Capítulo 23
—Oye, Nell, una pregunta.
—Dime.
Las dos chicas estaban tumbadas en la cama el domingo por la mañana. Habían desayunado los pasteles que les enviaba el padre de Eleanor y después regresaron a la cama porque así deseaban vivir su vida: relajadas, como su estatus de sangre merecía.
—Cuando te sucedió en clase lo del boggart me contaste que Grindelwald lo derrotó, ¿no?
—Sí, pero no –se adelantó a responder Eleanor—, no llegué a ver en qué se convertía, lo venció muy rápido.
—Vaya...
—Aún así... Me pareció que intentaba tomar forma humana, de hombre...
—Si te tuvieras que arriesgar, ¿quién dirías?
—Dumbledore –respondió Eleanor—. Pero no sé si es por lo que vi o me influye el estar segura de que esos dos estuvieron liados y la cosa acabó mal.
Bellatrix asintió pensativa. Ojalá llegase el día en que su profesor favorito confiara en ella y se lo contara, pero hasta entonces tenía que seguir investigando por su cuenta. Principalmente por su propia seguridad. Que le hubiese perdonado la omisión de lo relativo a su varita no significaba que todas las dudas se hubiesen despejado. Seguía siendo un mago muy misterioso y manipulador y pese a su admiración por ella, sus intenciones no resultaban nada claras. Obviamente eso no quitaba que en su cabeza ya hubiese diseñado la boda y el palacio en el que vivirían.
Estuvieron así casi toda la mañana, hasta que Eleanor se tuvo que levantar para terminar los deberes. Pese a que tenían un escritorio en el dormitorio prefirió irse a la sala común por si Bellatrix tenía trabajo.
—Avísame si necesitas ayuda –se ofreció la mayor.
—Gracias, cielo, pero son de pociones, ahí voy muy bien.
Bellatrix asintió y se incorporó también para repetir el proceso para neutralizar el horrocrux. Preparó el agua hirviendo en un pequeño caldero y depositó una flor de puffapod. Después, sumergió el anillo de los Gaunt. El ritual era sencillo: el agua se llenó de pequeñas burbujitas y la flor soltó un polvo dorado que envolvió el objeto. Transcurrido un minuto, Bellatrix recuperó la joya. Cogió una toalla y empezó a secarlo con esmero. Debió apretar demasiado, porque sintió que sucedía algo extraño. Le dio la impresión de que la piedra giraba. Dejó la toalla y pasó el pulgar por encima. Efectivamente si ejercía presión, la piedra se movía.
—Por favor que no me lo haya cargado –susurró preocupada.
Siguió rotando la piedra negra hasta que esta mostró su cara oculta. Le costó un rato distinguirlo, pero ahí había algo, un símbolo grabado. Era también en negro, casi del mismo tono que la piedra, pero aún así de cerca se distinguía. Se trataba de un círculo con un triángulo y una línea vertical. Esta vez Bellatrix sí que lo reconoció. "Las reliquias de la muerte" pensó sobresaltada. Le llevó unos minutos, pero empezó a plantearse que se tratase de la mítica piedra de la resurrección.
—No puede ser...
O sí. Si la varita existía (estaba casi segura de que era la de Grindelwald), ¿por qué no iba a existir la piedra? Quizá los Gaunt tenían relación con el segundo de los hermanos Peverell y la heredaron. Bellatrix sintió cómo su ánimo de agitaba todavía más. ¿Voldemort lo sabría? A él no le haría falta un objeto así: su intención era convertir a los vivos en muertos, no al revés. Además, él nunca le había hablado de las Reliquias de la Muerte: estaba segura de que no conocía el relato o estaría loco intentando conseguir la varita. Pero aún así, le parecía mucha casualidad...
—No me habría entregado algo tan valioso... —murmuró sin dejar de acariciar la joya.
Aunque en realidad le había entregado algo mucho más valioso: una parte de su alma. Bellatrix dio vueltas nerviosa por la habitación. Voldemort no la necesitaba, pero a ella le sería muy valiosa; principalmente porque sabía que Grindelwald y Dumbledore la desearon en su juventud, así que para algo serviría... Tenía que quedársela. En algún momento (probablemente cuando se uniese a los mortífagos) Voldemort le pediría que le devolviera el anillo. ¿Podría cambiar la piedra sin que se diera cuenta? ¿El horrocrux estaría en la piedra, en el oro de la joya o en ambos?
De nuevo tenía demasiadas dudas que deseaba resolver. Sin pensarlo mucho, optó por confiar. Salió a la sala común donde por suerte solo estaba Eleanor. El resto habían salido a disfrutar del inicio de la primavera en lugar de quedarse encerrados en las mazmorras.
—Nell, ¿tu madre está en Londres?
—Sí, se va al Amazonas pasado mañana. Va a visitar a una tribu que...
—Perfecto –la interrumpió— ¿Te apetecería hacerle una visita?
—¿Cómo? –preguntó Eleanor con ojos brillantes— ¿Lo dices en serio? ¡Pero no se puede salir de Hogwarts! Además no he aprobado aún el examen de aparición...
—Tengo mis métodos, nadie se enterará. Pero si prefieres quedarte, podemos...
—¡Qué dices, quiero ver a mi mamá! –exclamó cerrando los libros de golpe y guardándolos en su mochila a toda prisa— Además si me expulsan mejor, así no tengo que seguir estudiando.
Bellatrix sonrió con ternura. Le seguía extrañando que alguien pudiese tener una madre que la quisiera, pero se alegraba mucho por Eleanor. Volvieron a su habitación para que la joven guardara sus cosas y Bellatrix le comentó que tenían que subir al séptimo piso. Era mejor que no las viese nadie, así que iba a usar un encantamiento desilusionador en ella misma (cada vez lo dominaba más).
—¿Tú sabes hacerlo?
—Nah, ¡tengo algo mejor! –exclamó Nellie rebuscando en el fondo de su baúl— ¡Una capa de invisibilidad!
Su amiga abrió los ojos sorprendida mientras veía cómo desaparecía bajo la prenda.
—Es de pelo de demiguise, me la regaló mi madre hace unos años, la consiguió en uno de sus viajes.
Bellatrix acarició la tela sintiendo el pelo del animal que podía volverse transparente y asintió. "Entonces perfecto" murmuró. Ejecutó en ella el encantamiento desilusionador y se volvieron invisibles. Metió la mano en su bolsillo y el chivatoscopio le fue indicando qué pasillos seguir para no encontrase con nadie. En poco rato llegaron al séptimo piso, que estaba desierto, y la Sala de los Menesteres apareció ante ellas. Eleanor no preguntó cómo aparecía la sala ni ninguna otra cosa; confiaba en ella y no le interesaba nada más. Pronto aparecieron en el armario evanescente de Borgin y Burkes. Tuvieron suerte: la tienda estaba desierta y el encargado había bajado al almacén. Así que salieron al Callejón Knockturn sin hacerse visibles. A esas horas estaba bastante vacio: hasta que no caía la noche, sus moradores no se atrevían a salir.
Caminaron hasta el portal junto a Bloody Wonders que daba acceso al edificio y subieron al primer piso. Ya ahí eliminaron el hechizo y la joven se quitó la capa.
—No sé si tendrá algún cliente... —comentó Eleanor sin atreverse a llamar— Siempre me prohíbe venir si está con alguno...
Con homenum revelio Bellatrix comprobó que Sabrina estaba sola en el almacén.
—Fíjate, para algo sirve la magia –comentó Eleanor sonriente mientras llamaba a la puerta.
Bellatrix sacudió la cabeza dándola por perdida, seguía sin entender cómo había llegado a ser amiga de alguien tan diferente a ella. La puerta se abrió poco después. Sabrina las miró sorprendida. Antes de que pudiera preguntar cómo habían llegado, su hija exclamó: "¡Mami! ¡Hemos venido a visitarte!" y la abrazó emocionada. Su madre le devolvió el gesto con cariño, pero seguidamente empezó a echarle la bronca. Bellatrix la interrumpió:
—Ha sido culpa mía, quería venir y he arrastrado a Nellie. Nadie sabrá que hemos venido, soy muy buena escabulléndome de sitios.
—No me importa que vengáis... —respondió la mujer meditándolo— Lo que pasa es que lo último que necesita mi niña es que le enseñes la forma de escaparse del colegio del que lleva queriendo huir los últimos cinco años...
—Yo creo que es mejor que lo sepa. Por muy seguro que sea Hogwarts y muy poderoso que sea Dumbledore, no creo que podamos fiarnos de nadie... En caso de que algo sucediera (sobre todo el año que viene que yo no estaré) me quedo más tranquila si sé que Nellie conoce la forma de salir.
Sabrina la miró dudosa, pero finalmente asintió y estuvo de acuerdo. Había vivido lo suficiente y escuchaba los rumores que corrían en el mundo mágico; pronto ningún lugar sería seguro.
—Mira, Nellie, en esa mesa he dejado el tesoro del barco pirata Mary Deare. Ya le he quitado todas las maldiciones, puedes curiosear ¡pero no me robes nada! –advirtió su madre.
"¡Uy qué bien!" exclamó Eleanor corriendo a examinarlo. Sabrina condujo a Bellatrix a otra mesa y le preguntó para qué quería verla. En ese momento la chica dudó. Pero había llegado hasta ahí, ya no podía dar marcha atrás. Se quitó el anillo de los Gaunt e hizo girar la piedra sin decir nada. Sabrina cogió una lupa de aumento y lo examinó:
—Sobre todo no lo toques –advirtió Bellatrix—. Está maldito y a mí no me afecta, pero creo que al resto sí.
Sabrina asintió. Estuvo analizándolo largos minutos, ejecutó varios conjuros de comprobación y finalmente sentenció:
—Estoy casi segura de que es la piedra de la resurrección.
No añadió nada. Esa mujer conocía bien el valor de la información y la importancia muchas veces de no hacer preguntas. Bellatrix le preguntó si era peligroso.
—Si no la usas y nadie sabe que la posees no, es una piedra sin más. Pero si trataras de invocar a un muerto... ahí sí que supongo que afectaría como mínimo a tu salud mental. Pero tenerla como amuleto no te hará daño.
—De acuerdo... ¿Y habría alguna forma de... cambiarla por otra sin que se note? El anillo no es mío y tendré que devolverlo.
Sabrina chasqueó la lengua con duda y volvió a examinarlo. Después le pidió que hiciera girar la piedra de nuevo.
—Es ónix negro, bastante valioso, pero no resulta complicado de conseguir... Sería sencillo tallar una piedra como esa que encaje. Y creo que podrías... Nellie, sácate ese collar del escote, no te lo vas a llevar.
"Porras" masculló su hija al ser descubierta en otro de sus intentos de robo.
—Como te decía, creo que podrías extraerla e intercambiarla sin problema. ¿Quieres que te consiga una?
—Si es posible...
—Sí, hazme un duplicado del anillo. Toma, usa este bloque de metal.
Bellatrix lo tomó y lo transfiguró en una copia exacta del anillo de los Gaunt. Por supuesto no tenía sus propiedades mágicas y el oro no era auténtico, pero a la vista resultaba exacto. Sin mucha dificultad Sabrina extrajo la piedra. Tampoco era verdadero ónix: no serviría para intercambiarlo, pero sí para tener un modelo de tamaño y forma.
—Claro que puedo, aunque quizá tarde un par de meses. Depende de mis viajes y de cuando pueda contactar con mi proveedor...
—Perfecto, no tengo prisa –se apresuró a declarar Bellatrix.
Se hizo el silencio mientras Sabrina examinaba la piedra duplicada y hacía algunas anotaciones. Bellatrix reunió valor y confesó lo que creyó que se iba a callar:
—Hay otra cosa...
—Dime –respondió la mujer dejando la pluma y mirándola.
—Este anillo... es... vive en él... una especie de maldición... No sé si está en la piedra o...
Le daba miedo mencionarlo, pero no fue necesario: Sabrina recordaba su conversación a través del cuaderno de Eleanor. Y era muy inteligente y había atado cabos. No le hizo falta preguntar su duda.
—Por mi experiencia te diría que la... maldición está en ambos objetos. Si te quedaras la piedra, una parte seguiría ahí. Lo que podrías hacer sería forzarla para que se traspasara al oro por completo.
—¿Cómo?
—Si intentas destruirlo, el alma intenta huir –declaró Sabrina ya sin rodeos—, pero no puede salir del objeto en que está alojada. Si rozas la piedra con una gota de veneno de basilisco, el alma se trasladará al oro del anillo y abandonará la piedra para salvarse. Es complicado hacer, pero tú eres buena bruja. Y ese veneno puede llevarte años encontrarlo, pero...
-Tengo en casa.
Druella guardaba frascos de veneno de basilisco en la Mansión Black, por esa parte no habría problema.
—¿Cómo sabré que el alma ha salido?
—La piedra dejará de tener latido y además los hechizos reveladores no notarán vida como lo hacen ahora.
Lo debatieron unos minutos más, pero al final estuvieron de acuerdo. Entonces, Sabrina le pidió a Bellatrix que le borrase los recuerdos. La chica se disculpó al darse cuenta de en lo que acababa de involucrarla.
—No es por eso –la tranquilizó la mujer—, es para que tú no tengas dudas por haber compartido todo esto. Imagino que no se lo has contado a nadie más.
Bellatrix negó con la cabeza y reflexionó. Al final declaró que no hacía falta, le bastaba su buena disposición para confiar en ella. Como vio que estaba segura, Sabrina asintió. Se giraron hacia Eleanor y Bellatrix se echó a reír. La joven había aprovechado la distracción con el horrocrux para ponerse encima todo el tesoro pirata: llevaba una corona y una tiara que le quedaban grandes, media docena de colgantes, tantas pulseras de oro que le faltaban brazos, dos cinturones con piedras preciosas y blandía una amenazante espada.
—¡Ahora soy la pirata Eleonora, reina de los mares y de los tesoros brillantes! –declaró blandiendo su arma— ¡Adoradme!
Hasta su madre se echó a reír. Cuando consiguió quitarle todo, le indicó que bajara a saludar a su padre. "¡Voy! ¡Uy, pero antes mira lo que sé hacer!" exclamó recordando su recién adquirida habilidad. Con un gesto de su varita, un casco vikingo que descansaba sobre una mesa se convirtió en una enorme rata que salió corriendo.
—¡Nellie! –la regañó su madre— ¡Ese casco vale tres mil galeones, el comprador viene esta noche!
—¡También sé revertirlo! –proclamó su hija orgullosa— ¡Y convertirlo en un sapo!
—Antes vas a tener que atraparlo.
Efectivamente la rata/casco vikingo se había echado a correr como una posesa. "Uy..." murmuró la joven arrepentida. Por suerte, con ayuda de Bellatrix la recuperó pocos minutos después.
—Voy a saludar a papi, ¿podemos quedarnos a comer, Bella?
—Claro, nadie nos echará de menos —murmuró la mayor.
"¡Chachi!" exclamó su amiga corriendo escaleras abajo. Mientras Sabrina y Bellatrix bajaban con más calma, la chica se sintió un poco avergonzada. Invadía la casa de esa familia para pedirle a Sabrina piedras preciosas, ayuda con horrocruxes y todo tipo de consultas inquietantes. Ella nunca había pedido favores a nadie, lo odiaba, y con esa familia se estaba excediendo. No sabía cómo agradecérselo, puesto que Sabrina rechazaba su dinero una y otra vez.
—Muchas gracias, Bellatrix –interrumpió sus pensamientos—. Sé que piensas que soy yo quien te ayuda a ti, pero mi niña nunca fue capaz de transformar ni un alfiler. No porque no sea buena bruja, si no porque no le interesa y no se esfuerza lo más mínimo. Veía imposible que algún día fuese capaz de transformar algo en un ser vivo y sin embargo ahí la tienes, tan feliz con sus roedores. Eso por no hablar del chico que se burló de su boggart, también me contó eso.
—Bueno... —respondió Bellatrix porque también la incomodaba que le dieran las gracias, eso aún era más raro— No me cuesta nada, me gusta hacerlo. Creo que es mi deber proteger a la pirata reina de los mares y ladrona de cosas brillantes.
Sabrina se echó a reír y asintió dando el tema por zanjado. El padre de Eleanor también se alegró mucho de verlas y subieron a su piso a comer. Tras una agradable sobremesa, las chicas se despidieron y volvieron a Hogwarts. La tarde la pasaron también en la cama.
—¡He pasado un día estupendo! —declaró Eleanor acurrucándose junto a ella— Aunque no he conseguido robar ningún tesoro... Pero bah, te tengo a ti, tú eres mejor.
—Tú sí que eres mejor, pequeño escarbato.
La joven ronroneó mientras se frotaba junto a su cuello para aspirar su aroma. Mientras le acariciaba la espalda, Bellatrix contempló de nuevo su anillo. "Así que soy dueña de una de las reliquias de la muerte... Parece que estamos empatados, Gellert" pensó. Debía investigar al tercero de los hermanos Peverell. Quizá si descubría qué familia de sangre pura descendía de él podría conseguir también la capa. Aunque no era su prioridad, primero estaban sus progresos mágicos y luego las leyendas y los cuentos.
El martes siguiente en clase de Defensa por fin tocaron el tema de los patronus. El profesor no parecía nada deseoso de tratarlo, pero entraba en los ÉXTASIS, así que debía hacerlo. Resumió la teoría de forma bastante vaga, sin aportar nada nuevo. Después buscó un voluntario:
—¿Alguien sabe ejecutarlo? –preguntó Grindelwald— Qué sorpresa, ¿cuál es su nombre, insigne caballero?
Longbottom enrojeció de vergüenza y el resto de la clase rio. No sabían si realizaba esos comentarios para burlarse de él o para alentarlo, pero les hacía la misma gracia. Aún así Frank se levantó y tras concentrarse ejecutó su patronus. Tras un par de intentos, consiguió producir un león que no estaba nada mal.
—Muy bien, ya han visto cómo se hace. Ahora prueben ustedes.
A Bellatrix le extrañó que él no les mostrara a su lobo, era mucho más impresionante que cualquiera que hubiese visto. Cuando ella se lo pidió no tuvo ni que concentrarse, le salió a la primera sin ningún esfuerzo. Aún así no lo pensó mucho. Sacó su varita, pensó en su primer crucio y observó cómo su loba galopaba por el aula. Miró a Grindelwald orgullosa y el mago le guiñó un ojo. "Te amo, cásate conmigo" pensó Bellatrix de inmediato. Por suerte, estaba sola en su mente.
—¡Mira, Bella! —la avisó Rose.
La chica estaba muy orgullosa por haber podido convocar un cervatillo. Bellatrix la felicitó, fue la única de sus amigos que lo consiguió. No obstante, Grindelwald no comentó nada ni le hizo correcciones a nadie.
—¿No se va a levantar a ayudar a los torpes? —susurró Rose.
—¿Qué más te da? A ti te ha salido —respondió Bellatrix.
—Ya, pero ¿cómo vamos a admirar su trasero si no se mueve?
Bellatrix camufló la risa mientras seguía jugando con su loba, Rose tenía razón, vaya desperdicio de clase... Nadie lo notó, pero el profesor fue incapaz de apartar la vista de aquel patronus que tan bien se complementaba con el suyo.
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