34. ¿CUENTO DE HADAS?
Solo dime cuándo, no me digas dónde
Miraremos juntos el mismo horizonte
Vamos dando saltos sin tener un norte
Solo somos fuerzas juntas que se rompen
Y aquellos planes que no hicimos
Porque sé que no hay destino alguno
(BERET: "CÓSEME")
Me estoy retorciendo desesperada en sus brazos, mientras nos encaminamos fuera de la mansión Sanders por una puerta trasera. Alex está mirando a todos los lados con mucha precaución. Finalmente, retira la mano de mi boca cuando nos encontramos ya fuera del recinto de la casa y, aunque me sigua teniendo agarrada por la cintura, le aparto la mano enseguida.
De repente, lo veo sacar la pistola que ha guardado antes en la parte de atrás de su pantalón. ¡La jodida pistola! Lo fijo con la mirada, y hasta parece que estoy flotando. Él analiza un momento el arma, supongo que está comprobando las balas, o ¡yo qué puñetas sé! No entiendo de armas.
—¿Qué haces? —abro los ojos.
—Me tengo que asegurar de que está cargada. Puede que haya más —levanta la vista de nuevo.
—¿De qué coño estás hablando, Alex? ¡Joder! Tienes una pistola... y...
¡Mierda!
—...acabas de matar a una persona —continúo hablando con voz atropellada, todavía en shock. Me llevo las manos a la cabeza y me seco las lágrimas.
Sigo trastornada por el impacto que ha producido todo aquello que acabo de presenciado, siendo muy consciente de la gravedad de la situación. Soy una jodida testigo.
—¡Cállate ya! —me ordena furioso y agarra mi brazo, mientras me obliga caminar más rápido—¡No lo hagas más difícil! ¡No tenía otra Aylin, era o él o nosotros!
—¡Me quiero ir a la residencia ya! —le digo demasiado perturbada, oponiendo resistencia. Miro alrededor atemorizada.
—No es posible —contesta este , y coloca de nuevo su brazo en mi cintura, arrastrándome más deprisa.
Examina su alrededor con nerviosísimo, al mismo tiempo que estamos llegando a su coche, que lo tiene aparcado no muy lejos del sitio de la fiesta.
—¡Sube! —abre la puerta.
—¡No voy a subir!
Clavo mis pies en le suelo. Me niego rotundamente a montarme en ese coche, no me fío ni un pelo de él.
—Tu vida está en peligro —suelta y me mira con insistencia, tras sujetarme en la parte lateral del coche. Acerca su cabeza a la mía y noto su rostro sumamente trastornado. De repente, me da un beso en la frente y me estrecha a su pecho, pero yo no respondo a su abrazo. Me siento decepcionada.
—Pequeña... yo no quería que esto pasara.
—Alex, ¿me estás secuestrando? —le miro con temor.
—Por favor... —me dice suplicando y acerca su frente a la mía. Noto su respiración acelerada —su voz está rota.
Me abre la puerta del coche.
—¡Me niego! —le digo con voz determinante.
Su mirada vuelve a oscurecerse y la vena en su frente es más que visible.
—¡Lo vas a hacer! —agarra de nuevo mi brazo y me obliga a meterme en su Land Rover. Acto seguido, me abrocha el cinturón enfurecido.
Todavía estoy temblando y no sé qué hacer. ¿Por qué dice que estoy en peligro?
Él se monta en el coche deprisa, y noto cómo pone el seguro. ¡Mierda! Me está obligando de verdad.
—No comprendo nada... —digo derrumbada—. ¡No me puedes secuestrar!
—Sí que puedo —contesta con frialdad.
Enseguida pulsa el botón de una llamada, al mismo tiempo que el coche derrapa sobre el asfalto.
—Steve, ¡ve a mi casa ahora y comprueba si está todo bien! Llámame de vuelta.
—Recibido, jefe —escucho la voz del otro claramente, está en manos libres.
Yo lo miro embobada. Pulsa de nuevo la tecla y realiza otra llamada.
—Sí —escucho una voz ronca.
—Estoy de camino al Templo. Refuerza la seguridad y prepara una salida de urgencia. Esta noche, ¿vale? No le digas nada al comité.
—Pero... no me va a dar tiempo.
—¡Solo haz lo que te digo, demonios!
—¿Qué ha pasado? —escucho la voz de vuelta.
—Max... saben mi identidad.
Corto y al grano. Enseguida cuelga. Estoy mirando por la ventana y suspiro. No entiendo nada y este jodido hombre que tengo a mi lado me lo tendrá que aclarar.
—Eres un puto narcotraficante, ¿verdad? ¡Me mentiste!—le grito y empiezo a golpearle el hombro y brazo con los nudillos de mis manos.
Él solo mantiene su vista hacia delante, no altera ni una facción en su rostro.
—¡Para! ¡Para ya! Te explicaré todo cuándo lleguemos, ¡joder!
Se escucha el teléfono de nuevo. Contesta.
—No vaya al piso, jefe. Han entrado. Está todo revuelto. Se ve que primero han buscado ahí.
—¡Mierda!¡Mierda! —escucho a Alex maldecir y le empieza a pegar varios puñetazo al volante.
Su cara está desfigurada.
Sigue conduciendo y estamos en completo silencio. Necesito poner mis pensamientos en orden, ha pasado todo tan rápido que... ¡Dios mío! Estoy atrapada. Miro por la ventanilla mientras veo como salimos de Boston y nos dirigimos a un sitio en las afueras.
Más le vale que me de una muy buena explicación de esto, pienso por dentro.
Me acuerdo enseguida de que mis amigos deben estar muy preocupado por mí y busco el teléfono en mi bolso. Saco rápidamente el móvil, pero Alex pega un frenazo y el coche se detiene bruscamente, tanto que mi cuerpo se inclina hacia delante con violencia. Enseguida este extiende la mano hacia mí.
—Dame el móvil —ordena furioso.
—¡¿Pero qué te pasa?!
—¡Dámelo! —tensa los labios.
—Berta y los demás deben estar preocupados.
—Mándale un mensaje. ¡Y me lo enseñas antes de enviarlo! —avisa.
¡Joder!
Empiezo a teclear con manos temblorosas, escribiéndole un mensaje a Bert. En el mensaje la tranquilizo, diciéndole que voy a pasar la noche con Alex. Después, este me lo arranca de las manos y lo mira. Me lo devuelve y guardo el móvil enseguida en mi bolso.
En unos pocos minutos, llegamos al dichoso sitio. Sé que es ahí porque el edificio imponente marca territorio a kilómetros distancia. Además, su arquitectura es inconfundible: está hecho de piedra y básicamente consiste en un recinto de planta rectangular, rodeado de columnas de estilo griego. El conjunto de columnas que rodea la edificación imponente delimita una galería alrededor de toda la estructura.
El edificio está vallado y, al llegar a unas puertas enorme de acero, noto que hay dos hombres trajeados, que llevan un auricular. Parecen agentes de seguridad. Conforme nos ven llegar, nos abren e inclinan un poco la cabeza, a modo de saludo.
Entramos por el camino pavimentado y vuelvo a examinar el edificio enorme. En realidad, en el interior del recinto, hay multitud de coches aparcados y todo queda muy bien iluminado. Hay hasta unos focos que alumbran un gran cartel dorado, donde pone "EL TEMPLO". Alrededor de eso, veo una cantidad considerable de figuras talladas que recrean escenas mitológicas.
¿El Templo?
No hace falta ser listo para darse cuenta de que estoy delante de Álympos.
Respiro hondo. Opongo resistencia, pero Alex no me da tregua. Noto con estupor cómo este me está empujando hacia una entrada en la parte trasera, al parecer no desea entrar por la puerta principal. A lo largo de toda la valla y tanto delante de la gran entrada principal, como en la puerta trasera hay más agentes de seguridad. Agachan la cabeza cuando nos ven entrar.
—¿Pero esto qué es? —pregunto confusa. La desesperación en mi voz es notable.
Me está entrando un miedo aterrador y estoy tiritando. Él lo nota y veo cómo se quita la chaqueta y la echa por encima de mis hombros.
—¡Camina!
—¡Brian! —un hombre de mediana edad, calvo y robusto se dirige a nosotros.
—¡Max!
—¿Qué ha pasado? —pregunta este.
—No tengo tiempo ahora. No avises a nadie que estamos aquí.
El hombre solo asiente con la cabeza, preocupado. Alex sigue tirando de mí por un pasillo donde no hay nadie y empezamos a subir una escalera de caracol de mármol. Hay espejos, lámparas gigantescas y estatuas a doquier. Y también se escucha música de no sé qué sitio.
Cuando llegamos a la primera planta, me abre una puerta y entramos en un despacho. Veo que la cierra con una llave, sin embargo deja la llave en la puerta. Echo un vistazo rápido a la estancia, y noto que es una habitación bastante lujosa. Observo que hay un escritorio de grandes dimensiones y todos los asientos son de cuero. Junto a una mesa rectangular, se encuentran un sofá y unos pequeños sillones. También hay una chimenea y encima de esta, un gran cuadro de escenas mitológicas, en el cual quedan reflejados los dioses del monte Olimpo.
—Entra y siéntate. Enseguida arreglaré nuestro vuelo a Toronto.
—¿Vuelo? —pregunto estupefacta—. ¿A Canadá?
Solo noto como este se echa whisky en un vaso y le da un trago, mientras mira su móvil. No me contesta. Está centrado en su maldito móvil.
Me quedo de piedra. Todo esto me está superando con creces.
—¡Alex! —le grito—. ¿Cómo piensas que me iré contigo?
—¡Siéntate! Debes firmar.
—¿De qué estás hablando? —frunzo el ceño y lo miro atemorizada. Este ni siquiera me mira, solo veo cómo remanga su camisa y coloca la pistola en la mesa. Después empieza a buscar algo en los cajones deprisa. Saca un documento y vuelve a mirar el móvil.
Rodeo el escritorio y me acerco a él, arrancándole el móvil de las manos.
—¡Contéstame, maldita sea! —tiro su móvil encima del escritorio—. ¡Me dijiste que nunca me obligarías a hacer algo que no quisiera!
—¡También te dije que no confiaras en mí! —sus ojos sueltan chispas.
Doy un paso para atrás y lo fijo con la mirada. ¡Qué estúpida fui!
Me agarra los brazos un poco más calmado y respira hondo. Su mirada vuelve a suavizarse y me mira con dulzura.
—Aylin, ven y siéntate —rodeamos el escritorio y me obliga a sentarme en la silla—. Por favor, no hay tiempo.
Extiende la mano y coge los papeles que ha sacado del cajón.
—Hoy mismo vas a ingresar en Álympos, pero no debes preocuparte, yo te...
—¡No! ¡Por supuesto que no, Alex! —salto sobresaltada de la jodida silla y podría acuchillarlo ahora mismo con solo la mirada.
Baja la cabeza y coge aire con fuerza.
—No hay otra opción, ¡créeme!. Si la hubiera, no te pondría en esta situación.
—En el jardín tú mismo me has dicho que ya no quieres que entre en el Olimpo —digo casi sin aliento—Alex... te dije que no quería saber nada de tu mundo. ¡Y después de lo que he visto, menos!
—¡Firma! —me ordena y sus ojos se han vuelto a transformar. Destellan furia. Enseguida me coloca el boli en la mano.
—No voy a hacerlo, ¡joder! No sé lo que pone en ese papel. Pensaba que Álympos era una casa de orgías y BDSM, ¡no una organización criminal! —levanto mi tono y lo reto con la mirada.
—Y lo es —dice este y me da la espalda—. Fue solo eso, hasta que Jonathan Woods, mi padrastro decidió que en lugar de compararle la droga a los intermediarios para traerla aquí y ofrecérsela a nuestra clientela, era mejor comprarla directamente desde Colombia. Contamos con la mejor sustancia, la más pura y fina. Y de manera directa.
—¿Qué droga?
—Cocaína y... heroína, principalmente —carraspea y baja la vista por un momento.
Doy un paso atrás y le señalo con el dedo.
—¿Cómo? —abro más los ojos— ¿Y tú porqué estás metido en esto, Alex? No tenía esa imagen de ti...
No me contesta.
—Sé que tu infancia fue dura, viviste un infierno, ¿pero cómo puedes traficar con lo mismo que tus padres consumían, y que tanto daño hizo a tu familia?
Este aprieta los puños y me clava con su mirada de alquitrán.
—¿Infierno? ¿De qué estás hablando? —grita y noto la ira en sus ojos—. ¡Aylin, mi verdadero infierno empezó cuando mi padre murió y mi madre se casó con Woods! ¡Piensas que lo sabes todo, y no paras de dar lecciones, pero no tienes ni puta idea! —suspira desconsolado y mueve su dedo índice, señalándome.
Pestañeo.
—¿A qué te refieres?
—¡Da igual! —vocifera y acerca su cara a la mía —. ¡Soy un maldito pervertido sádico y mala persona que vende droga, ¡acéptalo!
—Vale, pero ese tipo te ha acusado de matar a su primo —le recuerdo—. Alex, ese hombre estaba mintiendo, ¿verdad?
Se queda callado y me da la espalda. ¡Oh no! ¿A qué tipo de persona tengo delante?
—¡Firma!
—¡Sí lo hiciste! —digo amargamente y noto pálpitos en el pecho.
No puedo evitar sentirme así.
—¡Me quiero ir de aquí ya! —me doy la vuelta deprisa y me dirijo hacia la puerta corriendo. Solo necesito alcanzarla y girar la llave.
—¡Aylin! ¡Demonios! ¡No te muevas! —escucho su voz colérica detrás.
Algo como si fuera el seguro de un arma resuena en el silencio de la habitación. No puede ser... Siento los golpes fuertes de mi corazón y el pulso incesante.
Me doy la vuelta despacio, y veo a Alex plantado delante de mí, sujetando la maldita pistola... apuntándome.
—¡Diablos! —ruje y noto la tortura en su cara. Las lágrimas en sus ojos son notables y su rostro está encendido—. No puedes huir. Te encontrarían... Sanders estaba ahí. Yo no me puedo oponer a las normas del clan, ¡soy un líder! —añade—. Aylin... solo intento protegerte.
Todavía estoy conmocionada al verlo delante de mí de esta manera.
—¡No voy a firmar! —digo convencida. Las piernas me tiemblan—. ¡No voy a ser vuestra puta en el Álympos!
—No lo estás entendiendo, ¡maldita sea!... No tienes ninguna otra opción —dice concluyente y aprieta más la pistola entre sus manos —. Aylin... o estás dentro... o estás muerta.
Su mirada es gélida y me quedo sin aliento. Sé que está hablando en serio y ni siquiera en mis peores pesadillas podría soñar con algo tan macabro.
Inhalo y exhalo el aire con fuerza e intento ahogar mis lágrimas.
—¿Quién eres? —pregunto de manera pausada, y a la vez serena.
—Sabes quién soy.
—No, no sé quien eres. ¡¿Quién eres?! —levanto mi tono.
Este mira el techo exasperado por un momento, y después deja caer su vista oscura sobre mí. Tensa los labios.
—Soy Ares, dios del Olimpo. Uno de los doce olímpicos que rigen nuestro clan. —empieza a hablar—. Uno de los líderes de Álympos, el clan hedonista más antiguo del mundo entero, con sede en el Templo y actualmente visitado por los magnates de más de cuarenta países. Soy fanático de la civilización griega y también... narcotraficante.
Trago en seco e intento procesar todo lo que acabo de escuchar, mientras se me caen unas lágrimas.
El hombre al que amo me ha engañado y me está apuntando con un arma en este momento, dispuesto a apretar el gatillo.
Mi alma está en llamas.
¡Niña tonta, los cuentos de hadas no existen!
... Y los finales felices tampoco.
Créditos: Banner proporcionado por la Editorial Submarino y creado por Jeral_love
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¡Hola de nuevo!
Esto termina aquí, sin embargo me gustaría que le déis una oportunidad a la historia y continuéis con la PARTE 2 de la Saga "El Profesor", que se encuentra en mi perfil. La segunda parte se intitula ARES (y la verdad es que es muy querida por los lectores) y la tercera parte se llama AFRODITA (la más intensa y extensa, también la más querida)
Asimismo, aprovecho para pediros que me dejéis un mensaje por aquí o en el tablón para decirme qué tal os ha parecido EL PROFESOR. Para mí, recibir vuestros votos y mensajes es importante, ya que me ayuda a seguir con la ilusión de publicar. También os invito a que le echéis un vistazo a la siguiente parte (AGRADECIMIENTOS), en la cual encontraréis adelantos de ARES, información importante y también una SORPRESA :) En la cabecera os he dejado un VÍDEO que espero que os guste 🙏❤️
¡Ha sido un placer poder compartir mi historia con tod@ s vosotr@s!
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