La boda y la muerte

Elizabeth pasó toda una fría noche pensando, intentando jugar con su destino, teniendo una batalla mental para escapar de la tela de araña a la que la habían empujado. Su vida ha cambiado de un día para otro. Había pasado de ser "la niña de la casa", a ser la ofrenda para un dios terrible. Estaba viviendo una verdadera pesadilla. Solo tenía una persona a la que acudir, solo una amiga que la apoyaría aunque su plan fuera una locura; y sobre todo un grave peligro para su vida. Esa mujer era Poppy, la única que conocía muy bien el corazón de la Princesa.

Elizabeth bajó a desayunar, hambrienta por el ayuno de la noche anterior y con unas grandes ojeras por el gran esfuerzo de sus neuronas. Entró por la enorme puerta del comedor principal y dió una vuelta a sus ojos al ver como primer rostro en el día a James, que se preparaba para tomar su desayuno, dónde también se encontraban los Reyes.

- Empieza mal la jornada- pensó, y continuó acercándose hasta llegar al susodicho.

El invitado se pone de pié al ver a la Princesa, fingiendo una elegancia y educación bastante lejana a la realidad.

- ¡Buenos días!- dice Elizabeth a los presentes, y a los sirvientes que aguardaban de pié en las puertas traseras del gran comedor.

- Vengo con gran placer a informarles que acepto gustosa su petición de matrimonio, Príncipe de Gales. Acepto ser su esposa, pero antes debe firmar el acuerdo entre usted y mi padre.

- Me halaga, mi futura Reina, a la vez que me ofende. Soy un hombre de principios, jamás faltaría a mí palabra por incumplir con el acuerdo que haremos el Rey y yo.- dijo James mientras toma la mano de Elizabeth para besarla.

Ella aguantó lo más que pudo las ganas de abofetearlo, y gritar a los cuatro vientos que solo era un canalla aprovechado, y no lo hizo pues echaría todo a perder. Los Reyes manifestaron su alegría y aún más la Reina, que sentía pavor de perder todo su poder.

- ¿Entonces cuando se llevará a cabo el felíz enlace?- dijo la Reina con una amplia sonrisa y con la mirada puesta en la Princesa, observando su reacción. Pero la joven se mantenía neutral.

- Lo haremos lo más pronto posible, sin dejar de preparar todos los detalles para que se trate del evento del año, digno de la Realeza- dijo James mirando a su futura Reina como un vampiro a su presa.

- Sí, por supuesto, lo antes posible queremos oficializar nuestra unión- dijo Elizabeth con la mirada hacia el suelo.

Por fin se sentaron todos en la mesa y comieron hasta saciarse. Nadie más mencionó palabra alguna, hasta que la Princesa pidió permiso para levantarse. Su objetivo era localizar a Poppy, así que fué rápidamente hacia la cocina, dónde se encontraba la mayor parte del tiempo. Allí estaba, ayudando a las cocineras, cuando sintió la dulce voz de su querida Elizabeth.

- ¡Poppy! ¡Necesito hablar a solas contigo, es urgente!

Automáticamente la mujer dejo lo que estaba haciendo a la mitad, conocía perfectamente ese tono, algo muy serio le estaba pasando.

- ¡Ven! Vamos a charlar al jardín, ahí podemos ver si alguien se acerca y cambiar la conversación- le dice la chica atrayendola con sus manos.

-¿Qué pasa niña mía? Me está preocupando-

Pero Elizabeth no le dió explicación alguna. La llevó de la mano al rincón más intrincado del jardín del Palacio y allí se sentaron muy unidas.

- Poppy, siempre haz estado aquí para mí, haz sido más que una madre, porque solo te ha faltado darme a luz, siempre me haz apoyado cuando te he necesitado, pero ahora es diferente por lo que estoy pasando, es un problema sin precedentes en mi vida-

- Princesa por favor, ya no de más vueltas, que me va a dar un vuelco el corazón de tanta ansiedad- dice Poppy apretando fuertemente los puños.

- ¡Necesito morir!-dijo Elizabeth mientras comenzaba a correr una lágrima por su mejilla.

La sirvienta se puso pálida y fría como un cadáver- ¿Por qué dice eso mi niña? No me asuste más, se lo pido-

La joven tomó sus manos de nuevo y le dió una media sonrisa para tranquilizarla un poco.

- Tranquila Poppy, me expresé mal. Me encuentro bajo presión de casarme con James de Gales, el invitado de la casa Real, para ayudar a mi padre con sus problemas políticos, que deben ser muy graves, y ni tan siquiera me han dado explicación alguna de ellos, pero bueno, la cuestión es que lo odió, le tengo pavor. Anoche intentó forzarme en mi habitación, y sé que si mi padre supiera de esto lo echaría de inmediato, pero eso sería su ruina, ya que este malnacido es su única salvación. Por eso necesito una droga que haga que duerma profundamente por algunas horas y deprima mis signos vitales, para que todos me crean muerta, así luego de mi casamiento y la firma del acuerdo, quedaré libre de ese hombre que aborrezco. Solo te pido que pasado el tiempo prudencial, me ayudes a salir del sepulcro, para poder escapar. ¿Comprendes?-

- La pobre sirvienta la miraba con estupefación, tragó saliva y se quedó pensativa por un momento.

- No sé si tenga el valor que se necesita para esa novela dantesca que me estás contando mi niña, si algo falla no me lo perdonaría nunca, acabaría muerta yo también de tanto dolor. ¡La ví nacer! ¿Cómo puedo hacer que corra el riesgo de morir de verdad?-

- Mi querida Poppy, prefiero mil veces morir antes de vivir casada con ese monstruo. No soportaría la idea de acostarme con él, de entregarle mi cuerpo desnudo. Además, no tiene por qué salir mal, en la noche de bodas, una vez que me quede sola por tan solo un instante, me tomo la droga y ... que sea lo que Dios quiera.

- Sólo le haré una pregunta más. En en bendito caso de que todo salga bien. ¿Qué piensa hacer después ? ¿ A dónde irá? ¿Cual será su destino?- dice Poppy con el rostro bañado en lágrimas y con la voz entrecortada.

- Eso no lo puedo decir a ciencia cierta mi querida amiga, solo sé que tendré que esconderme por largo tiempo. Pero ten por seguro que saldré adelante. No me considero una niña mimada como cree mi madre, he aprendido a hacer algunas tareas domésticas, y así me ganaré la vida, hasta que cambie un poco está situación y pueda volver-

- Pero, ¿Cómo piensa volver, si todo el reino la creerá muerta?-

- Eso ya lo pensaré después, ahora debemos enfocarnos en conseguir la droga y ser muy discretas. Ahhh y sobre todo debes vigilar mi tumba y pasadas una horas, debes sacarme de allí.-

Poppy sin más palabras que decir, abrazó fuertemente a Elizabeth, y le susurró al oído: - Haré lo que me pida, y cada noche prenderé una vela y rezaré por usted, para que el señor la proteja siempre-

- Lo sé- dijo Elizabeth y estalló en llanto.

La fiel sirvienta recorrió cielo y tierra hasta que pudo encontrar la droga deseada. El boticario fué indiscreto al preguntar para quién era tan peligroso medicamento. Pero Poppy era astuta, y salvó la situación al contestar que era para su mascota, que debía ser castrada, y era un perro muy gruñón, por lo que debía estar bien sedado.

El primer rayo de sol vió a la joven Princesa sentada en su ventana. Era el día de la boda, así que despertó mucho antes que de costumbre para prepararse, psicológicamente más que nada. No tardaron en aparecer varias sirvientas muy jóvenes para vestirla con el traje de novia. La Princesa se veía radiante a pesar de su tensión. Pero ella se mantenía firme, con una valentía que la hacía mantenerse serena y hermosa.

Ya todo estaba preparado. La boda se celebraría en la Iglesia Católica mayor de Londres. Tal y como se había acordado, era "el evento del año". La decoración era preciosa, con flores holandesas para la ocasión, los invitados con los más finos trajes, una boda digna de la realeza. James esperaba ansioso en el altar, listo para apoderarse de todo lo que ansiaba.

Entonces por fin suenan las campanas de la iglesia, se abren las puertas adornadas en oro y piedras preciosas, todos se voltean a mirar, y entra la Princesa Elizabeth, de mano del Rey, caminando hacia el altar. Llega hasta su futuro esposo, y lo mira con desprecio, él no se da cuenta, está demasiado ocupado en ser el centro de atención. Todo transcurre normal, el cura pronuncia los vocablos consabidos, y se dan el "sí quiero", como quién cuenta un chiste de mal gusto. El beso fué una tortura, hubiese preferido besar a un león hambriento. Termina la "obra de teatro" y regresan al Palacio. La joven se aseguró de que el acuerdo con su padre estuviera firmado. Ella logró evitar a su esposo hasta llegar la noche, dónde aguardaba ansioso el malévolo Príncipe en sus aposentos, para poseerla sin compasión. Elizabeth le comentó que tenía la necesidad de ir a tomar un poco de agua.

- ¡No tardes!¡Estoy deseando hacerte saber lo que debe hacer una mujer para complacer a su marido!- le dijo intentado ser lo más cruel posible.

La Princesa fingió no escucharlo y salió de la habitación. Tomó la droga que guardaba celosamente entre sus senos, por debajo de su ropa, y lo tragó sin pensarlo. Corrió hasta la ventana más cercana y arrojó el frasco lo más lejos que pudo. Pasaron unos pocos minutos y el medicamento comenzó a hacer efecto. Cayó tumbada en el suelo del pasillo, totalmente dormida y con sus signos vitales prácticamente imperceptibles.

Una sirvienta que pasaba por allí la encontró tirada y comenzó a gritar desesperadamente. A su llegada acudieron decenas de guardias de Palacio, y hasta James, que se encontraba no muy lejos como para no escuchar. Al instante dieron la terrible noticia a sus Majestades, y acudieron de inmediato. Hicieron llamar a los mejores médicos de reino,  pero ninguno de ellos, se percató de lo realmente sucedido. Todos afirmaban que había tenido una muerte súbita, de causa desconocida. El Rey estaba desolado, y tan deprimido que no comía, no bebía agua, pretendía morir junto a su hija. La Reina por su parte sentía una gran tristeza, pero no al punto de una madre. Poppy lo observaba todo de lejos, intentando mantener la calma, y con gran disimulo, tal y cómo Elizabeth le había dicho. James no sintió ni por un segundo la aflicción, solo una enorme importancia, que tuvo que contener para no delatarse a sí mismo, al fin y al cabo, no logró tocar ni un solo cabello de su fallecida esposa.







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