Rusia: A million voices
RUSIA: A million voices - namelesstaylor
19 de octubre de 2000
Arrastré mi debilucho y pálido cuerpo hasta la cama. Me tumbé boca abajo y juro que oí a mis voces agradeciéndomelo. Sin embargo, cuando mí estómago toco mi cama sentí un dolor horroroso. Tenía todo el torso arañado y lleno de cicatrices. Ellas me lo pidieron y no tuve más remedio que hacerlo, si no lo pasaría muy mal y, por díficil que sea creerselo, no quería. Suspiré y me aguanté. Vamos, he sufrido cosas peores.
Hoy fue un día terriblemente agotador, en realidad: todos lo eran. Primero fuí a la consulta a visitar mi terapeuta y según el: "Estudiarme a fondo", luego... bueno, no hize nada más. Que penosa es mi vida, quiero dejar de vivirla de una buena vez. Como se estaría en el paraíso, la mar de bien. Vivía en soledad en un pequeño departamento en Seattle. Lo de soledad no es bien bien cierto; vivía conmigo un chico: Evan, un chico apuesto, alto y castaño, nada del otro mundo o que yo no haya visto antes. Me cuidaba como nunca nadie hizo, me pregunto porqué no se ha escapado. ¿Acaso mis salidas nocturnas, a causa del insomio, que le preucupaban hasta un punto de llamar al FBI, no era demasiado? O, ¿los pequeños incidentes que ocurrían cuando Jean traía una mascota? Era cruel. ¿No le bastaba, o qué? No lo entiendo. Cualquiera hubiera salido cagando leches de ahí.
Mi família me abandonó nada más al nacer en un bar de pacotilla en medio de la carretera. Unos buenos hombres oíeron mi llanto y cuidaron de mí hasta que no pudieron mantenerme más y me llevaron a un orfanato a los diez años. Nadie me adoptó. No hay día que piense que nadie me quiería por ser como soy. No acataron el echo de que soy una persona... diferente y con los cuidados correctos esas cosas que me formaban podrían pasar a segundo plano. ¡Pero no! No quiero tener una hija: suicida, homicida, bipolar y esquizofrénica. Que egoístas, solo pensando en ellos... Como me reventaba eso.
Iba a pegar ojo por fin pero escuché voces del salón, por una vez no eran mis voces. Era Evan quien hablaba por teléfono.
"Deberías acabar con el, Dakota. No te conviene." Mis "amigas" se habían despertado de su siesta imporvisada. Las ignoré, pero dudé en hacerlo; ellas me lo decían por algo, ¿no es así?
―Está más loca que nunca...―fruncí el ceño y seguí escuchándolo por muy feo que sea―. La noche anterior casi se carga todos lo platos de la cocina...Sí...le vinieron esos ataques en que se pone paranoica y no se acuerda ni de su nombre...Estoy pensando en, ya sabes, encerrarla―eso último fue apenas audible, lo dijo en un susurro, pero lo oí―. Bueno, debo de irme. Nos vemos.
Lágrimas picaban en mis ojos, pero no iba a llorar. No por el, no ahora. No. ¿Porqué nadie me quería? Hundí mis uñas en la carne blanda de mis palmas, quería...hacerle sufrir como está haciendo el conmigo ahora mismo. "Ves, Dakota, nadie te quiere salvo nosotras. Acaba con él". Asentí y salí de mi escondite. Estoy dispuesta a enfrentarme a la bestia que tenía adelante. Lo odiaba en ese momento. Mucho.
―Oh, que bonito. ¡Eres un imbécil!―sentí mi sangre hervir. No paraba de golpear su pecho frenéticamente. Lo detestaba ―. ¿Y tú me quieres? Todos sois iguales―grité sin dejar de pegarlo.
―¡Hey, tranquila!―agarró mi muñeca pero comencé a morder sus dedos para que me soltara. El busca algo detrás de el, a tientas. De pronto, me inyecta una aguja, que contenía algún líquido transparente en él, en el antebrazo. Con el paso de los segundos perdí fuerza y comencé a balbucear cosas que ni yo sabía su significado y caí en los mismísimos brazos de Morfeo.
Me levanto con fuerte dolor de cabeza. Ellas. "Eres una débil". No sé a qué viene eso, pensé en el porqué, pero no obtuve respuesta alguna. Evan yacía a mí lado, durmiendo. Fruncí el ceño, juro que si sigo así acabaré con arrugas en la frente de por vida, nunca mejor dicho.
Recuerdo fragmentos sueltos, pero ninguna me llega a una conclusión amena. Salvo una, pero no estoy lo suficientemente segura.
"Mátalo, Dakota, ya no es una propuesta; es una orden".
―¡Evan!―chillo para que me oiga, funciona. Se levanta con terror en su mirada, como si hubiese visto un fantasma nada más al despertar. Oh, sí: yo. Me besa la frente―. Quita. ¿Porqué me has sedado?―pregunté, curiosa. Debía de preguntar para estar segura.
―¿Yo?―se hizo el tonto―Olvídalo, Dakota. ¿Te parece que comamos algo rapidito y que luego vayamos al parque de atracciones?―por eso supe que lo había echo el.
"Ni caso, te llevará al manicomio"
―¡No! ¿Crees que por "estar loca", soy estúpida? No tengo 5 malditos años. Es increíble―estaba intentando hablar, no le dejé. Estaba demasiado cabreada como para aún dejarle hablar; solo sacaría más mentiras de su sucia boca―. Me dices la trola de ir al parque de atracciones pero tú solo quieres librarte de mí... Eres repugnante―le digo con toda la rabia que llevo contenido desde el sedado. Intenta abrazarme pero golpeo su brazo hasta dejarselo rojizo.
―Cálamte, Dakota, o...―graznó, dejando la frase flotando en el aire.
―Vas a sedarme―mascullo y salgo de ahí, furiosa.
"Piénsatelo"
Solo quería... desaparecer.
Después de darle muchísimas vueltas decidí que a Dakota O'Neil nadie la traicionaba y mucho menos la controlaba. Decidí que volvería como si nada y por la noche... ya se verá. Solo necesito: una hora, una herramienta y una vícitima. Caminé por las húmedas calles de Seattle. El día de hoy era gris y triste. El cielo soltó algunas gotitas, pero no me importó. La gente me miraba de reojo y murmurando y yo ignorando. Suspiré y cuando entré en la casa dí como inaugurado mi plan homicida.
―Evan―llamé, estaba en el sofá con el teléfono en mano. Se giró para verme y suspiró de alivio.―L-lo siento mucho, no sé que me pasa. Lo tengo todo borroso, y-yo... no lo sé―mentí. Oye que de actriz puede que valga. Y, se lo creió, el muy engreído.
―No, no, Dakota. Es normal―el también vale como actor. Miente de maravilla―. A mí también me ocurre a veces, ¿sabes?
―No, mentira. Yo soy bipolar, dentro de unos minutos te estaré pegando como si mi vida se tratase de ello―reí falsamente y me atereví a abrazarlo. Sentía náuseas dentro de mí. Era asqueroso. No quería abrazar a algo que quiere encerrarme, que quiere privarme el echo de vivir tal y como soy... por peligroso que sea. Mis heridas del estómago revivieron. Escocían.
―No importa.
Habíamos aplazado lo de ir al parque de atracciones por otro día. Estaba sirviéndome el plato de tallarines. En el mismo segundo que me lo ponía en la mesa yo lo derribé en el suelo. Era parte del plan.
―Odio lo tallarines―espeté, frivolamente.
―Los adoras―contraataca. Maldición.
―No.
―Sí.
―Cállate.
―No.
―Te quiero―murmuro, sin pensar. Brotaron de mis labios antes de que pudiese detenerlas. "Eso no estaba en el plan", decían mis voces. Sé que no lo eran, pero fue así sin más.
―¿Que has dicho?―arqueó una ceja.
―Nada―su ceja aún estaba en lo alto―. Deja de mirarme así.
Me levanto con la cara roja, estaba abrumada de pies a cabeza. Sacudí mi cabeza con el presentimiento de que así esos falsos caprichos desaparecieran de ésta. Ordené un poco mi habitación. Seguramente será la última vez que duerma ahí y también ordené -mentalmente- lo que iba a hacer a continuación: cuando caiga la noche por completo, más exactamente a las doce de la noche, me dirigiré a la habitación de Evan y lamentará el día en que nació. Así sin más.
"Estamos orgullosas de tí, Dakota. Las milliones de voces que te pertenecen están muy felices de estar dentro de tí". No entendí eso de 'miliones de voces'. ¿Eran en realidad 'milliones'? Sonreí. Por fin alguien estaba orgulloso de mí. No sé si considerar mis voces alguien, pero aún así, estaba feliz por una vez en la vida.
Tal y como predije, la noche se presentó pronto. Miré el reloj de pared. Bien, faltaban diez minutos para las doce. Me dirigí a la cocina y cogí un cuchillo grande. De los nervios, se me resbaló de las manos y fue a parar al suelo. "¡Maldición, Dakota! Céntrate."
Suspiro y Evan aparece en mi campo de visión. El plan se va a la basura, literalmente. Tiré el cuchillo a la basura simulando así que fuera algo usado.
―¿No vas a dormir?―pregunta el, fortándose los ojos.
―Um... solo venía a por un vaso de agua―le contesté lo más fría que pude. No quise mantener contacto visual con el asi que aparté la mirada hacía la ventana. La lluvia la .arañaba
―De acuerdo―gira sobre sus talones y recojo el cuchillo de la basura inmediatamente. Era la ocasión perfecta―Y... Dakota, recuerd-
Sé quedó de piedra al ver que sostenía un cuchilla en mi mano y apuntándolo. No sabía que estaba haciendo. Básicamente, perdí el control. Ya no podía, ellas lo hacían. Los impulsos fueron extremadamente fuertes.
―Dakota, piensate bien lo que vas a hacer―dice con miedo en su voz. Estaba aterrado. Aparté la vista para que no me preduzca pena. El casi te iba a enviar al peor sitio del mundo.
―Me arruinarás la vida si sigues aquí, Evan. Eres un imbécil―espeté acercándome aún más a el. Lo iba a hacer, ¡santo cielo!
―Podemos hablarlo―dice, inocentemente.
―No. Despídete antes de que te clave esta cosa en el hígado―murmullo. Lo iba a matar a sangre fría.
"Bien, Dakota. Resiste a sus suplicas. Estás en lo correcto".
―Que no te dominen, Dakota―me detengo, pero luego reaccioné y me volví a incorporar―. Si... muero, quiero que vayas a la cómoda de mi habitación. Ahí hay una carta donde hay toda la verdad.
―¡Basta! ¡Cállate de una maldita vez!―grito. Iba a hacerlo.
No pude escuchar más. Se lo clavé en la parte inferior del tronco. Ni se molestó a detenerme. La sangre no tardó en salir a borbotones, había mucha. Su alma abandonó su cuerpo poco a poco.
"¡Muy bien, Dakota!"
Cayó en el suelo, desangrándose.
―Te... quiero..., Dakota...―y las palabras ya no salían, ni su corazón palpitaba. Estaba sudando. Tenía las manos llenas de sangre y solo me quedé viéndo su cuerpo, ahora, pálido y alrededor de un charco de sangre. Ví como su vida abandonó su cuerpo. La adrenalina corrió en mis venas como de café hirviendo se tratase. Seguí apuñalando hasta que me cansé... Se sentía bien.
"Córtale los dedos", dijieron ellas. Eso hice, sí, lo hice. Le corté los dedos... uno a uno. Cuidadosamente. Sentí ganas de vomitar, pero luego pensé: ¿el qué? Si no has provado vocado desde ayer.
Luego de que en mi campo de visión apareciese un Evan sin dedos, decidí parar. Era suficiente, ¿no? Detrás de tanta frivolidad, había un corazón, al fin y al cabo.
"Ahora, con cuidado, quítale los ojos" ¿Qué? No repliqué e hice caso.
No tuve más remedio que hacerlo. Metí el cuchillo en sus ojos y saqué las bolas, dejando dos cuencas vacías. Era terrorífico, y... era agradable.
"Ábrele el estómago, Dakota"
Hundí el cuchillo justo en el estómago y la piel, ahora sin vida, que se separó en dos. Tuve el impulso de arreglar su corazón y hacerle revivir. Sacudí mi cabeza.
"Ahora, grábale en la frente la palabra 'voces'" Me pareció innecesario hacer eso pero, como los casos anteriores, tuve que hacerle. Con la punta del cuchillo grabe esa palabra tan, ahora mismo, detestable y peligrosa. El resultado era de película de terror.
Como si despertase de una especie de trance ví a Evan totalmente despellejado a mi lado. ¿Que narices he echo? O más bien, ¿que me habéis echo hacer? Tiré lejos el cuchillo. Estuve tan "ocupada" con lo que me decían mis voces, que ni siquiera me dí cuenta del acto tan cruel que acababa de hacer.
―Dios, ¿que he echo?―susurré.
"Lo que debías de hacer hace mucho tiempo. No nos repliques, Dakota."
―¿Asesinar a sangre fría?―mascullé, mirando el techo―. ¿Porqué me hacéis esto? Sois...―me pegué la cabeza con las manos ensagrentadas manchándome el pelo. Comenzé a arrañarme los brazos y mi cara. Otra vez no, porfavor. Ellas estaban castigándome a través de mi cuerpo. Mi propio cuerpo. De éste comenzó a salir sangre de las heridas.
―¡Basta!―grité. Me tapé las orejas con las manos. Ya habían parado.
Me acerqué a Jean, pero rectifiqué y me alejé. Me alejé y fui a la cómoda de su habitación y, justo como dijo el: había una carta. El sobre parecía gastado, de un color café. Me limpié la sangre en los vaqueros negros ya gastados y entonces leí: "Para Dakota O'Neil, para cuando yo no esté aquí". Lo abrí y reconocí la letra de Jean al instante. Seguí leyendo y con cada palabra que leía, me sentía más culpable de mis hechos.
"Querida, Dakota
Seguramente cuando leeas ya no estaré aquí, o no. Quién sabe. Pero no creo que la encuentres por casualidad, ya que nunca sueles hurgar en mis cosas. Tampoco limpias; pero ese no es el tema de el que te quiero hablar.
En ésta carta quiero agradecerte la compañía que me hiciste estos últimos 2 años y es que, antes estaba solo. Ya sabes lo de mis padres que murieron en un incendio provocado por mí... Ahí ya no podía soportar más el hecho de vivir. Luego tú me enseñaste que la vida es lo más bonito que hay. Pero, poco a poco, te volviste más fría, más... diferente. Como si algo te consumiera poco a poco. Hasta aquella noche cuando tuviste tu primer ataque de ellas. Odiaste la vida como a tí misma y no soportaba verte así. Estaba enamorado de tí antes de que tuvieses esos desniveles de personalidad. Estaba enamorado de tí hasta la última célula de mi cuerpo y... estoy enamorado de tí, lo sigo haciendo y lo seguiré haciendo. ¿Has oído alguna vez que el amor es más fuerte que cualquier cosa? Pues, es así. Solo que tú no lo ves. Ellas son más grandes que cualquier cosa. Te ciegan el echo de amar y solo estás por ellas.
En fin, creo que eso es todo y recuerda: Te quiero y siempre lo haré."
Me derrumbé más. ¿Qué es lo que acababa de leer? ¿Era real? La única persona que me quería y acabé despellejándola horriblemente. Me la guardé en el bolsillo delantero de los vaqueros. Cogí mi chupa de cuero y mis botas rojas sangre y emprendí camino a... no lo sé, solo quería irme de ahí. Como siempre.
Corrí, corrí y corrí hasta que no pude más. Estaba en la playa observando a la nada. Mis pies me guiaron hasta un acantilado de por ahí cerca. Me acerqué al borde y suspire. No puedo creer lo que he echo. No podía soportarlo. La culpa me carcomía por dentro como si de ácido se tratase. La oscuridad me comía por cada paso que daba. Ya no llovía.
"Ni si te ocurra, Dakota. Aléjate"
―Habéis acabado conmigo. No puedo creer lo que he echo. No sé porqué lo he echo y... me arrepiento de haberos echo caso―murmullo entre sollozos.―Aquí estoy... apunto de matarme; y es culpa vuestra.
"No lo hagas."
Ya no me importaba nada más, pero la diferencia entre ahora y hace una semana era apenas notable. Las ganas de matarme ahora mismo y la semana pasada son las mismas, solo que ahora lo voy a hacer de verdad.
―Os habéis llevado mi alma, os habéis llevado mi vida. Me habéis destruído―digo, a los 4 vientos―. Vosotras... milliones de voces, habéis acabado conmigo.
Sin mediar de nuevo palabra dí un paso y caí en el vacío. Ya no tenía sentido vivir en la penumbra de la culpa. No valia la pena. Las milliones de voces chillaban a mi alrededor; ahora soy yo quien las destruía. Para siempre.
16 de julio de 2015
Cuenta la leyenda que hace quince años murió una chica llamada Dakota O'Neil, de genes irlandeses, pero viviendo en Seattle se suicidó a manos de su enfermadad. Era esquizofrénica. También cuenta la leyenda que asesinó a un chico a sangre fría, gracias a sus voces. Se dice que ella se convirtió en una de ellas. Sí, de las voces. Vive atormentando a gente como lo fue ella. Narra también que todas esas personas con esa enfermedad que han muerto pasan a ser una voz más. Todas esas milliones de voces que escuchaba era de gente que había muerto por eso.
Siempre había oído que cuando escuches las milliones de voces llamándote, nunca más volverás a estar solo.
Ahora soy yo el siguiente.
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