♱03: ¿Quién eres?
El frío viento, más allá de iniciar su recorrido por cielo, se sacudía con fuerza contra el follaje espeso en la copa de los árboles, continuando su recorrido cada vez más abajo hasta impactar con el menudo cuerpo de un chico que se encontraba cansado de caminar tanto, su pecho le dolía y sus pies ya no podían más. Sentía una ventisca que se colaba por su ligera ropa y le erizaba los vellos, aún así, estaba dándolo todo por llegar al final del camino.
—Sigue el sendero hacia el Bosque... —No podía evitar dejar de escuchar la voz de su hermano resonar en sus oídos.
Y cada vez que sucedía, las lágrimas brotaban de sus ojos con más fiereza, sin hablar del profundo dolor que le atravesaba el corazón con la reciente pérdida.
No quería pensar en nada, en el futuro o en el pasado, en lo que había hecho o dicho, lo que iba a hacer o a decir. Simplemente quería sentarse en silencio a recordar y a sufrir la agonía que le estaba carcomiendo desde adentro.
El silbido de las hojas a su alrededor le fue ayudando poco a poco, pero conforme avanzaba el sendero se iba haciendo más estrecho, las raíces de los árboles comenzaban a sobresalir de la tierra y de un momento a otro se sintió asfixiado entre tanta penumbra y gruesos troncos a su alrededor.
La respiración de Frank se aceleró al igual que sus latidos, sintió sus manos sudorosas y supo que estaba siendo presa del pánico. Abrió la boca, respirando como pez fuera del agua y el sentimiento de angustia empeoró. Escuchó el aleteo de aquellas bestias y obligó a sus piernas a correr con sus últimas fuerzas.
Mientras continuaba corriendo, Frank resbaló sobre un musgo espeso que crecía sobre las raíces que cada vez aumentaban más su tamaño. Se cayó y rodó entre ellas, se golpeó la cabeza nuevamente y sus antebrazos quedaron completamente heridos.
Con mucha dificultad se incorporó y se arrastró hacia el borde. No muy lejos, sus ojos cansados distinguieron un poco de claridad. Siguió avanzando y descubrió un pequeño claro, rodeado por más árboles pero estos tenían flores que brillaban a la luz de la luna, había césped y Frank ya no podía escuchar ningún ruido, quizás ese aleteo había sido producto de su cansancio.
Volteó a ver hacia atrás, del sendero ya no quedaba rastro, se mordió los labios preocupado y con las manos adoloridas sujeto las cuerdas de su mochila que aún permanecía con él.
Se levantó y dando pasos torpes avanzó hasta el claro. El viento ahí se sentía pacífico y dejó que lo refrescara un poco entre tanto tormento, pero de pronto sintió que algo no estaba bien. El viento lo golpeó en un rápida y fuerte ráfaga que lo empujó hacia atrás.
Y Frank sintió un miedo tan inmenso que simplemente caminó hacia atrás, queriendo huir de esa criatura. Era como un animal, con un gran cuerpo, tenía las patas traseras de un león y toda su parte delantera y su cabeza eran de un águila, tenía grandes alas y la mirada parecía traspasar a Frank.
La bestia comenzó a avanzar y Frank continuó dando traspiés, hasta que el animal estuvo tan cerca de él que alzó sus patas dispuesto a aplastarlo. Frank volvió a sentir aquella sensación recorrer su cuerpo y pronto las cuerdas de agua salieron de sus manos, apretó al animal en su agarre y este se quejó pero continuó removiéndose.
—Cálmate —pidió Frank mientras caía al suelo sobre sus rodillas. Se apoyó con su mano izquierda y dejó la derecha en el aire, aumentando su fuerza.
Escuchó otro alarido y su cabeza cayó entre sus hombros, el cabello negro le nubló la vista y solo pudo escuchar un murmullo de voces a su alrededor, unas manos lo tomaron de los hombros y después, todo fue negro.
Sus párpados pesaban y sentía una inmensa calidez cubrirle el cuerpo, se sentía cómodo y no quería moverse de ahí. Acababa de tener un sueño extraño, con bestias y criaturas desconocidas, y su hermano...
—Anthony... —murmuró apenas, y las lágrimas picaron en sus ojos cerrados.
No había sido un sueño, al abrir sus ojos únicamente confirmaría la cruel realidad y nada de lo que hiciera iba a cambiar eso.
—Despertaste —musitó una voz a su lado, sobresaltándolo—. ¿Cómo te sientes?
—Quisiera estar muerto.
—Oh no, mi amigo. Al menos, en esta ocasión estarás completamente bien, solo debo terminar de sanar las heridas de tus brazos, tu cabeza ya está perfectamente bien.
Al escuchar decir aquello más el tono jovial de su voz, Frank abrió sus ojos suavemente. Estaba en una casa sencilla, alumbrada con lámparas de candil. Y el hombre a su lado era joven y tenía un rostro de finas facciones, su nariz fina y los labios delgados, y sus ojos eran curiosos, pues eran de un tono verdoso pero el del lado derecho tenía una mancha café.
—Mucho gusto, soy Mikey Way...
—Mucho gusto —respondió Frank, pero antes que pudiera decir algo más Mikey le tomó el brazo derecho y pasó la palma de su mano sobre el.
Una suave flama roja se extendió desde la mano de Mikey y tras su recorrido por las heridas de Frank, éstas desaparecieron, sin dejar cicatrices ni dolor.
—¿Ya? ¿Te sientes mejor? —preguntó con una sonrisa, al ver el rostro sorprendido de Frank.
—Wow, eso qué hiciste, ¿cómo? —preguntó viendo con atención como sucedía con los raspones de su codo y los que estaban en el dorso de su otra mano—. Es tan...
—Mágico —completó Mikey.
—Si...
—Lo es, pero, ya te explicaré sobre eso después. Por el momento necesitas descansar, estás en la casa de mi hermano y él te ha cedido esta habitación hasta que estés mejor. Un par de mujeres se encargaron de cambiarte la ropa, estaba sucia y rota. La van a lavar y ya luego te la devolverán.
—¿Y mi mochila? —interrumpió exaltado. Todo lo que le quedaba estaba ahí, no quería perderlo también.
—Calma. Está ahí —señaló Mikey hacía a un lado.
Frank respiró más tranquilo al notar la mochila a su lado y llevó su mano izquierda a acariciar el dije que pendía de una cadena en su cuello, menos mal no la había perdido cuando cayó. Recordó a la bestia que lo había atacado, el agua saliendo de él y quiso preguntarle a Mikey, pero una joven de tez morena entró a la habitación con una bandeja en sus manos.
Ella se acercó hasta la cama y se quedó ahí de pie, le sonrió a Frank y él le devolvió el gesto. Sin embargo, cuando Frank soltó el dije para incorporarse y tomar la bandeja, el rostro de la mujer se transformó en una mueca de horror, dejó caer la bandeja al suelo, causando un fuerte ruido y le señaló acusatoria.
—¿Quién eres tú?
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