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Séfora subió vacilante al escenario, sus manos estaban sudorosas y calientes, vio entre el publico a su madre que alardeaba contenta del regreso de su hija a la iglesia junto a las demás damas de la iglesia, la muchacha sintió el impulso de bajarse del escenario y correr a los brazos de alguien, quien fuera, alguien que pudiera salvarla de tan horrible situación. Al girarse se encontró cara a cara con la cortina roja, misma que ocultaba a su amigo colgado. La muchacha cerro los ojos, respiro hondo y comenzó a tocar.
¿Cuándo la vida se había vuelto tan difícil? ¿Tan sombría? ¿Realmente había hecho algo tan horrible como para merecer tal destino? ¿En qué momento peco? ¿En qué momento su madre dejo de amarla y comenzó a verla como un accesorio más? Quizás en realidad nunca la vio como una hija, solo era un accesorio con la petulante necesidad de hablar y pensar, solo una muñeca defectuosa que al darle cuerda debía hablar y sonreír según los deseos de su dueño actual.
Tan perturbada estaba la joven por las extrañas visiones que interpreto su instrumento sin dudar, sin pensar en los cientos de ojos sobre ella, en las palabras crueles y murmullos indiscretos, solo toco su violín, aunque le ardieran los dedos, aunque le doliera el corazón. No sabía qué clase de ofensa había causado hacía Dios, solo sabía que le habían dado una nueva oportunidad y no la iba a desperdiciar.
Gritos.
Se escucharon gritos.
Luego suplicas de auxilio.
Su desagradecido publico corrío a ver qué era lo que pasaba, poco a poco las sillas frente al escenario quedaron vacías, pues el publico estaba concentrado en la parte trasera de la iglesia, en el césped prefabricado, donde descansaba el cuerpo destrozado de un joven artista. No tardaron mucho en hallar la cuerda colgante que apretando un cuello tímidamente se ocultaba tras la cortina del escenario. A pesar de los gritos Séfora no dejo de tocar, su mente volaba hacía al vacío, surcando la libertad de la nada, subía por el aire inocente de la tarde, subía en suave contoneo como un globo de color fugitivo en un día de fiesta, perdido para siempre, en viaje al infinito. Se hizo un punto y luego nada, desvaneciéndose de la existencia.
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