♱13: Gélido corazón

Frank estaba realmente arrepentido. Había sido la decisión más estúpida que había tomado en su vida y sobretodo él se había comportado como el idiota más grande. Huir de sus problemas internos y no buscar la manera de aclarar sus pensamientos antes de actuar lo convertían también en un jodido cobarde y solo en ese momento podía verlo con claridad.

No debió haberse separado de Gerard, nunca.

Con él se sentía seguro y protegido, había sido así desde el primer momento, incluso antes de saber que él era brujo, que iba a cuidarlo y que había sido amigo de su hermano. Que el peliblanco fuese terco, odioso, que no le gustara hablar y otra demás cualidades, no eran motivo suficiente para que Frank hubiese huido, poniéndolos a ambos y el destino del mundo en peligro.

Tampoco era una causa justa haberse comportado así solo porque Gerard se hartó de su actitud infantil, y lejos de buscar como solucionar su propio desastre solo lo había conseguido empeorar.

El edificio abandonado donde había llegado, era un viejo cine al que él y Anthony solían ir a jugar cuando eran niños. No era un lugar peligroso pero si era abandonado, no habían casas ni comercios alrededor y hoy en día a los niños ya no los dejaban ir a merodear por ahí; salvo alguno que otro grupo de adolescentes que quisiera ir a hacer alguna travesura por las noches.

Ahora estaba ahí, completamente solo.

Ni siquiera era de noche, ya había amanecido y Frank no había podido pegar una pestaña. Tantas horas sin Gerard y encima cargando la responsabilidad de resguardar la reliquia que mantenía en su mochila lo tenían desesperado. Tenía mucha hambre y quería llorar por ser tan tonto, necesitaba regresar y encontrar al brujo pero sentía una presión en su pecho, como una incomodidad o temor.

O más bien una sensación que ya conocía muy bien pero no quería aceptar. Un inminente peligro se aproximaba.

De pronto el aire se volvió más denso y los vellos de su cuerpo se erizaron. Se incorporó rápidamente del lugar donde estaba sentado y trató de inspeccionar el lugar a su alrededor pero en apariencia no había nada.

Frank sentía como sus manos comenzaban a temblar mientras los minutos transcurrían con agonía, trataba de forzar su vista y estar atento pero sentía su pulso cada vez más acelerado. En definitiva ya no quedaba rastro de la falsa valentía y el fingido coraje que lo había acompañado la tarde anterior.

En busca de un consuelo, Frank apretó las cuerdas de su mochila entre sus manos y avanzó con pasos cortos hacia adelante. Necesitaba salir de ahí y volver con Gerard, aquel ambiente no era normal en absoluto.

Sin embargo, no tuvo que avanzar mucho cuando unos pasos rápidos se escucharon por el desolado piso y pronto una imagen apreció frente a él haciendo que se quedara estático por algunos segundos.

Segundos en los que sintió como la agonía se extinguía y su misma vida colorida volvía a adquirir sus tonalidades.

   
  
El brujo se sentía incómodo, el silencio era tan ensordecedor a tal punto que tuvo que levantarse y buscar alguna fuente de distracción, pero fue inútil aquel cuarto no tenía más que una cama, un viejo sillón, dos lámparas y el cuarto de baño.

Vio su ropa a un lado y decidió tomarla para salir de ahí y buscar a Frank. No tenía sentido quedarse y tratar de descansar si lo que lo tenía así de inquieto se encontraba a pocos metros de distancia. Volvió a arreglarse tal como llegó y salió de su habitación.

Fueron unos cuantos pasos los que caminó solo para encontrarse con la habitación de Frank abierta y el interior de esta cubierta de penumbras. Sus ojos se abrieron al máximo y corrió hacia adentro con desesperación en busca del semidiós.

—¡Frank! —habló en voz alta mientras mantenía su espada a la altura de sus hombros, listo para atacar a quien se hubiese atrevido a tocar a su protegido.

Pero no había más que silencio dentro de esas cuatro paredes. Gerard se sintió molesto y angustiado por no haberse enterado en el momento que algo le estaba sucediendo a Frank, comprendió entonces que a eso se debía la incomodidad que embargaba su pecho.

No entendía cómo los habían seguido hasta ahí, si había sido una sucia emboscada o si Frank había huido de él, aunque eso último no tenía sentido. Frank sabía que debían estar juntos y cuidarse de no ser atacados, el destino del mundo dependía de ellos.

Con todo lo malo que le provocaba hablar con personas, Gerard hizo su máximo esfuerzo y preguntó a la recepcionista si no sabía nada del joven que había llegado junto a él. Gerard había tenido que guardar su arma ya que el lugar en apariencia estaba tranquilo y no tenía sentido armar un revuelo innecesario que solo les podía causar perjurio.

Ella le comentó que había divisado salir al joven con mucha prisa y que se miraba bastante perturbado, también le indicó el camino que lo había divisado tomar y eso fue suficiente para Gerard.

Una vez en la calle y asegurándose que nadie lo viera, el Lobo Blanco tomó uno de sus díctamos de vista nocturna. Espero que sus ojos se volvieran negros como la noche y que la apariencia de su piel fuese casi grisácea, esto le ayudó a inspeccionar la zona y a mantenerse alerta mientras creaba un hechizo de seguimiento para seguir el rastro de Frank.

Para su fortuna pudo lograrlo y a paso rápido siguió el hilo, debía darse prisa pues aquel hechizo solo funcionaba bajo la luz de la luna y faltaba muy poco para que el alba llegara.

Varios kilómetros después y un poco alejado del resto del poblado el brujo divisó un viejo edificio, ahí se cortaba la conexión de su hechizo y su pecho burbujeó ante la intriga de lo que iba a descubrir. Ni siquiera podía pensar en nada más que no fuese encontrar a Frank sano y salvo.

O de lo contrario, iría al mismo infierno a destruir hasta el último demonio que lo hubiese tocado.

Gerard no se detuvo a inspeccionar la zona, solo le importaba llegar hasta Frank pues el color del hechizo cada vez se deshacía más mientras se internaba en aquel lugar lleno de escombros. Fuertes rayos de sol le acompañaron hasta que subió las escaleras y se encontró en un amplio salón vacío.

Sus pisadas fuertes resonaban por el lugar y la preocupación se le fue del cuerpo cuando divisó la silueta de un cuerpo a lo lejos. Era quien estaba buscando, estaba seguro.

El brujo respiró tranquilo al ver que estaba bien y pudo apreciar como éste corría a su encuentro durante los últimos segundos del efecto del díctamo. Siempre le sucedía que cuando el efecto pasaba su cuerpo resentía por un par de segundos el cambio.

Sin embargo esta era la peor ocasión en que pudo afectarlo. Sus sentidos le alertaron demasiado tarde que no estaban solos y el grito de Frank solo se lo confirmó.

—¡Gee! —escuchó la preocupada voz de Frank pero no pudo verlo, tuvo que forzarse en ser veloz y tomar su espada para liberarse del par de bestias que habían saltado a su espalda.

Se las quitó de encima con un par de golpes y acabó con ellas cuando su espada de plata les tocó la piel podrida de sus cuellos pero más criaturas aparecieron. Se movía con agilidad respondiendo a los ataques de cada una de ellas tratando que ninguna pasara de su línea y alcanzaran a Frank.

Las bestias parecían reproducirse solas y fue entonces que el brujo notó que había un incubo en la parte de atrás, mantenía abierto un pequeño portal que permitía el paso de las bestias. La distancia era mucha así que decidió lanzarle una daga de plata hechizada para destruirlo, de esa forma el portal se cerraría y solo debía acabar con las últimas bestias.

Desgraciadamente el incubo se adelantó a sus movimientos y se escapó por su mismo portal mientras Gerard lanzaba la daga en vano, pues cuando está llegó al punto el portal ya había desaparecido. Aquellos momentos le robaron a Gerard un par de minutos, en los cuales las bestias se aglomeraron a su alrededor y se lanzaron sobre él al mismo tiempo.

El hombre rubio lanzaba hechizos y movía con agilidad su espada por el aire, cortando todo a su paso. Una de las bestias se tiró directo a atacar la pierna del brujo, abriéndole la piel con sus garras y provocando que él cayera sobre su rodilla por el dolor.

Al ver aquello Frank salió de su estupor. Se había quedado paralizado con el ataque, era ese el feo presentimiento que había estado teniendo pero nunca hubiese imaginado que la alegría de ver a Gerard nuevamente lo opacaría y no le permitiría prevenirlo. Todo era su culpa, por ser irresponsable y haber huido ahora Gerard estaba herido.

No podía permitir que le hicieran más daño.

No quería perderlo como a Anthony.

No quería volver a estar lejos de él, nunca más.

Cerró sus ojos y con una profunda exhalación permitió que las cuerdas de agua salieran como ráfagas filosas de sus manos, seguía sin saber cómo funcionaba exactamente pero era como si dentro de su cuerpo hubiesen hilos que podía mover y al exteriorizarlo estos se convertían en cuerdas poderosas de agua cristalina.

Uno a uno fueron cayendo los cuerpos de los demonios hasta que no quedó ninguno y Frank pudo apreciar como Gerard se dejaba caer sobre el suelo respirando rápido y arrugando sus cejas en una clara muestra de dolor.

Corrió hasta él y se dejó caer a su lado, viendo como la herida iba volviéndose púrpura. El brujo abrió el morral que llevaba consigo y buscó algo dentro pero una punzada de dolor le atravesó la pierna haciéndolo jadear.

—Respira, Gee. Todo estará bien —murmuró Frank demasiado preocupado.

Buscó dentro de su mochila una botella con agua y dejó caer un chorro sobre la herida, después colocó sus dedos muy cerca de ella e hizo que las burbujas volvieran a aparecer, está vez removiéndose sobre la piel de Gerard y llevándose el dolor y aquel desagradable color.

Frank necesitaba saber mucho más de su poder. Necesitaba controlarlo y no que fuese al contrario pero por el momento agradecía su instinto que le estaba permitiendo curar a Gerard, no tenía la más mínima idea de como lo estaba haciendo pero en un lugar muy lejos de su mente se sentía muy orgullos y emocionado.

Al finalizar y dejar la piel como nueva, Frank alzó la vista y observó el rostro de Gerard. El castaño aún tenía los ojos celestes y el brujo se encontró deseando que fueran nuevamente del tono avellana que tanta brillaba.

—Perdóname, Gee. Soy un tonto y nos puse en un gran peligro.

—¿Porqué lo hiciste?

—No lo sé muy bien. Era como si mis emociones y mi poder me controlaran —respondió sincero—. Lo siento mucho, no quería que te lastimaran.

—No es solo tu culpa, Frank. También es mía porque hay muchas cosas que debo decirte, sobre tu poder y el mundo al que perteneces.

—Creo que eso puede esperar, necesitas descansar —dijo Frank sintiendo culpa por haber visto a Gerard herido, aunque aquello era un pequeño rasguño en comparación con las lesiones que el brujo había sufrido a lo largo de su vida.

—Espera —dijo Gerard al ver las intenciones de Frank de ayudarlo a levantarse. Lo tomó de la chaqueta con su mano derecha y lo atrajo hacia él—. No vuelvas a irte así.

—Gee...

No lo soportaría... —susurró.

Y con aquella última frase, Gerard jaló a Frank hacia él y unió sus labios en un suave beso. Sus suaves labios contra los suyos provocaron que el gélido corazón del brujo se sintiera más vivo que nunca en toda su vida.


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