28. JUGANDO CON EL DEMONIO

Eso es lo que obtienes jugando con un demonio 

(EMO :"Don't mess with my mind")



⚠️⚠️⚠️AVISO IMPORTANTE⚠️⚠️⚠️

ESTE CAPÍTULO ES CATALOGADO COMO +21. CONTIENE ESCENAS DE SEXO MUY EXPLÍCITAS, APARTE DE ASPECTOS RELACIONADOS CON LAS PRÁCTICAS BDSM O LENGUAJE VULGAR, QUE PUEDE RESULTAR DESAGRADABLE O VIOLENTO PARA ALGUNAS PERSONAS.

LEERÁS BAJO TU RESPONSABILIDAD.

Estoy esperando en la acera de enfrente, tomándome un café en una cafetería que hay muy cerca de la residencia de Harvard. Es el tercer café que me tomo hoy, y la verdad es que lo voy a necesitar para esta noche. Llevo sin pegar ojo desde las seis de la mañana, Jackson es un verdadero inconsciente, ¡joder! Si me hubiese hecho caso, no se hubiera llegado a esto. Casi perdemos el cargamento por su estúpida decisión de llevar la mercancía a otro punto, diferente al de siempre. Desde siempre nos ha ido bien, pero últimamente no sé qué le pasa al jodido idiota. Actúa muy raro y toma muy malas decisiones.

Miro el reloj, faltan todavía quince minutos para que sea la hora. Estoy ansioso, llevo sin verla desde ayer por la mañana. Está oscureciendo, aparto un poco mis gafas de sol y después miro el coche, que está a unos metros. Me quiero asegurar de que está bien aparcado. Compruebo el correo en mi móvil y también los mensajes. Podría decir que estoy más tranquilo que ayer, nuestro infiltrado respondió bien, pudo solucionar el problema y la mercancía está a salvo. No obstante, nos ha pedido el triple de lo que cobra en general, hasta parece que está deseando que algo nos salga mal para poder cobrarnos demás. ¡Son todos una escoria! ¡No hay nadie honrado en este mundo! Solo unos pocos se salvan.

Agradezco en mi mente de que no hayamos tenido que llegar a echar mano de los tiros. Odio usar un arma y aunque estoy bien instruido, las drogas y las armas son lo que más odio. Sin embargo, nunca me he podido librar de ellas. Reconozco que me sirvió mucho aquel campamento "de verano" al que fui, cuando tenia 18 años, antes de ingresar en Álympos. Y pienso de nuevo en Jackson, mi "hermano". Me llegan a la cabeza fragmentos de nuestro pasado: recuerdo todas las luchas que hemos tenido y en todas las ocasiones en las que ha intentado demostrarles a todos que es mejor que yo. Yo nunca competí con él, ni quise demostrar nada. Pero él sí, y no sé por qué. Hasta hubo un momento en nuestra vida en el que nos llevábamos bien y éramos como verdaderos hermanos. Sencillamente, no sé qué pasó después. Y me irrita mucho este pensamiento, ¡joder!

Vuelvo a mirar el reloj. Ahí está ella, en la otra acera, saliendo de la residencia. La veo llegar, con su típico movimiento de caderas tan sexy. Y lo más sexy de todo es que lo hace de manera inconsciente, ni siquiera se da cuenta de lo que puede provocar en un hombre la manera en la que camina: su forma de agitar las manos tan despreocupada, el cómo mueve la cabeza, su expresión cuando se pasa la mano por el pelo, o cuando levanta una ceja en modo interrogante. O cuando frunce esos labios de seda. Es sencillamente adorable.

Dejo el dinero en la mesa y la empiezo a analizar mejor, mientras le hago una señal con la mano y me aseguro de que puedo cruzar la calle. Lleva puesto un vestido verde oscuro muy pegado, unos stiletto negros y un abrigo largo muy fino, color oscuro. Y también lleva un paquete en la mano, que seguramente es la caja de la lencería que le envié.

—¡Hola! —dice deprisa y me regala una de sus mejores sonrisas

—Hola pequeña —contesto y le abro la puerta del coche.

—Te dejo esto aquí atrás —está señalando la jodida caja. No voy a discutir— ¿Y esa costumbre de llamarme "pequeña"? —me pregunta, al mismo tiempo que me monto en el coche y lo arranco.

—¿No te gusta?

Miro cómo se mueven sus labios cuando habla y pienso que me encanta el pintalabios que lleva puesto hoy. Un rojo muy sutil, no tan fuerte como el que se pone Lorraine.

—Por supuesto que me gusta —toca mi brazo—, solo que no pensaba que podrías ser tan cariñoso cuando hablas.

—Bueno, ya sabes. Sacas lo mejor y lo peor de mí.

—¿Ah sí? —me dice "indignada" y eleva una ceja, gesto que me resulta muy familiar y me encanta de ella.

Intento concentrarme en la carretera, aunque creo que va a ser imposible. No me podría concentrar ahora mismo ni siquiera en crear una estrategia de inversión para un cliente importante, que es la tarea que más prefiero de mi trabajo como agente.

—Pero eso es bueno —le digo, al verla trastornada—. Ya sabes que a mí lo normal me aburre.

Noto como se sonroja suavemente, seguramente piensa en lo que pienso yo. En esta noche.

—Bueno, yo en realidad soy más bien normal.

—Pues no sé yo hasta que punto —contesto divertido y aprieto un poco los labios—. Nada más que a ti se te ocurriría dejar plantado al rector de una universidad tan importante como la de Miami.

—¿Cómo? —dice en tono niña pequeña, haciéndose la molesta—. Recuerda que no tenía ni idea de que me iban a premiar, Alex. Estás siendo injusto —me acusa y me vuelve a tocar el brazo.

Quieto ahí! , digo en mi mente. Creo que me estoy volviendo loco, ahora mismo estoy hablando con mi propio pene.

—Y no te quiero recordar que de vez en cuando también te da la vena de superheroína Marvel, ¿o se te ha olvidado que casi te caes de una 5º planta salvando gatos?

—¡Qué dices, Alex! —suelta una carcajada y yo no puedo evitar reírme.

No me salen de la cabeza todas las travesuras que ha estado haciendo. Mi vida a su lado es una aventura, definitivamente

—Me recuerdas a Bert, solamente ella me dice que parezco salida de Marvel—continúa hablando y su risa es contagiosa.

—Lo eres.

—En realidad, si pensamos bien tú fuiste el héroe. Nos salvaste a los dos, así que no te quites mérito, señor Woods.

—¿A qué precio? —me vuelvo a ella y frunzo el ceño recordando el penoso momento en el que me quedé con el culo y.. otras cosas al aire.

El frenesí de su risa me embauca.

—¡Para ya! —me ordena rápido e intenta tranquilizar su risa, hasta se limpia una lágrima—Y a todo esto, ¿a qué restaurante vamos?

—Pues, uno que está cerca de la casa. Por cierto, te ves espectacular —le digo y mi mirada lasciva resbala sobre su cuerpo—. Este vestido combina muy bien con tus ojos.

—Gracias —contesta suave—. Es muy temprano. No tengo mucha hambre la verdad.

Para mí sorpresa, escuchar esto hace que empiece a sentir unos latigazos en mis partes bajas. Yo tampoco tengo mucha hambre, suelo cenar sobre las nueve y media. Entonces abro los ojos y carraspeo.

—Entonces... ¿qué te parece si vamos a la casa y pedimos comida? —digo rápido.

—¿Tú tampoco tienes hambre? —contesta de vuelta.

—No, la verdad es que no. Solo tengo hambre de ti.

Se me queda mirando y no dice nada, mi respuesta tan atrevida la ha cogido por sorpresa. Seguramente está nerviosa, lo puedo percibir. Mi olfato nunca me engaña. Siento cuando una mujer está temblando de deseo y se pone nerviosa.

Sigue callada y solamente me mira. Yo tampoco sigo con la conversación, solo paso por al lado del restaurante en dónde íbamos a cenar y me dirijo al piso, que está a un paso. Ella también se ha dado cuenta de que hemos pasado de largo y nos dirigimos a la casa.

—¿De verdad no tienes hambre? —pregunto nuevamente, para asegurarme.

Permanece quieta y me gustaría colarme en su cabeza ahora mismo. Está o muy nerviosa o... ¿tendrá miedo?

Entramos en el aparcamiento del residencial y detengo el coche.

—¿Estás bien? —me giro hacia ella cuando se detiene el motor.

—Sí —asiente con la cabeza—. Claro que estoy bien, además te tengo una sorpresa.

Los circuitos de mi cabeza se han activado... o desactivado en este momento. Sospecho lo que es.

—Te has puesto la lencería, ¿verdad? —pregunto y solo imaginándomela con ese conjunto negro hace que una corriente recorra mi piel. Ese conjunto negro tan sexy debajo de este vestido... interesante. 

—Ya lo comprobarás —me dice con delicadeza, y extiende su mano para abrir la puerta del coche y salir.

Tiro de su brazo y no la dejo apartarse de mí. Mi movimiento la obliga a que vuelva dentro del coche. Me muero de ganas de darle un beso.

—Lo quiero comprobar ahora —le digo demandante, y mi voz suena demasiado áspera.

Ella vuelve su mirada hacia mí, y enseguida pego su pecho al mío con una mano, mientras que con la otra mano agarro su cabeza y la acerco a mis labios. Estaba deseando besarla. Ella me responde sin titubear y nuestras lenguas empiezan a unirse en un beso desenfrenado. Ella se pega más a mí y entones no puedo esperar más y deslizo mi mano izquierda sobre sus caderas, y después le acaricio la entrepierna y muslo, tras levantarle el vestido. 

Necesito desesperadamente sentirla y no puedo esperar más. Mis dedos la acarician suavemente y noto su ropa interior sedosa. No veo el color, pero espero que sea ese conjunto con el que llevo casi una semana soñando. No suelto sus labios en ningún momento, de hecho la tengo retenida en el asiento. Mis dedos le empiezan a acariciar unos momentos el pubis por encima de la sedosa tela. Busco la abertura, y ahí está. Se lo ha puesto. Ese conjunto era el único que llevaba una abertura en la vagina.

Siento su respiración irregular, ella suelta un suspiro al notar mis dedos ejerciendo presión sobre la tela. Acaricio delicadamente su ropa interior, el tacto de la seda es tremendo.

—Gracias —le musito y le empiezo a besar el cuello. Abro paso a través de la abertura y noto su excitación. Mis dedos se humedecen con suavidad al acariciar ese botón de su parte más baja que está deseando pulsarlo. Sigo paseando mis labios por su cuello que desprende un olor maravilloso a coco y también noto su pulso agitado. Entonces ingreso mi dedo en su interior, colándolo por la abertura de aquellas bragas. Empieza a exaltarse y alcanza mis labios, haciendo que me desvíe de su cuello pálido rumbo a su boca. Sigue gimiendo mientras mi dedo la invade. Quiero hacerla que me desee tanto, que esta noche esté dispuesta a darlo todo, de manera desenfrenada. 

Tanto que se olvide de sus principios.

—Mejor vamos arriba, ¿no? —la escucho decir, y me intenta quitar la mano de su entrepierna. Está empezando a mirar alrededor, seguramente para comprobar si hay alguien en el aparcamiento.

La libero y asiento con la cabeza. Salimos del coche los dos y subimos al piso, cogidos de la mano. Hay algunas personas en el ascensor, así que estamos quietos.

Me gusta el ascensor demasiado, pienso esto mientras mi polla palpita en mis pantalones, y entonces intento ocultarlo, tapándome un poco con las manos. Aylin nada más me sonríe, seguro que se ha dado cuenta de que estoy muy excitado. Seguramente mi falo le está rozando la espalda, ya que estoy colocado detrás de ella.

Al llegar al piso, cierro la puerta y enciendo una suave luz. Alcanzo su cuerpo con mis manos y empiezo a tocarle suavemente la espalda. Sin embargo, esta no tarda en frenarme y me quedo atónito.

—Alex... —habla con incertidumbre— ¿ Por qué me has traído aquí? —pregunta y yo la miro con estupor.

—No entiendo —digo suspicaz.

—¿No te dije que me llevaras a Álympos?

Suspiro. Ahora mismo lo que menos me apetece es hablar.

Visto lo visto, la noche va para largo, me avisa la única neurona que me queda tras el subidón del coche.

—¿Quieres una copa? —pregunto mientras me dirijo a la barra de mi salón y me echo whisky. Reflexiono sobre qué decirle y qué no.

—No gracias —me contesta y empieza a mirar los amplios cristales de la terraza.

—Las vistas son espectaculares, ¿verdad? —pregunto intentando distraerla.

—¡Alex! —me llama la atención—. ¡Contéstame!

—Primero debo comprobar que estás preparada. Me encantaría llevarte ya, pero no tienes mucha experiencia.

—Pero ... —se me acerca un poco trastornada—. Necesito saber que pasa ahí. ¿Por qué tanto misterio?

Le doy otro trago a mi vaso. ¡Joder con esta mujer y su curiosidad!

—Te parece si hablamos de esto en otro momento? —estoy probando suerte.

—¿Y por qué no ahora?

—Porque... hay ciertos pasos que hay que seguir para ingresar —le contesto serio y aprieto la mandíbula.

—Estoy dispuesta —dice rápido, antes de dejarme terminar la frase. Aylin es sumamente valiente, he de reconocer.

—No sin antes tenerlo claro yo. No sabes en lo que te quieres meter.

Entonces me agarra el brazo de manera insistente.

—¡Asumo! Alex, ¿qué coño pasa en Álympos que yo no pueda saber? ¡Me quieres llevar ahí, sin embargo no me puedes dar detalles! —me grita, sacando su lado salvaje y terco. Ese lado que en el fondo me encanta.

—Si te lo digo ahora mismo, debería matarte después.

Ella se queda boquiabierta. No dice nada, solo noto que su vista se ha endurecido, y su mirada es turbia.

—¿No estás hablando en serio, verdad? — sus facciones se relajan. Acto seguido, empieza a sonreír, creyendo que estoy bromeando.

Álympos es una sociedad secreta —digo furioso y me echo otro trago. No sé por qué mierda me está obligando hablar de eso ahora mismo—. Por lo tanto, cualquier información que sepas, como comprenderás, te va a perjudicar. Por eso te estaba diciendo que es mejor empezar poco a poco, probando cosas y cuando yo considere que eres apta, ya te llevaré ahí. Créeme que lo que más deseo es llevarte ahí —le contesto con voz atormentada, al mismo tiempo que le toco los brazos.

—Pero... ¿de qué me estás hablando? ¿No es un sitio donde practicáis el sado?

—Sí, también. Además, ¿qué sabes tú del sado, demonios? —le digo y aprieto más mis dedos sobre su piel.

Me enfurece que sea tan terca y que piense que lo tiene todo controlado. 

—No tiene que ser tan complicado —se desprende de mí y se quita la chaqueta de un golpe con frustración. La tira sobre el sofá.

—¿Ah no?

Esta mujer necia no sabe nada.

—Quiero que me lo enseñes —insiste—. ¿O solo lo puedes hacer con Lorraine? —se cruza de brazos.

La miro sobresaltado. ¿Está celosa?

—¡Estás jugando con el diablo, Aylin! —le digo y noto la tensión en todo mi maldito cuerpo. Y ella como si nada. Miedo me doy ahora mismo.

—Alex, ¿estamos aquí para eso, se te olvida?

¡Mierda!

—Soy toda tuya —continúa con serenidad.

Me acerco a ella desafiante y noto su respiración cerca de mi barbilla. Levanta su cara y me fija con aquellos ojos celestes tan serenos... e inocentes. 

—¿No tienes miedo? —pregunto.

—No. Solo quiero conocer tu otro lado. Tu lado oscuro. 

—¡Quítate la ropa entonces! —le demando con seriedad, pensando en la mucha fe que tiene esta mujer en mí—. ¡Solo el vestido, lo otro no! Lo otro te lo arrancaré yo.

Me ha turbado de tal manera que ahora lo único que deseo es darle unos azotes.

Ella asiente y empieza a desabrocharse el vestido, sin apartar ni un momento su vista de mí. Mientras, desabrocho los botones de mi camisa azul marino. Me estoy asfixiando. Me encamino hacia un mueble imponente que tengo en el salón, cerca del sofá. Abro un cajón y estoy dudando entre coger unas esposas o una cuerda. Mejor la cuerda, las esposas no creo que le gusten después del trauma que experimentó en su adolescencia. La miro con disimulo y noto que el vestido está ya en el suelo. Solo lleva puesta la lencería y he de reconocer que es preciosa.

Tras agarrar la cuerda, cojo también la fusta de cuero, la famosa fusta que tantas ganas tenía de usar con Aylin. No tardo en coger también una mordaza. Es una correa de cuero con una bola que se mete en la boca de tu sumisa para ahogar sus gritos. Por último, cojo entre mis manos también un vibrador. Estoy seguro que la volveré loca, ahora bien no sé si de placer o de dolor. A ver si después de esto, va a estar dispuesta a seguir con la tontería de ingresar en Álympos ya.

Vuelvo a mirarla y está parada en medio del salón en su lencería sugerente que me encanta y me invita a lanzarme sobre ella en este preciso momento. La combinación de cuero, seda y encaje, junto a las ligas hacen que ahora mismo esté extremadamente duro. Acomodo mi polla en los pantalones y tiro de su sujetador. Sus pechos rosados quedan expuestos.

—No sabes en lo que te has metido, ¿verdad?

Al mismo tiempo que le digo esto acaricio sus senos con una mano. Después, la llevo deprisa cerca de la isla que hay en medio de mi cocina, que tiene un estilo abierto. Agarro sus muñecas y cojo la cuerda. Después, junto sus muñecas y empiezo a envolverlas con la cuerda negra colérico e impaciente. A la vez, examino sus facciones. No dice nada, solo está observando con atención los nudos que estoy haciendo. Soy experto en hacer nudos. 

Pienso a la vez que Aylin podría detenerme en este momento, pero no lo hace.

—Estás a tiempo de echarte para atrás —le digo con voz un poco más suave.

No quiero hacerle daño y me conozco. Una vez que empiece, me costará mucho parar.

—Sigue —murmura y es lo único que me dice.

Extiendo sus manos hacia una barra metálica que hay en el falso techo lleno de focos, de encima de la isla de mi cocina. Sus muñecas llegan bien, ya que el techo es muy bajo, y la barra bastante más. Ajusto la luz, dejándola muy suave. Aylin sigue sin decir nada, solamente analiza todos mis movimientos. Me arrodillo con la intención de amarrarle también las piernas e inmovilizarla completamente, pero al instante cambio de opinión. Será demasiado.

Agarro la mordaza y se la coloco en la boca, mientras noto con estupor que esta no protesta en ningún momento. Acto seguido, tras colocarle bien la mordaza de cuero, le doy un beso en la frente y empiezo a deslizar mis dedos sobre su cuello. Pienso en mi mente que no es normal la excitación que siento ahora mismo, al verla así, tan desprotegida. Me he divertido mucho en Olimpo, con multitud de mujeres, y con sumisas empedernidas, que hasta me besaban los zapatos. Pero lo que estoy sintiendo ahora mismo es muy fuerte. 

—Está a mi merced, señorita Vega —le susurro en el oído, al mismo tiempo que sigo deslizando mis manos sobre su cuello y pecho, rozando su cálida piel.

Entonces bajo mi boca a sus senos con mucho arrebato y empiezo a succionarlos. Sus senos rosados me invitan a devorarlos. Mientras que lamo completamente la blanca piel de sus pechos deslizo mis dedos hasta sus muslos, y le separo un poco más las piernas. Ella se retuerce de placer enseguida y noto que solo cierra los ojos.

Me detengo y me aparto un poco de su cuerpo. Me pongo de pie y la escaneo con mi vista, al mismo tiempo que cojo la fusta que hay sobre la mesa. Juego con los flecos sin quitarle la mirada a Aylin y me quito la camisa. El tenerla atada delante de mí solo con las ligas y sus braguitas sumamente sexys, y que encima sé que llevan esa abertura tan accesible entre sus piernas, hace que me sacuda de deseo.

Echaba de menos esta sensación. La sensación de dominar, de atar, de sentir el control absoluto. Sí, soy así de maquiavélico, como el mismo diablo. Aunque disfrute con el sexo, no hay punto de comparación con esto. Nada puede comparase con verla a ella a mi merced, dejándose dominar. Es sinónimo de poder.

—Tenemos unas cuentas pendientes, ¿verdad? —hablo serio y aprieto de nuevo los flecos de la fusta entre mis dedos—. Hoy recibirá su castigo, señorita Vega.

Ella solo se mueve un poco y lleva su mirada hacia arriba, a aquella barra donde está atada.

Me acerco con pasos sinuosos y por un momento dudo de si seguir adelante o no. Pero ella me invita con la cabeza. He de reconocer que es una mujer con dos ovarios; hace menos de una semana era virgen y ahora está aquí atada en mi casa dispuesta a todo.

Acerco mi fusta hacia su cuerpo y empiezo a acariciarla. Primero va el cuello, después bajo los flecos a sus brazos y a su pecho. Deslizo la fusta hacia sus muslos y la miro atentamente, torciendo un poco mi cuello. Estoy fascinado. No quiero perderme ninguna de sus reacciones. Noto que hasta mantiene la respiración e intenta seguir el rastro de la fusta sobre su cuerpo, sin éxito alguno, por supuesto.

Sigo deslizando la fusta y llego a la espalda, dibujo círculos y después la paseo por sus nalgas bien definidas. Súbitamente aprieto la fusta y la sacudo sobre su culo, no con mucha fuerza, pero la suficiente como para que ella de un suave brinco. No lo ha visto venir. Sigo paseando los flecos sobre sus senos y la vuelvo a apretar un poco entre mis manos, dando un suave golpe, seguido de otro más fuerte. Aylin aprieta los ojos y emite un pequeño grito, sin embargo la mordaza se lo impide. Noto que tras aquella rozadura, la piel de sus senos está un poco irritada. Entonces sujetos sus voluptuosos senos y los empiezo a besar, al mismo tiempo que aprieto su cuerpo contra el mío y hago que me rodee con una pierna. Enseguida agarro su trasero con la mano.

Sigo disfrutando de su pecho y cuello y mi boca resbala sobre su abdomen. Me arrodillo y la obligo a que coloque una pierna sobre mi hombro. Mientras mi boca llega a la abertura de su ropa interior y la abro con una mano, con la otra alcanzo el vibrador. Miro para arriba, necesito desesperadamente ver su rostro atormentado. Me doy cuenta de que sigue gimiendo, muy atormentada y aprieta los ojos. Está muy húmeda y me empapo de su jugo. Enseguida le doy al botón del vibrador y entonces nuestras miradas se encuentran y aprieto más su muslo contra mi hombro.

—Te aseguro que te vas a volver loca, pequeña —le digo y me lamo los labios.

Acerco el vibrador y abro bien la tela mojada de su entrepierna. Coloco la cabeza del estimulador sobre su clítoris y aprieto. Subo la velocidad enseguida, mientras que voy alternando velocidades y también la penetro con mi lengua. Aylin empieza a retorcerse y no para de gemir. Se está sacudiendo y disfruto muchísimo viendo como todo su ser se sacude. Cuando está a punto, detengo mi tortura y me pongo de pie, volviendo a apoderarme de la fusta. Estoy tan excitado que me sale solo pasear mi artefacto sobre ella. Inesperadamente, pego otro golpe con mi fusta sobre su abdomen. Ella da un brinco y me estoy dando cuenta que está temblando. 

¡Joder! Le pegaría más fuerte pero no le quiero hacer daño. Creo que ya es suficiente. Suelto la fusta y me apresuro en quitarle la mordaza rápido. Toco sus mejillas y la miro.

—¿Estás bien? ¿Te he hecho daño, verdad? Perdón, créeme, no he apretado mucho. Esto no es nada comparado con lo que tenía ganas de hacerte. Voy a parar ya, ¿vale? —balbuceo muy confundido.

Ella solo me fija con su mirada inexpresiva.

—Di algo por Dios —le suplico—. No eres tú ahora mismo, la Aylin que yo conozco no se hubiese dejado ser amordazada.

—Alex... —sigue con ese misterio—. Lo he hecho para demostrarte a ti mismo que serías incapaz de hacerme daño. Yo ya lo sabía.

—Pero... Yo.. —susurro confundido y la bloqueo con mis caderas contra la isla de la cocina, mientras la rodeo con mis brazos y apoyo mis manos en el mármol.

—Estoy preparada, ¿lo ves? —me dice en un suspiro.

—Entonces ¿no te ha dolido? —pregunto y acaricio sus pechos un poco enrojecidos.

—Un cosquilleo —contesta.

Suspiro aliviado. Lo cierto es que tampoco he apretado muy fuerte. 

—¿Y esto? —me pregunta de repente señalando con la cabeza sus manos tendidas, todavía suspendidas con la cuerda.

—¿Y si te desato después?

—¿Después de qué? —pregunta y frunce el ceño.

—Después de hacerte mía así, con las manos atadas —le digo insinuante y toco su brazos extendidos. Le acaricio la piel suave que hay en el interior de sus brazos y enseguida agarro su trasero y lo levanto sobre el mármol frío.

—Hoy soy tuya completamente —me susurra en el oído y noto su boca deslizarse sobre mi cuello.

Me voy a comer a esta mujer.

No aguanto más la excitación, mi miembro está que va a explotar. Abro sus piernas y me hundo en ella completamente. La escucho pegar un grito y después suelta un gemido suave.

—Señorita Vega, no me obligue a amordazarla de nuevo —le digo y le guiño el ojo.

Aylin tiene las manos atadas y la estoy haciendo mía sobre esta inmensa isla. Estamos los dos tan calientes que tras embestirla con fuerza unos pocos minutos, nuestros cuerpos se revuelven y estoy que voy a explotar.

—Estás tan rica, pequeña. Me voy a correr —le digo cuando ella grita extasiada, tras darle un tremendo orgasmo.

—Hazlo dentro Alex —me dice, girando la cabeza hacia mí—. Estoy con pastillas, no te preocupes.

¡Ahhhhh diablos! Su invitación hace que no pueda aguantar más y la clavo con violencia, al mismo tiempo que aprieto su cuerpo con las dos manos y penetro su boca con mi lengua salvajemente. Me derramo dentro de ella enseguida, muerto de placer.

Ella me sonríe satisfecha. Yo la miro y pienso en lo maravillosa que es. Me quedo dentro de ella unos pocos minutos más mientras la abrazo. Me encanta sentir el calor de su cuerpo.

Sí, es mía en cuerpo y alma. Objetivo alcanzado.

¿Qué más puedo pedir?

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¡Hola!

Estoy muy emocionada. Estoy consiguiendo muchas visitas y se agradece mucho. Agradezco tu interés y comprendo que si has llegado con la lectura hasta aquí, es que te parecen interesantes y excitantes mis capítulos. 

Me apoyarías muchísimo si me dejaras también un comentario en el tablón o aquí mismo, diciéndome qué te ha parecido el capítulo (o la historia en general). Y por supuesto, te doy las gracias de antemano 🙏❤️

Todos sois maravillosos y espero que hayáis disfrutado mucho 🔥😄

Os doy las gracias, y ya sabéis, si os ha gustado, dadle a la estrellita 🤣👌👏

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