El Mar Es Negro

A medida que las semanas pasaban, Tara sentía que el momento de decirle a Sandy la verdad sobre su destino estaba más que cerca. Hablándolo con su marido, llegaron al acuerdo de que ya era hora de confesarlo.

Era la mañana de un viernes, Sandy iba saliendo del trabajo junto con León, despidiéndose sin pudor alguno con un beso en los labios frente a los demás pobladores. Y bueno, no era como que para los bazaartenses fuera algo descabellado cuando se aceptaba la homosexualidad con total libertad, era lo bueno de un lugar donde todos eran diferentes: no valía la pena discutir por discrepancias tan tontas. 

El pelimorado, con una ya habitual sonrisa enamorada, entró al palacio y fue rumbo al comedor a desayunar. Sus padres se encontraban ya esperándolo con un gran plato de hot cakes con crema batida y una malteada de moras: era un intento para hacer la notica más ligera. 

- ¡Buenos días! - como siempre, entró radiante al comedor, saludó con un beso en la mejilla a ambos adultos y se sentó a desayunar con una sonrisa. Los mayores intercambiaron miradas nerviosas. Tara sería la primera en hablar.

- Sandman - el llamado dirigió su mirada rosada a su mamá.

- Mandep.

- Tenemos que hablar - siempre que decía eso significaban problemas. Preocupado, repasó todo lo que había hecho los últimos días, intentando encontrar algún gesto grosero o alguna travesura. Se había portado bien, ¿Si no había hecho nada malo, porqué se sentía tan nervioso? - Es respecto a cómo volverás a tu estrella - soltó un suspiro aliviado.

- Uh, ¿Qué pasa con ello? - Tara soltó un suspiro, y en esa exhalación dejó ir toda la presión que sentía por anunciar la noticia. Puso aquellas desastrosas tres cartas en la mesa. 

- Hace algún tiempo quise saber más respecto al significado de esa carta que me diste cuando eras un niño, así que con ayuda de Shalla, las descifré más a fondo... - Tomó la primera y recitó de memoria:

- La persona que te ayudará a volver a tu hogar será el primer y último amor de tu vida - Sandy sonrió enternecido por aquella predicción, y tomó contento aquella carta tan abstracta - La persona que te puede ayudar a volver a tu estrella puede transferir la responsabilidad de liberar el alma a otra persona sólo una vez. Una vez hecho el cambio, el otro ser deberá efectuar la libertad del alma - Sandy frunció el ceño confundido, ¿Liberar mi alma?. Antes de que pudiera reflexionarlo bien, Tara leyó la última carta - La persona que te ayudará a volver a tu estrella deberá liberar tu alma de tu cascarón... - 

Sandy vivía recitando metáforas, lo había aprendido de Zorro. Por lo que no hizo falta explicaciones para aquella predicción. Se quedó petrificado, parecía que su respiración se había vuelto pesada y lenta. Ahora entendía porqué sus padres se habían vuelto tan erizos con el que se relacionara con otras personas: temían que se enamorara. 

- León... él...

- Escucha, Sandy, las cartas dicen que León puede pasar la responsabilidad a otra persona... -

- ¿Él debe matarme?. 

- No debe hacerlo, puede pasar la responsabilidad a otra persona... -

- ¿Debo morir?.

- Es necesario si quieres volver a tu estrella -

Sandy bajó la cabeza ensimismado. Entendía a la perfección lo que le habían dicho, solo necesitaba encontrar a alguien que tuviera que matarlo: El señor Byron podía hacerlo, era médico al fin y al cabo, sólo debía solicitar una muerte asistida. Incluso Poco o la señora Pam podían hacerlo. Pero estaba decidido a que haría todo por volver a su hogar. 

- Está bien. Hablaré con León al respecto - Genio no pudo evitar romper en inconsolable llanto. Tara lo abrazó, Sandy se levantó y se unió al gesto.

- Entendemos que es muy importante que quieras volver a tu estrella, Sandman... También tienes un hogar aquí en la Tierra, en nuestros corazones y memorias - Sandy también comenzó a sollozar.

- Los amo demasiado - Tara le dio un beso en la frente y abrazó a los dos que ahora eran mar de lágrimas.

××   ××

Hablar con León al respecto sería una tarea complicada, así que esperando que se lo tomara de la mejor manera, lo citó al distrito Bio, por estas fechas comenzaba la temporada de miel, por lo que sería divertido ver las coloridas flores y las bamboleantes abejas.

Ambos jóvenes iban tomados de la mano, sonrientes y conversando interminablemente, las risas nunca faltaban cuando hablaban entre ellos. León estaba más que alegre por la relación que tenía con Sandy, desde el día de su cumpleaños había hablado con Jessie respecto a terminar la relación definitivamente, aceptándolo ella sin ningún problema, agradeciendo los lindos momentos que tuvieron juntos y deseándose felicidad y suerte. Había sido una ruptura bastante sana a su ver.

Una vez llegaron al campo de flores, se sentaron en una banca. Sandy tomó aire y decidió que era momento de hablar respecto a ello - Cariño... - ¿Cómo explicarlo? había sido inevitable comenzar a llamarse por tiernos apodos - Tengo que contarte algo -

El corazón de León dio un vuelco ¿Había hecho algo malo?, se comenzó a sentir nervioso - Claro, mi niño, dime - Tomó su mano y entrelazó sus dedos, haciéndolo sonreír. Esa sonrisa. Desde el primer día hasta el último, siempre le parecería simplemente hermoso cada vez que lo hacía.

- Sabes que volver a mi estrella es muy importante para mi, también que eres tú quién me ayudará... Quiero hablar de cómo me ayudarás - El corazón  de León dejó de latir.

- ¿Ya lo sabes? - Sandy frunció el ceño.

- ¿Qué cosa?.

- ¿Ya te lo dijo la señora Tara? - por alguna razón se sintió algo enfadado.

. ¿Tú ya lo sabías? - No hubo respuesta - León, ¿Ya sabías de eso? - Seguía en silencio. Por primera vez, se sentía enojado con el castaño.

- Tara me lo dijo hace algún tiempo... -

- ¿¡Y no planeabas decírmelo!? - nunca había escuchado la voz exaltada del pelimorado, y hubiera preferido no haberla escuchado nunca.

- ¿Cómo querías que lo hiciera?, no era de mi incumbencia.

- Ponte en mis zapatos, Piepequeño - nunca lo había llamado por su apellido - Pasé los últimos diez años esperándote porque dependo de ti, ¿Y ahora resulta que todos sabían que me tengo que matar para volver a mi hogar y nadie me lo dijo? - la forma en que hablaba le dolía. ¿Por qué el carácter de León era tan fuerte?. Frunció el ceño también.

- ¿Por qué te fuiste de tu adorada estrella, en primer lugar?, te habrías evitado todo este estúpido problema.

- ¿Por qué me fui?, ¿Quieres saber por qué me fui?, ¡Porque me sentía solo, idiota! - se levantó repentinamente de la banca, sus ojos comenzando a acunar algunas frustradas lágrimas - ¡Hubiera preferido pasar la eternidad solo que contigo! - Algo malo de León era que respondía a lo que le dolía con agresividad: esas palabras le hirieron tanto, pero era demasiado orgulloso para expresarlo. Era tan fácil herir con las palabras.

- ¡Entonces muérete en manos de otra persona! - él también se levantó - ¡No volveré a ver cómo alguien que amo se muere enfrente mío! - fue el primero en irse, no quería que lo viera llorar. Sandy, con lágrimas en los ojos, dio media vuelta y caminó en dirección contraria al del castaño. ¿Por qué había terminado así?, ¿Cómo llegaron a ese punto?... ¿De verdad era el final?.

En un acto impulsivo, tomó aquel collar que no se había quitado desde el día de su cumpleaños, lo arrancó de su cuello y lo lanzó al suelo. No miró atrás, era de aquellas personas que se ciegan por el enojo, por la tristeza, por el orgullo. Qué diferente era de Sandy. Arrepentido, el pelimorado detuvo sus pasos, su corazón agrietándose, sintiéndose tan desolado, volteó atrás, divisando a lo lejos aún la alta figura.

- Léon... - volvió en sus pasos, no quería volver a estar solo, ¿Por qué había sido tan imbécil? - ¡León! - pero él ya se había vuelto invisible. Ahora era imposible encontrarlo. Corrió hasta donde lo había visto desvanecerse, encontrando en el suelo el collar que le había regalado. Arrancando el collar le había deshecho el corazón. Le había regalado su alma en ese obsequio. Rompió en terrible llanto mientras tomaba el dije en sus dedos, apresándolo en sus manos y presionándolo en su pecho. Cómo le dolía el alma. Eres tan vulnerable cuando le das tu corazón a otra persona.

××   ××

Comenzaba a hacerse de noche y Sandy aún no volvía a casa. Tara empezaba a molestarse por la impuntualidad del menor, sentada en el sillón del recibidor, observaba fijamente la puerta, en espera de que en el segundo siguiente se abriera y apareciera su hijo pidiendo disculpas y con una buenísima excusa que justificara su demora.

- Habalawala - apareció el ser mágico con una taza de té, ofreciéndosela a su esposa.

- Ya tardó demasiado. No lo dejaré salir un día por cada minuto que tarde - Genio observó la hora - Con este, ya va un mes - 

- Wabalalaba - Tara rodó los ojos.

- Debes admitir que lo merece - su celular sonó tras de sus palabras, siendo una llamada de Bea, la secretaria de Rosa - Buenas noches, Bea -

- Buenas noches, señora Tara - la chica siempre tenía una voz tan linda y amable - Disculpe la intromisión, pero ocurrió algo en la tarde que quisiera comentarle -

- Dime, dime - le tomó un despreocupado sorbo a su taza de té, la rubia siempre era algo exagerada.

- Es respecto a su hijo, ¿Sandman, no? - ahora tenía su completa atención - Verá, una de mis abejas me contó que había ido al campo de flores él y otro muchacho - sin dudas se refería a León - Y bueno, creo que tuvieron una discusión... -

××   ××

León estaba  tapado hasta la cabeza con sus cobijas, hecho bolita, con las mejillas húmedas y unos audífonos reproduciendo una playlist de música deprimente, sintiéndose miserable. Nita no sabía lo que le ocurría a su hermano, pero sabía que por el momento era adecuado dejarlo solo. 

La puerta fue azotada por tres sonoros golpes, seguido del timbre siendo presionado repetidas veces.

- ¡Voy! - exclamó Bo algo molesto - Con una vez que toque el timbre es suficiente - reclamó mientras abría la puerta de entrada.

- ¿Me dejaría hablar con León? - la voz de Tara siempre era tan queda e inexpresiva, pero esta vez sonó afilada.

- Alcaldesa Tara - Bo estaba sorprendido que aquella mujer estuviera frente a su puerta, y más aún que estuviera buscando a su hijo - ¿León está en problemas? -

- No se preocupe, no es nada legal... Por ahora.

La invitó a pasar y llamó a su hijo - ¿¡Es Sandy!? - preguntó sin poder evitar sonar emocionado.

- Es la alcaldesa del Bazaar - la voz de su padre siempre era tan profunda que todo lo que decía sonaba amenazante - Por tu bien, espero que no estés en problemas -

En cuanto bajó a la sala de estar, sintió de inmediato el aura de rabia que tenía la mujer. Solo esperaba malas noticias - León, discutiste con Sandman - soltó un suspiro, estrujándose su corazón al no sentir el collar al rededor de su cuello.

- Las cosas se revolvieron...

- Bueno, quiero pensar que sabes que él es una persona muy sentimental - él se limitó a asentir - Sé que también fue hiriente contigo, pero más que enojada, estoy preocupada por mi hijo - con ojos tristes, pero no dejando de sonar intimidante, cuestionó - ¿Se te ocurre algún lugar en el que pueda estar?, no ha vuelto a casa desde que salieron -

××   ××

¿Dónde estaba Sandy? él se sentía perdido y sin rumbo alguno, pero solamente estaba vagando por la orilla de la playa. Cuando uno está triste piensa cosas tan terribles; cuando hieres a alguien que amas te dañas a ti mismo con palabras más mierda; cuando dices que prefieres estar solo, es soledad lo que recibes. Y cómo odiaba estar solo. Le aterraba. El mar ya era negro, el cielo igual de oscuro con una luna llena siendo el único punto de luz. Qué noche tan romántica para un sentimiento tan deprimente. Observó el horizonte. Él solo podía hacer lo que León. No iba a depender de nadie nunca más.

Se quitó sus zapatos, su camisa y sólo se dejó los pantalones. Puso un pie en la fina ola, sintiendo de inmediato la enervante agua. No lo pensó más. Caminó con decisión en línea recta, a la profundidad del mar. 

- En verdad lo siento... - el agua le cubría los pies - Nunca quise lastimarte - sus ojos comenzaban a llorar por enésima vez en el día. El agua le llegaba a las rodillas - Eres el amor de mi vida - El agua estaba cada vez más helada. Ahora le cubría hasta la cadera - Cómo me arrepiento de todo lo malo que dije - sus lágrimas se confundían con las gotas del mar. El agua le llegaba a la altura del corazón - Te amo tanto... - le llegó al cuello.

Ya no se veía a nadie en el mar, sólo estaban unos zapatos negros al lado de una camisa morada, acompañados del sonido de las olas. La viva imagen de la soledad.

Todo pasó tan rápido.

Un chico alto llegó corriendo a la playa, se despojó de su sudadera y sin pensarlo dos veces, se introdujo al congelado mar. Una mujer con vendas en la cara llamó de inmediato a una ambulancia del distrito Veraniego. Aquel castaño nadó lo más lejos que pudo, viendo en las profundidades un destello plateado en forma de luna. El collar. Nadó hacia él con toda la rapidez que poseía. ¿Cuánto tiempo estuvo bajo el agua?, ¿Aún respiraba?. De tan solo pensar que lo que veía no era nada más que un cuerpo inerte, su vida se le escapaba. Alcanzó a tomar la helada muñeca del amor de su vida: se sentía tan débil. Sus lágrimas se mezclaban con el salado mar. Atrajo su cuerpo al suyo y lo apresó en un abrazo lleno de tantos sentimientos: arrepentimiento, amor, aprecio, nostalgia, el sentimiento de aferrarte a algo inaferrable para que no se te escape. 

El más bajo sintió el tacto. Abrió con lentitud sus ojos en un medio estado de inconsciencia, viendo a aquella persona que tantas sensaciones despertaba en él. Sonrió. Al menos no moriría solo.

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