Octubre, 30, 1901
Prólogo
En la oscura noche del diablo, empezó todo.
O talvez antes, lo que está claro es que fue cuando empezaron los males planes.
La ciudad estaba hermosamente decorada, con el éstilo más barroco en decoraciones para Halloween.
En ese pueblo, ya habían incluso niños jugando a ser fantasmas con sábanas encima espantando a otros.
Los sitúo con una bruja que va pasando por la feria del pueblo:
Habían tantas calabazas decoradas ya, la luna indicaba que pronto iba a ser hora, el olor en la ciudad agridulce, sacos, gente comprando dulces para el día posterior.
Está bruja de tan solo 16 años, estaba muy emocionada por las hierbas que llevaba en el saco de su compra.
Cabe resaltar que esta bruja no juega a las sombras, es más una bruja de luz, de pureza.
Una bruja blanca si lo deseán denominar.
Llevaba algunos libros viejos de alquimia, y sus plantas favoritas que son la belladona y mandrágora.
Se dirigía feliz hacia su casa, caminando observando el pequeño pueblo, emocionada por la celebración celta.
En el camino observaba a un señor contandole historias a sus nietos sobre el hombre del saco.
La pobre bruja era mal vista por muchas mujeres del pueblo, por vivir sola, ser huérfana y no tener hijos ya.
Aparte de eso a ella no le gustaba demostrar sus poderes. Sabía que podían ser objeto de controversía, o incluso llegar al punto de matarla como en Salem.
Ella solamente hacia uso de ellos en su propiedad, que era muy reconocida por estar en el barrio del castillo de las hermanas Loewe. Y muy pocas personas vivían ahí también.
Esa noche la bruja estaba en sesión de adoración a la luna llena, con sus candelas todas blancas menos una negra en el centro de todo un círculo.
Ella había desarollado la habilidad de concentración por la meditación y le servía para que su alma y cerebro estuvieran en sintonía.
A pesar fue desconcentrada por un exhorbitante ruido, un grito.
Que se escucho como si la persona que gritó se hubiera quedado sin garganta.
Fue un grito del dolor más profundo procedido por un estruendo que sonó en la estructura del suelo del castillo.
Para ser sincera; la bruja ya había escuchado estruendos en el castillo.
Incluso gritos pero nunca como este.
Le había parecido escuchar sonidos de cadenas, de torturas y incluso ruido espeluznante como si se tratara de asustar a alguien.
La verdad es que a la encantadora notaba energías oscuras cada vez que caminaba en frente del castillo, observaba un castillo negro, a veces lo notaba ya algo viejo, y a veces se estremecía por los ruidos tan fuertes que escuchaba.
La monarca Angèlie Loewe vivía en el castillo con su hermana y tenían un fiel mayordomo.
Los rumores en el pueblo contaban que su hermana siempre quiso ser soberana.
Y la envidiaba desde entonces, pero no se podía ir del castillo porque había prometido cuidar a su hermana.
De la emperatriz se decían cosas buenas siempre, el pueblo la alababa.
Pero de su hermana casi nunca se hablaba, muchos ni siquiera sabían de su existencia.
Aunque fuera bastante público.
Las señoras cotillas del pueblo contaban que ellas se odiaban porque de pequeñas Angèlie siempre fue opacada por su hermana menor.
Incluso se decía que era la hija preferida.
En algún momento Lucillè, su hermana menor, quiso haber sido la gobernante, se dice que sus padres le concedían hasta su más ínfimo deseo, pero este era imposible de hacer realidad, aunque quisieran la constitución no lo permitiría.
Angèlie se habría cansado de el trato diferente que se tenía con ella y habría empezado a odiar a su hermana.
De tal forma que le hacía bromas de mal gusto, le gustaba asustarla y en ocasiones le llegaba a servir comida rancia y en mal estado.
Cuando los Loewe se murieron una parte de Lucillè se fue con ellos.
Dejo de recibir esa atención que estaba acostumbrada a tener siempre y cayó en una gran depresión por algún tiempo.
Se quedó viviendo en el castillo porque no tenía ningún otro lugar para ir.
Y de aquí empezaron los rumores de malos tratos por parte de Angèlie, que solo eran presentes entre los vecinos más cercanos.
Se dice que no la dejaría tener visitas, y ocultaba las cartas que le llegaran a su hermana incluso si marcaban "personal" en la carta.
No solo se deshacía del correo si no que además las leía.
Pero está vez había llegado muy lejos.
La bruja fue al castillo, a preguntar sobre la seguridad de la monarca.
Ella no estaba al tanto de la existencia de ninguna otra hermana.
La bruja creía que en el castillo había actividad paranormal, mas no estaba al tanto de los rumores de una hermana ya que no solía hablar con las vecinas debido a pensar que la podían juzgar por hechizera.
La encantadora quizo tocar la puerta del castillo con la aldaba en la gran puerta de madera rústica.
Pero un caballero se lo impidio diciendole que si no tenía cita no podía consultar a la reina.
Ella trató de explicarselo, pero el guardián insistió.
La bruja no pudo hacer más que devolverse, pero no se iba a quedar con la curiosidad.
En el castillo la pobre Lucillè estaba siendo callada con una almohada por el mayordomo.
Angèlie le había cortado el dedo meñique por amenazar de irse y contar todo.
Angèlie: Ha ensuciado toda la cama de su sangre.
Usted no le contará de esto a nadie, ¿verdad?
Mayordomo: Por supuesto que no, ama
Angèlie: Ya le he dicho que me diga Angie.
Mayordomo: Como deseé Angie.
Angèlie: No entiendo como usted es tan fiel a mí
Mayordomo: Usted es lo último que me queda
El caballero irrumpió en el castillo llamando a la reina
Angèlie susurra
Angèlie: Mierda, tome esto ~ dijo
Mientras le dio un trapo con el dedo de su hermana.
La reina bajo las escaleras y puso sus manos detrás de sus caderas para evitar que el caballero viera alguna mancha de sangre.
Caballero: Ha venido una joven.
Angèlie: ¿Y a qué ha venido?
Caballero: Dijo que se escuchaban gritos en el castillo.
Está todo bien?
Angèlie: Sí, aquí no ha sido, ha de haberlos escuchado en otro lugar
Caballero: Ya veo, cualquier cosa le avisó.
Angèlie: Muchas gracias.
Las horas del día fueron pasando y la tarde se hizo noche.
Una noche de brumas.
Angèlie bebía un vino tinto mientras tocaba el piano viejo que había en el oscuro castillo
Su padre solía tocar como pasatiempos
Empezó a tocar "The Ghost that Never Walked". 🎃
Se detuvó y comenzó a llorar, poniendo su cabeza en el piano.
De repente una sombra pálida se le puso al frente, absorbiendo toda pizca de luz.
Cuando levantó lentamente su cabeza se esfumó.
Pero comenzó a escuchar susurros en sus oídos.
No paraba de recordar lo terrible que había sido con su hermana.
Y se le venían recuerdos felices con su hermana en su infancia.
Los gritos de Lucillè resonaban en su cabeza.
Se estaba volviendo loca
La sombra la estaba asechando desde atrás.
Angèlie gritó del miedo, tapo su piano de cola, resonando este en todo el castillo.
Lo mejor era que durmiera, mañana era Halloween.
Continuará...
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