la tarde y no he tenido ni un solo descanso.

—Tendré piedad de ti solo porque hiciste un buen trabajo hoy —comentó el instructor mientras se acercaba con una botella de agua, le agradecí e inmediatamente comencé a tomar de esta.

—Haz mejorado bastante Jeongin —admitió Minho—. Dentro de poco serás el príncipe más joven que domine todo tipo de combate.

Sonreí ya sonrojado, porque era algo que me enorgullecia y también me causaba felicidad. Siempre buscaba esforzarme por ser y hacer lo mejor, mi destino era ser rey y no había tiempo para tropiezos.

Junto a Minho salimos de la sala de entrenamiento y decidimos ir a dar una vuelta por la cocina del castillo.

—Buenas tardes su majestad —hicieron una reverencia todos los presentes en la cocina.

—Buenas tardes a todos —sonreí—. ¿Qué tienen para merendar el día de hoy señor Louis?

—¿Qué gustaría su majestad? Tenemos de todo lo que desee.

Miré a Minho y este asintió.

—Por favor quiero galletas con chispas de chocolate y un vaso de leche de fresas —sonreí—. Ah, y un batido de frutos rojos para Minho por favor.

—Con un sándwich de atún —añadió Minho y lo miré sorprendido—. Por favor.

Juntos tomamos asiento en el comedor real, cada quien en su mundo.

Para esta época ya no existían los celulares, su reemplazo se encontraba justamente en la en la muñeca, con una pulsera que estaba diseñada para acoplarse a las necesidades y gustos de cada uno, básicamente se había adaptado el celular a un holograma en nuestras muñecas.

Muchas cosas habían cambiando desde el inicio de Vestuta; aunque también habían cosas del pasado que habían regresado, como las monarquías y sus castillos.

Llevaron nuestros platillos a la mesa y junto a Minho agradecimos y luego empezamos a comer.

—¿Cuándo será mi próximo día libre? —pregunté mientras terminaba de masticar una de mis galletas.

—Pasado mañana su majestad.

—Mmm, entonces es el jueves —susurré—. ¿Puedo ir de caza?

—Tendría que consultarlo con su padre, majestad.

—Está bien —asentí—. Y ya te he dicho, no es necesario que me digas majestad Minho, solo estamos tú y yo.

—Las paredes escuchan Jeongin —susurró y un escalofrío recorrió mi espalda.

Minho era algo así como mi guardaespaldas, pero también lo consideraba un amigo o un hermano, ya que ambos nos conocíamos desde pequeños, pues su padre era capitán de los equipos de fuerzas especiales de alto rango de Vestuta.

Desde que Minho cumplió la mayoría de edad fue designado para cuidarme. Personalmente, yo sentía mucha pena por él porque no tenía tiempo para llevar una vida "normal", ya que siempre debía andar atrás mío. Igual no es como que yo fuese un príncipe revoltoso, intentaba darle la menor cantidad de problemas a mi padre, él tenía suficiente con los del reino.

—Terminé —hablé y Minho habló.

—Yo igual —limpió su boca con la servilleta—. ¿Qué quieres hacer? Tienes libre tu agenda de hoy.

—Honestamente me gustaría descansar, si no mal recuerdo mañana debo ir al laboratorio y luego a Taaffeite ¿verdad?

—Así es —respondió Minho—. Pero no son ni las seis de la tarde, ¿seguro que no quieres hacer nada más? —yo negué.

—Me iré a mi habitación, necesito privacidad —me levanté de la mesa—. Puedes tomarte el resto de la noche Minho, cualquier cosa yo te hablo.

Sali prácticamente corriendo del comedor antes de que Minho tuviera alguna objeción o me dijera que no.

Al llegar a mi habitación puse llave y decidí darme una ducha por mi cuenta, sin necesidad de las ayudantes. Mi día había sido muy agotador y merecía descansar.

Las duchas de hoy en día eran a través de agua artificial, ya que la natural se había agotado hace mucho. Igual no me quejaba, resultaba cómodo y además el agua proveía nutrientes necesarios para la salud.

Me puse mi pijama y una bata y después tomé un libro, luego me acomodé en mi cama y retomé mi lectura sobre métodos de mejoramiento genético en plantas. Pues estaba realizando una investigación sobre eso y aún estaba probando distintos métodos para ver cual resultaba mejor en las plantaciones actuales.

Hora y media más tarde, ya comenzaba a sentirme con sueño. Así que dejé el libro que había tomado en la librera mas próxima a mi cama, luego fui a cepillar mis dientes y finalmente pude acostarme a descansar.

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Abrí mis ojos con cierta pereza y comencé a removerme en mi cama en busca de una posición más cómoda para ver si lograba volver a dormir. Sin embargo mi intento se vió interrumpido en el momento en que Minho tocó la puerta y entró.

—Innie, ya es hora de despertar.

—Ya estoy despierto —me quejé mientras me volvía a tapar con las sábanas.

—Tienes cinco minutos para levantarte y entrar a darte una ducha, tus deberes reales te esperan.

—¿Sabes si voy a desayunar con papá? —preguntó aún un poco adormitado.

—Sí lo harás, mencionó que tiene algo que hablar contigo.

—Entiendo —asentí y me levanté de la cama—. Ahora por favor permíteme un momento, voy a bañarme.

Minho asintió y salió rápidamente de la habitación. Luego toqué una campana y seguidamente entraron los sirvientes que todas las mañanas me ayudaban a alistarme; así que me acompañaron hasta el baño y en una tina pusieron agua, me despojaron de mi vestimenta y me metí dentro de la tina y dos sirvientas empezaron a bañarme.

—¿Ha descansado bien su majestad? —preguntó una de las sirvientas que me había cuidado desde niño.

—Así es nana —asentí mientras ella restregaba mi cabello con mucha delicadeza.

—Eso es bueno su majestad.

Solo sonreí y las sirvientas terminaron mas pronto de lo esperado con su trabajo, así que salí de la tina y ellas me envolvieron en una toalla, luego una de ellas me empezó a secar el cabello y otra buscaba lo que me pondría.

—Por favor procura buscar algo que no sea tan incómodo, hoy tendré que viajar fuera del reino —hablé. 

—Como ordene su majestad. 

Entré al comedor del castillo y mi padre ya estaba esperándome en uno de los extremos de la mesa.

—Buenos días padre.

—Buen día hijo —saludó mi padre mientras tomaba un sorbo de su café.

Tomé asiento del otro lado de la larga larga mesa e inmediatamente sirvieron un plato de comida frente a mí. Empecé a comer en silencio mientras mí padre revisaba sus pendientes.

—Jeongin... —habló mi padre e inmediatamente dejé de comer.

—¿Sí padre?

—No sé si recuerdas que alguna vez te comenté que cuando llegara la edad apropiada, tú contraerias matrimonio con él primogénito o la primogénita que tuviese la familia Hwang.

—Sí padre, lo recuerdo —asentí con  cierta incomodidad formándose en mi pecho.

—Que bueno, porque hablé con el Rey de Taaffeite y está muy de acuerdo en que te cases con su hija, Hwang Yeji.

—¿Casarme? Pero... si solo somos amigos... ¿Cómo podría amarla y llamarla mi esposa?

—A tu madre la conocí el mismo día de la boda... para ti es un privilegio el haber convivido antes con la chica.

—Yo... no estoy seguro padre —suspiré—. Yo quiero casarme por amor y no por obligación.

—Hijo despierta de tu sueño, está es la vida real y si quieres ser rey, entonces debes casarte con Hwang Yeji —soltó serio—. Ese matrimonio ya fue aprobado y estamos trabajando para su anuncio.

—¿¡Qué!? —exclamé mientras me levantaba sorprendido de mi asiento—. Pero padre, eso no es justo.

—Jeongin ya te dije que esto no está en discusión, te casarás con Hwang Yeji quieras o no —suspiró—. Y te lo ordeno no como tu papá, si no como tu rey.

Bufé e inmediatamente abandoné el comedor sin despedirme de mi padre. Me sentía furioso.

Era muy injusto el que no tomarán en cuenta mi opinión; Yeji era mi amiga y no podía casarme con ella, aún cuando ella estaba enamorada de alguien más.

Minho iba atrás mío como siempre. Al llegar a la entrada del laboratorio; comencé a lanzar maldiciones al aire mientras me quejaba.

—Jeongin compórtate, pareces un niño de cinco años —habló Minho.

—Ay por favor cállate Minho —bufé—. Y no vengas con un sermón, estas lejos de comprender como me siento.

—Tienes razón, no comprendo a fondo tu situación pero necesitas pensar con la cabeza fría lo que harás.

—¿Y qué se supone que haga? No tengo opción, es casarme o me quedarme sin reino. 

—Majestad... podría no resultar tan malo como cree casarse con la princesa Hwang, guardan muchas cosas en común.

—Por favor detente Minho, no pienso enamorarme de ella, no puedo verla como una esposa —suspiré—. Por favor cancela mi visita al reino de Taaffeite, lo último que quiero es verla.

—Como ordene su majestad.

Nadie dijo nada más y yo me adentré a mi laboratorio para trabajar. Necesitaba dejar de pensar en ese tema.

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