Capítulo 12

Bellatrix apenas durmió esa noche. Entre las confesiones de Grindelwald, el temor a reunirse con Voldemort a la mañana siguiente y el encontronazo vivido entre los dos magos se sentía superada. Pasó las horas con la vista fija en el techo mientras jugueteaba con el colgante de Grindelwald. Le emocionaba que tuviera esos detalles con ella, pero a la vez no llegaba a confiar en sus motivos: ¿por qué se preocupaba tanto por ella? ¿por qué tanto interés que incluso se había enfrentado a Voldemort? Pese a su arrogancia el rubio debía saber lo poderoso que era su maestro, no era alguien a quien quisieras tener de enemigo... Y menos por un motivo tan absurdo.

Amaneció y no había llegado a ninguna conclusión, salvo que las Navidades empezaban agitadas... Bajó a desayunar. Picoteó sin ganas lo que su elfina le preparó y estuvo sola en todo momento. Supuso que sus hermanas estarían todavía durmiendo y sus padres se habrían marchado a primera hora, lo hacían siempre que sabían que el Señor Oscuro visitaría a Bellatrix. Cuando terminó, subió a su habitación, se duchó y se puso ropa cómoda para entrenar. Se aseguró bien de que el colgante quedase oculto bajo su jersey.

-Didi, cuando venga mi maestro dile que estoy en la sala de entrenamiento.

-Por supuesto, señorita Bella –respondió la elfina ocultando el escalofrío por tener que atender a ese hombre.

Debieron pasar un par de horas, ni siquiera se percató de cuándo entró Voldemort en la sala. Pero en el momento en que se giró y lo vio observándola desde un rincón por poco se le para el corazón.

-Lamento asustarte –murmuró con su voz aguda-, no quería interrumpirte.

-Usted nunca interrumpe, señor –aseguró ella intentando calmarse.

-Has mejorado en los últimos meses, Bella... Siempre temo que estando en el colegio con esos ineptos profesores pierdas el nivel, pero siempre consigues sorprenderme.

-Gracias, señor, ya sabe que me lo tomo muy en serio, no quiero defraudarle –respondió ocultando su sorpresa por el cumplido-. ¿Quiere tomar algo? ¿Necesita algo o...?

-No será necesario, vamos al salón, tenemos temas que tratar.

Voldemort la guió al salón de su propia casa y cada uno se sentó en un sillón junto a la chimenea. "Vale, ahora viene el interrogatorio sobre Gellert" pensó la bruja intentando parecer serena. Resultó que no tenía nada que ver. Su maestro ni tan siquiera mencionó al profesor. En su lugar le contó que iba a necesitarla para algunas misiones aisladas durante los próximos meses y también a sus compañeros que pensaban unirse a él. Así que había ideado un método para que pudieran escabullirse de Hogwarts por las noches.

-Se trata de un armario evanescente que en mi época descubrí en la Sala de Menesteres, ya te expliqué cómo configurarla –murmuró el mago oscuro-. Resulta que su gemelo ahora está en Borgin y Burkes, bastará que tú y tus amigos os metáis en el de la Sala de Menesteres y surgiréis en la tienda. De ahí ya podréis apareceros donde yo te indique.

-Muy bien, señor –respondió ella tomando nota de estudiar mejor el funcionamiento de ese tipo de armarios-. ¿Y cómo se pondrá en contacto conmigo? No sé si es seguro usar lechuzas...

-Ah sí, toma –contestó él tendiéndole un galeón-. El número de serie cambiará a la fecha y hora en la que tendréis que estar dentro del armario. En el reverso aparecerá un texto que os indicará a dónde y cuántos acudir (ven siempre tú y elige a quienes mejor consideres). La moneda arderá al contacto con la piel cuando la información cambie para que te des cuenta. Probablemente hasta marzo o así no habrá movimiento, pero por si acaso llévala siempre encima.

-Por supuesto, señor –prometió ella aceptando el galeón-, así lo haré.

-Muy bien, y ahora el segundo tema... -comentó él metiendo la mano en su bolsillo.

Bellatrix conocía de sobra el gesto cuando sacaba su varita. Así que cerró los ojos durante un segundo y preparó su cuerpo: dejó que la magia fluyera libremente y la canalizó como una suerte de escudo protector interno. Así estaba todo lo preparada que se podía estar ante un crucio. Su sorpresa fue que en esa ocasión Voldemort no sacó la varita sino un anillo de oro macizo con una piedra negra incrustada.

-Este anillo perteneció a la familia Gaunt, de la que soy el último superviviente, y por tanto lleva años en mi poder.

Su alumna asintió sin atreverse a comentar nada, no entendía qué tenía que ver eso con ella. Ella tenía su propio anillo familiar, heredado por ser la mayor de los Black, y nunca se lo quitaba. Pero Voldemort jamás le hablaba de temas triviales y mucho menos de complementos...

-Es mucho más que una joya y no hay en Gringotts galeones suficientes para pagar su valor. Lo llevé durante muchos años y ahora... ahora quiero que lo guardes tú.

Pese a estar bien acomodada Bellatrix estuvo a punto de caerse del sillón. En absoluto había esperado ese desenlace. Jamás le decía que no a su maestro, esa fue la primera vez.

-No... No, no merezco semejante privilegio, debe quedárselo usted –murmuró atropelladamente.

-Si digo que quiero que lo guardes tú, lo guardarás tú –sentenció-. Eres muy valiosa para mí y tu ayuda en las misiones durante todos estos años ha sido importante. Has reclutado a más seguidores que todos mis mortífagos más veteranos y además eres de la única de quien me siento orgulloso.

-Yo... Yo... -balbuceó intentando no llorar- Si soy buena bruja es gracias a usted pero...

-No hay pero –declaró haciéndole un gesto para que extendiera la mano.

Bellatrix le ofreció la temblorosa mano izquierda puesto que en la derecha llevaba su propio anillo. Los largos dedos del Señor Tenebroso deslizaron el anillo de los Gaunt en su anular y ahí se asentó. Se sentía frío y extraño en su mano pero aún así era el más alto honor que pudiera recibir.

-Señor... No tengo palabras, pero me da terror perderlo o...

-No lo perderás. Lo he maldecido: solo tú y yo podemos llevarlo, cualquier otro sufrirá un envenenamiento irreversible que le causará la muerte.

Eso calmó un poco a la chica, pero seguía temblando y conteniendo las lágrimas. Como aquello había tornado demasiado emocional cambiaron de tema rápido. Volvieron a la sala de entrenamiento y Bellatrix le mostró sus avances. Él le hizo correcciones y le dio nuevos trucos, como siempre pero sin la brusquedad de antes. Ni una sola vez le levantó la varita. También practicaron legilimancia y oclumancia y diseñaron juntos nuevas formas de tortura. Voldemort había llegado a las diez de la mañana y se despidieron a las cuatro de la tarde.

-Visita a Borgin para que te muestre el armario –le indicó él mientras lo acompañaba a la verja de salida- y recuerda comprar los nuevos libros para los siguientes meses.

-Sí, señor, por supuesto –respondió ella al punto-. Recuerde que esta semana es la muda de Nagini, dele de comer menos o le dolerá más.

-Cierto, lo había olvidado... Tendrá menos ración de sangre sucias entonces.

Ambos rieron con la broma (que por supuesto no era broma) y el mago oscuro se marchó definitivamente. Bellatrix bloqueó las verjas de forma irracional como hacía siempre que Voldemort se marchaba.

Subió a su habitación y se tumbó en la cama agotada: entrenar había sido lo de menos, lo que la había desequilibrado era el cambio de actitud de su maestro. Por supuesto deseaba chillar y llorar de felicidad tras su confesión de lo valiosa que era para él y el anillo que ahora lucía en su mano... Pero no iba a pecar de ingenua, tenía que haber un motivo: Voldemort jamás caía en sentimentalismos a no ser que fuese para conseguir algo, Él mismo se lo había enseñado así. Y no entendía cuál era. Quizá tuviera relación con lo sucedido con Grindelwald, pero ella no lo entendía.

-Ojalá no fuera tan inútil para entender a las personas –masculló con rabia.

Intentó echar una cabezada porque arrastraba déficit de sueño, pero fue imposible. Su cabeza repetía lo ocurrido en bucle y de forma tan vivida que resultaba imposible evadirse. Además ahora tenía una nueva inquietud: debería salir de Hogwarts para participar en misiones. No era novedad, había participado en numerosas torturas, asesinatos y secuestros con su maestro desde muy pequeña, pero nunca en época escolar. Eso desestabilizaba su vida. El colegio era el tiempo que usaba para aprender y estudiar con calma y sin ningún riesgo, por mucho que amaba el peligro también necesitaba unos meses de paz para equilibrarse. Pero ahora ambas cosas se mezclarían y, lo que era peor, realizaría actos criminales bajo la tutela de Dumbledore. Eso no le gustaba.

Se imaginó volviendo de una de las misiones ensangrentada, alterada y eufórica... Salir de la Sala de los Menesteres para bajar a sus habitaciones y toparse con el director. Eran siete pisos, demasiados para alguien con la culpabilidad expresa en su rostro. Cierto que lo hacía constantemente cuando practicaba con Grindelwald y jamás se cruzó a Dumbledore, pero no hacían nada malo. Tenía la impresión de que el director se enteraba de todo cuanto pasaba en su escuela; que igual no era así, pero el temor estaba ahí agazapado.

-No quiero ir a Azkaban tan joven... -murmuró angustiada- Eso haría muy felices a mis padres, ¡qué rabia!

Para no volverse loca con lo que pudiera suceder, decidió salir a dar una vuelta. Se puso su capa de más abrigo y abandonó la mansión. Decidió quitarse las tareas pendientes y visitó Borgin y Burkes. El señor Borgin no le caía bien, tan servil e hipócrita... pero temía y apoyaba a Voldemort, era cuanto necesitaban. El mago le mostró el objeto y le explicó cómo funcionaba.

-Siempre que se active el armario los maleficios de la puerta de la tienda se desactivaran, con un alohomora podrán salir y entrar. Así podrán usarlo aunque sea tarde y la tienda esté cerrada.

-De acuerdo –respondió ella con sequedad.

Pulieron un par de detalles más y Bellatrix abandonó la tienda más confiada. Al menos el mecanismo era sencillo... Después visitó en el mismo callejón la librería Obscurus, en la que destacaban los manuales sobre artes oscuras. Compró los libros que Voldemort le había indicado que necesitaría para estudiar por su cuenta durante el curso. Los guardó en su bolso y salió a la calle. Iba a volver a casa cuando vio el letrero de la tienda de la esquina. Era el número 23 y en letras doradas sobre fondo negro rezaba "Bloody Wonders". Bellatrix sonrió inconscientemente. Había bastante fila y vio que la gente se agolpaba en el interior, pero aún así entró.

-¡Cinco empanadas para la mesa tres! –gritaba un joven camarero que corría de un lado a otro del establecimiento.

Tras el mostrador, una ajetreada Eleanor preparaba los pedidos. A Bellatrix le sorprendió que llevaba un vestido muy parecido al de la fiesta: de estilo victoriano con encaje y volantes, solo que esta vez en rosa. Le gustaba vestir así cuando no estaba obligada a llevar la túnica escolar. Era un detalle muy propio de sangre pura y a Bellatrix le gustó. Observó que junto a su amiga un mago alto de aspecto bonachón atendía a los clientes. Por la expresión de su rostro supo que era el padre de Eleanor, tenían la misma sonrisa. Se puso en la cola y esperó hasta estar segura de que la atendía su compañera.

-¡Siguiente! ¿Qué quieres? –preguntó Eleanor sin levantar la vista, ocupada en servir a la vez una empanada y un vaso de ginebra.

-A ti con menos ropa –respondió Bellatrix.

No lo dijo en voz baja, pero aún así sus palabras se perdieron entre el griterío y el jolgorio de los comensales. La pastelera fue la única que la oyó. Levantó la vista con el ceño fruncido, pero su rostro se iluminó en cuanto la vio.

-¡Bella! ¡Has venido! –exclamó saliendo del mostrador para abrazarla- ¡Mira, papi, esta es Bella!

-Nellie, nos vimos ayer –le recordó su amiga sorprendida por su entusiasmo-. Te despertaste en mi cama, ¿recuerdas?

-¡Sí, pero ahora estás en mi tienda! Y hueles igual de bien...

-Vale, deja de esnifarme, escarbato –sonrió ella separándola.

Su compañera rio y volvió tras el mostrador. Su padre se acercó y le tendió la mano con una amplia sonrisa: "Encantado de conocerte, Bellatrix, mi hija me ha hablado mucho de ti". La chica respondió al gesto con la educación que le obligaban a impostar sus padres en las reuniones sociales. Por suerte el momento duró poco: el pastelero tuvo que volver a su trabajo, los clientes se apelotonaban. Eleanor sirvió varios de sus mejores pasteles en un plato y un vaso de ginebra. Todas las mesas estaban llenas, pero eso no fue problema. Se acercó a la mesa más tranquila en un rincón, ocupada por dos ancianas que cuchicheaban entre sí.

-Ustedes, no pueden tirarse toda la tarde ocupando la mesa con una triste empanada –les espetó Eleanor- Váyanse, ¡vamos, vamos!

-¡Pero qué grosera! –exclamó airada una de ellas.

-¿Y qué esperaba? Esto es el Callejón Knockturn, no la Tienda de Té de Madame Tudipie. ¡Venga, vamos! A este paso cuando salgan estarán ya cadáver y me tocará empanarlas.

Bellatrix no había visto esa faceta cruel de Eleanor, pero hizo que su afecto creciera todavía más. En cuanto las ancianas se marcharon, se sentó sin replicar.

-Si necesitas algo pégame un grito, cielo –le indicó volviendo al mostrador a toda prisa.

Mientras devoraba los pasteles Bellatrix recordó que no había comido ni apenas cenado la noche anterior. Así que no dejó ni una miga. Después sacó uno de los nuevos libros que acababa de comprar y se perdió en su lectura mientras disfrutaba del alcohol. Media hora después volvió a la realidad por un grito del pastelero. Había avisado a su elfo de servicio que servía pedidos de pie sobre el mostrador; poco higiénico, pero de nuevo, aquello era el Callejón Knockturn y a nadie le importaba. Eleanor se lavó las manos y se acercó a su mesa.

-Mi padre ha avisado a Duler para que me sustituya, así puedo estar contigo.

-¡Ah, no! No es necesario, de hecho me iba a ir ya a...

-Sí que es necesario, te pasa algo y se lo tienes que contar a tu escarbato.

Eso provocó otra sonrisa en Bellatrix, que pronto se vio arrastrada por su amiga a la trastienda. Accedieron a un viejo ascensor que chirrió al detenerse.

-Mi casa es el segundo piso –indicó Eleanor pulsando el botón.

-¿Tu casa?

-Sí, todo el edificio es de mis padres, son cinco pisos más la tienda en el bajo. Siempre hemos vivido en el cuarto y el quinto, que están unidos y reformados. Mi madre tiene su almacén en el primero. Cuando mi hermano se casó le regalaron el tercero para cuando viene a visitarnos. Y a mí me regalaron el segundo en octubre, cuando cumplí diecisiete. Como ya soy mayor de edad me hacía ilusión tener mi propia casa –explicó la pastelera-. Aunque tengo a mis padres justo encima por si necesito algo.

Bellatrix asintió asombrada. No le pareció un mal método de vivienda: tener su propio piso y no aguantar a sus padres... El ascensor se detuvo en el segundo, Eleanor abrió la puerta y se lo enseñó.

-De momento lo tengo casi vacío, empecé a comprar cosas en verano, pero casi no he tenido tiempo... Llevo años ahorrando para ponerla bonita cuando me la regalaran, el próximo verano me pondré a ello.

-¿Cómo has ahorrado? ¿Te refieres al dinero que te dan tus padres por tu cumpleaños?

-No, por mi cumpleaños me dan regalos –aclaró Eleanor-. Es mi sueldo, de la tienda. Llevo ayudando a mi padre a cocinar y despachar clientes desde pequeñita. No me explotan ni nada, ¿eh? Es que siempre me ha resultado divertido. De pequeña solo estaba una hora o el tiempo que me apeteciera, pero aún así siempre me han pagado por mi trabajo.

-Vaya... Tus padres parecen buenos padres...

-Claro, son los mejores –aseguró su amiga sonriente.

Todo el edificio era antiguo y bastante oscuro, con paredes de piedra y vigas que crujían. Las ventanas daban al siniestro Callejón, que tampoco era una vista muy agradable... Pero Bellatrix no lo vio peor que Grimmauld Place o que su mansión en la que habitaban incluso murciélagos. Además, Eleanor lo compensaba colocando jarrones con rosas por todas partes. A excepción de eso, el piso estaba bastante vacío, pero aún así se lo enseñó con entusiasmo:

-Esto es el salón, solo tengo un sofá, la mesita y la librería. Aquí está la cocina, es pequeña pero para mí sola no necesito más. Mira, el cuarto de baño es lo que mejor está, mamá lo reformó porque tenía humedades y me puso jacuzzi y todo es nuevo. Esta es una de las habitaciones, la uso para hacer los deberes, por eso solo hay una mesa, una silla y la estantería con los libros del colegio. Y este es mi dormitorio, la cama es en lo que más me gasté, ¿te gusta?

Esa era la habitación más luminosa puesto que contaba con un enorme ventanal. La cama doble parecía incluso mejor que la de Bellatrix: enorme, mullida y repleta de mantas y almohadones. Salvo eso, el mobiliario se reducía a una mesilla con una lamparita y un escritorio. A Bellatrix le llamó la atención cuando vio que sobre el escritorio había una foto de ellas mismas en el Baile de Navidad. La contempló con una sonrisa.

-El fotógrafo me las ha traído esta mañana y la he enmarcado –explicó Eleanor-. Me ha traído dos copias, no sé si tú las querrás o...

-Claro que las quiero.

Su amiga se las tendió encantada y ella las guardó con cuidado en el bolso. Después se acercó al ventanal que tenía una repisa para poder sentarse y contemplar la calle. Pese a ser las siete de la tarde, los seres que circulaban por el Callejón ya resultaban altamente inquietantes. Algunos no parecía que fueran humanos y otros ni siquiera parecían estar vivos: vampiros, espectros, hechiceros malditos... En esa vía todo tenía cabida.

-Sé que las vistas no son muy bonitas, pero me gusta sentarme aquí con un hidromiel y ver pasar a la gente. Hay muchos que hacen sus tratos e intercambios en plena calle, siempre ves algo emocionante –explicó la chica.

-Hay cosas que es más seguro no presenciarlas –apuntó Bellatrix con cautela.

-Por eso mi madre encantó las ventanas: si miras desde la calle o desde los pisos de enfrente siempre se ve vacío. No pueden verme.

-Ese es un conjuro complejo... Tu madre debe ser buena bruja.

-Claro que lo es –presumió Eleanor-. ¡Uy, y mira, ahí pondré el vestidor!

Abrió una puerta lateral que dio acceso a otra pequeña habitación. Había una alfombra raída, varios armarios y estanterías de madera que sin duda habían vivido tiempos mejores... Aún así Eleanor había colgado sus vestidos y capas ordenadas por colores y lo mismo con los zapatos, bolsos y complementos.

-Ahora está desastroso, pero pienso invertir aquí gran parte de mi dinero para que quede bonito. Me gusta mucho la ropa y siempre he querido tener un vestidor como el de las revistas. De hecho, mira... -murmuró rebuscando en un cajón.

Le mostró recortes de la revista Hogar Mágico con diversos vestidores en tonos blancos y dorados que había guardado como inspiración. "Te quedará muy bonito" comentó Bellatrix. Ella siempre había considerado que llevaba su vida muy avanzada, pero Eleanor tenía su propio piso y era un año más joven que ella... Esa chica le resultaba extrañamente fascinante. Observó como sacaba dos jerséis largos de un cajón y le tendía uno.

-Póntelo para estar más cómoda y así nos metemos en la cama y me cuentas qué te pasa. ¿Te importa si me ducho antes? Se me cuela la harina por todas partes...

Bellatrix no pudo replicar que aquello sonaba demasiado íntimo, ni tampoco responder a la pregunta. Su amiga ya había desaparecido y al poco escuchó correr el agua de la ducha. Así que se quitó su ropa y se puso el jersey. Después, sacó su varita y se entretuvo haciendo magia hasta que Eleanor salió de la ducha enroscada en una toalla.

-Me he dejado mi jersey en el vestidor –le explicó mientras iba en su busca.

-No lo veo en absoluto necesario –respondió Bellatrix con sinceridad.

Eleanor rio sintiéndose halagada.

-Buen intento, pero eso me distraería y quiero que me cuentes qué te pasa.

Su amiga suspiró y tuvo que aceptar. Dos segundos después sonrió al escuchar el grito de sorpresa de Eleanor.

-Pero, pero, pero... ¡¿Cómo lo has hecho?!

-Soy muy buena bruja.

-Ya, pero...

-Estás en sexto, Nellie, varias de esas transformaciones deberías saber hacerlas tú.

La joven apenas reconocía su vestidor. La madera había recuperado su esplendor con tonos blancos lacados y molduradas doradas, los armarios antiguos ahora eran nuevos, con puertas de cristal y más espacio de almacenaje. La alfombra raída era ahora una moqueta de pelo blanco que se autolimpiaba y resultaba muy cálida al pisarla. Hasta la iluminación había mejorado notablemente gracias a que el aparato de metal oxidado se había transformado en una araña de cristal con velas de larga duración. Se parecía mucho a los recortes de vestidores de revistas de lujo que Eleanor había guardado.

-Es mucho más sencillo cuando tienes un modelo que copiar –explicó Bellatrix-. Y la alquimia también ayuda para transformar los materiales en otros mejores.

-¿Cursas alquimia? Dicen que es la asignatura más difícil. ¿Sabes transformar cosas en oro?

-Solo en una cantidad muy pequeña y con un trabajo de meses. Para ser alquimista has de dedicar tu vida a ello, yo sé lo básico: transformar unos materiales en otros mejores y poco más...

Eleanor apenas la escuchaba, estaba emocionada corriendo de un lado a otro de su vestidor abriendo, cerrando y acariciando cada armario. Después se giró hacia su amiga y declaró:

-Creo que te quiero, Bella.

-Claro que me quieres, pequeño escarbato, soy adorable.

Su amiga rio y la abrazó de nuevo. Después se puso un jersey como el que le había prestado a Bellatrix y se metieron en la cama. Eleanor se acomodó con la espalda apoyada sobre los almohadones y Bellatrix se tumbó con la cabeza sobre su pecho. Mientras le acariciaba el pelo, la joven le pidió suavemente que le contara qué sucedía. La morena tardó en hablar, no tenía claro qué contar y cómo. No solo para no revelar información confidencial, sino para no involucrarla en asuntos turbios. Sabía que Eleanor jamás revelaría nada de lo que le contara. Así que tomó aire y empezó

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