7. NUNCA DEJE DE HACERLO
—¿Qué tal chicas? —escucho a Rebeca decir al acercarse a nosotras.
Estamos en el pasillo de la facultad, sacando un café de las máquinas expendedoras, a la espera de que empiece la clase de Contabilidad. Rebecca estudia Derecho, precisamente en los edificios que hay al lado de los nuestros.
—Bien, ¿y tú? —le contesto.
Rebeca es una chica bajita muy mona, que lleva el pelo pintado de color de rosa y siempre está con una sonrisa en los labios. Le encantan los tatuajes, pero se los hace en sitios que no son tan expuestos. Según ella, en el mundo de la abogacía debería haber una reforma porque no es justo que los abogados no puedan vestir como les de la gana y llevar tatuajes. Y estoy de acuerdo con ella.
—¡Genial! Oye, mañana es sábado. Habrá que hacer algo, ¿no? ¿Os venís a cenar en el Wendy's?
—¿Qué te parece, Lyn? —me pregunta Berta y asiento con la cabeza.
—Nos vendría bien despejarnos —contesto.
—Oye Rebe, ¿sabes que tienes delante a la asistente del profesor Woods? —pregunta mi amiga con picardía y hace un gesto con la cabeza, mientras que disfrutamos de nuestro café.
—¿Del buenorro?¡No me digas! —exclama esta y se lleva las manos a la boca.
—Rebe, ¿cómo conoces al profesor Woods? Si tú eres de Derecho.
—Pues si todo el mundo lo conoce aquí -añade esta deprisa —sería raro que no supieras quien es.
Agacho la cabeza mientras que la cabrona de Berta me mira y se aguanta la risa.
—Pues ella no lo sabía -suelta esta finalmente y se vuelve a reír de mí.
—Aylin, ¿de verdad? —Rebecca abre los ojos, como prueba de lo sorprendida que está.
—¡Y yo que sé! Tampoco es necesario saberse todos los cotilleos de la facultad.
—Pero es muy fuerte. Además, estuvo involucrado en un escándalo hace un par de años.
—Pues pensaba que la reputación del profesor Woods era impecable —dice mi amiga Berta y abre el envoltorio de una barrita de cereales y se la lleva a la boca.
—Así es. En realidad, una mujer intentó denigrarlo.
—¿A qué te refieres Rebe? —pregunto intrigada.
—Pues creo recordar que aquella chica, de hecho, una abogada bastante reconocida... ayyy ¿cómo se llamaba? Elisabeth Stuart. Inglesa de nacimiento.
—Venga, ¡ve al grano que va a tocar! ¿Qué pasó? —Berta le empieza a meter mucha prisa.
Miro el reloj.
—Bueno, resulta que esta chica acusó al señor Wood de engañarla y aprovecharse de ella.
—¿En serio? —pregunto atónita.
Quiero saber más.
—Declaró que había sido violada y además, relacionó al profesor con un clan de prácticas sexuales "no muy ortodoxas". A unos días de su declaración, fue encontrada muerta en el río Charles. Dicen que se suicidó tirándose del puente Zakim Bunker.
—¡Qué historia tan horrible! —dice Berta conmovida.
—¿Y por qué no se le consideró al profesor sospechoso? —pregunto inquieta.
—Sí, fue sospechoso pero solo por un breve periodo de tiempo —sigue Rebeca—. Mediante unos testigos y unas pruebas demostró que Elisabeth Stuart estaba obsesionada con él y hasta le había agredido. El caso se cerró y se supuso que la chica, al no ser correspondida, se suicidó.
—¡Joder!
—Muy fuerte —digo conmocionada.
—Ok warris, ¿nos vemos mañana por la noche, ok? —dice Rebe y se despide, dándonos un abrazo rápido a las dos-¡Poneros monas, que luego tocan cervezas, ya sabéis! —añade y Berta le guiña el ojo.
—Si no hay tíos buenorros en la cena, no voy —le grita mi amiga sonriente.
—¡A las 8! —grita de vuelta Rebe y se despide con un saludo con la mano y unos besos al aire.
—Me ha parecido muy fuerte la historia que ha contado Rebe sobre el profe —le comento a Berta casi susurrando, teniendo en cuenta que nuestros compañeros están ya en la clase.
—Eahhhh. No hagas caso a lo que pasó. Es que cuando tienes ese cuerpazo, eres tan guapo y tienes mucho dinero es normal que las tías se te tiren encima. O quieran sacarte algo.
—¡Berta, por favor! ¿Y si es verdad? —le contesto agarrándole el brazo, mientras que nos sentamos.
—No chica, ¿cómo va a ser verdad? —contesta ésta muy segura—. Pues en realidad, si el profe quisiera violarme no me resistiría mucho —y empieza a reírse a carcajadas.
—¡Para, loca! —le suelto un poco mosqueada—. Es una cosa sería.
—Lyn, tranquilízate. Ya sabes que la gente de éxito suele estar metida en escándalos.
Empieza la clase de Contabilidad pero no me puedo centrar en nada y la información que Rebecca sigue rondando en mi cabeza sin cesar.
En mi mente rezo que no sea verdad toda aquella historia horrible, y que el señor Woods realmente no tuviera nada que ver.
***
Después del almuerzo, sobre las dos y media me dirijo al despacho del profesor y sé que no debería de emocionarme tanto, pero es algo que me supera y no puedo controlar.
Toco en la puerta dos veces y espero.
Me viene en la mente el momento en el que hace dos días hice lo mismo y encontré a una señorita morena en pleno acto de felación. Esta vez no voy a abrir la puerta hasta que él me diga que puedo entrar. Para no llevarme sorpresas, más que nada.
—Sí —y escucho unos pasos.
—Pase, señorita Vega —me dice con ese aire profesional que emana siempre, mientras que me abre la puerta.
Saludo con timidez, él también me saluda educadamente y me señala la silla.
—Dígame en qué le puedo ayudar hoy —digo con voz determinante, y así no le doy tiempo para que toque otros tipos de temas picantes.
—Pues hoy tenemos mucho trabajo. Como le dije ayer, revisé su trabajo de la encuesta y me parece estupenda. Rectifiqué unas pequeñas cosas nada más... Échele un vistazo.
Me tiende la carpeta que le entregué dos días atrás y la abro. Me dedico a echar un vistazo a sus correcciones, a la vez que él revisa algo en su iPad.
—Aquí creo que se ha equivocado —hablo y le señalo una corrección.
—No creo. Léase mejor este párrafo —dice muy seguro y coloca su dedo sobre el texto.
—Aquí especifica que un gran porcentaje de empresas se dedican a detectar estos riesgos y...
—¿Y dónde está el fallo?
—Usted ha corregido esto como "la mayor parte de las empresas". Y no es lo mismo —le aclaro.
—Déjeme ver. ¡Cierto! Un punto positivo para usted.
No digo nada más, únicamente uno mis manos sobre el escritorio de roble.
—La idea ahora es hacer llegar esta encuesta al mayor número de empresas y agencias financieras. ¿Qué propone?
Me quedo pensativa un momento, y a la vez miro como le da vueltas a su boli negro entre los dedos. Estoy acostumbrada ya con sus gestos y costumbres y pienso que le falta llenarse la copa de Jack Daniel's nada más, cosa que no tarda en hacer.
-Señor Woods, le comento... -digo y me doy la vuelta en la silla mirando hacia él -podríamos emplear un sistema de encuestas online, y de esa manera podríamos abarcar muchos más negocios.
-No solo en Estados Unidos, sino en el extranjero también -añade complacido, mientras que se queda de pie y le da un sorbo a su vaso. Después, lo posiciona en el escritorio con cuidado y se me acerca con unos documentos. Coloca los folios en la mesa, delante de mí y él se queda detrás mío, y pone los brazos sobre la mesa, de modo que me rodea. Se agacha un poco, no sé si porque es consciente de lo que provoca su perfume en mi o por qué puñetas.
—Señorita Vega, aquí tiene una lista con los perfiles de las empresas que entran en nuestro campo de investigación y cuáles nos interesan de manera particular. No obstante, usted puede añadir a esta lista aquellas que le parecen convenientes.
—Comprendo —contesto rápido y me levanto un poco ruborizada— entonces voy a trabajar. Permítame, voy a ir a mi mesa.
—De acuerdo —asiente, pero tarda un poco en quitarse del medio y nuestras miradas se encuentran.
—Tenga cuidado con el escritorio —comenta señalando la pata de su escritorio y después se sienta en su silla.
No me esperaba a un comentario de este tipo, y sé que lo hace para intimidarme y recordarme el momento en el que mis jodidos senos hicieron acto de presencia. Le gusta torturarme.
No digo nada y me dirijo a mi mesa. En los siguientes veinte minutos estoy trabajando asiduamente para rellenar la encuesta con los datos que hemos seleccionado. Seguramente no me va a dar tiempo mandarla hoy, tendré que terminarlo todo en mi casa. Y no sé cuándo porque joder, también tengo que hacer la tarea de Marketing.
Estoy inmersa en mis pensamientos, intentando distraerme y escucho un ruido en la puerta.
—Hola Brian.
—¡Stephanie!
—¡Me alegro mucho verte! —dice una mujer pelirroja muy guapa y con una silueta muy estilizada, al mismo tiempo que se tira a su cuello y le da dos besos en la cara.
Se abrazan y son muy cercanos.
Otra amante... , pienso. ¿Cuántas tendrá?
De repente, mi pensamiento vuela a su esposa, la señora Woods y me pregunto si estará enterada del lado oscuro y mujeriego de su marido. Él dijo que son una pareja liberal, por lo tanto, debe de saberlo.
—Ahh, veo que estás acompañado.
—Sí. Stephanie, te presento a la señorita Aylin Vega. Mi asistente.
—Encantada —dice y se me acerca para tenderme la mano.
—Señorita Vega, Stephanie es la editora de la Universidad y es la que se encargará de la edición de nuestro libro.
¿Acaba de decir "nuestro"?
—Que bien, encantada —contesto y sonrío.
—Va a salir excelente —dice la mujer—. Brian es un verdadero profesional.
—Eso no es verdad. Eres tú, que me miras con buenos ojos Stephanie —habla este sereno.
—Aparte de profesional es una grandísima persona —se vuelve hacia mí—. Seguro que trabajaréis muy bien juntos.
La pelirroja en realidad está resultando ser una señora muy simpática. Después de tomar parte durante unos minutos en la conversación, pido permiso para volver a mi trabajo. No obstante, mientras que estoy redactando la encuesta en un programa online, escucho la conversación intrigada.
—Brian, ¿al final sigue en píe la donación?
—Sí Stephanie, por supuesto. Sabes que nunca me echaría para atrás.
—Los niños lo van a agradecer mucho. Pues he traído también ese documento para que me lo firmes —la mujer saca una carpeta de su bolso de marca y lo pone delante del profesor, en su escritorio. Aquí pone que donas un 30% del beneficio total de tus libros publicados a estas tres organizaciones benéficas.
—Pon 40% Steph.
—Pero... Brian. Eso es casi la mitad. Es mucho dinero el que vas a donar —musita, en un intento de que no les escuche posiblemente.
—No importa. Cambia la cifra, ¿de acuerdo? —contesta este y se apresura en firmar con su boli negro.
—Entonces ya está todo en orden. Ahhhh y Brian, acuérdate que la investigación deberá estar concluida para enero.
—Lo sé, descuida.
—Vale —contesta la mujer y me sonríe—. Entonces que tengáis buena tarde.
—Igualmente —contesto de vuelta.
—Tú también.
Y cierra la puerta.
—¿Cómo va, señorita? —me pregunta al cabo de unos minutos.
—Finalizándola señor —le digo muy concentrada en la pantalla, aun así me doy cuenta de que me está mirando continuamente.
—Ok. Si necesita algo me dice.
—Vale.
Se levanta y sale afuera del despacho un momento para contestar una llamada, seguramente privada. Suspiro aliviada. Cuando él está cerca siento el aire muy cargado y en ocasiones hasta me cuesta respirar y no sé si es normal. O ese es el efecto del profesor, teniendo en cuenta que a Berta también le pasa.
—Bueno... creo que ya es tarde. Si se quiere ir, no hay problemas —afirma este, mientras que mira su reloj.
—Vale. Me queda enviar la encuesta a los negocios acordados. Lo haré esta tarde.
—Si usted está ocupada, no se preocupe. Ya el lunes sigue con la tarea.
—No. La verdad es que prefiero tenerlo todo al día.
—Es usted verdaderamente comprometida -indica el profesor—. Por cierto, se me ha olvidado decirle que esta noche tenemos la cena con mis socios de "American Express Co".
—Vale —le contesto entusiasmada.
—No tendrá ningún problema en ir, ¿verdad?
—No. Gracias por la invitación -le agradezco mientras que apago el ordenador y cojo mi bolso.
—De nada. ¿Le parece si la recojo sobre las 20:40? Hemos quedado a las 21.
—Me viene bien esa hora —contesto y aprieto el pómulo de la puerta.
—Muy bien. ¡Espere, yo también me voy! —dice y recoge su maletín de encima de la mesa.
Me está siguiendo fuera del despacho. Cierra la puerta con una llave y va detrás de mí. Cuando llegamos al final del pasillo, me lanzo hacia las escaleras, pero me toca el brazo suavemente.
—¡Cojamos el ascensor!
—De acuerdo.
Entramos los dos en el amplio ascensor acristalado de la universidad y permanecemos unos segundos en silencio. Quiero pulsar la planta baja y él también se apresura en tocar el botón, al mismo tiempo que yo. Nuestras manos se rozan con torpeza.
—Perdón —digo suave.
Él no dice nada. Solo aprieta el botón. Miro sutilmente a través de los espejos del ascensor y lo veo aflojándose el nudo de la corbata, a la vez hace una mueca.
—Hace mucho calor.
—Sí, y eso que estamos a principios de octubre —añado—. Profesor Woods...
Me vuelvo hacia él.
—Dígame.
—Me parece admirable que quiera donar un porcentaje tan alto de sus beneficios para ayudar a gente necesitada.
—Gracias, no es nada.
—Claro que lo es. Es mucho lo que está haciendo.
—Está sorprendida, ¿verdad?
—¿Por qué lo dice?
—Porque seguramente usted no pensaba que un adicto al sexo, infiel y libertino podría ser solidario.
Cada vez que lo escucho hablar así, una corriente fría me recorre la espalda. Nunca he conocido a un hombre así. En realidad, hasta ahora solo he conocido a chicos. Y muchos de ellos inmaduros y todavía niños. Menos mal que el ascensor se detiene en la planta baja y se abren las puertas, porque si no... no respondo de mis actos.
—Nunca lo he pensado.
—Confío en que me está diciendo la verdad —replica—. ¿Entonces le parece bien si de nuestro futuro libro donamos el 40%?
Lo escucho preguntar mientras que nos dirigimos hacia la salida de la facultad.
—Quería que me aclarara esto. ¿A qué se refiere con "nuestro"?
—Estoy hablando de la investigación que estamos realizando sobre el binomio. Usted está participando.
—Sí, pero pensaba que yo solamente le estaba ayudando como asistente. El libro es suyo. Es su investigación y su idea.
—Señorita... —y se detiene en seco.
Estamos ya fuera de la facultad, en la entrada principal, que es el sitio más concurrido del recinto.
—No podría apropiarme su trabajo. Por supuesto que la incluiré, su nombre aparecerá en la portada del libro, junto al mío. Ya le dije que recibirá reconocimiento público.
—No sabía a lo que se refería exactamente. Se lo agradezco entonces —le digo feliz y dejo entrever una sonrisa amplia, de oreja a oreja.
—Nunca deje de hacerlo —dice de manera inesperada sin dejar de mirarme.
—¿El qué? —contesto un poco confundida.
—Sonreír de esta manera.
Y todo esto lo dice en un tono muy serio, como si se tratara de una conversación de negocios muy importante. Le resulta tan fácil hacerme temblar... Sabe perfectamente qué decir y en qué momento.
—Pues... creo que es usted el que debería hacerlo más a menudo —le digo de vuelta.
—No creo que ... encaje conmigo. Bueno, entonces luego nos vemos —dice deprisa para así cambiar de tema.
La confusión es otro sentimiento que el señor Woods provoca en mi muy a menudo, aparte de excitación.
—Sí, de hecho, en unas horas... —me despido y me alejo, pero no sin darme cuenta de que todas las féminas (estudiantes y profesoras) que pasan por al lado nuestra se le quedan mirando. De hecho, no le quitan el ojo.
Él también se aleja y se dirige al aparcamiento. Mientras que voy caminando a la residencia pienso feliz en lo que me acaba de decir. Pero también en su afirmación de que sonreír no encaja con él. No me equivocaba, el profesor es un hombre realmente extraño.
Cuando llego a nuestra residencia, al cabo de unos escasos cinco minutos, encuentro a Berta durmiendo en el pequeño sofá de la habitación. Se está echando su típica siesta. Yo también me tiro a mi cama para descansar un poco. Me espera una noche larga.
Miro el reloj dormida. Está oscureciendo y cuando consigo ver la hora mejor, son ya las 18:30. ¡Que tarde! Necesito enviar los correos primero, antes de arreglarme. Echo un ojo a Berta, que está tecleando en su teléfono. Cuando me ve despierta, me sonríe y se incorpora, sentándose en el sofá. Me levanto de la cama y me estiro.
—Eyyyy Lyn, ¿qué tal el trabajo? ¿Lo has dejado sin camisa al Woods? Me imagino ese pecho fuerte, esa tableta de gimnasio bien fornida....
—¡Qué dices Berta! —me rio con sonoridad y le tiro un cojín en toda la cara.
—Bjuaaaaaa, ¡qué aburrida! Yo le hubiese dejado hasta sin calzoncillos en una semana.
—De verdad que no cambias, ehhh —le digo un poco molesta—. Ahora deja esto, ¡necesito tu ayuda! -completo muy animada.
—¿Y eso? ¿Cuándo necesitas tú mi ayuda? Si suele ser al revés... —y frunce el ceño.
—Pues te aviso que.....
—¿Qué? —pregunta muy curiosa.
—Esta noche voy a cenar con.... —continúo de manera pausada.
Berta está expectante.
—¿Con...?
—¡Los directivos de "American Express Co"! —suelto extasiada.
Berta salta del sofá y aplaude eufórica. Acto seguido, me da un abrazo fuerte.
—¡Ragazza! ¡Qué alegría! Ahhhhhhhhhh —y gritamos las dos —¡Le debes un polvo al señor Woods!
—¡No seas tonta! —digo divertida—. La cosa no va por ahí.
—¿Y qué te vas a poner?
—Ahí es donde entras tú. Necesito ayuda Bert -le digo preocupada-. No tengo vestidos muy elegantes y aunque él no me ha dicho donde me llevará, supongo que será a un restaurante.
—¡Por supuesto cari!¡Todo el armario tuyo, ven!
—Y el maquillaje... ¿me debería de maquillar un poco?
—¿Lo dudabas? ¡Aquí tienes a tu make- up stylist personal! —responde y se señala a ella misma con orgullo.
—Pero no me dejes como un cuadro, por favor... —le digo suplicante.
Conozco sus gustos y yo soy mucho menos extravagante que ella. Abre el armario y empieza a elegir distintos modelos y constato que la ropa de Berta es realmente preciosa. Y de marca. Sus padres tienen varios negocios en todo el territorio estadounidense, específicamente una cadena de trattorias, es decir restaurantes italianos. Económicamente, sus padres están en una muy buena posición.
—Pienso que este vestido violeta te va a ir de escándalo. Eres rubia y te queda muy bien.
—Pero... ¿no es muy corto? —sostengo en mis manos un vestido que parece de seda, de manga mediana, ya que está empezando a refrescar por la noche, poco escotado. Muy elegante, la verdad. El único inconveniente que le veo es que es exageradamente corto.
—Cariño. Tienes unas piernas increíbles, lúcelas un poco.
—Bueno... —y miro de nuevo dudosa la prenda de ropa.
—Ahh, y los zapatos. Toma estos tacones stiletto dorados. Pegan con estos pendientes.
—Mmmmmmm —miro los pendientes largos dorados, cargados de cristales Swarowski y me parece demasiado.
—Berta, prefiero mis pendientes cuadrados.
—¿Aquellos de color oro?
—Ok, sí pegan —dice mientras que observa acelerada otros modelitos.
—Voy a ducharme.
Berta asiente.
Mientras que elijo mi ropa interior para irme a la ducha, pienso que debería de ponerme un tanga. Este de color negro, también de seda, al igual que el vestido es perfecto. Lo único es que es minúsculo. Tiene únicamente unas finas tiras de un lado y de otro de las caderas y es bastante estrecho. Berta me está analizando y me sonríe.
—Menos mal, ragazza. A como te conozco pensaba que te ibas a poner las bragas de mi abuela.
—¡Seguro que son más cómodas que esto! —digo de morros mientras que sujeto el minúsculo tanga con dos dedos.
—¡Me encantas! —afirma y se ríe.
Me meto en el cuarto de baño. Estoy feliz.
"American Express Co", ¡allá voy!
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¡Hola!
Ayyyyyy qué emoción😄👌👏👏👏🙏 Me emociono nada más de saber que el octavo capítulo va a ser explosivo🔥
¿Qué pensáis qué pasará esta noche?
Voy a ser buena- un pequeño adelanto: El profesor sorprenderá a Lyn (como siempre lo hace). Pero esta noche más que nunca. Jamás se le ocurriría que él fuera capaz de semejante cosa (por no decir locura).
¡La tensión sexual generada entre El Dios Griego y Aylin va a ser más grande que la Estatua de la Libertad! (ya que estamos en EEUU). 🗽🤣🤣
Y como no, antes de despedirme aprovecho para agradeceros de nuevo por vuestras visitas ❤️❤️❤️
¡Mil gracias, sois geniales!
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