14. UNA PAREJA DEMENCIAL

Hoy es miércoles y acabo de llegar a la residencia. Estoy calentándome el almuerzo deprisa, un táper con arroz al curry que descongelé la noche anterior. Le doy dos minutos al microondas y me siento en la silla, con la mirada perdida. Mientras, en mi mente escucho sus palabras "Prepárese para el viernes...". Me llevo la mano a la cabeza y el corazón se me acelera. Estoy muy nerviosa pensando en el viaje a Miami que haré con el profesor, al final de la semana.

Ayer el día fue tremendamente aburrido y reconozco que lo eché de menos. Mucho. Tanto ayer como hoy, me lo he estado imaginando entrar en la clase, con esos pasos firmes, agarrando ese vaso de café entre sus manos y esa actitud grave tan característica. Pero solo él y yo sabemos que es una fachada, en cierto modo. Solo él y yo sabemos que nos parecemos a un helado que se está derritiendo cuando estamos uno cerca del otro. Solo él y yo sabemos lo que es perder el aliento durante unos segundos, mientras que por dentro, todo tu cuerpo tiembla.

¿Me estoy haciendo ilusiones?

Sí.

¿Debería no hacerme ilusiones?

También.

¿Soy gilipollas nivel DIOS?

Un rotundo SÍ.

Lo que ocurrió el lunes está dando vueltas en mi cabeza continuamente. Estoy bastante confundida y todo mi ser está desbocado. Estoy muy trastornada por dentro y sé con seguridad de que nuca jamás he sentido esto. ¿Será amor? Las palpitaciones que siento cada vez que él me viene en la mente no son normales, y aunque intento distraerme con cualquier cosa, no dejo de hacerme ilusiones y expectativas sobre lo que pasará el viernes.

Mientras pienso esto, mi cuerpo se sacude por la emoción. Suspiro enseguida

Me digo a mi misma que en realidad, estoy siendo una necia. Y eso porque estoy cayendo en sus trampas. Si asemejara a un crimen todos los pensamientos que se me pasan por la cabeza cada vez que lo tengo cerca o pienso en él, me habrían sentenciado ya cadena perpetua. Tan fuerte es esta atracción que siento y que no sé que hacer para evitarla.

De repente, mi móvil empieza a pitar locamente. Menos mal, porque así me distraigo y de alguna manera, dejo de reflexionar sobre todas las bobadas en las que estoy pensando. Lo miro con interés, ya que cada vez que suena mi jodido móvil, estoy deseando de que sea él, el que me escriba o me llame. Ayer mismo me llamó para preguntarme cómo iba con la investigación.

Son mis amigos. Están escribiendo en un grupo de WhatsApp que tenemos Berta, Rebe, Mary Anne, Rick, y yo. Recientemente, Berta ha metido también a Bram y Adam, al igual que a Pamela. Nuestros nuevos amigos. Están hablando sobre una fiesta esta noche, en la casa de Bram. Parece que es su cumpleaños.

Oye confirmadlo ya —escribe Bram.

¿Y por qué no la haces en el fin de semana? —pregunta Adam

Yo llego precisamente esta tarde. Así que ahí estaré —comenta Bert divertida y manda un emoticono lleno de amor.

Sé que aunque no esté oficialmente saliendo con Bram, parece que siguen viéndose y hablando.

¿Sobre qué hora? —pregunta Pamela

¡Yo me adapto! —escribe Rebe deprisa.

Ni Mary Anne, ni Rick , ni yo hemos dicho nada.

Bueno, posiblemente tenga que ir a la fiesta que Bram dará en su casa. Seguro que Bert no me dejará ninguna opción.

Pues os espero sobre las 8:30, ¿cómo lo veis?

Todos contestamos de que nos parece bien y este "nos guiña el ojo", mediante otro emoticono. Según lo que me está escribiendo Berta por privado, su cumpleaños en realidad es el viernes. Pero está adelantando la celebración porque estará fuera de la ciudad. Su padre es un importante senador de Boston, y al parecer necesitará viajar, de modo que se llevará a su hijo.

Bueno, me quedan sobre cuatro horas hasta las 8:30, pienso de momento que me dará tiempo a seguir leyendo el material que me mandó el profe para la investigación del libro.

***

—¡Lyn! —exclama Bert al entrar por la puerta de nuestra habitación, como si de una tormenta se tratase. Ella es así de tormentosa, y la verdad es que me ha faltado mucho su presencia estos tres días.

Llevo ya más de dos horas leyendo y haciendo tareas, aparte de realizar la parte del trabajo de investigación que envió el profe en Finanzas.

—¡Berta! Ven aquí —nos abrazamos cálidamente—. ¿Cómo estás?

—Pues imagínate. Con una gripe de cojones.

—Joder —contesto suave mientras que le hago un cappuccino. Le encantan los cappuchinos.

—Tres días en la cama, espero que no me haya perdido mucho.

—Pues la verdad es que no.

—¿Qué tareas han mandado? —pregunta esta rápido

—En la agenda lo tengo todo apuntado, ya te diré y te ayudaré.

—¿Y en Finanzas?

Abro los ojos, ¿desde cuando Bert está interesada por las tareas y en Finanzas?

—Ya sabes lo poco flexible que es Woods.

—Ahhhh... vale. Traquila, esta semana vino nada más que el lunes. Está en Washington.

—Menos mal —y hace una mueca, mientras que le da un trago ansioso a su cappuchino.

—Bert , sabes... —estoy decidida contarle a Berta que en el fin de semana iré con el profesor a Miami.

—¡Joder! —exclama esta rápido y pasa de mi—. ¿Has visto qué hora es? Debemos prepararnos para la fiesta, se nos echa el tiempo encima.

Berta empieza a tirar de mi con mucha prisa y hace que me levante de la silla.

—¿Y si esta noche te pones aquel vestido turquesa impresionante que te pusiste el año pasado en Nochevieja?

—Pues no sé —me rasco la cabeza. Ni siquiera tengo ganas de ir a aquella fiesta, pero esto no se lo digo en voz alta a Bert.

—¡Venga, vamos ragazza! —continúa hablando—¡Ayyy tengo unas ganas locas de ver a Bram! —musita enseguida.

—¿Te estás enamorando, Bert? —le pregunto y noto su amplia sonrisa. Al parecer, Berta también está feliz, al igual que yo. Y posiblemente enamorada.

—¿Enamorando? ¡Noooo! Folla muy bien y estoy con ganas de verlo. Solo eso.

Suelto una carcajada, aunque dentro de mi reconozco que ha sido un "zas" en toda la boca. No sé porque se me ha ocurrido preguntarle eso. Como si no la conociera.

—Me meto en la ducha ya. Nos queda menos de una hora y nos tenemos que ver divinas —añade esta alegre. 

Enseguida escucho el agua de la ducha.

***

Son las 8:20 y acabamos de coger un taxi en Callum Street, para ir hasta un barrio residencial de Boston, no muy lejos de Harvard. Mi vestido turquesa pegado, y el rosa palo de Berta, nos hacen vernos espectaculares esta noche. Y al volver a mirar su vestido, recuerdo el bonito sujetador rosa chicle que el profe tenía en la cabeza, aquel día que tuvo que quedarse encerrado en el armario.

Y me rio yo sola, de repente.

—¿Qué te pasa? —pregunta Bert

—Nada, acabo de recordar algo gracioso —y miro por la ventana.

Llegamos en veinte minutos aproximadamente a la casa de Bram. Bueno, en realidad de casa no tiene nada, es una imponente mansión, que de hecho se encuentra muy cerca del barrio residencial de la zona exclusiva de áticos de dos pisos del profesor Woods. Todo está muy bien iluminado y la música romántica y embriagadora se escucha desde el jardín. Menos mal que me he traído también una chaqueta porque la temperatura está empezando a bajar de manera considerable. Conforme vamos entrando por la puerta del jardín, me estoy dando cuenta de que la fiesta en realidad está superando mis expectativas. Hay un equipo de cáterin que está paseándose entre los invitados y los aperitivos se ven muy sabrosos. Hay personas de todas las edades, y la verdad es que todo el mundo se ve muy elegante.

—Eyy! Aquí estáis —dice Bram, a la vez que le empieza a abrazar a Berta, y le da un beso en la mejilla de manera seductora.

Enseguida aparece también Adam, que va igual de guapo que Bram. Curiosamente con la pinta de motero que este lleva siempre, esta noche se ha puesto unos pantalones chinos elegantes y una camisa a tono. Pues, creo que lo prefiero así, y de repente se me pasa por la mente que me gustan los hombres que visten de manera elegante. Bueno, los hombres no. Solo uno en particular, pero en estos momentos está muy lejos, a kilómetros distancia.

—¡Felicidades! —le decimos las dos a la vez, y le doy un abrazo a Bram.

—Queda pendiente tu regalo —añade Berta.

—Tú eres mi regalo, nena —contesta este mientras que mira con deseo a Berta.

A Adam le sale una sonrisa y me mira de un modo insinuante, mientras que le da un trago a su bebida.

—¡Ven! —dice Bram y coge a Bert por la cintura, mientras que se alejan de nosotros.

Berta, al darse cuenta de que me ha dejado en compañía de Adam, y que nos encontramos solos, vuelve la cara hacía mi y me hace una señal descarada, como diciendo "¡tírale". La muy cabrona lo ha hecho a propósito. Puedo notar que se han ido para dejarnos solos.

—¿Has visto a los demás? —le pregunto a Adam un poco nerviosa, mirando alrededor. No quiero que piense que tendrá alguna oportunidad conmigo. No estaría bien hacerle ilusiones al chico. Parece un buen hombre.

—Pues, creo que todavía no han llegado. ¿Y qué tal con todo, cómo llevas la investigación de Woods?

—Bien, la verdad. Erik es muy simpático —le estoy hablando del pelirrojo bajito de nuestra clase, a la vez que cojo una copa de la bandeja plateada que está sujetando una camarera que se acerca a nosotros.

—Bueno, teniendo en cuenta que has tenido más suerte que yo, ¡enhorabuena!

—¿Y eso? —me rio divertida.

—Digamos que nuestra compañera Sharon (la rubia del Botox), en lugar de ayudarme con la investigación, se dedica a hablar sobre su siguiente proyecto: aumentar su pecho dos cm en la siguiente cirugía estética. 

—¡Vaya, Adam...! Me parece que eres un tío raro.

—A ver... sorpréndeme —dice y frunce el ceño, bastante circunspecto.

—Hasta donde llego, a los tíos les gusta hablar de tetas.

Nos reímos los dos ruidosamente y nos miramos con complicidad.

—Tienes razón, pero a mi me gustan más las naturales —dice y me fija con la mirada, su vista deslizándose suavemente a mis pechos grandes, que dejo entrever por el escote del vestido.

Me está tirando los tiestos abiertamente.

—Aquí estáis —dice Rebe con alegría, cuando nos identifica entre los invitados—. Por cierto, Pam al final no ha podido venir, tenía un imprevisto. Y Rick me ha dicho que tampoco podía. ¿Dónde está Berta? —pregunta esta rápido.

—Creo que ha entrado en la casa, con Bram —contesto y le señalo la entrada de la mansión.

—Ah, pues voy a saludarles. Ahora vuelvo —dice deprisa y se aleja de nosotros.

Una música suave encantadora se escucha de fondo y si previo aviso, Adam me agarra la cintura. Claramente, quiere algo conmigo, y la verdad es que el chico no me desagrada. Sin embargo, el dueño de mi mente y mi cuerpo ahora mismo es otro.

—¿Quieres bailar? —pregunta. Y sus ojos marrón, color avellana tienen un brillo especial.

—Vale.

Acepto, y ¿por qué no? Es cierto que Adam es muy apuesto, y además por un momento, estoy convencida de que si me enamorara de él, sería lo mejor que me podría pasar. Así todo sería más fácil.

Adam me rodea la cintura muy complacido y yo le paso los brazos por encima de su cuello. La melodía es encantadora y nos seduce con sus notas musicales. Este se acerca cada vez más a mi, y lo veo muy dispuesto.

—Aylin, sabes... esta noche estás muy guapa —dice esto y veo que casi se queda sin aliento. Me siento un tanto emocionada por la ternura con la que pronuncia aquellas palabras.

Agacho la mirada. Espero que Adam no haga nada raro y le tenga que rechazar.

—Yo te agradezco pero...

En este mismo momento, quedamos interrumpidos por un hombre robusto de sobre 45 años que se acerca son sigilo y posiciona la mano encima del hombro de Adam. Y yo respiro aliviada.

—Mi ahijado, ¿cómo estas?

—Señor Sanders —musita Adam contento y le saluda—. Es el padre de Bram —me mira y añade a modo de información.

Súbitamente, observo que el tal señor Sanders está acompañado por una señora rubia, que viste un vestido negro espectacular y muy pegado. Si la miro más de cerca...esos labios rojos y esos ojos... La acabo de reconocer. ¡Es la señora Woods!

Joder, esto es lo que me faltaba, murmuro entre dientes.

¿Me habrá reconocido? Espero que no y trago en seco. Para mi es bastante desagradable ver a aquella mujer.

—Buenas noches, señorita Vega —dice esta rápido, fijándome con la mirada y sonriendo lascivamente.

¡Mierda!

—Buenas noches —contesto.

—¿Os conocéis? —pregunta el señor Sanders y curiosamente me empieza a analizar detenidamente. Tengo la impresión de que es un "viejo" verde, no sé por qué. Lo noto en su mirada.

—Sí, por supuesto —replica la mujer del profesor—. Es alumna de mi marido, al igual que Adam—aclara esta.

—Encantada —dice este y se lleva los labios a mi mano, mientras que me mira con demasiada simpatía.

La mujer se aprovecha de la situación y se lanza.

—¿Puedo hablar con usted un momento? —dice la señora Woods, y coge mi brazo sin darme muchas opciones.

No me da tiempo a decir nada, porque enseguida me aparta del sitio, y Adam se queda atrás hablando con el señor Sanders. Siento mucha presión y me ruborizo descontroladamente, sin querer.

—Mira Aylin... mi marido me ha contado que irá contigo a Miami este fin de semana.

—Así es —asiento. No tiene sentido esconder nada, claramente el señor Woods no tiene secretos, ni esconde nada de su mujer. No sabía yo que podría ser así de sumiso.

—Voy a ser franca. Te lo puedes follar si quieres, pero no te enamores de él —me dice de repente en tono altivo.

Su afirmación me deja impactada. Solo mantengo mis ojos ampliamente abiertos.

—Tienes que comprender que estás empezando a ser una distracción grande para él, y eso hace que no cumpla con sus responsabilidades. Lleva ya dos semanas que no cumple con su deber. Y eso es gracias ti.

No entiendo ni una puta palabra de lo que me está diciendo. ¿Se refiere a que no se acuesta con ella? ¿Se refiere al deber marital?

—No entiendo —digo en voz baja, muy incrédula.

—Da igual. Lo importante de aquí es que entiendas que Brian tiene un compromiso todos los sábados —dice mortificada, mirando a todos los lados, como intentando esconder algo —. Y últimamente no cumple con ese compromiso. ¿Por qué será? —pregunta con un atisbo de sarcasmo y su voz se agudiza. 

—¡Un momento! Este fin de semana tiene una charla en Miami. Yo no tengo nada que ver.

—Es lo que tú piensas. Podía haber fijado ese discurso en la Universidad de Miami también durante la próxima semana. Sin embargo... ha fijado la charla el sábado, para que tú también puedas ir —y me examina con sospecha en los ojos, mientras que bebe del vaso que sujeta entre sus manos de manera muy elegante. Se nota que es una "dama" con clase.

—No tenía ni idea. Yo...

—No quiero que le distraigas más, ¿ha quedado claro? Fóllatelo, como te he dicho, pero después sigue con tu vida. Mi marido no es para ti.

—Haré lo que vea conveniente —me escucho hablar a mi misma en un tono atrevido—. Además, se nota claramente que no la quiere, porque de lo contrario, le sería fiel.

La rubia se empieza a reír de repente y me mira con celos.

—¡No sabes nada de él! Y te aconsejo que ni lo intentes averiguar. Si lo haces, ¡cuidado con las consecuencias!

Estoy harta de este circo y de este matrimonio de dementes.

—Conozco al profesor.

—¡No tienes ni puta idea! —exclama la mujer y levanta el tono de voz furiosa—. El corazón de Brian me pertenece a mí. De ti cogerá lo que le interesa, que es tu cuerpo y tu juventud, y luego te desechará... como siempre lo ha hecho con todas las perras que se le han abierto de piernas.

Me están doliendo mucho sus palabras. La miro muy fastidiada y me entran ganas de pegarle una cachetada. Lo único que la salva es que es su mujer. Y yo... la amante —aunque suene triste.

—¡No tiene ningún derecho de hablarme así! Le advierto que la próxima vez no seré tan educada —replico enfurecida, y levanto el dedo índice amenazante.

Decido que lo mejor sería irme para no provocar un conflicto.

Cojo angustiada otra copa de la bandeja, y pregunto a una camarera donde está el servicio. Necesito desesperadamente quedarme sola. Unas lágrimas se me asoman por el rabillo del ojo por la frustración.

Encuentro el servicio en la planta baja, pero está ocupado, por lo tanto, una persona del servicio me indica subir a la primera planta, y usar el que hay ahí. Tras tranquilizar un momento mi corazón tumultuoso, pienso que me debería de ir a la residencia. La jodida rubia me ha estropeado la noche.

Entonces escucho la melodía de mi móvil, y afortunadamente doy cuenta de la llamada porque tengo el móvil en la mano. De lo contrario, por la música me sería imposible.

Es el profesor, cosa que me alegra mucho. 

—Sí —contesto al teléfono, todavía nerviosa.

—¿Dónde está? —pregunta sin ni siquiera saludar. 

—¿Hola? —digo sorprendida y sarcástica. No comprendo su actitud.

—¿Me podría decir con quién estaba bailando hace unos momentos? —Su tono de voz parece molesto.

—¿Cómo lo sabe? —le contesto con una pregunta. Aunque enseguida me doy cuenta de que seguramente la señora Woods se lo ha contado, no sé con que objetivo. 

—No importa ¿Hace falta repetir lo que le he preguntado?

—No sé por qué le importa a usted con quién puñetas estaba yo bailando —contesto y es imposible no cabrearme, además vengo "calentita" de antes.

—¿Otra vez el chico ese?

—¡Ahhh! ¡Ya sé! ¿Se lo ha dicho su mujer, verdad? —continúo—. Por cierto, "el chico ese" se llama Adam —le hablo cortante, recalcando esto último.

—No me importa cómo se llama, solo sé que lo quiero muy lejos ¿vale?

—¿Con qué derecho? —le digo angustiada.

—¡Usted es MIA! ¿Lo entiende? —el profesor grita desquiciado en el teléfono.

—¿Desde cuando? —pregunto furiosa, y también levanto el tono de voz. Empiezo a  pasearme por el baño enloquecida.

—Desde que metí mi lengua en su bonita vagina —suelta con rudeza.

Sus palabras me descolocan. Me estoy dando cuenta de que está obsesionado conmigo de verdad.

—¿Ahh sí? ¿Y después qué pasará? ¿Después de acostarme con usted? ¿Va a hacer lo que me ha dicho su mujer, usará mi cuerpo nada más, al igual que como lo ha hecho con otras muchas perras? 

—No le haga caso a Lorraine. ¿Le parece si hablamos mañana? Ahora no puedo hablar, me están esperando ¡Váyase a la casa ahora! Sabe que no le sienta bien el alcohol —dice este mas calmado, pero aun así sigue manteniendo ese estúpido tono autoritario conmigo.

Eso es lo que él se piensa. Que voy a acceder a sus malditas ordenes.

Le cuelgo el teléfono y lo pongo en silencio.

¡Y un cojón!

Salgo del baño y voy endemoniada por el pasillo. Sin querer, conforme voy andando por el largo pasillo, sumergida en mis pensamientos, escucho unos gemidos de una habitación adyacente. Y lo raro es que me parece escuchar la voz de la mujer de Woods. Así es. Meto la cabeza con discreción por la puerta, y en la penumbra de aquel cuarto, noto como la señora Woods se besa apasionadamente con el señor Sanders, ¡el padre de Bram! Este le levanta la falda con arrebato, y la tira en la cama. Veo con estupor de que está cogiendo unas esposas de encima de la mesa.

¡Dios mío! Me da una vergüenza tremenda seguir detrás de la puerta, porque además empieza a haber murmullo en el pasillo y seguramente me van a descubrir.

Después de todo lo que ha pasado esta noche, lo cierto es que ya no me queda ninguna duda de que el señor y la señora Woods están los dos sumergidos en un matrimonio liberal. Y depravado.

A todo esto, me entran ganas de pedirme unos chupitos y creo... que eso es lo que voy a hacer. Veo a Adam y le hago una señal con la mano, a él y a Rebe. Nos dirigimos los tres a la barra.

No me voy a ir de la fiesta porque al gran profesor Woods así se le antoja.

¡Qué se joda!

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