España: Amanecer

ESPAÑA: Amanecer - fangirls_power

La noche se cernía sobre el campo de refugiados y con ella, un inusual silencio. Un paréntesis planeado que indicaba que aquella noche era el momento señalado. Porque los vivos llevábamos años esperando este instante; el segundo en el que su vida cobraría algo de sentido. Cogíamos las armas con fuerza, logrando pequeños cortes en las palmas de las manos por hacer presión con tan afilados filos. Éramos una multitud, no un ejército. Un pequeño recordatorio de lo que había sido la humanidad. Todos caminábamos en dirección a los túneles, desde donde nos haríamos paso hacia la ciudad.

Confieso que yo tenía miedo, pero me atemorizaba más la idea de pasar la vida cercado por los muros. Había vivido como todos en un complejo de edificios situados en algún lugar de las afueras de Madrid y antes que yo habían vivido allí mis padres. Ellos no habían nacido allí, sino que habían podido disfrutar de una civilización como la de antes, cuando la máxima preocupación de un chaval de dieciocho años como yo, era no dejar embarazada a ninguna chica. Ahora debíamos de preocuparme de no ser infectado porque, desde que una extraña enfermedad había contagiado a la mayoría de la población, los no-vivos conquistaban la Tierra.

-Andrés- me llamó mi mejor amiga. Su nombre era Laura y su voz sonaba entusiasta con la idea de enfrentarnos a ellos, por fin. La había conocido tiempo atrás, en la escuela dentro del refugio y desde entonces habíamos permanecidos unidos. Lo cual era un poco complicado entre guerras, asaltos clandestinos a la ciudad en busca de alimento y la horrible sensación de saber que cualquier día podíamos morir todos. No era una visión optimista de la realidad pero para eso estaba Laura. Ella, sus chistes y su positiva postura ante cualquier obstáculo conseguían convertir nuestra vida en una, un poco más amena. Se había recogido el cabello, de un color rubio ceniza, en dos trenzas y en su caso, sujetaba un hacha.- Ve más rápido, tortuga.

-¿Por qué has cogido un hacha?- pregunté sorprendido. Ella era pequeña y menuda; aquella arma parecía demasiado pesada.

-Ya sabes- me contestó, con una sonrisa burlona y un deje irónico en su dulce voz.- Para abrirle la cabeza a esos zombies.

Sonreí. Que crueles éramos, capaces de hablar de asesinar sin escrúpulos... Que decir; nos habían hecho así. Nos obligaron a convertirnos a algo que no queríamos ser para lograr un propósito. Sobrevivir.

-Pasa delante, Lau- le dije haciéndome a un lado. El barro salpicó mis botas pero no me importó, estábamos habituados a vivir entre escombros, suciedad y desperdicios. Ella pasó sin dificultades a la delantera, porque aunque el túnel era estrecho y bajo, ella no tenía necesidad de agacharse como yo. Faltaría decir que Laura era hermosa y que si no viviéramos en una situación tan extrema, hace tiempo que le hubiera pedida una cita.

En fila seguimos marchando un par de horas, pero cualquier sacrificio previo era poco sabiendo a que debíamos enfrentarnos. Cuando llegamos al exterior me tapé la vista con la mano; tanto tiempo en la oscuridad había provocado que nos cegáramos con la luz. Estábamos en el Parque del Retiro, que antaño había sido uno de los más espectaculares símbolos de Madrid y que ahora, estaba cubierto de cuerpos de zombies. Laura, tímida, me cogió de la mano. Ambos estábamos asombrados por la cantidad de ellos que había. Por suerte el grupo que nos encabezaba se había encargado de despejar el parque. Cuando salimos todos por completo nos situamos en las posiciones acordadas. En el momento el cual el primer zombie fue abatido, comenzó la última batalla de los supervivientes. Bajo el cielo estrellado, hicimos lo que teníamos que hacer; atacar.

Horas después estábamos exhaustos y quedaba poco tiempo para que amaneciese. Sólo había unos últimos edificios aún infectados.

-¡Laura! ¡Andrés!- gritó el que era nuestro capitán. Nos hizo señas para entrar en el edificio de siete plantas. Una discoteca, que hace tiempo debió llamarse Kapital. No fue muy complicado abrirnos paso por la primera página junto a los demás soldados. Sin embargo fue difícil atacar. Después de luchar durante tantas horas, tendríamos que habernos acostumbrado a la esperanzadora sensación de saber que has acabado con una vida más del enemigo. Pero allí la mayoría eran adolescentes que habían quedado atrapados en el pub, justo en el instante de la invasión. Se parecían a nosotros, podríamos haber sido nosotros. Podría haber sido al revés, ellos serían los que viven y nosotros quienes nos rendimos a nuestro inminente final, gruñendo en la barra de una discoteca eternamente y ansiando beber de la sangre de otro. Nuestros padres tuvieron suerte, aunque a veces me preguntaba si no hubiera sido mejor morir que vivir encerrados. Cuando por mi mente pasaban pensamientos como estos, Laura volvía a imponerse y su sonrisa con hoyuelos me hacía olvidar lo que podía haber sido para centrarme en ella, en el presente y a algunas veces, incluso en nuestro futuro. Como ahora, pues ella se habría paso entre los no-vivos por la escalera hacia la siguiente planta.

-¡Andrés! ¡Quieres ayudar y apuntar con esa pistola que tienes!- gritó mi mejor amiga, sacándome de mis ensoñaciones. Corrí hacia ella y de un disparo me deshice de otra de esas horrendas criaturas. La camisa verde oscura se pegaba a mi torso, debido a cuánto calor hacia y lo mucho que me costaba realizar actividades físicas. Mi cabello, castaño claro, se me pegaba a ambos lados del rostro. Sin embargo, Laura permanecía igual que en los túneles. Seguramente estaba cansada, pero no dejaba que los demás lo vieran. Era absolutamente hermosa. Con sus ojeras, sus pecas y sus dos ojos del color de las almendras.

En el segundo piso habían aún más zombies, pero a medida que subíamos cada vez quedaban menos. En el último piso fue incluso más fácil de lo que pensábamos. Entre botellas y vasos rotos, entre polvos y cenizas, sumidos en oscuridad, rodeados por el olor a muerte, sintiendo el sabor metálico de la sangre; adolescentes, vivos y muertos, luchaban por libertad. Por evitar dar el último aliento en una Tierra que les había dado todo a sus ancestros y que ahora, a ellos les negaba todo. Todo menos la oportunidad de luchar por la supervivencia.

En la última planta aún sonaba música, un débil suspiro de canciones. Ese estilo pop que se escuchaba en 2015. Tal vez era ¿Edurne? No sabía mucho sobre música, mayoritariamente porque no era una de las prioridades en el refugio. Disparé a todo lo que se movía, sin detenerme a pensar, como nos habían enseñado a hacer. Si me paraba un segundo a apuntar correctamente, podía convertirse en el segundo el cual tardaba un zombie en acabar conmigo. No recuerdo mucho de esos minutos, sólo una mezcla de ruidos, gritos y alaridos provocados por el dolor. Vi a muchos de los nuestros caer al suelo, con la dentadura de algún no-muerto hincada en el hombro. Sin embargo, avanzábamos.

Cuando salió el sol,

éramos libres. No quedaba ni uno sólo de ellos. Madrid volvió a gritar, y

fue un grito de júbilo. De esperanza. De libertad. De angustia, de

muerte y de vida. Yo caminé hacia Laura, porque si el sol salía para

todos hoy, ella personalmente se había encargado de alumbrar cada uno de

mis días. Le besé sin importar las consecuencias, porque claro, le

podía echar las culpas a la adrenalina y a la emoción del momento. Y si

ella no me hubiera correspondido el beso, tal vez, no la estaría echando

tanto de menos ahora. Pude sentir sus labios ansiando los míos por

primera y última vez, pues no volveré a besarla. Porque no vi que aún

quedaba uno de ellos, porque nadie lo vio tampoco. Porque el zombie

sucumbió a sus instintos y se abalanzó hacia mi. Porque dudo que Laura,

quiera besarme siendo un zombie.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top