- No Quiero Hacerlo...
Eran ya finales de febrero, el frío del invierno comenzaba a disiparse gradualmente, incluso las últimas nevadas de Snowtel comenzaban a ser más ligeras.
La semana apenas iba empezando, por lo que León se dirigía contento de camino a su trabajo. Últimamente aquella libreta donde anotaba todos los reportes se estaba llenado casi al desborde, pues Tara no había ido a recoger los trabajos que le había encomendado. De todas formas ahora llevaba una mochila donde traía todo lo necesario para sobrevivir una madrugada más.
Se dirigió a la parte trasera del local, encontrándose justamente con la alcaldesa, quien al parecer lo esperaba desde hacía un rato.
- Oh, buenas noches, señora Tara - le saludó amable y empezó a rebuscar en su mochila la libreta casi llena con los reportes - Qué bueno que la veo, tengo todos los reportes que no había recogido y... -
- Ya no hacen falta, León - le interrumpió a media frase con una voz seria y queda, típica de ella misma - Supongo que Sandman ya te contó que proviene de una estrella, ¿no es así? - por alguna razón se sentía intimidado, la apariencia de la mujer siempre era tan imponente igual que misteriosa, se limitó a asentir con nervios, con la sensación que había hecho algo malo - Y también sabes que tú eres quien lo ayudará a volver a su estrella - volvió a asentir con rapidez - ¿Y acaso sabes cómo harás eso? - se quedó en silencio, negando con su cabeza. En realidad no conocía ese detalle. La alcaldesa comenzó a caminar con dirección al palacio - Ven conmigo -
- Pero, tengo trabajo...
- Sandman es muy comprensivo, solo dile que llegarás algo tarde - en realidad le tenia más miedo a Tara que a Sandy, a parte de que tenía razón respecto a aquella característica del menor. Sacó su celular y rápidamente le envió un mensaje sobre algún contratiempo que surgió con Bruce y Nita, por lo que llegaría con algunos minutos de retraso. Y como era de esperarse del lindo moreno, recibió un tierno: "Está bien, puedes llegar a las 8:00 si quieres :)". Comenzó a seguir a Tara, quien ya estaba a la puerta del palacio, ingresando ambos a la inmensa construcción. Seguía de cerca a la alcaldesa, entrando ambos a un cuarto con apariencia misteriosa y mística, era justo lo que se imaginaba cuando escuchaba "lectura de cartas".
- Verás, León, antes de que Sandman se fuera de su estrella, encontró una carta que dictaba su destino - la colocó al centro de la mesa, observándola León y tratando de darle algún significado - La carta enlaza destinos, lo que tú ya sabes - haciendo un profesional juego de manos, le dio la vuelta a la carta y la recorrió, apareciendo de pronto otras tres cartas completamente distintas - estas otras dicen lo que debe hacerse para que Sandman vuelva a su hogar - tomó la primera y leyó: - La persona que lo ayudará a volver a su hogar será el primer y último amor de su vida - le dio la carta a León, quien observó confundido el dibujo abstracto en ella - La persona que lo puede ayudar a volver a su estrella puede transferir la responsabilidad de liberar la alma a otra persona sólo una vez. Una vez echo el cambio, el otro ser deberá efectuar la libertad del alma - León tomó la otra carta aún más extrañado ¿Liberar un alma?. Tara leyó la última - La persona que lo ayudará a volver a su estrella tendrá que liberar su alma de su cascarón -
Parecía que Tara había cortado el aire con sus palabras, León sabía que era algo grave, que de alguna forma estaba haciendo algo malo, pero no entendía el qué - Yo... ¿Debo liberar un alma? -
- ¿Alguna vez has escuchado del alcalde del Cementerio? Él se dedica a eso, ¿sabes cómo lo hace? - León negó nervioso, el oscuro orbe de la adulta le leía cada rincón de su mente - Mortis mata a las personas - al menos esas palabras fueron como un balde de agua helada en su espalda - Lo hace para controlar la población de Star Town, es entendible para la ciudad... Pero nadie más puede despojar de la vida a un habitante - Tara detuvo su habla, no quería tomar ese camino en sus palabras.
- Yo... ¿Debo hacerle daño a Sandy? - incluso la voz de León se escuchó más asustada que la de la misma Tara - ¿Soy el amor de la vida de él?, ¿Él es gay?, ¿También debo amarlo yo? -
- Escucha, León. Eres tú, quieras o no, si se conocieron a pesar de mis esfuerzos porque no ocurriera este encuentro, entonces es tiempo de hacerlo ya.
- Pero... Yo no quiero hacerlo.
- Olvidas unos cuantos detalles - la mujer suspiró, tomando la carta uno y dos - Primero, debes hacer que él se enamore de ti - León hizo una mueca.
- Espere, ¿que se enamore de mi?, ¡solo somos amigos!, yo tengo novia y él... Él no puede amarme.
- Sabrás, León, que él tiene un corazón puro. Para Sandy amor es amor sin importar la forma o el origen. Él no conoce el término homosexual, heterosexual o cualquier orientación sexual. Él sólo ama. Deberías hacerlo tú también.
- Ya lo hago, señora Tara, amo a mi novia.
- La mentira aquí no es para mí, tú mismo te engañas - León no tuvo una respuesta - Y ese silencio te contesta a ti mismo - El muchacho se mantuvo cabizbajo intentando entender todo lo que estaba pasando:
1. Sandy debía enamorarse de él.
2. Su destino estaba enlazado con Sandy quiera o no.
3. Debía... Matarlo.
- Piepequeño, no me agradas y si fuera por mi cuenta, te encerraría en las sombras para que dejarás en paz a mi hijo. Pero le prometí que lo ayudaría a volver a su hogar, así que también te ayudaré a ti - regresó las tres cartas a la baraja y las mezcló con un llamativo ademán - Lo más sencillo es hacer que Sandy se enamore de ti, tienes la mitad del camino recorrido - el corazón del moreno se aceleró al escuchar aquello - solo debes convencerte a ti mismo de amarlo con la misma pureza que él lo hace - tragó en seco.
- Y... ¿La otra cosa?, ¿En verdad debo hacerlo?.
- En eso te voy ayudar. No te preocupes por ello ahora, solo encárgate de enamorar a mi hijo.
Hubo un silencio por parte de ambos, León seguía exaltado y perplejo, pero por alguna razón, había una confortable calidez en su pecho y un travieso pensamiento en su cabeza: Sandy se va a enamorar de mi.
- Si Sandy sabe de esto... - Tara dio un manotazo en la mesa.
- Él aún no sabe lo que conlleva su destino. Yo hablaré con él sobre el resto, tú solo enamóralo - notó que el corazón de León estaba por tener un ataque cardíaco, tal vez había sido algo ruda - Eres... Atractivo, a los ojos de mi hijo, ya siente atracción hacia ti - León bajó la mirada a sus manos, jugando ensimismado con ellas, Tara entendió la preocupación del chico - Respecto a tu novia, podrás volver a tu relación con ella, las cartas no dicen que el otro ser deba amarlo. Eso ocurre muchas veces, la persona que es el amor de tu vida no suele amarte con la misma intensidad - Tara no conocía muy bien el consuelo, y se dio cuenta cuando León simplemente se cohibió aún más.
- Haré mi mejor esfuerzo, señora Tara. Sandy lo merece.
×× ××
León ingresó por la puerta trasera del local cuarenta minutos tarde, pero en vez de recibir una reprimenda, recibió su habitual sonrisa de bienvenida por parte de su jefe.
- Buenas noches, León.
- Buenas noches, Principito - dejó su mochila en el cuarto de descanso y se posicionó detrás del menor.
- Qué bueno que llegas, ya se estaba formando una pequeña fila - el menor hizo un ademán con su mano para que una arena morada abriera la puerta principal, ingresando el primer cliente del día.
Sandy comenzó a atenderlo, mientras León lo observaba desde sus espaldas. Claro, sabía que para él Sandy también era muy atractivo, tal vez, si se aventuraba en su imaginación, podría haber una posibilidad de amarlo como él se merecía. A pesar de no ser un requisito para ayudarlo, se sentía muy mal consigo mismo si no correspondía aquel amor con la misma fuerza. Él podía amar a Sandy. Un sonrojo invadió sus mejillas tras su pensamiento. ¿Eso significaba que era gay?, ¿o bisexual?. Tal vez su clasificación del amor era demasiado absurda, tal vez sólo debía dejarse llevar por sus sentimientos, y en tal caso, significaba que en realidad ya no estaba enamorado de Jessie.
Sandy había notado el aura pensativa del mayor, queriendo preguntar respecto a ello, pero la fila interminable de clientes no parecía querer disminuir en unas horas. El pelimorado se encontraba dormido leyendo el sueño de un anciano algo senil, soltando respingos de vez en cuando. Hasta que de verdad hizo un quejido. León dedicó su atención al menor, nunca antes había emitido un gemido tan audible, siendo acompañado de una expresión de preocupación. No fue hasta que soltó un quejido más preocupante que lo quiso despertar, y vaya que lo hizo a tiempo, pues no transcurrieron ni dos segundos cuando Sandy comenzó en verdad a removerse con miedo y preocupación, sintiéndose de la misma forma el más alto.
- Sandy, despierta, ¡Sandy! - y despertó con un sobresalto, con la respiración agitada y una expresión de dolor y miedo. El anciano despertaba poco a poco.
- Señor, no me comentó que era una pesadilla su sueño.
- ¿Tú no deberías saber esas cosas?, por algo vine a tus absurdos servicios - León frunció su ceño ante la actitud del adulto.
- Señor, con todo respeto, le pediré que se retire - el cliente hizo una expresión de fastidio y salió del local a paso lento, murmurando palabras que preferían ignorar.
- León, cierra el local un momento, no me siento bien - Sandy era de aquellas personas que soportaban el dolor, no les parecía importante el tener que darle atención a algo que se pasaría en unas horas. Pero que incluso él se diera un descanso le preocupaba demasiado. A paso veloz, cerró el local a pesar de la fila de clientes fuera, volviendo a toda prisa con el menor.
- ¿Te duele algo? - Sandy bajó su mirada a sus piernas, donde sus manos estaban juntas sobre su muslo, que al quitarlas dejó a la vista una mancha roja con un olor a metal. En serio estaba herido. León lo cargó en brazos, llevándolo de inmediato a la sala de descanso, donde lo dejó en un sillón y buscó el botiquín de primeros auxilios - ¿Qué te pasó?, ¿duele mucho? -
- El estúpido anciano no me dijo que su sueño era una pesadilla, un monstruo lo seguía y terminó por darme un zarpazo a mi - León volvió a su lado, hincándose frente a él, tragando saliva al ver que la herida estaba en un lugar algo inaccesible.
- Ham... Bueno, he... - Sandy también entendió, sonrojándose intensamente al imaginar la situación - Solo, ¿Podrías bajar un poco tu pantalón? - en verdad lo había dicho. Sandy, rojo como un tomate, se levantó con lentitud del sillón y bajó su pantalón con cuidado de no rozar la herida mientras León mantenía la mirada baja, no queriendo incomodarlo. Pero cómo decirle a alguien que cree que te incomoda que en realidad ansías su mirada.
- Listo... - León alzó la vista, encontrándose con una imagen más lasciva de lo que esperaba: Sandy, sonrojado y con la boca entreabierta, soltando jadeos nerviosos y dolorosos, con los pantalones debajo de las rodillas y un tierno bóxer negro ocultando su masculinidad, sin embargo, aún notándose que aquella zona que sobresalía era donde estaba. Ese bulto. - ¿León...? - Su llamado lo trajo de vuelta a la tierra, despejó su nublada mente y comenzó a limpiar con cuidado la herida.
- Lo siento...
- ¿Por qué te disculpas? - ¿En serio no había notado la mirada que le había dado a su cuerpo?, ¿El como estuvo desvistiéndolo con su vista?. Por él estaba mucho mejor que no supiera el deseo que le dedicaba.
- Solo, por no haberte despertado antes - Sandy le sonrió en consuelo.
- No te preocupes por ello, no fue tu culpa. Ese anciano nunca me dijo que era una pesadilla, mucho menos que era así de fuerte - soltó un respingo al sentir la venda sobre su muslo.
- Perdón... - volvió a sonreírle.
- Deja de pedir disculpas, no haces nada malo - le dio unas palmaditas en su cabeza, reconfortándolo de alguna agradable forma.
- ¿Puedes levantar un poco tu pierna? - y eso hizo. Le parecía lindo que los vellos de Sandy eran tan finos y pequeños, dándole una apariencia mucho más suave y bonita a ojos del mayor. Aunque claro, estaba seguro de que fuera cual fuera la apariencia del menor, para León seguiría viéndose lindo - ¿Qué mierda conmigo? - susurró.
- León.
- Dime.
- ¿Puedo ver tus ojos? - el más alto le regaló una sonrisita, quitándose la capucha y despejando sus orbes para que fueran notorios, cruzando miradas ambos jóvenes - ¿Para qué? -
No obtuvo respuesta alguna, al menos no hablada, parecía ser que aquella cariñosa mirada era lo que esperaba. Se instaló un silencio en la habitación, pero para los jóvenes eran más que audibles los latidos de su corazón, el sonido de su sincronizada respiración y pronto la distancia comenzó a disminuirse. Ninguno de los dos sabía muy bien lo que hacía, pero en lo profundo de su mente, en lo recóndito de su corazón, ambos sabían adónde se dirigían. Y Sandy fue el primero en dejarse llevar.
Tomó entre sus manos el rostro ajeno, acercándose más, observando cada peca que había en sus mejillas, sus labios igual de ansiosos que los suyos por el tacto que tanto hacían esperar. León cerró sus ojos, Sandy lo imitó, pero no se acercó, no cerró el contacto: no sabía cómo hacerlo. León fue quien dio el último empujón. Se besaron.
Solo se tocaron sus labios, pero fue lo suficientemente mágico como para sentirse inefablemente bien. Fue el primer beso de Sandy, pero para León ya no tenía número. Sin embargo, fue el primero que lo había echo querer más, no en un ámbito sexual, él quería tener el amor de Sandy, ¿O lo habría tenido ya?, de algo estaba seguro: Sandy le había arrebatado su corazón en ese beso.
Se separaron, pero León volvió a unir sus labios, quería grabar en su memoria la suavidad, la humedad y la forma de aquel beso. Su mano apresando el muslo del menor, la otra en su pantorrilla, acariciando su piel con delicadeza y dulzura. Sandy con sus manos en las mejillas del otro, permitiéndole darle los besos que quisiera, él estaba igual de encantado por aquella sensación.
Lo más sencillo estaba echo: ambos jóvenes se enamoraron en aquel contacto, pues no solo besaron sus labios; se acariciaron el alma.
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