30. ¡QUEDAS ADVERTIDA!
—A ver... ingredientes. La arepa lleva harina de maíz. ¿Dónde estará? —digo en voz alta mientras me rasco la cabeza con mis dedos.
En estos momentos me encuentro abajo, en la cocina del ático del profesor. Honestamente espero no liarla, pero de repente me ha apetecido prepararle a Alex para el desayuno el plato que tanto le gustaba y le recuerda a su infancia en Colombia. Llevo puesta una de sus camisetas, color gris oscuro, y noto que la camiseta es bastante ancha, y me tapa nada más que el trasero.
Enseguida empiezo a abrir las puertas de su mueble de cocina sofisticado en busca de la jodida harina. Noto claramente que Alex no cocina mucho, porque tampoco tiene muchos productos en los armarios. No pierdo la oportunidad de meter mi nariz en la nevera también, y la verdad es que aparte de unos pocos huevos, algunos embutidos, yogures, un trozo de queso lleno de moho —supongo que será uno de los más caros— y leche, no encuentro gran cosa. Sí, hay mucha verdura. Tiene fruta y verdura a mansalva.
El profesor come muy sano, sin duda, pienso en mi mente.
En un bol preparo la masa, según las instrucciones que aparecen en la pantalla de mi móvil. Una pizca de sal y listo. Dejo que la masa repose un poco y pienso en la noche anterior. ¿Qué más llevaba ese plato? Saco los huevos de la nevera y el chorizo. Empiezo a cortarlo en una tabla de cortar y lo dejo todo preparado. El siguiente paso es amasar y empiezo a darle forma a pequeñas tortas redondas, tal y como salen en la foto. Me concentro con todas mis fuerzas sobre lo que estoy haciendo y espero que me salgan bien.
Tras darle forma a las tortas, me dispongo a calentar un poco de aceite en una sartén, al mismo tiempo que saco otra pequeña para los huevos y el chorizo. Coloco cuidadosamente las pequeñas ruedas de masa, y al mismo tiempo empiezo a freír los huevos y los trozos de embutido. Mientras que la comida se está haciendo, también corto un tomate, un poco de queso y aguacate y lo distribuyo todo en un plato. Sonrío satisfecha al darme cuenta de que las tortitas están saliendo muy bien. Ya tengo cuatro, me faltan unas pocas. Echo la masa restante en la sartén, y saco los huevos y el chorizo ya fritos en otro plato.
Pienso enseguida que sería buena idea hacer también zumo de naranjas. Saco las grandes y maduras naranjas de la nevera y empiezo a hacer el zumo, solo que mientras que estoy exprimiendo la fruta, estoy leyendo por el grupo los mensajes que ponen mis amigos. Bram está avisando que la fiesta del ascenso de su padre al final será el sábado y que nos espera a todos. Le confirmo que iré, tras las insistencias de todos y pienso al mismo tiempo que qué explicación tendré para que mis padres no se sientan molestos, al pasar con ellos solo el viernes y sábado por la mañana.
Cuando termino de escribir, retomo el zumo de naranja, pero lo curioso es que noto enseguida olor como a quemado. ¡Pues vaya, huele bastante! Estaba sumamente distraída con el móvil, y ya me empiezo a preocupar pensando que he quemado algo. No me da tiempo, porque en el momento en el que tengo intención de darme la vuelta, escucho una voz.
—¿Qué está pasando aquí? —veo a Alex cerca de la isla de la cocina, y cuando dirijo mi vista hacia la vitrocerámica, veo que hay una llama enorme en la sartén y que las toritas están carbonizadas.
—¡Oh, Dios mío! —pego un grito—¡Mierda!
Alex empieza a correr y se adelanta. Enseguida llena un vaso de agua y lo echa por encima de aquella sartén. Lo hace con la velocidad de la luz. Veo que las llamas están ya apagadas, pero no hay ni rastro de las tortitas, están muy chamuscadas. Por mi parte, apago la vitro y aparto la sartén deprisa.
¡Joder! Por poco, quemo su cocina.
Le miro atónita, con el corazón acelerado. Él se apoya con una mano en la encimera y lleva su otra mano a su cadera. Estoy notando que lleva nada más que los pantalones del traje negro y la camisa desabrochada. Seguramente se la estaba abrochando, conforme estaba entrando en la cocina.
—¿Qué haces, Aylin? —me dice suspicaz, y mueve una mano.
—Nada —a penas puedo hablar y dirijo mi mirada hacia el desastre que acabo de provocar.
—¿Es que ahora la has tomado con mi cocina? —lo escucho preguntar, muy a mi pesar.
¡No puedo ser más imbécil!
Solamente lo miro y trago saliva. Parece que su tono de voz es serio.
—Estoy bromeando —habla enseguida y veo que las comisuras de sus labios se arquean. Simplemente se estaba metiendo conmigo. En el mismo momento en el que sonríe, posiciona su mano en mi cadera y me acerca a su torso desnudo.
Suspiro cuando noto su piel caliente. De repente noto mucha calor. ¿Por qué será?
—No sé como ha pasado, Alex. Estaba haciendo zumo y yo...
—Y tú has pensado deshacerte de mi cocina —puntúa, y con la otra mano empieza a limpiar mi cara—. Espera... —veo que su rostro se acerca más y está concentrado en algo.
—¿Qué?
—Tienes algo aquí —dice y empieza a sacudir mi rostro y cabello—. Tu pelo está lleno de harina.
Empiezo a tocar mi pelo un poco avergonzada. No sé en qué momento me he podido pasar las manos llenas de harina por mi cabello. Él sigue cerca de mi cara y noto palpitaciones en mi pecho.
¿Cómo es posible que siempre me haga temblar? ¿A cualquier jodido momento del día?
—No sé cómo ha pasado realmente...
—No pasa absolutamente nada—me sonríe—. Y... ¡buenos días! —exclama en mi oído y enseguida me besa la frente de manera inesperada.
Yo también sonrío relajada.
—¡Buenos días!
—¡Vaya! ¿Esto qué es? —pregunta alegre cuando observa los platos de comida sobre la isla de la cocina.
No le respondo, en cambio agarro la jarra de zumo y cojo dos vasos.
—Aylin... ¿ has preparado la comida de la que te hablé... anoche? —se sienta en una silla alta, delante de los platos y al mismo tiempo me fija con la mirada verdaderamente sorprendido.
—Sí. Solo faltan los frijoles. No tenías tampoco y además, no creo que sea buena idea comer frijoles en el desayuno.
Él todavía mira los platos embobados y alcanza una arepa con su mano. Se la lleva a la boca y la saborea.
—Mmmm, está esponjosa. Te ha salido muy bien. Se parece mucho a la de mi tía.
—¿De verdad?
—Sí, está buena—dice, mientras que se la lleva a la boca con ansias.
—Gracias —susurro halagada.
—Entonces no se le dan bien solamente las Finanzas por lo que veo, señorita Vega. También cocina —añade esto y tira de mi cadera. Me hace un hueco y sienta mi trasero sobre su pierna, pegándome a él.
—No diría lo mismo, después de quemar casi la mitad del desayuno —le contesto divertida.
—Lo podré soportar. Todo se ve muy sabroso —sigue hablando—. Gracias.
Me mira a los ojos un momento y percibo que ese "gracias" que acaba de pronunciar no es un simple gracias. Está cargado de emoción. No puedo resistirme más al ver su cara tan adorable y le deposito un beso suave en esa boca tan preciosa y bien perfilada, al mismo tiempo que juego un poco con su nariz.
—De nada —murmuro—. ¿Quieres café?
—Siéntate. El café lo haré yo.
Me sienta rápido sobre la silla y se dispone a encender la cafetera.
—Alex... estoy pensando en que Lorraine nos podría encontrar en cualquier momento. Sé que tenéis un matrimonio liberal, pero no me sentiría muy bien si ella viniera mientras estoy aquí.
Le digo esto mientras recuerdo aquella otra vez que Lorraine abrió la puerta y nos encontró juntos en su piso. No puedo olvidarme de la vergüenza que pasé.
—No te preocupes. Lorraine ya no entrará aquí. Cambié la cerradura —contesta para mi sorpresa, al mismo tiempo que coloca dos tazas de café sobre la encimera.
—¿De verdad? —pregunto, al mismo tiempo que agarro la taza y le doy un mordisco a una tortita. Pues la verdad es que me ha salido bien y aplaudo mi logro en mi mente.
—Sí, no tienes por qué preocuparte. Por cierto, hoy tenemos mucho trabajo. Debemos empezar con la edición del libro.
—Ok —asiento.
—Estaré en el despacho solo sobre media hora. Te encargaré las cosas que tienes que hacer. Y... ¿mañana te vas?
—Sí. Después de las clases.
— Entonces... Aylin, me gustaría que vinieras hoy al piso de nuevo —habla, al mismo tiempo que le da un sorbo al zumo de naranjas.
—¿Quieres que venga de nuevo aquí contigo? —pregunto con una sonrisa en los labios.
—Sí —contesta convencido—. Hay algo más que me gustaría probar contigo. Otra prueba.
Súbitamente, mis mejillas se sonrojan.
—Profesor, no sabía que podría tener tanto misterio usted —digo sarcástica y curiosa, a la vez—. ¿Qué otra prueba?
—No quieras saber tantas cosas, pequeña —me corta en seco.
—¿Qué me harás esta noche?
—Espera y lo verás. Algo que me va a gustar mucho y espero que a ti también —me dice entusiasmado. Necesito estar seguro de que estás preparada y encajas con las normas y las condiciones de Álympos.
Me quedo pensando unos momentos. Lo peor de mí es la curiosidad.
—¿A qué hora?
—Sobre las ocho y media si te parece. Esta tarde estaré en la agencia. Tenemos una reunión importante y no te podré llamar.
—No pasa nada.
—Debes subir a vestirte, es muy tarde ya —dice de repente. Yo también miro la hora.
¡Mierda! Tiene razón.
Alex me deposita un beso en los labios y coloca los platos en el fregadero. Después, tira de mí y subimos las escaleras muy alegres.
***
Unas horas más tarde estamos disfrutando del descanso y nos juntamos fuera de la facultad. Estamos los de siempre, solo falta Rebe que no ha venido hoy a clases, de hecho se encuentra mala, posiblemente Berta le ha pegado la gripe.
—¿Qué tal, tienes ganas de ir a Long Island? —me pregunta Adam, que está sentado en un banco, a mi lado.
Estamos sosteniendo unos pequeños vasos de espresso y tenemos todos cara de estresados. Esta semana estamos empezando a tener exámenes en más de una asignatura y nos espera una temporada muy intensa.
—La verdad es que sí. Llevo ya tres semanas sin ver a mi familia, suelo ir una vez al mes. Tú tienes suerte al ser de Boston —le digo rápido.
—La verdad es que sí. Mi hermana siempre dice eso.
—¿Dónde estudia tu hermana?
—En Los Ángeles, así que imagínate. Por cierto, la presentación de hoy en Finanzas os ha salido muy bien —añade Adam.
Me mira y me guiña el ojo.
—Vaya, gracias. Nos costó bastante —me encojo de hombros—. A vosotros tampoco os ha salido mal —añado.
—Bueno, a ver las notas —comenta.
—Lyn —me llama Bert—. Vente a almorzar con nosotros.
—No, muchas gracias, pero me encuentro cansada —le digo con cara muy seria—. Voy a comer algo rápido y voy a echarme una siesta.
Esta nada más que me mira con una sonrisa, sabe que no pasé la noche en la residencia así que se imaginará cómo me encuentro después de una noche casi sin dormir.
Tras unas dos horas más de clases mirando la musaraña porque no he sido capaz de concentrarme en la explicación del profesor, —después de estar todo el rato pensando en la noche que había pasado con Alex—, me despido de mis compañeros en la salida de la facultad.
Camino deprisa hacia la residencia, valorando en mi mente por qué tarea empezar para así tener la noche libre y poder pasar la noche con Alex. Repentinamente, escucho una voz de mujer llamándome.
—¡Espera! —dice la voz.
Me doy la vuelta y aprieto las carpetas con los apuntes a mi pecho. Estoy a un paso de la entrada principal de mi residencia. Observo con estupor que la mujer que me estaba llamando no es ni más ni menos que Lorraine. La señora Woods. ¡Mierda!
Se acerca deprisa a mí y analizo el traje celeste ajustado y perfecto que lleva puesto. Lorraine va siempre impecable. Muy elegante y muy guapa.
—Espera —vuelve a repetir con cara larga, mientras mueve una mano.
Me vuelvo hacia ella y pienso que ojalá desapareciera ahora mismo por arte de magia. Yo o ella, cualquiera de las dos.
—Lorraine... ¿qué quieres? —le digo y muevo un poco mis brazos.
—Hablar contigo.
—Dime —contesto sin ganas.
—Veo que estás siendo cada vez más desvergonzada.
Su contestación me parece insultante. ¿Qué piensa esta mujer, que me va a acobardar?
—Te advierto que no te permitiré que me vuelvas a faltar el respeto —le amenazo y me acerco un poco a ella.
—Querida Aylin... —suaviza su voz—.. que engañada vives. ¿No te estás dando cuenta?
Me estoy dando cuenta de que la mujer de Alex sigue con aquel juego peligroso, intentando manipularme.
—En serio, ¿por qué has venido? —le suelto, moviendo mi pierna, al mismo tiempo que me está entrando una ansiedad terrible.
—Decirte que es tu ultima oportunidad para retirarte.
—¿Y si no quiero? —le encaro porque honestamente ya estoy cansada de ella—. No te parece que si tienes algo que reprochar, ¿debería ser a tu marido y no a mí?
—Lo que hablo con mi marido es mi problema. ¿Piensas que está enamorado de ti? ¡No lo conoces! —me grita en plena calle.
—No importa. Confío en él.
—Pues no deberías confiar tanto. Simplemente te está usando.
—Eso es lo que crees —le digo enseguida—. Está feliz conmigo.
—¡Qué ingenua! —dice de repente y empieza a reírse. Su risa es diabólica—. Tan feliz le haces que el otro día me tuvo que follar y tengo que decirte que también disfrutó mucho de mi boca.
Sigue riéndose y su voz aguda molesta mi tímpano de manera desmesurada.
¡Joder! Se me hiela la sangre. Al principio daba por hecho que seguían manteniendo relaciones. no podía ser tan ingenua, por supuesto. Sin embargo, después... veía a Alex tan enganchado a mí que realmente pensaba que podría llegar a ser especial para él y que no se acostaría con ella. Él mismo me dijo que estaba por encima de su mujer.
¿Ha estado engañándome y regalándome el oído?
El corazón se me para. Posiblemente ella tenga razón, aunque me cueste reconocerlo.
—Lorraine, no me des detalles de tu vida privada —le contesto con mucho asco.
—Te lo digo por si se te ha olvidado de que eres la amante.
—Sabes que no te quiere. Y tú a el tampoco. Él mismo me lo dijo —hablo con serenidad.
—Aquí no se trata de querer. Él y yo nos queremos y nos entendemos a nuestra manera.
—Por eso cambió la cerradura de su piso, ¿verdad? —le digo sin titubear. Y espero que Alex no me haya mentido.
Por la reacción de ella, me doy cuenta de que es cierto. Esta me agarra el brazo de repente y me echa una mirada muy turbia.
—Una cerradura es lo de menos. Lo voy a tener en mi cama cuando me plazca.
No digo nada, solamente la escucho y tiro de mi brazo para deshacerme de su agarre.
—La mala noticia es que como no salgas de su vida, acabarás como Beth. Embarazada, en depresión y finalmente muerta. Brian es más malvado de lo que piensas, tanto que hasta obligó a su amante abortar. Nunca te dará lo que quieres. Te lo digo por tu bien.
—¡Vete! No quiero escuchar ni una sola palabra tuya! —le contesto de vuelta.
Finalmente se aleja muy enfurecida y me vuelve a gritar.
—¡Quedas advertida!
Cuando camina noto que está haciendo un ruido muy molesto con sus tacones sobre la acera. Por mi parte, me quedo pasmada e inmóvil. Estoy temblando y todo mi cuerpo se acelera. No soy capaz de moverme del sitio, y mi mente empieza a entrar en pánico.
¡Joder!
¿Qué mierda quiere decir esta mujer? ¿A qué se refiere? Con Beth se refiere a Elizabeth Stuart... la chica inglesa, abogada de éxito que se tiró de un puente hace dos años y se suicidó?
Me entran ganas de llorar. ¿Fue Alex capaz de obligar a Beth abortar? Me parece terrible lo que me ha contado Lorraine.
Definitivamente, esta noche le preguntaré al profesor y mas le vale que me diga la verdad.
Alex me tendrá que contar sobre toda su historia con Elizabeth Stuart.
Me doy la vuelta y entro en la residencia, todavía conmocionada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top