La Rosa De Sandy
La luna se encontraba en su punto más alto, otorgándole a las calles de Retrópolis una suave manta de luz blanca. Un desobediente chico peli morado junto con su mascota se encontraba descubriendo las calles del barrio, paseándose con seguridad de saber que podía ir a dónde quiera y no se perdería, pues su fiel zorro le podía ayudar a volver al palacio antes del amanecer. Se encontraba cerca de un restaurante llamado "Bull's" cuando llamó su atención un chico que corría con rapidez al otro lado de la acera. El chico, de aparentemente su edad, se escondió en un pequeño callejón justo cuando apareció un enorme hombre fornido de donde había venido el chico. Aquel hombre posó su mirada en el moreno, sintiéndose alterado por lo intimidante que se veía, el zorro se puso en guardia listo para atacar.
- ¡Oye, tú! - le llamó con una voz igual de ruda que su apariencia mientras se acercaba a pasos agigantados hacia él. Sandy retrocedió un poco, metiendo su mano en el saco de arena listo para defenderse en caso de ser necesario - ¿Viste pasar a una chica por aquí? - el pelimorado se extraño.
- Hu, no, señor...
- Agh - se dió la vuelta y volvió a correr hacia la aparente dirección donde se encontraba quien buscaba.
Sandy se quedó un momento pensando y repasando lo ocurrido ¿no estará buscando al chico que vio hace rato? ¿Acaso ese chico era chica? Descubrir el sexo de una persona era muy difícil últimamente.
- Gracias - escuchó una femenina voz detrás suyo.
Se giró asustado, encontrándose con la persona que había visto correr, confirmando en ese momento que era niña.
- Justo ahora dudo que haya echo algo bueno... - confesó al pensar que tal vez aquella chica era un ladrón o alguna mala persona.
La azabache soltó una risilla, logrando verse mejor sus facciones finas y lindas al acercarse a la tenue luz naranja de la farola - No tienes nada de qué preocuparte. Era mi padre, me escapé de casa - informó con orgullo mientras posaba sus manos en sus caderas con superioridad.
- Yo también escapé - dijo al notar que ambos eran fugitivos. La chica, con aparentes rasgos asiáticos, sonrió al escucharlo - Pero debo volver antes del amanecer, sino estaré en problemas -
- Bueno, yo estaré colmada de problemas si vuelvo a casa.
- ¿Entonces ya tienes otro hogar? - la azabache se quedó pensando.
- En realidad no.
- También deberías volver, entonces - la chica soltó un bufido.
- Creo que incluso tú podrías saber que no sería bien bienvenida después de esta noche.
- No debiste escaparte.
La chica lo observó inexpresiva y soltó un suspiro - Sí, no debí hacerlo - se recargó en la pared y se deslizó hasta quedar sentada en el suelo. Observó al chico, quien seguía parado cerca no ella no sabiendo si la conversación había terminado y podía irse - ¿Tu porqué te escapaste? - preguntó sintiéndose intrigada por el contrario, quien parecía venir del Bazaar.
- Hum... Mis padres no me dejan salir muy seguido - el zorro se acercó confianzudo a la fugitiva y se acurrucó entre sus piernas, haciendola sonreír al ver tal curioso acto.
- ¿Sobreprotectores?.
- Sí... Estar todo el tiempo en el palacio es aburrido - la chica lo observó con sorpresa.
- ¿Vives en el palacio del Bazaar?.
- Hu... Sí.
- ¡Woah! No sabía que la señora Tara ya tenía un hijo - acarició un momento al zorro, aún teniendo interés en el pelimorado - ¿Qué edad tienes? -
- Quince.
- Oh, soy mayor que tú: tengo dieciséis.
- Vaya, pensé que tenías mi edad.
- Sólo te debo llevar unos meses - la azabache peinaba el naranja pelaje del zorro - ¿Cómo te llamas? -
- Sandman, ¿y tú?.
- Bibian, pero puedes decirme Bibi.
- Tu puedes decirme Sandy - le regaló una sonrisa al sentirse cómodo con la precensia de la chica.
- Cosita, como la ardilla de Bob Esponja - comentó con mofa al recordar al personaje, después percatándose que en realidad el chico tenía rasgos igual de delicados como los de una mujer - Ahora que lo noto, pareces niña - Sandy frunció el ceño.
- Yo pensé que eras chico - Bibi sonrió con gracia al escuchar nuevamente esa confusión.
- ¿Al menos soy un chico lindo?.
Sandy se quedó callado al no saber cómo contestar a ese comentario. Quiso cambiar el tema sobre sus apariencias andróginas, notando que Zorro estaba más que cómodo con la precensia de Bibi, quien se dedicaba a acariciar su pelaje peinándolo y despeinándolo.
- ¿Sabes qué hora es? - la mayor sacó su celular.
- 3: 50 de la mañana. A esta hora sale Mortis.
- ¿Qué cosa?.
- Mortis, el alcalde del distrito Cementerio - hizo una mímica de un sombrero y una pala que consideraba eran características obvias del vampiro.
- Hu, no he ido a ese distrito... Repito que no salgo mucho de casa.
- Ju, ¿entonces sólo conoces el Bazaar y Metrópolis?.
- Ni siquiera conozco todo el Bazaar.
Bibi hizo una mueca de desagrado - Demonios, entonces debo enseñarte mi ciudad - se levantó decidida dejando de lado al zorro - amanece hasta las seis de la mañana, son unas buenas dos horas para recorrer el barrio - comenzó a caminar esperando ser seguida por el chico, pero él se quedó estático en su lugar. Al no escuchar pisadas detrás suyas, Bibi se giró con curiosidad - ¿Esperas una invitación formal? -
- Yo... No sé si confiar en ti - confesó son timidez al recordar lo que le dijo su mamá cuando se conocieron: "No debes confiar en todos". La mayor se acercó con cautela a Sandy, como si fuera un gato asustado. Estando frente a él, le regaló una amable sonrisa y atrevidamente lo tomó de la mano.
- Tranquilo, Sand, me agradas. Puedes confiar en mí - poniendo firmeza en su agarre, lo jaló con ella a recorrer el distrito. Zorro los seguía desde detrás.
Alcanzaron a recorrer las calles principales de Metrópolis, quedando para después los callejones y los lugares para adultos. El reloj marcaba las 5:40 am. Bibi acompañó al moreno hasta la entrada de Metrópolis al Bazaar, charlando unos minutos antes de que se tuvieran que despedir.
- ¿Te escapas a diario del palacio? - cuestionó con curiosidad cuando estaban por despedirse.
- Ham... Procuro no hacerlo siempre - soltó una risilla al temer que Tara lo descubriera y pusiera ese extraño ojo en su habitación para que lo vigilara - ¿y tú? -
- Ha, yo me escapo cuando quiero - sacó su celular y buscó alguna cosa - ¿Tienes Facebook?, ¿O Whatsapp? - el más alto frunció el ceño confundido.
- No tengo celular.
- ¡Demonios! La señora Tara tiene una fortuna, deberías pedirle lo que quieras - Sandy se vio confundido.
- ¿Fortuna?.
- Por algo vives en un palacio, guapo - le guiñó un ojo, no sabiendo Sandy si era coqueteo o burla.
- Yo... Veré que hago.
- Bueno, ¿mañana te escapas otra vez? - Sandy se sintió emocionado por ver que la chica quería volver a verlo.
- Claro, ¿nos veremos de nuevo?.
- Seguro, frente a Bull's. Esta vez te enseñaré el Cementerio - le propinó un juguetón golpe en el hombro y ambos jóvenes se despidieron con una estupida sonrisa.
La madrugada siguiente se volvieron a encontrar, charlando con más confianza, Bibi tratando de tener un semblante más amable para que Sandy platicara cómodamente, pero parecía que él ignoraba sus preguntas y no permitía que alguna cuestión se quedara sin una respuesta de su parte. La azabache tenía demasiada curiosidad sobre cosas específicas del chico, pero conforme ella preguntaba, él comentaba alguna cosa que iba despejando poco a poco sus dudas.
- ¿Has vivido toda tu vida aquí? - preguntó el pelimorado cuando ambos jóvenes paseaban por el centro de la ciudad.
- Síp, toda la vida.
- ¿No te dan ganas de ir a otro lado?.
- Ham... - Bibi pensó con detenimiento - En realidad no, digo, la ciudad es demasiado peculiar, siempre hay algo nuevo que ver -
- Si!, nunca antes había visto robots... Me mantiene la duda de si tienen conciencia o están programados.
- Pues, algún día podríamos preguntarle a Rosa o a Pam - Sandy le otorgó una mirada confundida. Bibi soló sonrió, estaba acostumbrada a esplicarle casi todo - Rosa es la directora del Laboratorio, construye robots y está a cargo de las zonas verdes. Pam es la ingeniera, ella mayormente ha creado a los robots.
- ¿Rosa no era la boxeadora? La que una vez se peleó con El Primo.
- UFFF - Bibi sonrió con diversión al recordar ese pleito de hace unos años - Rosa es buena para lo que se proponga -
Los jóvenes continuaron su recorrido por el centro hasta que el zorro les aviso que era hora de irse. Ambos hicieron una mueca, pero comenzaron a caminar hacia el Bazaar.
- Alguna vez... Te ha gustado el Base Ball? - cuestionó la mayor cuando el calor del barrio se empezaba a hacer presente en el ambiente.
- Ham, nunca lo he visto. Mi mamá es algo fanática de los juegos de cartas.
- Oh, yo siempre quise un bate de base ball - contó su sueño la chica - pero mi padre dice que debo preferir el motociclismo -
- ¿Un bate? - Sandy escuchaba atento a la chica - ¿Cuándo cumples años? - sin mucho enredo, la azabache se dio una idea de cuál era el propósito del pelimorado, y sin querer, se emocionó por la idea.
- En marzo. El 31.
- Oh, falta poco - Bibi asintió.
- ¿Y tú?.
- Si te soy sincero, no tengo ni idea - la chica se confundió demasiado.
- ¿Cómo?.
- Pues eso, no sé cuándo cumplo años, pero me gusta agosto, y mi número favorito es el dos. Así que digo que cumplo el 2 de agosto - llegaron a la entrada del Bazaar.
- Eres extraño, Sand.
- Sería peor ser igual - sonrió con alegría y chocó el puño con la chica - ¿Nos vemos mañana? -
- Oh, claro. Esta vez recorreremos el Bazaar.
- Echo - y ambos se despidieron.
Al alba, Tara se encontraba desayunando junto con Sandy, quien se veía especialmente contento esa mañana.
- Mamá, ¿me podrías comprar un bate de Base ball? - soltó de la nada.
- ¿Para qué?.
- Pues... Para jugar con él.
- ¿Quieres aprender Base ball? - Sandy se comenzó a poner nervioso, pero trató de ocultarlo.
- Ham... Solo lo quería de adorno - la mujer mantuvo un silencio hasta que terminó su desayuno.
- No te compraré cosas superfluas - y salió del comedor.
Si su mamá no se lo concedía, podía pedírselo a su papá.
- Papá, ¿me puedes comprar un bate de Base Ball?.
- Wahalala? - la misma pregunta.
- Pues, quiero jugar con Zorro - el ser mágico hizo una mueca pensativa y después aplaudió, aparecieron una nube morada que al dispersarse dejó ver un gran bate gris.
- Wahabala - sonrió y Sandy también.
- ¡Gracias! - lo tomó con alegría y salió corriendo en dirección a su cuarto.
Hace unos días le había pedido un teléfono celular a Tara, quien lo creyó necesario para tener una comunicación a la distancia con él. Bibi había resultado ser una gran influencia en la cristalina personalidad del moreno, quien a veces adoptaba sus expresiones o forma de expresarse sin querer.
Con él transcurso de los días, Bibi notó que era sencillo decirle un anhelo suyo para que Sandy se lo concediera a la madrugada siguiente, sacando provecho de ello, no queriendo llegar a ser abusiva. Pero la línea de un capricho a una costumbre es muy fina. A Sandy comenzaba a terminarse sus excusas para pedir cosas a diario, a tal grado que ya ni siquiera el genio se las concedía. Una madrugada que Bibi le había pedido una sudadera negra y Sandy no la había conseguido, comenzó a fingir tos.
- Agh - tosió - hace mucho frío en las madrugadas - Sandy se sintió incómodo, pues pudo haber evitado eso si hubiera conseguido la sudadera.
- Yo, prometo traerte la sudadera mañana.
Volvió a fingir toser - No te preocupes, puedo aguantar - el remordimiento seguía en el moreno, y en el fondo, Bibi sonreía porque conseguiría su sudadera.
Con el paso de los días, los encuentros fueron tornándose ligeramente más incómodos, pues Sandy no conseguía siempre lo que le prometía a la azabache. Él lo notaba, ella no. Un día, 30 de marzo, Sandy se presentó con el bate y una expresión seria, que fue foco de atención para la chica, quien ya lucia aquella problemática sudadera negra.
- Vaya, ¿pelearás con alguien? - chocó sus blancos puños en símbolo de pelea, intentando conseguir una sonrisa de parte el menor, pero se mantenía inexpresivo.
- Bibi... No creo que debamos volver a vernos - la chica se quedó petrificada.
- ¿Qué...?.
- No me he sentido muy bien, me siento raro cuando te veo. No me gusta cómo me siento cuando no puedo cumplir las cosas que me pides, no me gusta cómo reaccionas cuando no cumplo... Pero me gusta estar contigo - se acercó y le otorgó el bate de Base ball - Sin embargo, sé que no es bueno - la chica no quiso tomar el bate, sentía que sí lo hacía, también aceptaba que el chico se fuera.
- Yo... He sido tonta, perdóname - el pelimorado sonrió algo enternecido e insistió con el objeto en mano.
- Tranquila, no eres mala. Solo no congeniamos - Bibi negó.
- No, lo siento. Ya no seré así, pero quedate, yo... - en ese momento se dio cuenta que dependía demasiado del chico - quiero seguir estando contigo -
Sandy bajó el bate junto con su mirada. Era firme con su decisión, pero también era doloroso - Lo siento, pero no debes cambiar cómo eres para estar conmigo - trató de sonreír y volvió a ofrecer el bate.
Se instaló un profundo silencio en ambos. Bibi sabía que no había escapatoria, que no podía huir de esta situación, debía afrontarla. Pero siempre había evitado sus problemas, que ahora el tener uno frente a ella la congelaba por completo. Terminó por aceptar la decisión del menor y tomar el bate.
- Yo te quiero, es culpa mía que tú no lo sepas, pero ya no importa - triste, tomó el preciado objeto. Sandy sintió una apretujada a su corazón, pero ya no había vuelta atrás - Trata de ser feliz... -
- También tú... - zorro observa a desde lejos la situación, debían volver al palacio después de esto, sabía que el chico podría ser un mar de lágrimas una vez llegando.
- Adiós...
- Adiós...
Y ambos tomaron direcciones opuestas en dirección a su hogar. Cuando Sandy llegó a su ventana, se echó en su cama y abrazó con fuerza a su almohada, Zorro sólo esperaba los sollozos, Sandy era muy sentimental a solas, pero no se escuchó ningún jadeo.
- ¿Crees que haya echo lo correcto? - El animal de naranja pelaje se acercó con cautela a su dueño y se acurrucó en su abdomen - Traté de ver con el corazón, y esto fue lo que resultó - ahora sí hizo una mueca de tristeza - ahora me duele mucho -
El animal acarició la espalda del chico con su cola, tratando de consolarlo, pero sabía que él no se había enamorado de la chica. El zorro también sabía el destino del chico, por eso fue amable con Bibi. Le habló y Sandy lo escuchó, repitió sus palabras para recordarlas mejor: - nunca hay que hacerle caso a las flores...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top