Star Town
Tras la muerte de Lina, la incompleta familia Piepequeño tuvo varias mudanzas a diferentes tribus vecinas, lo cual hizo que ambos niños tuvieras dificultades para relacionarse con otros niños, aislándose y sintiéndose conformes con su relación de hermanos.
León, por su parte, afrontó el duelo entrenando hasta el cansancio, teniendo como meta proteger a su hermana, pues en ella veía reflejada la imagen de su madre y no volvería a permitir que alguien que amaba se le soltara de la mano. Cuando salió del hospital del curandero, se dio cuenta que su rostro había sufrido un gran cambio, la mirada de tristeza de su hermana y padre lo delataba. No quiso que aquel desperfecto afectara su autoestima, sin embargo, los comentarios indisimulados de los demás niños, incluso de los adultos, hicieron que se diera cuenta que sus ojos llamaban demasiado la atención y no de una forma que a él le gustara. Debido a ello, comenzó a dejarse crecer el cabello para que su fleco ocultara lo más posible sus ojos, además de comenzar a usar gorras en verano y gorros en invierno, haciendo aún más difícil el ver sus ojos, incluso complicándose él mismo su visibilidad, llegando a chocar con algunos objetos los primeros meses que comenzó ese estilo. El moreno solía contarle sus pensamientos y penas a su hermana casi siempre, guardándose algunas veces sus fugaces pensamientos de quitarse la vida o autolesionarse, siendo demasiado cobarde como para hacer de esos pensamientos una realidad. Los demás niños, conscientes de que León era muy ticiturno, comentaban a sus espaldas algunos crueles comentarios que suelen hacer los niños con la inocencia de no saber que la verdad suele doler mucho. Y León claro que escuchaba esos murmullos, aislánsdose más en su burbuja y negándose a hablar con cualquier otro niño que quisiera ser su amigo. Nita, tras notar los comentarios que hacían de su hermano, comenzó a usar gorros de igual forma, ocultando un poco menos sus ojos, pero ambos mellizos compartían aquel aura de misterio.
Bo, estando al tanto de todo lo anterior mencionado, solía tomar como escape de aquellas burlas a sus hijos una nueva mudanza, alcanzando a asentarse en al menos nueve ciudades cuando los hermanos habían cumplido trece años. León pasó una infancia triste y entró a la pubertad de igual forma, teniendo como única compañía y consuelo a su hermana. Sin embargo, al llegar a una nueva ciudad con la edad de catorce, conoció a una niña prodigio que hizo que sintiera mariposas en el estómago por primera vez. Esta linda chica, un año menor que el moreno, contaba con una bella cabellera pelirroja, unas curiosas pecas que adornaban sus mejillas y nariz, al igual que unos brillantes y alegres ojos verdes oliva.
Conociéndose por un juego de escondidas entre Nita y León, donde el moreno hizo trampa y se volvió invisible, provocando sonidos y movimientos extraños cerca de dónde la pelirroja se encontraba, haciendo que se alterara y activara un robot que lanzaba pelotas de goma.
Al cabo de un rato donde Nita estaba cansada de buscar, decidió también hacer trampa y pedirle a Bruce que olfateara el rastro de su hermano, llegando a una banca donde una chica pelirroja le ponía una bandita en la mejilla a su hermano: tal parecía que algo lo había golpeado.
- ¿León?.
- Oh, ¡Nita! - el moreno cruzó miradas con la ojiverde y ella le sonrió amablemente - Yo... Me golpeó una pelota en la mejilla y Jessie se ofreció a curarme - contó con algo de vergüenza.
- En verdad lo siento, pero en mi defensa, nadie espera a un chico que se hace invisible - comentó la pelirroja mientras recordaba el susto que le dio el chico a su lado.
- ¿León hacerse invisible? ¡Hiciste trampa!
- ¿¡Qué!? ¡Tú usaste a Bruce!
- ¡Porque Nita estar cansada de buscar a tonto!
- Oye, no seas grosera - el mayor de los tres se puso de pie y comenzó a caminar hacia Nita - Perdón de nuevo, Jessie -
- Oh, no te preocupes, lamento haberte golpeado - ambos jóvenes soltaron una risilla. Nita observaba más que extrañada a su hermano.
- Bueno, ¿nos vemos después?.
- ¡Claro! Sólo que no te hagas invisible esta vez - volvieron a reír torpemente. En verdad Nita estaba más que sorprendida.
- Nos vemos, Jessie.
- Hasta pronto, León.
Y los mellizos fueron de camino a su casa. El mayor de los hermanos traía una estúpida sonrisa en su rostro sin siquiera saberlo, pero claro que su acompañante lo había notado.
- ¿Quién ser ella?.
- Oh, es Jessie. Cuando me hice invisible tropecé con ella y la asusté - tocó el golpe en su mejilla - y para defenderse, activó un extraño robot lanzapelotas, una de esas bolas me pegó en la mejilla -.
Nita asintió dando a entender que lo escuchaba - ¿A León le agrada Jessie? -
- Hu... Pues, creo que sí - ahora Nita también sonreía.
Pasó el tiempo y para sorpresa de Bo, en ningún momento escuchó a sus hijos conversar sobre algún caso de bullying o algo similar, aquellas secretas pláticas fueron sustituidas por risas y bromas que hacían avergonzarse al hermano mayor. Queriendo enteraste de qué se trataba sin inmiscuirse demasiado en la privacidad de sus hijos, escuchó atentamente una charla que tenían mientras observaban la televisión:
- En realidad no lo sé...
- ¿Cómo no saber? ¡Claro que León sabe!.
- Es que, aunque yo sepa, no sabría lo que siente ella - el mayor bajó su mirada con desilusión.
- León, Nita apostar a que Jessie también quererte, sólo necesitar decirlo - ¿el primer amorío de su hijo?.
El más alto se quedó pensando un momento, tratando de recordar lo que hacían los chicos en las películas de adolescentes que le gustaba mirar a su ahora mejor amiga. Era más que claro que él se había enamorado de la pelirroja, pero, ¿qué hay de ella? ¿Y si no lo quiere como algo más que un amigo? León no sabía lidiar con su primer enamoramiento, y se creía mucho menos capaz para sobrellevar una friendzone.
- Bueno, de algo nos vamos a morir... - y Nita lo abrazó con emoción.
Después de esos días, la presencia de León se había echo más ausente en la casa. Bo, temiendo lo peor, se aventuró a preguntar a la chica del tótem del oso qué ocurría con su hermano.
- Oh, León estar en casa de Jessie.
- ¿Dónde queda eso?
- Cerca, como a cinco calles - al menos sabía donde estaba.
- Y... Él está bien?
- ¡Muy bien! Ha estado sonriendo más - el adulto soltó un gran suspiro de alivio. Entonces todo salió bien.
Después de un mes, la misma Jessie le informó a Bo que estaba saliendo con su hijo desde hacía un tiempo, y se portó demasiado amable a pesar de que León se avergonzara en demasía. Y en efecto, León se habia vuelto más enérgico y activo, seguía entrenando, pero ya no se notaban esos movimientos bruscos llenos de ira y frustración. El adulto de los Piepequeño pensó que al fin habían encontrado un lugar donde asentarse por fin, sin tener que volver a mudarse y poder echar raíces. Sin embargo, el destino del heterocromático ya estaba escrito, y era hora de que se llevara a cabo.
Un día de diciembre, el hombre del tótem del águila recibió una oferta de trabajo demasiado grande: una empresa de bebidas energéticas se había enterado del asalto a la tribu de Los Arreboles, y queriendo tener un evento de caridad, ofreció empleo a los pertenecientes a esa tribu en un nuevo local más grande que se encontraba en una metrópolis algo lejana.
Bo lo pensó demasiado: hizo cuentas de cuánto dinero requería para sustentar la futura vida adulta de sus hijos, al menos para poder darles una base y que ellos la mantuvieran. En realidad la paga les vendría demasiado bien y al fin podría darle esos caprichos que soñaban él y su esposa en darle a sus queridos mellizos. Decidió aceptar.
Era Noche buena, y Bo estaba preparado para soltar la noticia. Antes de que llegara la familia Junker, reunió a sus hijos en la mesa.
- Escuchen: sé que ahora tenemos buen dinero, pero nos vendría bien tener un poco más para cuando se independicen y yo pueda apoyarlos con una base - los mellizos esperaban un nuevo sermón respecto a las responsabilidades, así que tomaron a la ligera todo lo que le decía - por eso, decidí aceptar una nueva oferta de empleo -
Los hermanos se observaron: pues, en realidad estaba bien. No veían el problema - Pues, genial, papá - comentó Leon sonriente. Bo sonrió por la buena primera reacción que había obtenido.
- ¡Sí! Estar muy bien. ¿Dónde será nuevo trabajo? - entonces su sonrisa se desvaneció gradualmente.
- Esa es la cuestión, chicos... - juntó sus manos de forma pensativa y, con aquella voz grave y profunda que siempre lo caracterizaba, confesó el resto de la noticia - Será en una ciudad lejana: Star Town. Una empresa se enteró del asalto a la tribu y quiso apoyar a algunos habitantes dándoles empleo en un exitoso local -
Los mellizos ya sabían para dónde iba su padre, pero no querían que lo dijera, esperaban que por más obvio que fuera, esa no debía ser su respuesta - Entonces... ¿Ahora viajarás mucho? - quiso evadir la realidad el hermano mayor.
- León, Nita... Nos mudaremos a Star Town - aquellas palabras que no quisieron volver a escuchar, volvían a ser pronunciadas por su padre. Claro y tal como esperaba, la reacción más agresiva fue la de León.
- ¿¡Qué!?!, ¡No podemos volver a mudarnos, estamos bien aquí!.
- Es una gran oportunidad, León. Es lo mejor para los tres.
- ¿Para los tres o para ti?.
Bo bajó la mirada, pensó en sus palabras, y afrontó el duro carácter de su hijo - Dime algo, León: ¿alguna vez has visto que yo me satisfaga de lujos superfluos?. Quienes se llevan todo mi apoyo y sustento desde que nacieron hasta el último de mis días han sido y serán ustedes - Nita sólo trataba de ser la mente fría, escuchaba con atención a su padre y trataba de digerir lo mejor posible la noticia. Si también se alteraba como León, todo sería un completo caos - Hijo, entiendo a la perfección que no quieras irte y si fuera por mi te quedarías a vivir aquí el tiempo que quisieras. Pero eres menor de edad, y yo como tu padre tengo la responsabilidad de darte techo y educación hasta que tengas dieciocho -
El mencionado, aún bastante inconforme con la noticia, al menos entendió lo que le decía Bo. Aunque él no quisiera pasar a la educación universitaria, sabía que con dieciséis años no podía mantenerse ni independizarse de una forma estable. Soltó un suspiro triste tras aceptar la realidad.
- ¿Cuándo nos mudaremos?.
- Seis de enero.
×× ××
Sandy había demostrado ser naturalmente un chico bastante sociable y extrovertido, solía acercarse con demasiada facilidad hacia los demás niños, y rápidamente todos le agarraban cariño. Era discreto respecto a su procedencia, siempre evadiendo cualquier pregunta que tuviera que ver con las bolsitas que cargaba en su cadera o el porqué de sus ropas con aspecto egipcio.
Había transcurrido ya dos años desde que se había convertido en hijo de Tara y Gene. Pasaba todos los días relacionandose con otros niños en espera que alguno fuera quien lo llevara de vuelta a su estrella, sin embargo, su zorro, quien siempre lo acompañaba a donde sea que fuera, le recordaba que la persona que lo llevaría de vuelta a casa, la vería con el corazón, no con los ojos. Un día en el que Tara fue a buscar al pelimorado de una fiesta de cumpleaños de una amiga, lo notó extrañamente desanimado.
- ¿Cómo te fue, cariño? - intentó investigar discretamente.
- Bien, fue divertida la fiesta y el pastel era muy rico - seguía estando apagado.
- ¿Los demás niños eran agradables?.
- Síp, todos son muy amables... - se entristeció más.
- Cariño, ¿sucedió algo? - preguntó directamente al notar el desánimo del niño.
- Pues... - jugó nerviosamente con su bufanda - yo me esfuerzo tanto por encontrar a quien me llevará de vuelta a mi estrella... Y simplemente nadie lo hace - sus rosados ojos se cristalizaron al sentirse dependiente de una persona que no conoce.
- Cariño, no culquier persona puede decidir el ser o no quien te llevará de vuelta a casa - tomó su mejilla con cariño - te aseguro que cuando la persona indicada este cerca, aunque no la veas, sabrás quién es. Y esa persona también sabrá que tu eres especial - Sandy sonrió con nostalgia y asintió a las palabras de su madre. Se dieron un corto abrazo y emprendieron de nuevo el camino de regreso a casa.
En realidad, Tara no quería que ese curioso niño de cabello morado se fuera, pero sabía y estaba consiente que no sería su hijo para siempre, y que en lo que fuera posible, debía ayudarlo a volver a su estrella. Así que un día quiso leer por completo aquella carta que le había mostrado el día que lo encontraron vagando en el desierto.
Tomó su baraja de cartas de Tarot e invocó a Shalla, su sombra, para que le revelara el destino que dictaba la carta de Sandy. Hizo algunos juegos de manos, la sombra escogió tres cartas y se las entregó a la encaramuzada. Primero tomó una.
- La persona que lo ayudará a volver a su hogar será el primer y último amor de su vida - interpreto aquel abstracto dibujo. Tomó la segunda carta - La persona que lo puede ayudar a volver a su estrella puede transferir la responsabilidad de liberar la alma a otra persona sólo una vez. Una vez echo el cambio, el otro ser deberá efectuar la libertad de la alma.... - un escalofrío recorrió su cuerpo al reconocer aquella predicción. La mano le tembló al momento de tomar la tercera carta y con un terrible miedo, leyó: - la persona que lo ayudará a volver a su estrella deberá liberar su alma de su cascaron... - la carta se le resbaló de las manos. No hacía falta leer más.
Shalla bajó la cabeza apenada al reconocer la tristeza de su portadora, y simplemente se desvaneció. Tara sollozó por lo bajo al saber el destino de su querido hijo. Tomó la tercera y volvió a leer en espera de que se hubiera equivocado, que aquella lectura que siempre efectúa en su trabajo haya sido un error, que se haya equivocado por primera vez en diez años, pero seguía dictando lo mismo: la persona que ayudará a Sandy a volver a su estrella, será el primer y último amor de su vida, ¿por qué? Porque esa persona debía matarlo.
Simplemente ella no podía permitir que Sandy fuera asesinado, su moral le impedía a toda costa permitir que esa predicción se efectuara. Después de unos días le comentó a su marido la lectura de las cartas, y reaccionó exactamente igual, sólo que él sí rompió en llanto.
- No podemos permitir que lo maten, hay que cuidarlo...
- Bawahala... - recordó con dolor en su promesa.
- Sí, le prometimos que lo ayudaríamos a encontrar a esa persona, pero... En serio no puedo permitir que me arrebaten de la mano a mi Sandy - ahora Tara también sollozaba.
- Wara... - le llamó con dulzura - Bahalala wabalabla - la morena meditó.
- Creo que si lo mantenemos dentro del palacio el mayor tiempo posible podríamos hacerlo...
El genio tampoco quería que el pelimorado se fuera de su lado, así que sólo queriendo pasar unos años más con el bello moreno, propuso mantener dentro del palacio a Sandy el mayor tiempo posible, sin llegar a privarlo de salir o socializar, pero al menos cuidándolo desde cerca e identificar a quella persona que lo mataría.
Y de forma gradual, fueron siendo más estrictos con los permisos para salir, ahora podía pasar tres o cuatro días dentro del palacio sin poder ver a sus amigos, y como en cualquier niño, provocó un sentimiento de desobediencia y reveldía. A veces, aprovechando su carencia de sueño, hacía una duna de arena a pies de su ventana para lograr sano y salvo al suelo, para después vagar un rato por el Bazaar, algunas veces aventurandose a ir a Retrópolis. Y sería justo en ese barrio donde encontraría a su rosa, pero no a quien lo llevaría de vuelta a su estrella.
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