22.CUANDO DIGO TODAS, ES TODAS
EL PROFESOR
¡No sé qué mierda de champú hay en este hotel! me quejo en mi mente.
Huele demasiado floral y no me gusta nada. Y el aroma del gel de ducha me indica que se trata de frutas. Frutas del bosque. ¡Ningún maldito olor masculino! Además, este jodido gel en realidad me recuerda mucho a ella. De hecho, la ducha entera me hace recordar lo que ha pasado esta mañana. Ella arodillada, dándolo todo para complacerme. Y eso es buena señal, eso quiere decir que la estoy consiguiendo. Aunque sea físicamente. Esta tremenda chica es muy perspicaz y avispada. Aprenderá rápido y estoy seguro de que estará preparada. Esto acaba de empezar y yo me encargaré de instruirla.
Me gusta mucho la inocencia de Aylin, su espíritu libre y su alegría. Me ponen mucho aquellos ojos azulados que se convierten en grisáceos cuando se irrita y aquellos labios rosados suaves que frunce muy a menudo. Sí, esos labios voluptuosos que piden besos a gritos. ¡Mierda! Esto es lo que me faltaba. Mi "amigo" se ha despertado. Desafortunadamente, me estoy dando cuenta de que mi jodida polla tiene una conexión especial con el nombre "Aylin".
Me sigo frotando bien cada rincón de mi cuerpo, y no paro de pensar en ella. Lo que más me mata de la señorita Vega es su curiosidad¡Su maldita curiosidad!, grita mi mente, mientras me estoy aclarando y me deshago del gel de ducha barato que hay en este hotel. Cuando me metí en esto, no contaba con que va a querer saber tantas cosas de mí. La vi en la clase, me puso tieso como un animal desde el primer día, a ella la vi dispuesta y al final quise tenerla. Fin de la historia. ¿Dónde está el inconveniente? Que después me enteré de que es jodidamente lista, y eso no me conviene, por supuesto. No es la primera vez que me llevo a una mujer por ahí, pero todas acceden a mis deseos. Se conforman con lo que les cuento, con el placer que les ofrezco y los regalos que les hago. Ninguna se mete en mi vida, ninguna me ha cuestionado tanto y ninguna me lo ha puesto tan difícil como ella, ¡joder!
Y hoy... hoy casi la pierdo. Empiezo a temblar como un maldito flan al pensar en lo que ha ocurrido en la playa. Al final Aylin ha hecho que me meta en el agua. Y lo volvería a hacer mil veces por ella. Aun así, aunque me repetía en mi mente una y otra vez que la tenía que salvar conforme corría hacia el agua, no he podido evitar recordar aquel día en el que casi pierdo la vida dos veces. Y una a manos de mi propio padre.
Aylin podía haber sido la segunda persona en mi vida que podía haber muerto delante de mis ojos. Y yo sin poder hacer nada. No me lo habría perdonado nunca. ¿Y me dice que no ha sido para tanto?
¡Demonios! Brian, no te ablandes. Nunca te ablandes. Prometiste ser fuerte, me recuerda mi conciencia. Prometí que nunca jamás lloraría ni dejaría que mis emociones me dominen. Y hoy casi lloro, y todo por esta mujer de ojos bonitos y mirada curiosa. Debo volver a Álympos, pienso enseguida con mucha convicción, mientras me seco el cuerpo con una toalla. Después, me acerco al espejo y miro mi imagen unos breves minutos, bastante reflexivo. El estar fuera del Templo está suponiendo volverme débil y es algo que sé que no me lo puedo permitir. Ellos tienen razón.
Intento deshacerme de estos pensamientos y me acerco al armario, centrándome en mi compromiso de esta tarde. Debo verme impecable en el discurso, estaré sobre el escenario con algunas personas importantes, como el alcalde de Miami y el rector, aparte de algunos escritores prestigiosos. Echo un vistazo hacia la habitación de Aylin, pero la puerta está cerrada. Espero que vaya a estar lista a tiempo, no podemos tardar. También tenemos que almorzar antes de ir a la universidad. Agarro el traje gris oscuro y la corbata Me arreglo un poco el pelo en el espejo, me echo colonia y miro de nuevo hacia la puerta. No se escucha nada.
Decido dirigirme a su cuarto y entro sin tocar.
— ¿Estás list....?
No termino la frase. Ella está en el balcón, de espaldas y mirando el horizonte. Lleva unos pantalones cortos color verde agua, que marcan muy bien sus nalgas y muslos bien tonificados. En la parte de arriba un top blanco cubre su pecho y deja su ombligo y cintura a la vista. ¡Lo sabía! No está preparada.
—Aylin.... —me acerco despacio—¿Quieres ducharte antes de vestirte?
Ella se vuelve y me examina minuciosamente de arriba abajo y luego vuelve la vista hacia un punto fijo a lo lejos. Vuelve a mirar la playa.
—Queda muy poco tiempo y debemos almorzar —insisto, al mismo tiempo que me acerco a ella y coloco mis manos sobre su cintura descubierta. Necesito sentir su piel.
¡Mierda! Estos pantalones verde agua minúsculos están haciendo que no piense con claridad. Se los quitaría ahora mismo, me digo dentro de mí y pego mi nariz a su cabello.
Me desagrada mucho cuando veo cómo ella coge mis manos y me las aparta de su cintura. Algo no está bien. No tarda en dar un paso hacia un lado y en apartarse de mí.
—No voy a ir —y sigue mirando delante, contemplando el horizonte.
—Pero... te he dicho que...
—Me da igual —dice con serenidad y cruza los brazos.
—No me lo pongas más difícil todavía. ¿No lo comprendes? —sigo insistiendo y le toco el brazo.
—¡El que no lo quiere comprender eres tú! —replica y finalmente vuelve la vista hacia mí, no antes de mirar seria cómo mi mano agarra la parte de arriba de brazo. Eso hace que la retire enseguida.
— ¡Te advierto de que se nos echa el tiempo encima! —digo furioso y atraigo su cuerpo hacia mí, a la vez que la miro muy incrédulo.
¿Qué está haciendo esta mujer? Vamos a llegar tarde al discurso. No me gustan las impuntualidades.
—¿Me vas a obligar? —dice de repente y pone una mueca. Está muy molesta.
—No, pero debes estar ahí. El rector te espera y...
—¿No lo comprendes? —gira su cabeza y me mira—. Nada de lo que vayas a decir me convencerá —contesta esta demasiado decidida. Tanto, que me da miedo.
—Eres mi asistente —miro el reloj nervioso—Deberás acompañarme.
—El hecho de que sea tu asistente no te da derecho a comportarte así, y tampoco me obliga a obedecerte en todo, como si fuera tu esclava.
—¡Aquí las normas las pongo yo!
—Te estás confundiendo. Me debes respeto y no me puedes hablar así. Cuando aprendas a hacerlo, desempeñaré mi trabajo— arquea la comisura de sus labios—. Y si no te gusta, ¡búscate a otra!
—Te respeto, pero no me gustan las preguntas, ¡maldita sea!
—Alex... en ningún momento te dije que no intentaría conocerte, y tú te cierras en banda —dice un poco más suave—. ¡Asimismo, me estás tratando mal, y no me lo merezco! —su suavidad ha durado exactamente dos segundos. Esto último lo dice casi gritando.
¡Joder! Esta mujer es una fiera. Una fiera verdaderamente guapa y peligrosa. Mi pene se está revolviendo en mis pantalones.
—Aylin... —digo tras mirar la hora de nuevo, muy irritado— ¡no tientas tu suerte! —me acerco más a ella, y aunque se revuelve un poco en mis brazos, he conseguido atrapar bien su cintura con mis dedos; su culo está rozando el filo de la mesa —¡ya sabes que me pones terriblemente cachondo cuando te enfadas!
Su boca se queda entreabierta y sus labios están para mordérselos en este preciso momento. Sé que en algún momento la domaré. Por su parte, no habla, solamente me mira dubitativa.
—Pediré abajo que traigan tu almuerzo a la habitación. Te advierto que comas bien, porque de lo contrario me enfadaré. Espérame despierta, te prometo que no tardaré —le digo con respiración irregular—. Volveré y aclararemos ciertas cosas. Y también te follaré encima de esta mesa, ¿entendido? —digo con dureza y recalcando ciertas palabras. Acto seguido, le planto un beso apretado en la boca.
Todo ocurre tan rápido, que Aylin ni se inmuta, pero noto que está terriblemente desorientada con lo que acabo de decirle y hacer. Es normal, no debería, pero ella siempre saca el lado salvaje de mí de una manera que, en lugar de irme tranquilo a la Universidad, me voy sudando y con las pelotas hinchadas. Entonces, suelto su cintura y me doy la vuelta deprisa. Cuando salgo, escucho su voz trastornada detrás, gritándome a todo pulmón.
— ¡No me vuelvas a dar ordenes, Brian Alexander Woods!
Sonrío con malicia y cierro la puerta de la habitación.
Voy caminando por el pasillo y cierro el botón de la chaqueta de mi traje, pensando con estupor de que hoy pasaré mucha calor. Que poca paciencia estoy teniendo. El ascensor está ocupado, y mientras lo espero, recibo una llamada entrante.
—¡Woods! —escucho la voz de mi socio de American Express Co
—Carlyle —contesto.
—¿Cómo anda todo, Brian?
—Bien.
—¿Seguro? Llevo llamándote desde esta mañana. Me enteré de lo que pasó anoche con Clark.
Bufo. Casi se me ha olvidado ese asunto.
—Carlyle... ¡no quiero que ese capullo trabaje más con nosotros! —agudizo mi tono de voz, aunque inmediatamente intento contenerme, puesto que el hall del hotel está repleto de clientes.
—Pero ¿qué pasó?
—Es irrelevante.
—¡Joder, Woods! Sabes que Clark tiene muchos contactos, es el mejor agente que podríamos encontrar en el sur —el tono de voz de mi socio denota mucha irritación, pero ¡a mí me importa un bledo!. Cada vez que veré la cara del gilipollas de Clark, recordaré lo que dijo sobre Aylin, y me entrarán ganas de reventarle la cara.
—No quiero que sigamos colaborando con ese idiota.
—¿Estás hablando en serio?
—¡Sí! —rujo en el teléfono.
—Vale, ¡joder! Conozco tu carácter y sé que no hay quien pueda contigo —dice Carlyle precavido—. Por cierto, esta semana te quieren ver en el banco, el ejecutivo principal vendrá a Boston y solicita tu presencia.
—Entendido. A la vuelta concretamos, dile a Brittany que me prepare todos los informes, ¿de acuerdo?
—¡Tienes a Monnihan en tu palma, ehh Brian! —lo escucho decir y tras esto, nos despedimos y cuelgo.
Me siento en una mesa en el restaurante y me quedo pensando en Monnihan, el director ejecutivo de U.S.A. Bank. El individuo es un retorcido. Me supuso a varias entrevistas, tras analizar todo mi historial y hacerme distintas pruebas. Pero conseguí el tan ansiado contrato. Le doy un trago a la copa que le acabo de pedir al camarero. No tengo mucho apetito y prefiero darle unos tragos al whisky primero. Repaso en la Tablet todo lo relacionado a mi discurso. Lo tengo todo planificado y no puede no salir bien. Esta tarde sí o sí me tengo que olvidar de Aylin.
Mi teléfono de nuevo. Es mi amigo Liam y me alegro mucho ver su nombre en pantalla.
—Hermano, ¿cómo va todo en Miami? —habla contento desde el otro lado.
—¿Se te olvida que hay que saludar "agitador de tierras"? ¿Cuándo volviste de Europa?
Escucho su risa.
—¡Hola "guerrero"! —saluda enseguida — Hace dos días. ¿Cuándo invitas a un whisky?
—Cuando quieras —digo rápido, siguiendo el cachondeo.
—Pues me han dicho que es bastante difícil localizarte últimamente.
Dejo que el silencio invada nuestra llamada.
—¿Sigues ahí?
—Sí, Liam. ¿Es por eso que llamas?
—No, quería ver cómo estabas. Pero también decirte que se te echa de menos por aquí. Sabes que eres un pilar muy importante, hermano.
—¿Va todo bien por ahí?
—Bueno... no me fío de Jackson. Todo ha ido bien siempre porque tú has estado presente. No te quiero recordar lo que pasó hace un mes.
—Ya lo sé —exhalo el aire con fuerza—. Muy mala jugada enfrentarse a Gambino.
—Además, el comité no está completo, y ya sabes, el protocolo.
—Con suerte, pronto habrá un nuevo miembro en el Templo.
—¿Quién?
—Una mujer.
—Después de Beth, no volviste a traer a nadie.
—Lo sé.
—Ojalá, hermano. Solo si completamos el epitropí estará todo en orden. Recuerda las normas. Tu hermana básicamente no da señales y además pronto habrá que elegir a un líder. ¡No le dejes ventaja a Jackson, Brian!
—No me interesa ese puesto —digo deprisa.
—Pero te lo mereces.
—Ya veremos. En el fin de semana nos vemos, amigo.
—¡Ojalá sea verdad!
—Te tengo que dejar. Tengo un discurso en la universidad en menos de media hora.
Me desea mucha suerte y me despido de él. Es mi amigo, pero es como un hermano, nos criamos juntos gracias a que mi padrastro y su padre siempre han sido socios en el Templo.
***
El acto oficial y mi discurso se lleva a cabo en el Auditorio de la Universidad y lo están emitiendo hasta en las noticias, en una cadena local. A la señorita Vega la estoy disculpando, diciéndole al rector del gran complejo universitario de Miami que se encontraba indispuesta y no ha podido acudir a su encuentro. Le dedico una hora y media a mi discurso, una conferencia en la que estoy tratando temas actuales del mundo de las Finanzas y hablo sobre mi tarea como catedrático, aparte de aspectos relacionados con mis publicaciones. Noto muy agradecido y orgulloso cómo el público me aclama.
Cuando estoy a punto de irme, veo a Robert Kiroski entre los invitados y me acerco para hablar con él. Es mi ídolo, el escritor y experto en finanzas con más libros vendidos de nuestro continente, ¿qué decir? Una verdadera estrella. Él también se alegra de verme y ahora mismo nos entretenemos hablando sobre la bajada de 2 dólares del Dólar Blue, frente a la subida de 1 dólar del BNA. Conversamos unos momentos sobre las consecuencias de esta fluctuación, y no sé por qué, pero pienso en Aylin. Seguramente a ella la entusiasmaría conocer a Kiroski, ya que ella es adicta a este tema casi tanto como yo. Piensa que no me doy cuenta de que, cada vez que mira atentamente su móvil, está leyendo noticias financieras o vigila el movimiento de las bolsas en WSJ (Wall Street Journal).
Tras casi tres horas, me despido cordialmente y me disculpo por no poder asistir a la fiesta que tendrá lugar después del acto. Le indico a mi chófer llevarme de vuelta al hotel. Intento entrar despacio en la habitación para no despertarla, por si estuviera dormida. Ya son cerca de las ocho y está empezando a anochecer.
Cuando entro por la puerta de su dormitorio, la encuentro tumbada en la cama leyendo un libro. Lo gracioso es que ni me mira, pero sé que se ha dado cuenta de mi presencia porque sencilla y hermosamente frunce sus labios y acerca más su libro a su cara, intentando parecer concentrada. Ya lo he pillado, me quiere dar a entender que pasa tres pueblos de mi cara. ¿A quién intenta engañar? Lo cierto es que es adorable cuando está de morros.
—Aylin —musito y me siento en la cama, muy cerca de ella—. Te tengo que felicitar.
Coloco el diploma y un cheque de mil dólares a su nombre delante de su vista, ocultando debajo el libro que se está leyendo.
Ella mira el diploma, mira el cheque y después levanta la vista hacia mí.
—¿Qué es esto?
Sus preciosos ojos me miran brillantes.
—Te lo mereces.
—Pero... ¿cómo que " diploma concedida a la alumna Aylin Vega como recompensa por unos de los mejores resultados académicos de Harvard Business School del..." año pasado? —lee y me vuelve a mirar perturbada.
—Así es. Señorita Vega, usted ha sido galardonada como una de las tres personas que consiguió unos de los mejores resultados académicos de nuestra facultad el curso pasado.
—¿Y por qué me entero ahora?
—Al saber que trabajaba contigo, Brighton me aviso que el acto se iba a oficiar en Miami y le pedí que no te dijera nada y que yo te daría la noticia. Te iban a enviar una carta. En realidad, quería darte una sorpresa hoy, pero la cosa no ha salido cómo esperaba —miro el suelo un momento y en el fondo, me da rabia que no haya salido bien.
—¿Entonces era por eso me decías que tenía que ir a la universidad contigo? —pregunta acelerada y cierra su libro.
Yo solo asiento, y después me acomodo mejor en la cama y me acerco un poco más a ella.
—Y Alex...¿ cómo es que el acto se ha realizado aquí y no en Boston?
—Porque las universidades van rotando. Cada año se celebra en un sitio distinto.
—De acuerdo. Pues, muchas gracias. De vuelta a Boston, cuando vea al rector se lo agradeceré también.
—¿Estás feliz? —le pregunto.
—Sí —contesta esta deprisa y vuelve a echarle un vistazo al diploma—. Y... ¿cómo ha ido la charla? —me pregunta con curiosidad, intentando ser amable.
Mis neuronas ahora mismo están aplaudiendo este logro. Pensaba que Aylin seguiría muy enfadada y no cedería. Hasta pensaba que no me dejaría entrar en su habitación.
—Bien —contesto de vuelta—. En realidad, me hubiese gustado presentarte a Robert Kiroski —le digo, sabiendo el efecto que esto provocaría en ella.
—¿Quiéeeeen?—exclama enloquecida—. ¿El mismísimo Kiroski? —habla con ilusión y toca mi brazo con fuerza, al mismo tiempo que hace presión con sus dedos sobre mis músculos.
¡No Aylin! ¡No hagas esto! , piensa mi travieso y atormentado falo. Claramente, todas mis neuronas se pierden por ahí cuando ella está cerca. Y solo él es el que manda.
—Sí.
—¿Lo conoces? —sigue preguntado con la ilusión de una niña pequeña en Reyes.
—Sí —le digo y sonrío—. ¿Ve lo que se ha perdido por cabezonería, señorita Vega?
—Me da igual —contesta poniendo una mueca y se cruza de brazos.
—Bueno, habrá otra ocasión de que te lo presente, no te preocupes. Además, te he traido algo más.
Le tiendo un paquete cuadrado, envuelto en un papel morado. Me he dado cuenta que le gusta ese color.
—¿Un regalo? —abre los ojos con curiosidad.
—Algo así —contesto y disfruto viéndola cómo examina el paquete.
—¿Qué es esta vez, un consolador? —pregunta sugerente y noto su cara sospechosa.
—Bueno... no se me había ocurrido, pero sería buena idea.
Muy buena idea, pienso y mi jodido músculo está palpitando al pensar en Aylin tumbada, completamente abierta y yo jugando con un consolador en su bonito coño. Mmmm... apuntado en la lista.
—¡Un libro! ¡Un libro de Kiroski! —exclama emocionada y empieza a tocar la portada con sus dedos.
—¡Ábrelo! —le indico.
Esta lo abre y lee la dedicatoria que mi amigo Kiroski ha escrito en la primera página, especialmente para ella. Sus ojos se iluminan.
—No me lo puedo creer —está con la boca abierta—. ¿Y cómo has pensado en un libro?
—Señorita... —hablo serio—... usted dijo que no le gustaba la lencería, que hubiese preferido que le regalara un libro.
Ella solo me sonríe con suavidad.
—Gracias.
—Y ahora.... ¿qué te parece si nos damos una vuelta por la playa y comemos en algún bar que encontremos por el camino?
—No lo sé —dice insegura y su mirada se vuelve a oscurecer.
—No volverá a pasar lo de hoy y bueno... me gustaría hablar contigo —carraspeo.
—Alex, no sé por qué, pero esta situación me suena, ¿te acuerdas? —me dice muy sarcástica, al mismo tiempo que se pone de pie y hace que yo me levante también.
Sigue llevando el jodido pantalón corto diminuto que me vuelve loco. Le examino un poco las piernas y luego vuelvo a mirar su cara.
—¿Qué dices si nos olvidamos de lo que ha pasado hoy? Además... tenemos que celebrar tu logro —añado, y de repente cojo una botella de champán que hay en una cubitera, encima de la mesa. La he pedido antes de llegar a la habitación.
Ella se cruza de brazos y me mira unos momentos. Después, me echa una mirada sumamente tierna y me habla un poco más relajada.
—Vale. Pero que sea verdad —dice mandona.
Entonces yo vuelvo a poner la botella de champán en la cubitera y camino hacia ella.
—Y además... ¡tengo una condición! —añade para mi sorpresa.
—¿Cuál? —pregunto y esta vez me cruzo yo de brazos y frunzo el ceño. Miedo me da.
—Que no se te ocurra llevarte el móvil. Quiero que te olvides del trabajo, aunque sea por una noche.
Me quedo unos minutos pensando. Me cuesta irme a algún sito sin mi móvil.
—¿Te das cuenta de que me estás chantajeando? Recuerdo que dijiste que no te gustaba el chantaje — le digo con voz lasciva, fijándola con mi mirada.
—¿Trato hecho? —pregunta, sin contestar a lo otro. Pasa de mí, brevemente dicho.
—Trato hecho —le contesto y le aprieto la mano. Estamos actuando como si fuera un acuerdo de negocios que acabamos de cerrar.
Mmmmmmm... me gusta el juego, pienso. A la vez, también pienso que me gusta Aylin en todas sus facetas.
Entonces hago trampa y aprovecho la mano que esta me ha extendido, para así tirar de ella hacia mi cuerpo. La atrapo entres mis brazos y la agarro muy fuerte, pegando mi dureza a sus caderas. Además, lo hago a propósito para que se de cuenta de lo jodidamente excitado que estoy.
—Ahora bien... —musito en su oído y noto su aliento caliente en mi cuello— prepárate porque esta noche no te voy a soltar. Me gustaría estrenar la playa contigo, y no precisamente tomando el sol. Tú ya me entiendes...
La escucho suspirar y noto los latidos de su corazón acelerado en mi pecho. No tengo palabras para describir lo satisfecho que me siento al hacerla temblar de esta manera. Todo está yendo de maravilla...
—¡Eso dependerá de lo bien que se te dará solventar todas mis dudas! —contesta con cierta dureza en su voz—. Y cuando digo todas, es TODAS —termina diciendo muy sagaz.
Me aparta de su cuerpo bruscamente.
Sí que es una fiera esta mujer. Me pone a mil, ¡ahhhhhhhhhh!
—Voy a ducharme.
Yo no digo nada, únicamente miro su terroríficamente sexy y sabroso culo alejándose. A la vez que me quedo mirándola como un bobo, cojo un cubito de hielo de la cubitera donde está la botella de champán, y lo acerco a mi cuello.
Ahhhh Aylin.... suspiro. Prepárate, nena. Reventaré tu vagina esta noche, piensa mi mente pervertida.
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Hola, hola
¿Vosotros/as también necesitáis hielo, como el profe? Si lo necesitáis, es buena señal jjajajajaja
Bueno, espero teneros contentos/as, y también espero vuestros comentarios. La verdad es que para mí es importante que me escribáis y me digáis qué tal os parece la historia. Me ayuda mucho en seguir con la ilusión de publicar 😄
Espero que sea de vuestro agrado, y que disfrutéis 😜
Gracias por estar ahí, viciosillos/as!!!! ¿Preparado/as para el siguiente capítulo? 👌
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