♱06: El tesoro de Hades
Gerard no sabía poner en palabras qué era exactamente lo que estaba sintiendo en ese momento. Esa molestia que había sentido de pronto en el vientre le había revuelto todo, y eso había sucedido al ver aquellos ojos avellana cargados de dolor.
Trató de ignorar ese sentimiento y se concentró en la luz que emanaba la vela al centro de la mesa. Sus ojos verdes ardían ante el suave crepitar de esa pequeña llama; y los dos hombres presentes a sus lados le miraban con mucha atención. Después de pasar la yema de sus dedos sobre la llama, sin alterarla, comenzó a hablar.
—Desde su origen el Olimpo fue habitado por tres Dioses, principalmente, los más poderosos vistos nunca. Eran hijos de Cronos y cada uno de ellos tenía un elemento propio. Ellos eran Zeus, Hades y Poseidón.
》Los tres hicieron grandes cosas, pero sin dudas fue Hades el que causó que todas esas grandes cosas se volvieran sobre él. Él es el Dios del Inframundo, de los muertos y de las riquezas terrenales; a causa de esto último, Hades desató destrucción y caos en la Tierra, provocando guerras entre los humanos para que las muertes aumentaran los gritos de lamentos en el Inframundo. Sus hermanos al ser testigos de toda aquella masacre, buscaron la forma de ponerle un alto.
》Pero parecía imposible, incluso para ellos, poder acercársele. Él había creado un enorme ejército de demonios, eran bestias hambrientas de carne humana y de dolor, eran los incubos y los súcubos. La lucha entre ambos bandos creció a tan alta escala que una parte del Olimpo se vio afectada, pilares tras pilares fueron vueltos escombros y muchos Dioses perdieron su vitalidad.
》Fue en ese momento en el que Zeus descubrió que algo más sucedía y utilizando un poco más allá de su poder, se contactó con Las Moiras. Mujeres temidas y respetadas por ser la personificación del destino, además de ser conocidas, aún en día, como las hiladoras de la hebra de la vida de los hombres.
Frank estaba totalmente maravillado por el efecto que aquella voz le estaba transmitiendo. Parecía que a través de sus palabras podía ser testigo visual de cada detalle y agradeció al menos saber de la existencia de Las Moiras para no parecer un completo perdedor. También se sentía aliviado por tener ese asunto ocupando su mente pues así no sentía tanto las repercusiones de su adolorido corazón, aunque era consciente que iba a llegar un punto en que todo volvería a caer sobre él de golpe, haciéndole recordar a Anthony y mostrándole una nueva verdad.
—Fue por medio de la profecía de Las Moiras que Zeus descubrió que Hades tenía un poderoso plan entre sus manos —continuó hablando el peliblanco—. Él iba a acabar con todos los semidioses, a los cuales consideraba impuros por nacer de humanos. Pero no solo eso, iba a destruir a quienes se interpusieran en su camino e iba a despojarlos de su hogar en el Olimpo, convirtiendo este lugar en el hogar de sus propios hijos. Hijos que pretendía crear con el arma más poderosa de todos los tiempos.
》Un arma que había creado con el metal más antiguo, valioso y poderoso de la Tierra, con poder arrancado del rayo de Zeus, con furia de las aguas de Poseidón y con su propia ambición. Era un arma que él resguardaba con mucho recelo, custodiada detrás de las feroces fauces del Cerberos. Hecha de oro y con empuñadura de rubíes, capaz de destruir a un Dios con un corte limpio...
—El tesoro de Hades —murmuró Frank en un hilo de voz.
El corazón de Frank se estrujo en su pecho recordando las palabras de Anthony. Había perdido a sus padres por culpa de ese tesoro, y también había perdido a su hermano. Una lágrima cristalina y traviesa se deslizó por su mejilla y la limpió con rapidez, tratando que nadie lo viera. Sin embargo todos sus movimientos habían sido captados perfectamente por el Lobo Blanco, provocando nuevamente en él aquella sensación de vértigo.
—Hay muchas cosas que aún no entiendo, pero, ¿te puedo preguntar algo? —dijo Frank, obviando que había interrumpido el relato. El peliblanco asintió—. Si la Ley de los Dioses prohibía que estuvieran junto a un humano, ¿cómo podían tener hijos?
—No era solo la Ley de los Dioses, la de los hombres también lo contemplaba, y de hecho la pena mayor era la muerte —respondió Mikey en lugar de Gerard—. Pero curiosamente, les prohibían el estar juntos, es decir, enamorarse y querer convivir entre ellos más allá de un acto carnal. Los Dioses podían estar en la Tierra y fundirse con quien ellos quisieran, para los humanos siempre era un privilegio poder ser escogidos, y la honra más grande era llevar a sus hijos en sus vientres y darles una nueva generación, la cual fue conocida como "Semidioses". Los impuros para Hades, los perfectos para los humanos y el linaje de los Dioses.
—Por esa razón tus padres... fueron asesinados —completó Gerard, había vuelto su vista hacia la vela. Mantenía la mirada más firme que antes, con el ceño apretado y sin mostrar ningún tipo de emoción—. Yo fui quien ayudó a tu hermano a descubrir casi toda su historia, aunque debo reconocer que él ya tenía la mayor parte de las piezas entre sus manos.
Frank asintió y tragó el nudo que volvía a formarse en la boca de su estómago. Era el momento de conseguir muchas respuestas y aclarar otras tantas, ahora que la tenía no pensaba perder la oportunidad.
—Pero, Anthony dijo que nuestro padre la había robado de Hades. ¿Cómo? ¿Quién era él?
Mikey le dirigió una rápida mirada a su hermano, llena de reproche. No podía entender como Frank estaba en medio de un mapa desconocido sin ninguna instrucción y sin ningún guía. Necesitaba tanto hablar pronto con Gerard.
—A eso voy, necesito terminar de contar la historia.
Frank se sonrojo levemente y bajó la mirada hacia su regazo. Se abrazó a sí mismo y volvió a asentir, mordiéndose los labios para contener la marea de preguntas que lo amenazaban con escapar.
—Con la nueva revelación, Zeus planeó junto a Poseidón la forma de arrebatarle el arma de las manos a Hades, sabían que era imposible derrotarlo mientras él la tuviese en su poder. Las criaturas que fue creando ya no eran solamente simples súcubos e incubos, habían bestias más poderosas y feroces.
》Respaldados por una fuerte legión, armada con armas poderosas y con los dos Dioses a la cabeza, descendieron al Inframundo.
》Envidia e Ira, los primogénitos de Hades fueron una parte fundamental en aquella lucha, ellos no estaban de acuerdo con su padre, pues no quería compartir su poderío y su enorme lago de lamentos con falsos hermanos infieris, a los que con anticipo, ya odiaban. Envidia era el único que tenía permitido el acceso del Cerberos, fue él quien llevó a Zeus y a Poseidón hasta aquel punto mientras Ira respaldaba a su padre con la pelea en contra de la legión, aquellos sabían que eran solo la carnada pero estaban dispuestos con honor a cumplir con su misión, con tal que en un futuro el Olimpo, la Tierra y el Inframundo continuaran en sus respectivos rieles.
》En el momento en que estuvieron frente a la reliquia, Envidia trató de traicionar a los Dioses. Tomó aquella daga entre sus manos y el poder que esta contenía era tanto que él no pudo soportarlo, con una lluvia carmesí de su propia sangre su cuerpo fue consumido. Los Dioses se estremecieron totalmente al ver aquello pero no tuvieron tiempo de mucho más. Hades había llegado hasta ellos y en un impulso sin medida, Zeus tomó la daga y una corriente enorme de energía le envolvió el cuerpo completo, dotándole de más poder. Sin embargo, él no hizo más que tocar el pecho de Hades con la punta afilada de aquel objeto y de esa forma lo inhibió de gran parte de su poder, dejándolo debilitado y derrotado.
》Zeus y Poseidón huyeron del Inframundo junto a una pequeña parte de la legión, entraron por las puertas del Olimpo celebrando la victoria.
》Los Dioses presentaron el tesoro ante el Consejo de Dioses, y después de examinar aquel objeto tan excepcional, decidieron, por decisión unánime, que la daga permanecería bajo el cuido y protección de Zeus por un tiempo, y luego esta sería llevada a lo profundo del mar para que estuviese en dominio de Poseidón. No había sido tan difícil para los Dioses parte del Consejo tomar aquella decisión después de ver, de forma fatal, como Hestia y Deméter eran consumidos con tan solo tocar la daga con la yema de sus dedos. Siendo Zeus y Poseidón los únicos en poder manipularla sin sufrir ningún tipo de daño.
—No mucho tiempo después se descubrió que la razón por la cual ellos no se veían lastimados era porque la daga había sido creada con elementos de ellos... —concluyó Gerard.
—Como si tuviera un poco de su sangre —musitó Mikey.
—Exactamente —dijo Gerard y por primera vez en ese rato fijo su penetrante mirada directamente sobre Frank—. Anthony y tú son hijos de Poseidón.
Frank miró sus manos con atención, primero las palmas y luego los dorsos. Muchas cosas comenzaron a tener sentido en ese momento. Era como si en el fondo él ya hubiese sabido aquello, solo necesitaba escucharlo.
—La daga pasó mucho tiempo vagando en aquel periódico ciclo. Pero, Poseidón se enamoró, de una humana... y aunque Zeus no hubiese querido hacerlo, no podía ir en contra de sus propias leyes. Un rumor se expandió rápidamente por todo el Olimpo, avisando de la familia que Poseidón había formado con una humana en la Tierra, con un par de niños, y que además, había obsequiado a aquella humana la reliquia más importante en el mundo entero.
》El caos volvió a desatarse pero esta vez fue mucho más rápido de controlar y menos severo. Poseidón y la mujer le pidieron clemencia a Zeus por aquellos niños, después de todo eran semidioses e inocentes. Zeus conmovido por todo aquello, aceptó no arremeter en contra de los pequeños pero no se abstuvo de quitarle la vida a la mujer primeramente, delante de Poseidón. Él se cegó de ira y de dolor, tomó la daga y la clavó en el hombro derecho de Zeus. Sin embargo, el poder de Zeus le dio la fuerza para arrancarse el arma y clavarla sin piedad sobre el corazón de Poseidón, acabando con su vida al instante. Aquel acto y la peligrosa herida, debilitó al Dios a un nivel extremo, dejándolo hasta la fecha en un sueño profundo.
》Al no haber una persona capaz de sostener aquel objeto, la daga quedó a la suerte en la Tierra. Nadie se preocupaba por ello, pues los hijos semidioses de Zeus habían muerto bajo los ataques de Hades, al igual que la corta descendencia de Poseidón, y los hijos del propio Hades no eran compatibles para empuñar el artefacto. Tampoco había persona que recordara a aquellos niños...
—Anthony y yo.
—Y ahora, Hades ha recuperado un poco de su vitalidad y a hecho de Ira una bestia más poderosa y capaz de controlar al ejército de súcubos e íncubos. Le cedió también parte de su poder para que con este sea capaz de empuñar la daga y pueda llevársela, para así volver a ser aquel temible Dios que alguna vez fue.
—Entonces las bestias que nos atacaron...
—Son su ejército. Ellos saben de ustedes y no van a permitir que lleguen antes al tesoro. Una guerra está a punto de librarse en el mundo, amenazando no solo a los humanos sino a los pocos Dioses y semidioses que aún quedan.
—¿Por eso soy yo el único que puede salvar el mundo?
—Así es, Frank. Eres el hijo de Poseidón, tienes su sangre.
—Pero, yo no puedo. No sé nada de esto, n-no... Ni siquiera sé dónde está esa daga.
—Calma, espera, ¿Anthony no te la entregó?
Frank negó despacio y Gerard suspiró, visiblemente preocupado. Guardaron silencio por un largo rato, Mikey sentía que todo aquello era demasiada información después de un día tan largo y difícil, en especial para Frank.
—No estarás solo —dijo Gerard de pronto, llamando la atención de ambos—. En la búsqueda de la daga yo estaré contigo, y también iré contigo al Olimpo...
—En la montaña más alta de Grecia —afirmó Frank, recordando una vez más las palabras de Anthony.
—Si. Tenemos que llevar la daga hasta ahí, para entregársela a Zeus y que él pueda recuperar su fortaleza. Es la única oportunidad que existe para evitar la guerra y tú...
—Soy el único que puede portarla —afirmó.
—Si.
—Ya basta, es suficiente por hoy —intervino Mikey—. Necesitamos descansar.
—Está bien, haremos esto —dijo Frank decidido, se levantó de su lugar y vio fijamente a Gerard. No entendía porque pero él le estaba haciendo sentir en paz nuevamente, quizás por ello no se había detenido a pensar en la situación.
Por el momento solo se retiró a dormir, sintiéndose satisfecho con la respuesta que había dado. No importaba lo que tuviera que enfrentar mientras el Lobo Blanco estuviera ahí también.
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