17.JUEGO PERVERSO
Qué juego perverso juegas
Para hacerme sentir de esta manera
Qué cosas tan perversas haces
Para hacer que sueñe contigo
No, yo no quiero enamorarme... de ti
(Chris Isaak: "Wicked Game")
—¿Y cómo sé que dice la verdad? —pregunto no muy convencida y me sale un suspiro—. ¿Cómo sé que siente todo eso que está diciendo cuándo me mira?
Los labios del profesor se encuentran todavía sobre mi mano. Entonces suelta mi mano despacio. Se me acerca mientras que empieza a pasear sus dedos sobre mi brazo desnudo, con erotismo.
—Creo que se lo he demostrado. Pienso que ya le he dado a entender que me fascina y... que la deseo como nunca en mi vida he deseado a nadie —termina con voz suave y sus dedos siguen paseando sobre mi piel, cosa que hace que mi vello responda. De hecho, lo tengo de punta ahora mismo.
—¿Es consciente de que tenemos una charla pendiente?
—Sí, señorita. Lo sé —contesta sin ganas, y quita sus dedos enseguida, al mismo tiempo que mira el suelo.
Aunque he interrumpido su ritual de seducción, debe reconocer de que esa conversación es muy necesaria. Por lo menos para mí.
—En veinte minutos bajamos al restaurante del hotel para almorzar —dice y mira su Smartwatch—. No tarde.
—¿Dónde está el baño? —pregunto, a la vez que pienso qué ropa me pondré. Hace mucha calor y menos mal que me he traído unos vestidos veraniegos cómodos.
Necesito una ducha urgentemente.
—Hay un baño nada más.
—Pues... pensaba que tenía mi propio baño —añado confundida.
—No. Hay solo uno, por lo tanto, le doy prioridad —indica con caballerosidad y también me señala la puerta para entrar yo primero.
—¡Vaya! Es todo un caballero —le digo, mientras que le sonrío y los dos entramos en la habitación.
—Aproveche de que lo sea. Porque cuando la tire a esa cama que ve ahí, todos estos modales habrán desaparecido —me dice con osadía en el oído, mientras que con un brazo me rodea por detrás, y con el otro me señala la cama enorme.
Y cuando en mi mente empiezo a imaginarme a mí y al profesor locos de placer, uniendo nuestros cuerpos, mi corazón empieza a temblar.
—¿Me quiere asustar? —giro mi cabeza, hasta que llego a alcanzar mirarle a los ojos.
—No. Solo le quiero advertir.
—Habla como si me fuera a pegar, y no acostarse conmigo. Por curiosidad ¿... dónde tiene el látigo? —y de repente me escucho a mí misma reírme. Es que el profesor tiene algunas cosas que me producen mucha risa, pensándolo bien. O eso, o que estoy jodidamente nerviosa.
Él percibe que en cierto modo me estoy burlando y se separa un poco de mi cuerpo, pero aún sigue con esa mirada penetrante. Y mete las manos en los bolsillos (otro de sus gestos estrellas).
—Le quiero hacer muchas cosas. Y en realidad, señorita... la follaría ahora mismo si no tuviéramos esa estúpida charla pendiente —suelta esto con un gruñido y da un paso hacia la puerta—. Tengo que hacer una llamada, ¡dúchese!
Dice esto y sale corriendo de la habitación. Lo agradezco porque tengo que deshacer la pequeña maleta que llevo. Empiezo a buscar el cuarto de baño y cuando entro, este parece una inmensa habitación. Hay tanto una ducha y una bañera en medio, muy moderna. Una bañera bastante grande diría, hasta parece un jacuzzi. Mientras que le doy al agua de la ducha y miro los tipos de jabones y champús que hay con mucha curiosidad, vuelvo a pensar en lo caliente que es el señor Woods. Cuando me habla así, tan descaradamente, mi cabeza se va por ahí a pasear. Estoy descubriendo muchas cosas de mí, y lo que ahora mismo tengo claro es que me vuelvo jodidamente cachonda cuando usa esas palabras.
Me enjabono y disfruto del agua y el gel de ducha olor frutas del bosque y enseguida me visto. Me pongo los pantalones cortos y estoy entre un top —muy sensual, de hecho— y un vestido floral muy alegre. Este es corto y lleva unos botones. Vamos, muy fácil de quitar. Al final me decanto por el segundo atuendo. Sonrío con malicia y me sale esa vena provocativa. Quiero provocar al profesor, lo reconozco. Y parece que tengo a Bert en mi cabeza " Fóllatelo bien". Más bien él a mí. Yo soy novata.
Me empiezo a echar la crema corporal que me he traído de Boston. Me pongo el vestido y me entra algo por todo el cuerpo. Hasta ahora no me he detenido a pensar que no tengo nada de experiencia. ¿Y si no le va a gustar? Él está acostumbrado a acostarse con mujeres experimentadas, fogosas y que saben hacerlo. Yo no tengo ni puñetera idea. Y mis mejillas se sonrojan.
Escucho un ruido en la habitación, me asomo y veo que entra el profe por la puerta y tira el móvil en una mesa que hay casi en el centro de la habitación. Parece molesto. Después, se dirige el baño y me encuentra delante de un espejo, con mi estuche de maquillaje entre mis manos.
—Muy sexy —dice cuando levanta la vista y me analiza desde atrás.
—¿Ehmmm? —pregunto con cara de idiota.
Me vuelvo y noto con estupor cómo se quita de golpe la camiseta de Versace, seguramente medio empapada por la calor y la tira encima de un mueble del baño. Su torso está brillando y unas gotas de sudor se están deslizando por su pecho. Hasta con sudor y todo es terriblemente cañón.
—Que le queda muy bien el vestido.
Solo le sonrío y abro el estuche.
No se detiene ahí. Empieza a desabrocharse los pantalones y se los va quitando. Tras estos, deja caer los calzoncillos.
¡Dios mío! ¡Está en pelotas! Yo sigo mirando el espejo incómoda, y si antes me he sonrojado, ahora mismo mi cara parece un tomate. Y... lo cierto es que no puedo evitar mirarlo. Su miembro está colgando entre sus entrepiernas y es bastante imponente, y eso que no está excitado del todo. Aunque un poco sí, a medio gas.
Mi corazón empieza a latir cuando veo que se me está acercando por detrás con pasos firmes y enseguida se me cae la brocha del maquillaje en el lavabo, por mis putos nervios. ¡Otra vez mi torpeza!
—¿Qué está haciendo? —digo con un hilo de voz cuando este de repente posiciona una mano en mi cintura. Yo solo lo miro a través del espejo.
—Nada. Solo me voy a duchar —contesta y al mismo tiempo se agacha para coger una tolla del montón de toallas blancas que hay en lo bajo del mueble . Aun así, no pierde la oportunidad de rozar mis nalgas "accidentalmente".
Se da la vuelta y antes de que se meta en la ducha, aprovecho y le miro el trasero. Me muerdo el labio.
¡Qué culo!, pienso trastornada y levanto una ceja.
Dios mío, necesito que me dé el aire y olvidarme de su trasero redondo y bien musculoso. Mis hormonas están por las nubes, y tras aplicarme el maquillaje y un poco de pintalabios, salgo al balcón deprisa. Mejor voy a admirar el océano y olvidarme del río desbocado que tengo entre mis piernas ahora mismo.
Me quedo en la terraza hasta que me aseguro de que el profesor se ha vestido, y cuando escucho una voz llamándome, entro en la habitación.
—¿No se ha traído la lencería que le compré? —pregunta y a la vez señala mi maleta abierta sobre la cama, que deja entrever varios tangas y un sujetador, aparte del bikini.
—¿Pensaba que estaba bromeando? —le contesto con otra pregunta y levanto una ceja, a la vez que lo examino. El profesor lleva puestos unos pantalones cortos negros y una camiseta azul marino. Parece que no es capaz de llevar algo de color ni siquiera en la playa .
—Le devolveré la caja cuando volvamos —añado, al darme cuenta de que está callado y pensativo.
Escucho que emite un bufido y su cara parece exasperada.
—No hace falta, es su regalo. Vamos a bajar al almuerzo antes de cabrearme señorita... Tenemos muchas cosas de las que hablar —se da la vuelta y abre la puerta, invitándome a salir.
Yo cojo un sombrero muy simplón que me he traído de Boston y mis gafas de sol antes de disponernos a andar.
***
La terraza del restaurante en el que hemos quedado para almorzar está repleta de clientes sumamente elegantes, que destilan estilo y poderío mediante los atuendos de grandes marcas que visten y la actitud un tanto soberbia. Asimismo, otros llevan la ropa de la playa, la cual puedo vislumbrar justo a unos pocos pasos. El sonido estrepitoso de las olas golpeando la orilla resuena de fondo y la brisa del mar nos acaricia, de modo que fijo mi sombrero con una mano. Al instante empiezo a escanear el selecto restaurante de nuestro hotel y observo que, a unos metros , una piscina descomunal impone con su presencia. El oasis azul está rodeado de palmeras y de una gran variedad de sombrillas y tumbonas de mimbre, sumamente sofisticadas.
Un camarero trajeado se nos acerca y, acto seguido, nos muestra nuestra mesa.
—¿Qué quiere tomar?—pregunta el señor Woods, al mismo tiempo que acomodo la servilleta de un blanco impoluto en mi regazo.
—Lo mismo que usted.
Lo miro por debajo de las pestañas pensativa, en realidad no sabría realmente qué tomar. Este pide una botella de vino tinto fresco y después algunos platos, la gran mayoría de marisco. Ya me he percatado con anterioridad de que el profesor tiene gran predilección por el pescado y marisco.
—¿Le gusta el sitio?—se mueve un poco inquieto en la silla y mueve la cabeza.
—Mucho, la verdad.
Mi mirada resbala sobre el polo de color oscuro que se amolda a su fornido torso y desarrollados brazos como una segunda piel. Aún así, no dejo de preguntarme a mí misma porque no es capaz de renunciar al color negro, incluso en un sitio como Miami, de mucho calor y playa.
—Me alegro—replica enseguida con la sobriedad que siempre le caracteriza—. Entonces... comprendo que quiere tener una charla seria.
—Así es.
Una respuesta rotunda, agradecida de que él haya sacado el tema. Igual lo iba a sacar yo.
—Dígame, ¿qué quiere saber?
—¿Qué quiere de mí?—pregunto tajante mientras le doy un sorbo a mi copa de vino.
—Es obvio lo que quiero.
Intento controlar mi respiración. Conozco perfectamente su don de la oratoria y lo elocuente que puede llegar a ser. Desde esta mañana he decidido actuar con inteligencia y no permitirle seguir manipulándome.
—Aparte de... eso.
—Lo único que quiero es hacerla disfrutar, no es otro mi propósito.
—¿Qué pasará después de esta noche? —cruzo las piernas, intentando contrarrestar los nervios que me sacuden por dentro.
—Sabe que estoy casado. Y quiero que lo tenga claro desde el principio.
Quedo hipnotizada por sus labios, que rozan el filo de la copa de cristal lentamente cuando le da un sorbo sutil a su copa.
—Lo tengo claro, descuide.
—Me alegro —aprieta sus labios, pero sin esbozar la más mínima sonrisa.
—¿Y si llegara a enamorarse de mí?—inquiero atrevida y dejo caer mis codos sobre la mesa.
Lo fijo con una mirada expectante y noto que guarda silencio por unos instantes. Siempre va por delante de mí y no me cabe la menor duda de que sabe que lo quiero poner a prueba, ya que puedo notar que sus ojos se han vuelto más turbios.
—El amor no se me da bien, señorita Vega.
—Al igual que bailar—añado con resquemor, inconscientemente decepcionada. Posiblemente sea porque en el fondo me gustaría que el profesor se enamorara de mí, y que él sea aquel príncipe azul que espero con ansias.
—Así es.
—¿Entonces por qué tiene un cuadro en su dormitorio en el que pone "amor" en griego?— cuestiono.
—No tiene importancia—responde y acaricia el cristal con el dedo gordo.
—¿No le parece raro, profesor?
—No puedo contestar a eso.
—¿Por qué le da miedo volar en avión?
—No es miedo—Me aparta la vista—. Y .... tampoco puedo contestarle.
Mi mirada baja a sus fuertes manos y me llama la atención la manera en la que aprieta el puño. Sus rasgos se vuelven rígidos de repente.
—¿Por qué sigue casado si ni siquiera vive en la misma casa con su esposa?
—No es su problema.
—¿Qué significa Álympos? —insisto con mirada decidida. O ahora, o nunca—. ¿A qué se refería su mujer con que no fue a Álympos aquella noche que me quedé a dormir en su ático?
Agranda los ojos sorprendido.
—Si buscó el significado de la palabra que había en el cuadro, supongo que lo habrá hecho también con Álympos ¿Por qué me pregunta?—Se toca el mentón, sin apartarme la vista e intenta mostrarse calmado, a pesar de su nerviosismo evidente.
—Sí, lo busque. Significa "Olimpo" en griego. Pero ¿qué es ese sitio?
—¡Vaya! Ha hecho muy bien la tarea, aunque no me debería sorprender en absoluto, es muy aplicada—replica y se inclina hacia atrás lascivamente —.Señorita, en realidad no puedo contestar a nada.
—¿Lo ve?—recrimino indignada—. Se suponía que íbamos a tener una conversación honesta y, en cambio, ...¡ohhh! ¡Me parece que ha sido una pérdida de tiempo!— Suelto un bufido, bastante molesta.
¡Qué puñetas!
Deseo levantarme de la mesa e irme de aquí urgentemente, al ser consciente de que él no está respetando su promesa. Sin embargo, no me permite levantarme y de momento atrapa mi muñeca con firmeza.
—¡Quédese!—ordena serio—. Necesitamos hablar, ¿de acuerdo?
Mis facciones se suavizan y vuelvo a sentarme en la silla, extremadamente esperanzada.
—Señorita Vega, le voy a hablar con más claridad que nunca. Aun con el riesgo de que no quiera volver a saber nada de mí nunca más—confiesa tras mirar el suelo un momento.
Yo solo le miro expectante y me cruzo de brazos cuando observo que su rostro se enciende instantáneamente.
—Lo cierto es que... soy muy diferente a cualquier hombre que podría conocer.
—En eso estamos de acuerdo—completo.
—El cuadro es una reliquia familiar. Mi vida no ha sido nada fácil y no voy a entrar en detalles. Me cuesta hablar de ello. De alguna manera, el pasado hace que seamos las personas que somos hoy en día...—hace una breve pausa— Y quiero dejarle en claro que no deseo que se haga ilusiones conmigo. Nunca dejaré a Lorraine, ni me casaré con usted.
¡Carajo! No podía haber sido más claro, pienso angustiada.
Mi corazón se encoge, aunque en cierto modo lo veía venir.
—¿La ama?—aprieto los labios crispada.
—No lo está entendiendo—prosigue, sin quitarme la vista —. Nunca la he amado, ni he amado a nadie. De hecho, dudo que alguna vez pueda amar a alguna mujer.
—¿Y por qué no? —Entreabro los labios controvertida—. ¿Cómo puede una persona vivir sin amor?
—Al igual que una persona puede vivir sin sexo, señorita. Le recuerdo sus propias palabras.
—Entonces si igualmente no la ama, ¿por qué no se divorcia?
—No puedo. Hay lazos muy fuertes que me unen a ella.
—¿Tiene que ver con eso que ella dijo... con el "Olimpo"? —pregunto deprisa, en el tormentoso intento de sonsacarle algo de información.
—Hay cosas a las que no podré contestar, y esta es una de ellas.
Veo cómo aprieta aquella mandíbula, bien conturbado.
—¿Por qué? ¿No confía en mí?
—Y usted.. ¿confía en mí?—típico de él, contestarte con otra pregunta.
—Es lo que estoy intentando, pero usted...
—No lo haga. De hecho, le aconsejo que no confíe en mí, ni intente conocerme, ¿vale?. Señorita Vega... —carraspea—sufriría mucho.
Su lengua viperina me está hiriendo.
—¿De verdad piensa que eso es algo que se puede controlar?
—Yo solo le estoy exponiendo la situación. Quería sinceridad y aquí la tiene.
—Yo... me ha hecho pensar que era especial para usted —le recuerdo bastante decepcionada, mientras una sensación de ahogo me invade por dentro.
—Y lo es—coge mi mano entre sus manos y hasta diría que parece emocionado—. Ahora mismo no puedo sacarla de mi mente.
—¿Y las demás mujeres?
—Le aseguro que en este momento no hay nadie más en mi mente. ¡Solo usted!
—¡No lo entiendo! Juro que no le entiendo...—alzo mi voz abatida y retiro mi mano.
—Comprendo su reacción, pero yo... soy de esta manera. Soy una persona extraña y... —se detiene reflexivo— mis gustos sexuales también.
—Haga que lo entienda y que le conozca mejor, por favor.
—Conocerá de mí lo que tenga que conocer. Ni más, ni menos—le da otro sorbo a su copa, y vuelve a endurecer sus facciones.
¿Pero de qué está hablando?
—¿Y qué tengo que conocer?—pregunto un tanto afligida, al mismo tiempo que el profesor juega con el cuchillo que hay en la mesa, pensativo.
—Como ya sabe, quiero tenerla desesperadamente. Hay cosas que... —me mira persistente—me producen placer y no sé si usted las podrá tolerar. Quizás otra mujer sí, pero no usted.
—¿A qué se refiere?
—Me produciría placer verla en la cama con otro hombre.
Me atraganto con el sorbo de vino que acabo de tomar de la copa, y empiezo a toser desenfrenada.
—¿Está hablando de usted... y otro hombre más? —siento mi cadencioso pulso en todo mi cuerpo y se me ocurre que quizás haya un malentendido, y él no ha dicho lo que acabo de escuchar.
—Sí —añade desvergonzadamente—. Sé que no debería hablarle de esto, usted es virgen... Y sí, confieso que todo lo que está pensando de mí en este preciso momento es cierto —Su tono se vuelve jocoso—. Soy un depravado, lo sé. Pero el placer es desmesurado, hágame caso. Solo quiero que usted disfrute y le aseguro que disfrutaría mucho.
—¿Está demente?
—Pues sí, posiblemente esté compartiendo habitación en este hotel con un demente.
—Y si no le importaría que follara con otro delante de sus narices —agito la mano enojada y lo señalo—por qué se puso así de celoso y posesivo conmigo cuando bailé con mi amigo Adam?
—No es lo mismo que lo haga con una persona que yo elija, que a que lo haga con otro hombre.
—Es decir...
Lo miro con horror y trago en seco. ¿Qué broma barata es todo esto?
—¿Qué yo no puedo elegir con quién hacerlo? ¿Lo haría usted por mi?—sigo conmocionada y no sé cómo diantres no me he caído ya de la silla por el shock.
—Así es. Me niego a que usted se vea con otros hombres que no sea yo. Porque es solo mía, y se lo dejé claro desde el principio.
—¿Solo suya?... ¡Y de los que llame para que me follen mientras que mira!—alzo una ceja irritada y hablo con rudeza.
—Podría llamarlo así. Yo lo llamo placer.
Mi cabeza está por estallar y no me lo puedo creer.
—¿Placer? Lo que me faltaría saber es que le van las orgías también—aleteo la mano indignada y sumamente furiosa.
—También me van, sí.
Sigue jugando con el puñetero cuchillo sobre la mesa, mientras mi respiración se vuelve descontrolada. De repente noto cómo mi tensión sube y quedo muda.
—Me está diciendo que... ¿también ha participado en orgías?
—Así es—responde sereno y yo quedo embobada.
—¿Algo más?—carraspea y mira el suelo por un momento, para que después vuelva a alzar aquella misteriosa mirada.
—De hecho, debería preguntarle yo....—levanto mi mano amenazante y mis ojos sueltan chispas—... ¿algo más que deba saber?
Temo mucho su respuesta.
—Que a veces me gusta hacer uso de... ciertos juguetes.
—¿Juguetes?
—Sí, juguetes sexuales. Y también ciertos artilugios —habla firme y frunce sus labios.—¿Quería saberlo todo, verdad?
—¿También le gusta el sado?—pregunto incrédula y derrotada al mismo tiempo.
—Me gusta todo lo relacionado al sexo no convencional —aclara su garganta—. Y lo cierto es que... soy insaciable —se inclina sobre mí y me mira sugerente.
—¿Y no puede tener sexo normal y ... ya está?
—Puedo... por un tiempo. Pero el "sexo y ya está " no es para mí, señorita Vega—recalca mis palabras.
Por mi parte, me llevo las manos a la cabeza, y siento como si un terremoto se hubiese instalado en mi interior.
—¡Joder! —maldigo en voz alta— ¡Usted es un jodido pervertido!
Finalmente arquea sus labios, esbozando una leve sonrisa.
—Lo siento. No se lo puedo negar—se encoge de hombros.
—¿Y por qué no me lo ha dicho antes y ha esperado a que viajáramos hasta aquí?
—Recuerde que es mi asistente. Independientemente de si usted vaya a estar de acuerdo en acostarse conmigo o no, deberá acompañarme como mi asistente.
—¿Y qué pasará si no acepto?—pregunto audaz, mientras empiezo a temblar.
—¿Está segura de que no quiere experimentar todo lo que le he dicho? Yo... le aseguro que si se deja llevar y me deja proporcionarle placer a mi manera, nunca se arrepentirá. Será inolvidable y lo cierto es que... la necesito—habla rápido muy eufórico e intenta tocar mi mano, pero se la retiro enseguida.
—¡Usted lo que necesita es un psicólogo!
Me estoy aguantando las lágrimas. Definitivamente, no me esperaba a esta conversación tan descabellada, pero no voy a dar lugar a que él me vea llorar. Y como mi dignidad es más importante que todo esto, a continuación me levanto de la silla y abandono la mesa aprisa, dirigiéndome a la suite del hotel a una velocidad vertiginosa. Pero él me sigue, por supuesto. Escucho unos pasos rápidos detrás y su voz, la cual me está llamando.
—¿Qué está haciendo, adónde va?
Cojo el ascensor deprisa, mientras que el corazón me late con locura y siento que me encuentro sin expectativas, ni planes. Mis "vacaciones" se acaban de ir a la mierda.
Cuando entro en la habitación, él me sigue adentro con desesperación.
— ¡Usted quería la verdad! Se la he dicho y ahora está huyendo de mí. Pensaba que era más valiente.
—¡No se acerque a mí!—le grito rabiosa y empujo la puerta.
—¡Yo soy así! Ya le dije que soy así de retorcido, pero no me hacía caso. Usted veía en mí algo que no existe.
—¿Y por qué no te mantuviste lejos de mí, maldita sea?—le suelto, mientras que le tiro con rabia una sandalia que recojo de mi maleta.
Este la esquiva como un verdadero deportista e intenta alcanzarme.
—Porque la necesito. La necesito muchísimo ¡Entiéndelo!
Se acerca casi corriendo a mi habitación, pero le cierro la puerta en la nariz de un golpe y la sujeto.
¡Mierda! No hay ningún cerrojo, de manera que tengo que hacer fuerzas para sujetar la maldita puerta.
¡Me puedo joder! El profesor lo tenía todo planeado. Mi mente está nublada y tengo una sensación de ahogo por dentro. Y confieso que, aunque no esté enamorada, me siento engañada y decepcionada, al igual que empiezo ver con más claridad ciertas cosas.
—Señorita Vega... por favor, ¡abra! —dice con suavidad y empieza a ejercer fuerza desde el otro lado de la pesada puerta.
—¡Déjame tranquila!
Yo sigo sujetándola con mi peso para impedir que entre, pero no sé cuánto tiempo más podré aguantarla.
—Ya sé que acaba de llevarse una decepción conmigo, aun así, es muy importante para mí y no lo dude en ningún momento. ¡No puedo estar lejos de usted ni un segundo!—lo escucho susurrar detrás de la puerta.
—¡Me tendiste una trampa tras otra hasta llegar a este punto!—le grito desquiciada— ¿Qué crees que no me he dado cuenta de que lo planeaste todo? Me dijiste ir a tu despacho a las 11:30 y llamaste a esa mujer para que yo os encontrara. ¡Niégalo!
—¡Déjeme entrar!—ruego con fuerza y de alguna manera, consigue invadir mi cuarto de hotel. Consigue abrir aquella puerta que estoy sujetando porque claro, es más fuerte que yo.
—¡Fingiste! —le acuso con una rabia descomunal—. ¿Por quéee?
—Para ver su reacción. Ya me había dado cuenta de ciertos detalles, y de que usted me deseaba, al igual que yo a usted. Sin embargo... no sabía que era virgen. Si lo hubiese sabido, ¡jamás lo hubiese hecho, le aseguro!—se pasa la mano por aquel cabello color carbono.
—¿¡Has fingido todo lo que ha pasado entre nosotros!?
—¡No!—brama enseguida y me agarra los brazos—Lo único que planeé fue aquel encuentro en el despacho. Todo lo demás es real. Se lo prometo.
—Lorraine me dijo que podías haber fijado la charla en la universidad de Miami durante la semana, y ¡podías haber venido solo!
—Está claro que quería viajar en fin de semana porque quería que pasáramos tiempo asolas. Quería satisfacer mi deseo, ¡Y el suyo también! Porque sé que me desea casi tanto como yo a usted.
—¡Sal de mi cuarto!—le digo enseguida y le muestro la puerta.
—Señorita Vega...—su voz suena demasiado ronca y, súbitamente, enreda su mano en mi cabello en la parte posterior de mi cabeza—. ¡No podrá librarse de mí. ¡Lo necesitamos los dos... y usted lo sabe muy bien!
Mi aliento se corta y ni parpadeo, solo analizo su mirada, que parece la de un loco. Sin decir nada más, acerca mi cabeza a la suya y me planta un beso agresivo, apretando sus labios contra los míos con mucha violencia, al mismo tiempo que su lengua me invade. Su respiración es acelerada y puedo sentir la pasión con la que me besa. Como no paro de revolverme entre sus brazos, finalmente me libera y doy un paso forzado para atrás.
—Saldré, pero solo por ahora...
Me llevo las manos a la boca cuando veo que sale de la habitación y cierra la puerta de un portazo severo. Me llevo una mano al pecho e intento tranquilizar el arrebato taquicárdico que acaba de doblegar.
¡Mierda! ¿En qué me he metido?
Y aun así, después de todo lo que he escuchado... ¿cómo es posible que lo siga deseando con todas mis fuerzas? Niego con la cabeza, pensando en que probablemente sea yo la que necesite aquel psicólogo. Después, me llevo las manos a la cabeza indignada.
¿Qué me has hecho, Brian Alexander Woods?
Salgo a la terraza confusa y alcanzo con mi vista la línea donde el océano se pierde en el horizonte. Me encuentro en un bucle y, desafortunadamente, ahora mismo yo, Aylin Vega, me declaro prisionera de un círculo vicioso sin salida.
Las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas.
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¡Hola!
Si habéis llegado hasta aquí, es muy buena señal. Os lo agradezco infinitamente👌🙏🥰😜
Espero que si os está gustando la historia, dejéis vuestros votos y estrellitas😄. Además, os quería preguntar qué os parece el giro que está dando. ¿Os lo esperabais?🧐
¡Disfrutad mucho, mucho de la lectura, que espero que sea de vuestro agrado
¡Un abrazo fuerte viciosill@s! 🔥
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