33. FIESTA CON SORPRESAS

¡El teléfono! 

¡¿Dónde está, joder?! Anoche me explayé más de la cuenta con Dom. Recuerdo que los chupitos de tequila entraban como las palomitas de maíz en el cine. Abro un poco los párpados y la luz que entra en mi habitación me ciega. Localizo mi bolso, que está en el suelo. Extiendo una mano desde la cama y lo agarro con torpeza. Saco rápidamente mi móvil y ¡joder! los párpados me pesan. ¿Qué hora será? Seguro que es Bert, le prometí que la llamaría, pero se ve que ella se ha adelantado, al ver que no daba señales.  

—¡Bert! Ya sé que dije que te llamaría ufffff —suspiro en el teléfono adormilada— tengo un dolor de cabeza...

—Aylin... —escucho su voz de repente y mis sesos estallan. Su voz ronca me está hablando.

¡JODER! Es Alex. 

Abro mis ojos. Enseguida me desequilibro, ya que estoy en el filo de la cama. En el segundo siguiente me veo en el suelo de parqué, golpeándome un poco la cabeza con la mesita de noche. Se me cae el teléfono también y sin duda, el ruido emitido ha sido bastante notable. 

—¿Qué quieres? —agarro deprisa el teléfono del suelo y le hablo, intentando que mi voz suene decente. 

—¿Te acabas de caer de la cama? —pregunta el profesor atónito. 

¡Mierda! 

—¡No! —exclamo rápido y me toco la cabeza—. Ha sido el teléfono... además ¿por qué tengo que darte explicaciones? —rujo en el maldito móvil. Estoy por colgarle. 

—Aylin, ¡espera! No vayas a colgar —amenaza en tono serio —. ¿Cuándo vuelves?

—No te importa, ¿vale? 

—Sí, me importa ¡maldita sea! —dice enfurecido—. ¿Podemos hablar?

—Alex... creo que te dejé las cosas bastante claras. 

—Te fuiste a Long Island para huir de mí, y sabes que no podrás hacerlo. Soy tu profesor, tarde o temprano me verás la cara. 

Suspiro enseguida exasperada. ¡Dios mío, mi cabeza explotará sí o sí! Me levanto nerviosa y me siento en la cama. 

—No te creas tan importante, señor Woods —contesto con recelo—. El mundo no gira en torno a ti. 

—¿Otra vez te pasaste con el alcohol? —me pregunta este de manera inesperada. 

¡Ahhhhhhh! Este hombre controlador me saca de quicio, habla el demonio que escondo dentro.

—No es tu problema— le digo de manera pausada, fuera de mí —¡No soy tu problema! 

Le cuelgo. 

¡Vete por ahí a hacer tríos! pienso enseguida. 

¿Qué más quiere de mí? Definitivamente, tengo que ser más dura. Enseguida busco su número en la agenda y estoy por borrarlo. No, mejor lo bloqueo. Dicho y hecho. 

Vuelvo a tumbarme en la cama y aprieto la almohada a mi pecho. La tristeza de apodera nuevamente de mí y el mero pensamiento de que ha acabado todo entre nosotros hace que suelte unas lágrimas. Mi corazón se encoge de nuevo y siento que me estoy asfixiando. Miro la hora y me doy cuenta de que es bastante tarde, cerca de mediodía. 

Mientras quedo inmersa en mis pensamientos y le doy a la televisión, recibo un mensaje. Bufo y vuelvo a coger el móvil con miedo. Cierro los ojos y acerco la pantalla. Seguro que es él. Pero no,  es Bert. 

Buenos días mi ex-santurrona favorita 😜🥰—leo—. No te he querido llamar,  imagino que te quedaste a tomar algo anoche🍻🍻. Cuando te despiertes, llámame, tenemos que hablar sobre la fiesta 💃👠💄—termina diciendo. 

Es verdad. La fiesta de ascenso del señor Sanders. Casi se me olvidaba. Tengo que estar de vuelta a Boston antes de las 19:00. 

Pulso el teléfono de llamada y le abro la puerta a Don, que está arañando la puerta desde fuera, deseoso de saltar a mi cama y lavarme la cara con sus lamidos. 

—¡Ven, bebé!

***

Antes de las 19:00 horas, me estoy montando en el coche con Bert y Rebe. Bram ha venido a recogernos, está conduciendo un Porsche deportivo de ultima gama y Adam se encuentra sentado en el asiento del copiloto. 

—¡Buenas noches, bellas damas! —exclama este cuando nos ve, sin embargo es a mí a quien no me quita el ojo. Y a decir verdad, sus ojos brillan y es como si estuviera un poco ebrio. 

Nos empezamos a reír. 

—Pues yo de dama no tengo nada, ehh —contesta Rebe de morros— estas dos me han obligado a ponerme este vestido, tienen suerte de que al menos me gusta el color. 

Rebe tiene razón. Es muy complicado convencerla a arreglarse. En eso no se parece en nada a Bert y a mí, que somos más bien coquetas. Bueno, yo coqueta y Bert pija. 

—¡Cállate ya, Rebe! —le regaña esta, al montarnos en el coche—. Debes salir bien en las fotos del periódico. Recuerda que habrá hasta prensa y todo —añade. 

Rebe nada más que pone una mueca. Bram acelera el coche enseguida y sube el volumen de la música. 

—¿Y qué? ¿Preparados para un fiestón? —grita Bram, al mismo tiempo que le da más al volumen. La música pop inunda el coche. 

—Me parece a mí que estos dos han empezado la fiesta mucho antes —me susurra Bert riéndose. 

—Parece que sí —contesto y nos carcajeamos las dos.  

Tras unos quince minutos tumultuosos de estar todos tarareando la letra de la música en el coche y estar realmente divirtiéndonos, llegamos a la mansión Sanders. Fuera hay mucho bullicio de gente elegante, entrando y saliendo. Veo que también hay seguridad y los paparazzi se apresuran en sacar fotos a los invitados. 

La fiesta es en el jardín y es, sin duda, una fiesta de categoría. Y estoy aquí gracias a que Bert se ha echado un novio cuyo padre es uno de los senadores más populares de Boston. 

Nos bajamos del coche y noto que Adam se acerca a mí muy galán y me toca la espalda, que queda descubierta. 

—Vas muy guapa esta noche, Aylin —me halaga. 

—Eres tú que me miras con buenos ojos, Adam —le sonrío y este toca mi espalda de manera más atrevida. 

Mi vestido largo, de color negro y rojo y bastante ajustado muestra mi espalda casi al completo. Es verdaderamente sexy. Bert también se ve reluciente con su conjunto de falda y top plateados, que muestra la piel de su cintura. Su pelo lacio recae muy bonito sobre sus hombros, y combina muy bien con el plateado. 

Nos acercamos a una de las mesas del jardín, especialmente acondicionadas para los invitados. Las luces brillan de manera espectacular y a unos pasos, hay una piscina. 

—¿Qué? ¿Con qué empezamos? —dice Rebe y se frota las manos. 

—Yo propongo empezar por un Frosé , ¡os va a encantar! —dice Bram —. Lo hemos pedido especialmente para esta noche. 

Asentimos todos con la cabeza. Este se dirige a uno de los camareros y enseguida aparecen dos personas cargadas con bandejas. Colocan bebidas sobre nuestra mesa, al igual que distintos platos que se ven deliciosos. Y también una cubitera con una botella de ron caro y dos botellas de champán. 

El ambiente de la fiesta es bastante agradable y, mientras empezamos a cotillear sobre los profesores y compañeros de la facultad —típico de gente joven como nosotros—, el señor Sanders se acerca y todos, uno a uno le felicitamos por el ascenso. Este sonríe y también avisa de que ya habló con el rector de Harvard, el señor Brighton. Al parecer, su política promoverá apoyo económico para que los alumnos de Harvard puedan tener acceso a becas en el extranjero. Acto seguido, nos echamos una foto con él, y ¡vaya! Por dentro pienso que hay que ver la hipocresía. Si no fuéramos los amigos de su hijo, nadie se acordaría de nosotros. 

—¡Brian, ven! —escucho al señor Sanders de repente. 

¡Oh no! Observo que Alex está en otra mesa, a unos metros de la nuestra. está acompañado de Lorraine, que lleva un vestido blanco muy ajustado, y con un gran escote. Su cabello está ondulado está noche. Conforme esta nos ve, noto como agarra el brazo de Alex enseguida. 

Siento como el corazón empieza a latir en mi pecho y pienso que me voy a desmayar. Intento volver mi vista hacia otro punto, pero no funciona. Noto que Alex me fija con la mirada mientras se acerca a nuestra mesa. ¡Es tremendamente guapo esta noche! JO-DER. Lleva hasta pajarita y se ve muy imponente. Hasta noto que se ha echado una especie de gomina en el pelo. 

—Buenas noches —saluda. 

—Brian, quería que te echaras una foto con tus alumnos de la facultad de Negocios. Serán los futuros agentes financieros de este país y tú eres su mentor —dice Sanders muy ocurrente—. La popularidad es muy importante, y lo que alguien de Harvard no puede hacer es quedarse en la sombra. 

—Menos hablar, y más acción, Sanders. Vamos a echarnos esa foto ya —dice el profesor serio y le da un sorbo a su copa de algo, no parece Jack Daniels. 

Berta me mira y yo a ella. Las dos miramos a Adam. Nosotros somos sus alumnos, ya que Rebe y Bram son de Derecho. Me siento incómoda y las piernas me tiemblan. ¡Mierda! ¿Por qué nos tenemos que echar una jodida foto ahora?

Bert me toca el brazo y empezamos a acercarnos los tres al profesor. Obvio, no me puedo negarme, llamaría mucho la atención. Sin embargo, empiezo a empujar a Bert delante, y así hago que esta se coloque al lado de él, y yo al lado de mi amiga. Adam se ha colocado en el otro lado, y Alex queda en medio. No aguantaría acercarme a su cuerpo, sin que me diera un jodido infarto. 

Estamos todos listos para la foto. Súbitamente, noto que Alex está aprovechando el momento para tender sus manos y en lugar de tocar la espalda de Bert, sus dedos me alcanzan a mi. 

¡Oh no! Noto sus dedos sobre mi espalda descubierta. Esos dedos tan familiares y que me despiertan tantos recuerdos, ahora mismo están deslizándose sobre mi espalda con disimulo, pero a la vez de manera sensual. Siento que me queman la piel. 

¡Mierda! Aunque las fotos han durado nada más que unos minutos, estoy temblando y tengo la boca seca. No le vuelvo a mirar, pero escucho a Adam hablando con él muy divertido, se ve que mi amigo está ya bastante ebrio. Berta se acerca a mí y me toca el brazo con suavidad. 

—¿Estás bien? —me susurra. 

—Sí, Bert —le doy un sorbo largo a mi cóctel y le sonrío.  La presencia de Alex me asfixia, y ni me atrevo mirar a su mujer. Seguro que me mira endemoniada. 

—Tranquila, cariño.

—Bert, me voy al servicio —necesito alejarme—. Quédate con Rebe —digo enseguida, ya que esta me quiere acompañar. Necesito estar sola. 

Camino a la mansión deprisa y voy al servicio. Retoco un poco mis labios y tranquilizo mi respiración. Amo a Alex, lo quiero de verdad. Nunca he sentido esto dentro de mí. Pero ya lo olvidaré con el tiempo. Sí, Aylin, lo olvidarás, me anima mi subconsciente. 

Mientras salgo del baño y estoy barajando la opción de irme, me topo con Adam, que lleva la cara un poco enrojecida y los ojos brillosos. 

—Aylin, te buscaba —me dice este, y coge mi mano. Me atrae a un sitio un poco más apartado. 

—¡Adam! —le sonrío —¿Cómo lo estás pasando?

—Pues, la verdad es que lo pasaría mejor si me escucharas. Necesito desahogarme, Lyn. 

Me quedo callada. ¡Esto me faltaba! 

—La verdad es que.. —dice y coge mi mano entre la suya—... me gustas mucho. Me gustaste desde que te vi.

El olor a alcohol que emana Adam molesta mis fosas nasales. Sí, está borracho. Empieza a acariciar mi mejilla. 

—Adam, yo no...  —le contesto. 

—No hace falta que digas nada—acaricia mi mejilla—dame una oportunidad. No aguanto más —dice con ojos encendidos y acerca su cabeza a mi boca, al mismo tiempo que empieza a acariciar la piel de mi espalda. Su beso es intenso, pero no despierta nada en mí. 

Aprieto los labios y enseguida pongo las manos en su pecho. Lo aparto y él no insiste, solo me mira. 

—¡Señorita Vega! —escucho su voz inconfundible. 

Adam se aparta un poco más de mí, avergonzado. 

—¿Necesito hablar un momento con usted, si al caballero no le importa —y lo señala. 

Alex habla calmado, pero es puro teatro. Lo conozco lo suficiente, como para no notar el pulso de su vena en la parte alta de su frente, y cómo tensiona las mandíbulas. 

—Nos vemos ahora después, Lyn— asiente Adam, sin embargo noto que está un poco molesto. Mientras que este se va a la fiesta, Alex camina hacia mí. 

Me quedo de piedra  y mis piernas no quieren moverse. Debería haberme ido con Adam. 

Conforme se va acercando, noto esa mirada oscura tan característica. Sin decir nada, agarra mi brazo y básicamente me arrastra detrás de él, doblando una esquina. Mira para atrás, para asegurarse de que nadie nos vigila.

Empiezo a luchar con su brazo para soltarme. 

—Aylin, necesito que me escuches. 

—Alex, ¿qué haces? Estaba hablando con mi amigo. 

—Sí, de todo menos hablando— comenta rápido—. Te estaba intentando besar. 

—¡Te equivocas? ¡Lo he besado yo a él! —digo, con la esperanza de que así me dejará tranquila ya de una puñetera vez.

—¿A quién crees que vas a engañar? He visto claramente cómo lo apartabas. 

¡Joder! Lo ha visto todo. 

Enseguida, Alex rodea mi cintura y me obliga a caminar unos pocos metros más, sin dejar de mirar hacia atrás. 

—¡Suéltame! —le grito, mientras intento deshacerme de su agarre —Adam me gusta. 

—No te equivoques. ¡No te gusta y lo sabes! —acerca su cara a la mía y sujeta mi cuerpo en el muro—. Como también sabes que nadie te va a besar como yo —noto su aliento en mi rostro—. Nadie te follará como yo lo hago. 

Está demasiado cerca y entonces giro mi cabeza hacia un lado.

Su torso aplasta mi pecho y mi corazón está a mil. No quiero mirar su cara. No la puedo mirar sin recordar que me iba a compartir con otro y que significo menos que la suela de un zapato para él. 

Enseguida, Alex lleva su mano a mi mejilla y me obliga a mirarlo. Lo noto más calmado y entonces roza su frente a la mía y suspira profundamente. Me estoy derritiendo por dentro. No sé que es peor, si besarlo o vivir el infierno de no besarlo.

—Aylin... —suspira de nuevo y clava sus ojos en los míos—. Ya no quiero que vayas a Olimpo. No te volveré a poner en una situación semejante. No volveré a usar mis juguetes contigo, ni a sugerirte satisfacer mis fantasías —habla alto y claro, enfatizando cada palabra—. Solo quiero que no te apartes de mí... No me apartes de tu vida. Sé que me amas, dame tiempo... 

Sus palabras hacen que mi corazón se retuerza de dolor. El hecho de que una persona que no te ama te recuerde de que tu sí lo haces, hace que mi sufrimiento se triplique. Ahogo mis lágrimas. 

¡Idiota! ¿Qué te has pensado, que te diría que te quiere?

—¡Apártate de mí! —le empujo. 

En el momento en el que lo aparto, noto repentinamente cómo un hombre robusto, vestido de negro y con una cicatriz en una ceja llega por detrás y le apunta con una pistola en la sien. 

¡Dios mío! ¿Qué coño está pasando? Llevo mis manos a la boca. 

—¿Interrumpo algo, tortolitos? —escucho hablar al tipo, que aprieta más la maldita pistola en la cabeza de Alex. 

Alex se queda inmóvil, solamente está levantando las manos un poco. Me fija con la mirada y yo a él, sin saber qué hacer. 

—¿Qué te pensabas hijo de puta, que no te encontraríamos? —añade este, y hasta noto que el individuo tiene un diente de oro cuando sonríe diabólicamente. 

¡Joder! ¿De qué está hablando? ¿Disparará a Alex delante de mí? 

—Resulta ser que el asesino de mi primo no es ni más ni menos que el estimado agente financiero y profesor Brian Alexander Woods. ¡Vaya! ¿Qué pensabas ehhhhh? —habla y aprieta el cuello del profesor con su antebrazo—. ¿Que podías pasar droga en la costa Este sin nuestro permiso?¿No os bastaba con darles putas y heroína a los ricos, ahora os queréis hacer también con nuestro territorio?

¿Quéeeee? La maldita voz ronca y asquerosa de este tipo me dan escalofríos.

Al echar un vistazo detrás de ellos, veo que el señor Sanders se está acercando despacio, con un arma en la mano. Este me hace una señal con el dedo, para mantenerme callada. Suelto un suspiro e intento no delatarlo. Espero que el señor Sanders pueda salvarlo.

—¡Maldito cabrón, os aniquilaremos uno a uno, nos enteraremos de quiénes sois! —continúa este y hasta suelta gotas de saliva cuando habla. Me mira— Te mataré y después me follaré a tu zorra, esta rubia me va a chupar la polla antes de meterle un tiro.

¡Dios mío! Mi cuerpo se sacude con fuerza por el miedo, ¿qué coño es esto, una pesadilla?

Noto que el profesor aprieta la boca y sus ojos están endemoniados.

—¡Gambino te manda saludos! —añade el tipo con una sonrisa maquiavélica.

¡Ohhhh nooooooo!

Veo como este aprieta más el cañón de la pistola en la cabeza de Alex y... ¡joder! Le va a disparar. Me quedo sin aliento. Estoy temblando.

Sin embargo, no le da tiempo a apretar el gatillo y ni siquiera termina la frase. El profesor agarra su brazo con fuerza en el momento idóneo, y de repente le golpea la cabeza con su antebrazo. Con una mano le sujeta la mano en la que el tipo agarra la pistola y enseguida le da un golpe fuerte en la mandíbula, hecho que lo debilita. Al tipo se le le desencaja el maldito rostro, al verse acorralado por el profesor. Este forcejea unos pocos segundos y, de repente, le quita la pistola y le pega un tiro en la cabeza a la velocidad de la luz. Y todo en cuestión de segundos.

¡Un puto tiro! El cuerpo del hombre se derrumba y la sangre roja fresca empieza a brotar de su sien.

Me quedo embobada cuando observo que, acto seguido, mete el arma en la parte de atrás de su pantalón con una frialdad impresionante. Sanders también guarda su pistola. Muevo mis manos nerviosa y me está empezando a dar taquicardía. Los miro helada a los dos.

—¡Limpia esta basura! —escucho al profesor, al mismo tiempo que se acerca a mí.

—Yo... yo... voy a volver a la fiesta —digo tartamudeando y empiezo a retroceder, sin dejar de mirar el cadáver del hombre.

Doy unos pasos, pero Alex agarra me agarra, por lo que empiezo a gritar, pero no me sirve de nada. Acto seguido, me tapa la boca con mucha fuerza.  

—Aylin, no podrás irte, lo siento—habla en mi oído. 

Me estoy retorciendo con desesperación, sin embargo,  este mantiene la mano en mi boca y empieza a tirar de mí. 

—Salid por la puerta de atrás —comenta Sanders con rapidez.

No veo la expresión en la cara de Alex. Solo noto su cuerpo pegado al mío, sujetándome. 

—¡Brian! —le llama este— Haz lo que tengas que hacer. 

Abro los ojos. Su mano ahoga mis gritos y las lágrimas se abren paso por mis mejillas. 

Estoy aterrada. 



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top