♱12: Sentimientos y confusión
Caminaban por las calles empedradas del centro de la ciudad en total silencio. Frank iba adelante guiando a Gerard hasta un hostal donde pudiesen pasar la noche pues mientras deambulaban en busca de un lugar seguro las horas habían pasado con extrema rapidez y el ocaso ya estaba llegando a su fin.
No obstante, lo que había iniciado como un viaje divertido para Frank, se tornó en algo incómodo. Frank solía ser alegre y muy hablador pero si tenía un defecto era el de molestarse con demasiada facilidad. Cuando era pequeño su abuela le decía que aquello se debía a que sus sentimientos eran muy sensibles y molestarse era su forma de defenderlos y protegerse. Había crecido pensando que aquello estaba bien pero también había aprendido a controlarlo, con actividades que le ayudaban a distraer su mente y a relajarse cuando se le presentaban ese tipo de situaciones.
Y si lo pensaba, tenía un buen tiempo sin sentirse así de molesto. Solo que en esta ocasión era un poco distinto, se sentía ofendido y entre más se dejaba llevar por esa sensación en su pecho incrementaba un escozor que le recorría hasta la punta de sus dedos.
El hostal estaba a pocos metros de distancia pero para poder llegar a el debían cruzar una pequeña glorieta que tenía al centro una fuente de agua bailarina. Frank caminó en línea recta tratando de llegar a su destino lo más pronto posible sin embargo al pasar a un lado de la fuente se sintió atraído, la sensación de sus manos aumentó y dejó de prestar atención a nada más que el sonido del agua, tan atrayente y embriagador, nunca lo había percibido de aquella forma. Se acercó hasta el agua y extendió su mano derecha, pequeñas gotas llegaron hasta él como un imán y ellas pequeñas partículas que buscaban formar parte de un todo; se dedicó a contemplarlas.
El enojo que Frank sentía comenzó a transmitirse al agua a través de su mirada atenta y la conexión que tenía en sus dedos, las gotas vibraron y comenzaron a arrastrarse hasta formar un pequeño remolino en su palma.
—¿Frank? —le llamó dubitativo el brujo al no percibir sus pasos.
Su nula respuesta captó la atención de Gerard y se giró, viendo asombrado como Frank estaba dominando con una sola de sus manos y su mirada concentrada una pequeña pero fuerte cantidad de agua. En ese corto momento recapacitó en que el más joven no sabía nada acerca de su poder y que, muy probablemente, el uso del mismo se debía al estado de sus emociones, había sido muy irresponsable de su parte no reflexionar en tan importante información.
—Frank —le llamó nuevamente con voz más firme que la vez anterior.
Frank alzó la vista y su mirada nuevamente azulada se encontró con la esmeralda que le miraba pétrea e infalible. En esta ocasión el joven semidiós era consciente que algo distinto pasaba con él y con su cuerpo pero no tuvo tiempo de analizar que era, el toque de la mano del brujo sobre su hombro le hizo perder la fabulosa conexión que había formado con el agua. Los gotas rompieron su forma y su atractiva danza desapareció, Frank bufó y apretó el ceño, absteniéndose de hacer cualquier comentario porque no quería cruzar palabra con Gerard, se sentía demasiado molesto con él por la forma en la que le había tratado.
¡Por todos los Dioses! Él solo estaba preocupándose por la seguridad y bienestar de ambos y Gerard le había gritado, no era para nada justo.
—Buenas noches —saludó Frank a la señorita. Vio un pequeño rotulo a las espaldas de ella y calculó que tenía dinero suficiente—. Dos habitaciones, por favor.
Entregó el dinero y recibió las llaves, tenían la etiqueta de los números seguidos, por ende su habitación estaba contiguo a la brujo. Tomó una y le tendió la otra a Gerard sin siquiera alzarlo a ver y caminó directo por el pasillo que le había señalado la recepcionista. Necesitaba estar solo y pensar mucho.
Gerard estaba totalmente extrañado con el comportamiento de Frank, apenas llevaba unos días conociéndolo pero él era ese tipo de personas transparente, divertida, social y demasiado hablador para su gusto pero aún así ya estaba aprendiendo a acostumbrarse a su compañía y sus pláticas eternas. El brujo sintió una punzada de culpa en su gélido corazón al recordar el rostro de Frank después que le alzó la voz, pero él simplemente era así.
El lobo blanco tenía tanto tiempo siendo solitario, dedicado únicamente a existir que había olvidado la calidez de estar con alguien más, aunque fuese solo la compañía. Si bien era cierto que en el páramo tenía una buena vida y su hogar, siempre estaba solo y en silencio a excepción de las visitas de su hermano Mikey. No había sido su culpa que Frank lo llevara al borde con un asunto tan insignificante.
Recordó las palabras de Mikey y mientras se deshacía de su capa y la colocaba sobre un viejo sillón pensó que una pequeña disculpa no vendría mal; después de todo estaban comenzando a recorrer el camino. Y aunque odiara admitirlo no le había gustado en absoluto aquel silencio que les acompañó por la tarde, no cuando el semidiós estaba a su lado.
—Frank —suspiró después de chasquear la lengua y se dejó caer sobre la cama. Cruzó sus brazos de marcados músculos detrás de su cabeza y dejó su pecho desnudo al descubierto.
Ya por la mañana trataría de remediar aquel asunto, de momento necesitaba enfocar su mente para sus siguientes movimientos. Tenían la daga pero no estaban a salvo, y tampoco sabían cómo entrar al Olimpo, ya que si bien éste estaba ubicado en la montaña más alta de Grecia, aquello era una analogía.
Para entrar a aquel lugar necesitaban llevar consigo un par de perlas.
El brujo se mordió los labios y frunció el ceño, habían tantas cosas que Frank desconocía de su mundo, del viaje y su futuro. Si tan solo hablar fuese más fácil para Gerard le habría podido contar todo aquello.
No entendía porque, con Anthony había entablado una fuerte amistad y podían platicar sin problemas, él había roto su coraza con facilidad y se había hecho su amigo sin importar qué.
No entendía porque con Frank era distinto, aunque aquel sentimiento en su pecho que le provocaba un calor y un desesperado deseo de protección tampoco tenía mucho sentido. Pero podía recordar a la perfección el motivo de su molestia los primeros días que le vio, aquellos ojos tristes y su cuerpo maltratado.
Justo en ese momento Gerard se dio cuenta que su molestia no había sido con Frank, sino consigo mismo, por no haber podido hacer nada para sacarlo de ese estado.
Y Mikey sabía algo más de todo aquello, porque había podido sentir a través de él y le pidió que confiara en el destino, que dejara que todo fluyera y que era normal como se sentía. Quizás si, era normal sentirse extraño por el silencio de Frank cuando ya estaba empezando a hacerse un pequeño huequito especial.
Gerard bufó molesto por haber perdido el hilo de sus pensamientos. No iba a poder concentrarse más en toda la noche y el único culpable, sin saberlo, era Frank. Decidió apagar las luces y descansar un poco, ya por la mañana hablaría con Frank primero, y luego le explicaría lo de las perlas y su destino en busca de una Ninfa.
En la habitación contigua, Frank se había deshecho debajo de la regadera. Había entrado al pequeño baño apenas había cerrado la puerta, estaba más ofuscado que antes y sus pensamientos estaban demasiado confusos. Estaba molesto con el hombre peliblanco pero después de la mirada que le dedicó y el toque sobre su hombro, la mente de Frank fue un caos.
Se deshizo de su ropa con rapidez y se metió bajo el agua pero no esperó para nada lo que sucedió.
El agua nunca llegó a tocar su piel. Al alzar la vista vio como las gotas danzaban a su alrededor formando una burbuja que casi le encerraba. Se quedó inmóvil observando aquello por largo momento y se dio cuenta que el agua era la personificación de la maraña de caos que estaba albergando dentro de él.
Y no podía seguir así.
Necesitaba calmarse.
Salió de la ducha y buscó a tientas su ropa pero antes de comenzar a salir vio su reflejo en el espejo y apreció por primera el cambio en el color de sus ojos, y aquello le asustó realmente. Las gotas de agua que aún flotaban empezaron a vibrar y a amontonarse nuevamente.
Frank no quería nada de aquello, no quería ver ni saber nada. Se vistió a como pudo y salió del pequeño cuarto, tomó su mochila y dejó tiradas las llaves sobre la cama. Sin voltear a ver atrás salió corriendo hacia el pasillo y no sé detuvo hasta llegar a la calle y tomar el camino.
Todo lo que le estaba pasando era culpa de Gerard. Lo sabía.
Necesitaba pensar.
Necesitaba estar lejos.
O al menos eso era lo que creía en ese momento...
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