26. OLIMPO, CÓDIGO: ARES
—¿Estás hablando en serio?
—Sí —me contesta ella en tono neutro y se levanta de la silla, cruzando los brazos, muy expectante.
¿Aylin me acaba de decir que... confía en mí? Me quedo un momento callado porque verdaderamente me pierdo en sus ojos. Sus ojos oceánicos me siguen con perplejidad. Mi respiración se acelera y parece que tengo un nudo en la garganta. Solo visualizando su imagen atada a mi enorme cama en el Álympos me produce escalofríos. Dios mío.
La estoy consiguiendo... murmura mi conciencia.
—¡Entonces esta noche te quiero en mi casa! —le digo en tono autoritario, al mismo tiempo que la rodeo con mis brazos.
—Ehhh... Alex, esta noche no podrá ser —me contesta y me mira con serenidad.
—¿Y por qué? —pregunto consternado.
—Porque he quedado con mis amigos para ir al cine.
—¿Y eso no puede esperar? Aylin, necesito que sea esta noche... —le digo y ejerzo un poco más de fuerza con mis manos en su cadera.
—He pasado contigo todo el fin de semana —me dice en tono neutro y se despega un poco de mí.
—¿Y? —le digo un tanto enfoscado.
¿Qué está haciendo esta mujer? ¿Me está diciendo que no quiere pasar la noche conmigo?
—Alex... también me apetece pasar tiempo con mis amigos.
—¿Qué amigos? ¿Estará también el chico ese?
—Sí —me dice tan jodidamente tranquila.
—¡Le gustas! —levanto mi voz y le agarro el brazo. Esta mujer saca lo mejor y lo peor de mí al mismo tiempo, ¡joder!
—¿Qué coño haces? —su rostro denota frialdad y suelto su brazo de mi agarre enseguida—. ¿Estás celoso? —sigue hablando con cara de incertidumbre y eleva sus párpados.
Celoso, dice. ¡Ni en sus sueños! Vuelvo en mí y pienso que no puedo ser tan necio. No me puedo portar así con ella y no puedo arriesgarme mostrarle que soy demasiado posesivo. La perdería y no me lo puedo permitir. No ahora, que estoy a un paso de convencerla.
—Nada, perdón —y bajo mi vista porque por dentro estoy hirviendo de rabia. Sin embargo, no quiero que ella lo note—. Tienes razón.
—¿Te parece si hablamos mañana por la mañana para así quedar por la noche?
—Mañana no estaré —le digo y le vuelvo la espalda, al mismo tiempo que meto mis manos en mis bolsillos. Estoy apretando los puños.
—¿Estás bien? —pregunta y se me acerca un poco, tocando mi brazo.
—Sí —esbozo media sonrisa y levanto mi vista—. Mañana tengo una reunión muy importante. Pero ven, te voy a encomendar una tarea. También te dejaré la llave de mi despacho.
—Perfecto —contesta ella deprisa y me sonríe.
Me siento en mi silla, y ella en la suya.
—Necesito que compruebes las respuestas de las encuestas y calcular los resultados. Te llevará un tiempo, no tienes que terminarlo todo mañana.
—Muy bien —me contesta ella muy concentrada y saca la agenda.
—Mañana te llamaré y me dirás qué tal el análisis.
—Vale. Le dedicaré tiempo, no te preocupes.
—En tu ordenador encontrarás un formulario, deberás escribir los resultados de las encuestas ahí. Es un programa avanzado para calcular, y así tardaremos menos de la mitad del tiempo que tardaríamos en condiciones normales —prosigo con la explicación.
—¡Estupendo! —y gira un poco la cabeza mirando el ordenador que hay sobre su mesa.
—Aquí tienes —busco en un cajón y deslizo una llave plateada sobre la mesa. Es una copia de la llave de mi despacho de la universidad.
—¿Confías en mí? —me pregunta esta, al mismo tiempo que extiende su mano para alcanzar la llave.
—¿Puedo confiar?
—Sí, por supuesto —dice ella con voz atropellada.
Entonces alcanzo su mano con mis dedos y empiezo a acariciársela.
—Aylin... vamos a almorzar y después vamos a mi casa. Te dejaré libre antes de ir al cine —le digo con voz sugerente y espero que acepte.
Estoy jodidamente caliente.
—Es que he quedado con Bert para almorzar. Le he prometido y yo...
¡Mierda!
—¿Bert?
—Sí, Roberta. Está en la misma clase, alumna tuya.
—Ah sí, es verdad. Tu compañera de habitación —afirmo, recordando a aquella rubia alocada.
—Bueno... si hemos terminado, preferiría irme —la escucho carraspear.
Aylin agacha un poco la cabeza y después se levanta bruscamente de la silla, al mismo tiempo que guarda la llave en su bolso. Yo también me levanto deprisa y la acompaño a la puerta.
Uffff Brian, contrólate por favor. Tengo que recordar quién soy y no actuar como si fuera un maldito hombre que babea por una mujer. Voy irguiendo mi espalda y coloco una de mis manos en la cadera mientras la otra me la llevo a la barbilla. No voy a hacer ningún movimiento más hacia ella. Me ha dejado claro que prefiere a sus amigos antes que a mí.
La acompaño hasta la puerta, bastante alejado de ella, pero no puedo evitar mirar sus voluptuosas curvas que aquella falda negra aterciopelada muestra. Y su blusa turquesa de botones también le queda espectacular. Contonea sus caderas, pero de repente se da la vuelta.
—Alex, que vaya todo bien en la reunión mañana —la escucho decir.
—Gracias. Que tú también lo pases bien esta tarde— contesto entre dientes y ajusto mi voz.
No demuestro ningún acercamiento hacia ella y me muestro bastante distante. Veo que retuerce la llave en la puerta y toca el pomo. Está a punto de salir de mi despacho, pero se queda un momento parada. Mi mirada recae sobre su nuca y me tiene desconcertado. Repentinamente, se da la vuelta y corre hacia mí, lanzándose a mi boca. Me empieza a besar con mucha intensidad y yo rodeo su cintura con mis brazos, dejándome invadir por su boca. Su beso es muy ansioso y noto claramente que ella también me desea, tanto como yo a ella. Estoy seguro que me follaría en este momento, solo si... sus principios no fueran más fuertes que su libido.
—Sabes que me muero de ganas de que llegue mañana, ¿verdad? —le digo, apartando un mechón de su cara.
—Yo también —y suspira.
Después, se da la vuelta y se va con una sonrisa en los labios. Me encanta verla sonreír.
Cierra la puerta y me apoyo en mi escritorio con las manos. Me quedo más tranquilo. Aylin no sería capaz de traicionarme con otro hombre, lo tengo muy claro.
La llamada de Lorraine me recuerda que tenemos una charla pendiente.
—Te espero en tu casa, Brian. No tardes, es algo de vida o muerte.
—Ahí estaré —le contesto y cuelgo.
Cojo la chaqueta de mi traje, y me dirijo a la puerta. En el camino me cruzo con Morris, un compañero de la universidad que imparte Actividades Comerciales. Intercambiamos unas pocas palabras sobre el nuevo plan de estudios implementado en nuestro área y hablamos sobre algún cotilleo que otro. El muy cabrón no desperdicia ninguna oportunidad para poner verde a Brighton. Él sabe que podría ser el siguiente elegido como rector, ansia el llegar al poder. Brighton no me cae mal, pero Morrison tiene razón de que carece de habilidades organizativas y de liderazgo.
***
De camino a mi dúplex en Back Bay pienso en las pocas ganas que tengo de volver a ver a Lorraine. Sé que teóricamente es mi mujer y siempre hemos tenido un matrimonio liberal, y de hecho sería imposible sernos fieles mutuamente. Cuando te gusta participar en orgias y diriges uno de los clanes hedonistas más selectos y antiguos a nivel mundial , el acostarse solo con una mujer sería imposible. Y lo llevábamos bien hasta... hace dos años. Llevo dos años luchando con el fantasma de Beth y con las dudas. Aunque Lorraine me ha estado intentando convencer en todo este tiempo de que ella no tuvo nada que ver con que Beth llegara a padecer esa depresión tan fuerte y con todo lo que vino después, mi sexto sentido me dice que me está mintiendo.
Abro la puerta desganado, y tiro las llaves sobre una pequeña cómoda que hay al lado de la puerta. Estoy muy irritado, únicamente con su sola presencia. De repente la veo asomándose por la puerta acristalada de la terraza. Camino desganado hacia ella, y noto que tiene una copa de vino en la mano, y en la otra mano tiene un cigarrillo. Su pelo rubio y vestido de cuero pegado hacen que se vea muy atractiva. Sabe muy bien que el cuero en una mujer me vuelve loco, y por eso lo hace.
—Te esperaba —me dice enseguida y le da una calada a su cigarro de manera seductora.
—¿Qué hay tan urgente que no podía esperar hasta el jueves?
—No me digas que pensabas acudir a la asamblea el jueves. ¿Quieres una copa? —pregunta y se dispone a verter whisky en un vaso que coge de encima del bar.
—Le dije a Jackson y a Liam que iría.
—Tenemos problemas —dice inquieta y levanta su vista hacia mí.
—¿Qué problemas?
—Han localizado nuestro cargamento en Plymouth, Brian.
—¿Cómoooo? —exclamo enfurecido—. Jackson dijo que todo estaba en orden.
—Esta madrugada han dado el aviso. Ha habido un chivatazo y estamos metido es un lío. Tú eres el único que puedes intervenir.
—¡Maldita sea! —grito desquiciado y tiro mi copa al suelo—.Sabes que yo me dedico a otro tipo de negocios. Él estaba a cargo ¿Cómo puñetas ha dado lugar a eso?
—Debes hacer la llamada ya.
—¡Lorraine! ¡Estáis jugando con fuego! ¿Por qué mierda no tuvisteis más cuidado?
—¡Estamos juntos en esto, te guste o no! —me contesta esta con descaro, al mismo tiempo que agarra mi brazo—. Jackson te ha llamado ya esta mañana y no se lo has cogido.
—¡JODER! ¡Su puta madre!
—Lo conoces... —dice y me toca el brazo.
Me desprendo de su mano de una sacudida y cojo el teléfono deprisa, con el corazón acelerado.
—Sí —contesta una voz ronca al otro lado del teléfono, después de que el tono de llamada sonara dos veces.
—Olimpo, Código: Ares, Subcódigo: saqueo —digo rápido.
—Recibido. Espera noticias mías. 1 hora.
—Recibido —contesto.
Cuelgo. Noto los latido fuertes en la frente. Estoy que me va a dar algo.
—¡Maldita sea, Lorraine! —la fijo con mi vista—. Falto dos semanas y ya la estáis liando. Me arrepiento tanto haber confiado en Jackson, ¡joder! —llevo mi mano a la barbilla.
—Sanders intentó intervenir, pero ya sabes que no recibe los mismos favores que tú.
Le echo una mirada endemoniada.
—Por cierto —continúa esta hablando—. Debemos tenerlo todo en orden antes del viernes. Tenemos invitados especiales este fin de semana, el mismísimo gobernador de California y el ministro de exterior. Y ellos iban a probar la mercancía —añade esta.
—¡Joder! —exclamo al darme cuenta del lío en el que estamos—. ¡Habéis sido unos inconscientes!
—¿Sabes qué Brian? Si no te hubieses perdido con tu puta por ahí, lo tendríamos todo bajo control.
No aguanto más su lengua que suelta veneno, y meto mi mano en su pelo. Retuerzo mis dedos en su melena con rabia y acerco su cabeza a mi cara. Me entran ganas de estamparle ese malvado rostro, no aguanto que hable así de ella.
—¡Vuelve a hablar así de Aylin y te juro que no volverás a verme nunca más en tu puta vida!
Le suelto el pelo y la empujo.
—Ahhhh.... Ya no es señorita Vega... —su risa parece la de una loca— A ver dime... ¿Qué te ha hecho? —se abalanza sobre mí cabreada y agarra el cuello de mi camisa con fuerza—. ¡Soy tu jodida mujer!
—¡Dejaste de ser mi mujer cuando llevaste a Beth a abortar a nuestro hijo, maldita sea! —le grito rudo.
—Brian, ¡no la amabas! Ella se obsesionó contigo, lo sabes bien. Dio un paso equivocado.
—¡Pero era mi hijo!
—Nunca quisiste tener hijos —los ojos de esta serpiente sueltan chispas. Me entran ganas de estamparle la cara de verdad.
Me siento en el sofá enfurecido y suelto un bufido. Lorraine es un jodido grano en el culo.
—No quería ser padre vale, pero tampoco quería que abortara —le suelto y después hundo mi rostro en mis manos.
—Brian... —dice esta con más suavidad y se pone de rodillas junto a mí— te juro que no fue idea mía. Yo solo la acompañé.
No le digo nada, solo le echo una mirada diabólica.
—No te reconozco —sigue hablando esta jodida mujer, y juro que me entran ganas de echarla a patadas de mi casa—. ¿Dónde está ese hombre fuerte que conocí? Te estás haciendo muy débil cariño. Y eso te pasará factura. Sabes que te van a romper el corazón, como cuando eras pequeño. Por eso el amor no es bueno, te vuelve débil. ¿No decimos en Álympos que el amor es una enfermedad? Sabes lo que dice el reglamento.
—¡Sé lo que dice el maldito reglamento, Lorraine! ¡No me lo recuerdes! —contesto derrotado, mientras hundo mi cara de nuevo entre mis fuertes manos. Siento que mi cabeza va a explotar.
—Vivimos para el placer, no para el amor —murmura y me empieza a acariciar la pierna—. Eso es lo que nos mantiene fuertes.
—¡No me jodas, Lorraine! —la vuelvo a mirar, cansado ya de sus continuas manipulaciones—. ¡Sé perfectamente lo que tengo que hacer, metete en tus mierdas!
—Brian... te echo de menos... —Lorraine me dice despacio, y como está de rodillas se agacha un poco sobre mí y me empieza a abrir la bragueta del pantalón. Se lame los labios con deseo y coge mi polla entre sus manos.
¡Mierda! Mi maldito pene contesta enseguida, Aylin me ha dejado hoy muy cachondo y tengo mucha tensión acumulada. Vuelvo a mirar a Lorraine y veo como muerde sus labios rojos. No me da tiempo a apartarla porque enseguida envuelve mi polla, que está a medio gas, con sus labios.
La humedad de su boca hace que no pueda detenerla. Sé que soy un depravado y confieso que no me puedo resistir cuando una mujer se lanza a mi falo. Aunque esa mujer sea Lorraine.
Ella sigue succionando y entonces me apoyo en el respaldo del sofá, al mismo tiempo que cierro los ojos. Y me imagino que esos labios son de Aylin.
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