pOSIBILIDADES dE qUE tE pIQUE uNA aRAÑA vENENOSA
Imágen: Toni (Dylan O'brien)
Capítulo 5: Miércoles por la tarde
—¿Quién es esa? —murmuré, más tarde durante la clase de informática.
—Creo que es nueva —contestó Alisa.
Alex se había sentado a su lado, que no era su sitio habitual en el aula de informática, porque era guapa. No guapa bailarina de discoteca sino guapa telediario, más natural y con clase. Él le hablaba con una sonrisa amable, mientras yo me percaté de que el tanga le asomaba por encima de los vaqueros.
No lo pude evitar, la odié de inmediato. Sobre todo porque Alex seguía inclinado sobre su escritorio y charlaban, como si el resto de la clase no existiera. Ni siquiera se había dado cuenta de que yo estaba ahí sentada, justo en la fila de atrás.
Me escondí detrás de mi monitor y observé como la pantalla se cargaba. La profesora de informática empezó a explicar algo pero no estaba de humor para prestarle atención. A duras penas tomé notas en mi libro, intentando no alzar la cabeza demasiado para no ver nada que me hiciera sentir peor.
A los veinte minutos de clase estaba tan metida en mi mundo que mi barbilla apenas se separaba del libro, y no se me caía la cara de lleno entre sus páginas porque mi mano sostenía mi frente. Ni siquiera participaba en la charla ocasional entre Alisa y Kevin.
Los sentimientos eran el peor mal de la tierra y debían ser exterminados, como en aquel libro de Lauren Olivier, o como en Equilibrium, la película de Christian Bale. También a él le iba de maravilla hasta que dejaba de tomarse la medicina para no tener sentimientos y se enamoraba de una mujer condenada a muerte. A partir de ahí su vida iba de mal en peor. Ojalá vendieran esas inyecciones en el supermercado.
—Te apasiona esta clase, ¿verdad? —la voz de Alex me hizo dar un salto sobre mí misma, y erguirme en la silla. ¿Cuánto tiempo llevaba asomado por encima de mi monitor?—. Controla un poco tu entusiasmo o vas a tener un orgasmo.
Pestañeé varias veces, preguntándome si aún estaba soñando despierta o Alex acababa de decirme algo con la palabra orgasmo.
Él se rió, dando por hecho que mi extraña reacción se debía a que estaba dormida.
—¿Una noche movida ayer o qué?
¿Cuenta como noche movida ver doramas hasta las tres?
—No, que va...
Alisa me dio una patada por debajo de la mesa. Al parecer mi respuesta no le parecía lo suficientemente cool. No quería escucharla más tarde así que decidí retractarme.
—Sí, la verdad es que sí. Uff, que noche, mejor ni te cuento.
No supe si Alex mordió el anzuelo o no. No importaba. Tenía más posibilidades de que me picara una araña venenosa que de parece cool con la chica nueva al lado.
Alex tiró su móvil encima de mi libro y me quedé parada, contemplando el artefacto como si se tratara de la araña venenosa.
—Dame tu número, voy a pasarte el gol de Wilshere en el Eslovenia-Inglaterra por WhatsApp —me indicó—. A ver si eso te anima.
Genial, ahora aparte de marimacho virgen también pensaba que estaba deprimida.
—¿Has visto el de Nemanja Matic? —le pregunté a mi vez.
Alex soltó un bufido de apreciación.
—¡Menuda chilena! A ver cuando me hipnotizas para meter uno de esos.
Le dediqué una sonrisa burlona.
—No funciona así exactamente.
Alex levantó ambas manos en son de paz.
—Tú eres la experta, yo me dejo hacer.
Apreté los labios para no poner una sonrisa estúpida. El yoyó que tenía por corazón, volvía a subir, pero esa vez temí la bajada.
Alex se me quedó mirando como si esperara algo más de mí. Me puse nerviosa y tragué saliva.
—Bueno, ¿me lo das o qué? —inquirió él, dejándome totalmente descolocada.
—¿El qué?
Alex señaló su móvil con la barbilla, que aún estaba entre las hojas de mi libro.
—Tu número.
—Oh —exclamé tontamente y me mordí el labio. Noté como Alisa, a mi lado, nos observaba pero no quise girarme hacia ella para no hacerlo más evidente. Debía estar sumando dos más dos en su cabeza y en cualquier momento se daría cuenta de que mi hombre misterioso tenía que ser Alex. ¿Acaso había alguien más en el Universo?
Le apunté mi número con dedos temblorosos.
¡Un chico me había pedido mi número!
De acuerdo, no era la primera vez que me pasaba, pero sí que era la primera vez que Alex me pedía mi número. Y eso era digno de celebrar.
—Alex, se me ha olvidado decirte que mi número no es australiano, es de Nueva Zelanda así que tienes que ponerle el código del país para encontrarme en WhatsApp —nos interrumpió la chica nueva, y juro que casi se me cayó el teléfono de las manos.
En fin, ¿Qué esperaba? ¿Qué me lo estuviera pidiendo porque estaba enamorado de mí y pensara guardar celibato hasta que me decidiera?
Ja, y doble ja.
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