Dulces Sueños

Al abrir sus rosados ojos lo único que escuchó era un agudo pitido, el sonido del nosocomio. El olor a medicamento y suero le invadió la nariz, sintió algo en su muñeca. Una luz blanca lo cegó por unos segundos. Se removió e intentó sentarse como si estuviera despertando en su habitación, aunque sabía que no estaba ahí.

- ¿Sandy? - podía reconocer aquella meliflua voz en todos lados. Dirigió su mirada de donde provenía, encontrándose con unos heterocromáticos ojos llorosos, rojos por el llanto, aferrado a su mano y unas terribles ojeras - Sandy... - el castaño sonrió entre lágrimas, enterrando su rostro en la mano que tenía sostenida, llenándola de dulces y húmedos besos - ¿Eres baboso o qué?, cómo se te ocurre tal tontería... -

Sandy sonrió al ver a León a su lado a pesar de todo lo terrible que dijo, pero un enorme sentimiento de arrepentimiento y culpa lo invadió al recordar la razón del por qué estaba en el hospital - ¿Por qué estás aquí? - León le regaló una mirada confundida, incluso algo asustada - Fui un idiota contigo... ¿Por qué sigues tomado de mi mano? -

El castaño se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y la dirigió a la mejilla del menor, esperando que con aquel gesto evitara que él también llorara - Mi mamá una vez me dijo: "Eres responsable para siempre de lo que has domesticado" - se levantó un poco y le repartió besos en ambas mejillas, la punta de su respingada nariz y culminó con un dulce beso en la frente - Y para mi es un gusto cuidar del principito que reina mi corazón -

×× ××

Pam era la doctora a cargo de Sandy, había dicho que no había sufrido lesión mayor, solo había llegado con mucho frío. Le darían de alta en cuanto supieran que su estado emocional era estable, al igual que su estado de salud.

León había intentado persuadir a Sandy de quedarse en la Tierra a su lado, que con el dinero que había ganado podía independizarse y vivirían juntos, se esforzaría por darle una vida digna a su lado. Pero el pelimorado, con todo el dolor en su corazón, recalcó que él solo venía de visita a este planeta, que su hogar yacía a miles de kilómetros, era un viaje demasiado largo como para cargar con su cuerpo. Aunque hubiera tenido una linda estadía aquí, no podía quedarse, él no pertenecía ahí. León no pudo hacer nada más que apoyar su decisión.

Una vez lo dieron de alta, habían discutido junto con Tara de a quién deberían ceder la responsabilidad, estando Tara y León de acuerdo que Byron era la persona más adecuada para llevar a cabo la eutanasia.

- ¿Me dolerá mucho? - habían llamado al sanador para preguntarle más detalles respecto a lo que querían solicitar.

- Eso es algo inevitable, Sandy. La sustancia que utilizo terminará por hacer efecto a pulsos. Terminaría al cabo de diez minutos - Sandy hizo una mueca. Él quería que fuera algo instantáneo, algo rápido y sin mucho rodeo. Así que decidió mencionar a aquella serpiente.

- Cuando recién había llegado a la Tierra, me encontré con una serpiente venenosa que se ofreció a ayudarme cuando quisiera volver a mi estrella. Me dijo que no me dolería y que sería rápido... - Comenzó a jugar con el final de su camisa nerviosamente - Además, lo último que quiero es que me vean cuando suceda -

Tara y León intercambiaron miradas ¿En verdad una serpiente era lo mejor?. La adulta, quien estaba dispuesta a hacer que las decisiones de su hijo se hicieran como él solicitaba, rápidamente comenzó a cotizar un vuelo a El Cairo, Egipto.

- ¿Entonces irás solo? - la voz de León sonaba triste aunque quisiera ocultarlo.

- Recuerdo que habías dicho que no querías volver a ver a alguien morir... - León hizo una mueca de disgusto y Sandy escondió el dolor que le causó decir eso.

- Lo hice... Pero no puedo dejar que te vayas solo.

Ninguno de los dos sabía qué hacer: Sandy de verdad quisiera que León lo acompañara, pero no que lo viera morir; León quería estar a su lado hasta el final, sin importar el dolor que tuviera cuando ese bello chico se fuera.

×× ××

El castaño volvía a estar en su cama, hecho bolita, escuchando una playlist con canciones que le recordaban lo enamorado que estaba de ese chico de ojos rosas que le había arrebatado el corazón. Nita estaba a su lado, brindándole caricias consoladoras en su espalda, solamente haciéndole compañía.

Bo entró a la habitación: el estado de ánimo que tenía su hijo había sido el peor que vio durante los últimos años - León - el menor le observó atento - La alcaldesa Tara te busca -

Bajó a paso lento, encontrándose con la mujer - Buenas tardes, León - le señaló el sillón que había frente suyo para que pudieran conversar cómodamente - Mañana sale el vuelo de Sandy, quería pedirte un favor - sacó de su bolso un sobre naranja, dejándolo sobre la mesita de centro - Sabes que él es muy sentimental, con solo ver su rostro sabes lo que siente - León tomó el sobre y lo abrió - Cuando me dijo que quería ir solo, supe que estaba mintiendo - un boleto de vuelo para Egipto.

El castaño la observó inexpresivo - ¿Él sabe...? -

- Ya deberías saber que todo lo que te pido es sin que Sandy lo sepa - ambos compartieron una mirada cómplice, sonriendo ligeramente - Prepara una maleta. Vengo por ti mañana en la mañana -

×× ××

Sandy iba saliendo del palacio con una maleta pequeña, su padre observándolo extrañado.

- ¿Hablawalalala?.

- Pues, sólo haré un viaje de ida... - comentó con una nerviosa risa al final queriendo a toda costa no mencionar el propósito de su viaje, Genio lo entendió. Una vez subieron al auto, Sandy notó de inmediato que su madre no estaba.

- ¿Dónde está mamá? - El ser mágico arrancó el auto.

- Wara... Balahalwa.

- Oh... - se dejó caer en el asiento. ¿Tanto era el dolor de su mamá que no quería acompañarlo al aeropuerto?, no se esperaba que aquella despedida que tuvieron en la noche deseándose dulces sueños fuera el adiós definitivo. Tampoco se había despedido adecuadamente de León. Soltó un pesado suspiro mientras se recargaba en la ventana del automóvil. No había hecho bien lo más importante.

Llegaron al aeropuerto más rápido de lo que le hubiera gustado, bajó del automóvil con pasos lentos, tardándose mucho en cada movimiento que hacía. Claro que le dolía irse. Bajó su maleta primero, pero cuando salió del automóvil ya no estaba.

- Papá, ¿tomaste mi maleta?.

- Blawa - Sandy se extrañó.

-¿Entonces dónde...? - nunca sabía qué se podía esperar de León.

Estaba ahí, con su maleta perdida y otra de él, al lado su madre. Se quedó quieto, no pudo evitar sonreír al verlo con él cabello recogido, peinado de una forma donde se veía claramente su rostro. Corrió a abrazarlo al ver que el más alto abría sus brazos.

- ¿De verdad esperabas que te ibas a ir sin mi? - le daba dulces besos en el morado cabello, Sandy enterrando su rostro en su hombro.

- En serio nunca me haces caso... - se separó y conectaron sus miradas - Agradezco eso -

Tara carraspeó llamando la atención de ambos, quienes se separaron tras una risilla avergonzada - Espero no te moleste - le mencionó la mujer mientras se acercaba a su hijo.

- La verdad no - abrazó a su mamá repentinamente, consolando aquel sentimiento de culpa que tenía por no haberse despedido adecuadamente - Gracias, mamá - Tara le devolvió el abrazo.

- Haría lo que sea por mi hijo - la mujer se quitó las vendas de la mitad de su cara y le propinó un beso en la frente, marcando en ese beso todo el amor que le tenía a su hijo. León y Genio la observaron sorprendidos - Que tengas lindo viaje, mi niño, siempre me puedes visitar en sueños - el pelimorado comenzó a sollozar, siempre tan sentimental.

Después abrazó a su papá, diciéndole palabras que León no lograba entender, pero apostaba a que había sido un encanto, porque terminó haciendo que el amor de su vida rompiera en silencioso llanto.

- Pasajeros a El Cairo, Egipto. Favor de abordar  - anunció la voz de una mujer por las bocinas del aeropuerto. Era el adiós.

Se volvieron a envovler en un fuerte abrazo la morada familia, soltándose con un nudo en la garganta. León tomó la mano de Sandy y caminaron con lentitud hacía la sala de abordaje. Ambos querían salir corriendo, olvidarse de ese vuelo y vivir el resto de sus vidas al lado del otro. Pero el más bajito de los dos seguía firme en su desición aunque tuviera el impulso de huir.

Subieron al avión, un vuelo de siete horas. Sandy iba en la ventana y León a su lado.

- ¿Quieres dormir? Aún tienes ojeras - comentó Sandy al ver que el castaño soltaba un gran bostezo.

- ¿Dormir? Estoy aterrado, jamás he viajado en avión - el menor sonrió al ver los asustados ojos contrarios.

- Tranquilo, puedo hacer que te duermas un momento en lo que despegamos.

- ¿Y morir dormido? No gracias - quería reír, pero sólo soltó unas pequeñas risillas que hicieron que León lo observara algo avergonzado.

- Lo siento, me parece tierno.

Tras el despegue, León tomó confianza para contarle respecto a su infancia, el porqué de aquellas piñas de pino podridas en su mente. Le contó cuando apenas era un niño, le mostró la línea verde que yacía en su brazo desde su primer año de vida, el cómo su tótem lo relacionaba con el camaleón y el terrible desempeño que tuvo en sus entrenamientos.

- Hubo un tiempo en el que dejé de ir a los entrenamientos por semanas, vaya... Cómo me arrepiento de eso - llegó a la parte del asalto.

Con cuidado de no llorar mientras hablaba, le dijo cuando los bandidos entraron a su casa, como quiso que Nita se ocultara y cuando tomó la sartén como arma. Hasta cuando irrumpió su madre y él no supo cómo ayudarle por haber olvidado cómo combatir. Un nudo en la garganta se le formó cuando su madre le dijo aquella frase que lo marcó de por vida, también cómo sus ojos cambiaron y la inseguridad que floreció a partir de ello.

Sandy simplemente escuchó con atención, observando con atención las expresiones que hacía su acompañante mientras le narraba.

- Es por eso que no quise que te fueras sin mí... - le confesó al final de su relato - Tal vez haya dicho que no quería verte morir, peor demonios, mucho menos quiero que te vayas solo - escuchó cómo le tembló la voz.

Sandy me acarició la mejilla con dulzura, León buscando consuelo en su tacto - Uno siempre es responsable de lo que ha domesticado -

"Cómo me gustaría hacerme responsable para siempre...", pensó Príncipe.

××   ××

Llegaron a la mañana de un cálido 21 de mayo a la capital de Egipto. Su madre les había dicho que se hospedaran en el hotel "Claro de Luna", mismo en el que sus padres habían pasado su luna de miel.

Los jóvenes dejaron sus maletas en la habitación, decidiendo salir a dar un paseo por la ciudad. Salieron a los oasis, haciendo el pelimorado buen uso de aquellas gemas verdes que había guardado todos estos años. Compraron ropa, combinandose con conjuntos de pareja. Se tomaron demasiadas fotos, estando León encantado con lo fácil que era tomarle fotos grandiosas al pelimorado.

- ¡Es que te ves bien de todos lados! - le mostró una foto donde estornudaba - Eres tan tierno - recibió un golpe en el hombro de un chibeado Sandy.

Caminaban frente a un local de piercing y demás cuando el menor tuvo una idea algo loca.

- ¿Has pensando en taturate? - León lo observó asustado.

- ¿Tatuaje?.

- No creo que te regañen - lo jaló a aquel local, haciendo un esfuerzo por convercerlo.

- ¿Pero qué me tatuaría? Cuando sea viejo se verá ridículo.

- Cuando seas viejo, seguirás recordándome - le señaló un sencillo diseño de una luna - Yo tendré una luna - fue suficiente para convercerlo.

××   ××

Era ya altas horas de la noche cuando volvieron a su habitación, con unos lindos dibujos permanentes en sus pieles. Sandy había optado por una luna estilo mándala en la mano izquierda, León con una pequeña estrella en su muñeca derecha.

- Demonios, estoy tan exhausto - el más alto soltó un bostezo.

- Ya hay que dormir - el menor se sentó en la cama y buscó una pijama en su maleta. Sintió como la cama se sumió, seguido de unos brazos rodeándole la cintura.

- ¿Usaras pijama?, hace demasiado calor - un escalofrío le recorrió la espalda al sentir su voz tan cerca de su oído.

- Precisamente porque hace calor debo cambiarme de ropa.

- Bueno - León se levantó y con toda la intención de avergonzar al contrario, se despojó de su camisa - Yo solo dormiré con un short -

Sandy bajó de inmediato la mirada al interior de su maleta cuando escuchó el sonido de la cremallera siendo bajada y el tintineo de la hebilla del cinturón, ¿A qué estaba jugando ese estúpido camaleón?. Se apresuró a tomar su pijama y encerrarse en el baño a cambiarse de ropa.

Estaba nervioso, por su puesto que sí.

No sólo por el hecho de que estaban en una habitación de  hotel sólo los dos, sin haberse tocado más allá de lo necesario estos últimos meses. Él quería hacerlo, no quería sólo irse a dormir. Pero cuánta vergüenza le daba, y mucho menos sabía si León también quería. Soltó un suspiro. Solo se pondría la camisa del pijama, sería su primer paso.

Para cuando salió del baño, León ya estaba arropado y acurrucado en la cama. Exhaló con decepción: solamente dormirían. Quitó las cobijas y se arropó también entre las blancas sábanas.

- Sé que no puedes dormir - escuchó la voz del mayor y sintió cómo le abrazaba por la cintura - Así que también me quedaré despierto contigo -

Príncipe soltó una risilla - ¿Entonces porqué te acostaste? -

- Creí que lo que querías hacer requería de una cama - no pudo evitar un sonrojo. Se dio la vuelta y quedó frente a frente con ese guapo castaño pecoso.

No hacían falta palabras. Se dieron un beso; recorrieron la forma de sus almas con caricias, extasiandose de cómo se sentía la piel del otro bajo sus manos. El pelimorado apartando los mechones marrones de aquellos ojos bicolor para observar con claridad su expresión, León siempre tan empeñado en dejar marcas rojizas en la piel canela, besando con esmero la mano donde yacía el tatuaje de luna, con la cual le apartaba el cabello. Sandy cautivado en observar el cuerpo que yacía sobre él, teniendo entrelazada mano con la del mayor donde tenía el dibujito de una estrella.

Solo observaron la desnudez de sus cuerpos, la de su corazón ya la conocían desde el primer beso.

××   ××

Uno siente cuando está solo.

Habían quedado dormidos al término de aquel acto, al menos León cayó en los brazos de Morfeo. Se despertó por reflejo, casi de un susto; cuando quiso abrazar al menor solo sintió vacío su lado de la cama. Aclaró su vision: no había nada.

Saltó de la cama y buscó en la habitación: no estaba. Con un terrible horror en el corazón, se vistió con rapidez y salió disparado a la oscuridad del desierto en busca del amor de su vida. ¿Dónde podría estar?, nunca creyó en Dios, pero le rogaba que ese lindo chico de ojos rosas no estuviera de camino al reino de los cielos.

Las lágrimas no tardaron en llegar, sentía que se le iba de su lado, que se le soltaba de la mano. Comenzó a correr a la lejanía, a donde las dunas de arena se veían cada vez más infinitas.

- ¿Tienes un buen veneno? ¿Es seguro que no sufriré mucho? - podía reconocer esa meliflua voz en cualquier lado. Dirigió su mirada a dónde provenía su voz, encontrándose con las ruinas de un viejo muro hecho de piedras, estando su principito sentado en la parte más alta de este.

Se dirigió con rapidez en su dirección, soltanto un brinco al ver al pie del muro una serpiente amarilla, de esas que matan a alguien en treinta segundos. Su presencia fue notada por ambos seres, escondiéndose la serpiente entre las rocas antes de que León le soltara un pizotón.

- ¿Qué historia es esta? ¿En serio planeabas abandonarme en medio de la noche? - se dirigió con llanto al de camisa violeta, quien se bajó cabizbajo del muro - ¡Cómo se te ocurre! - corrió a abrazarlo y desahogar su llanto en el estrecho hombro ajeno.

Sandy le dedicó suaves caricias en su poblado cabello, también rompiendo en llanto sin saber muy bien la razón. Tal vez no tenía ninguna o eran demasiadas para contarlas. Ambos se sentaron en el muro una vez hubieron dejado de llorar.

- Sé que no fue la mejor decisión, pero no sabes cómo me asusta que veas eso... - No obtuvo respuesta, con ver la mirada perdida el otro supo que él estaba igual de asustado - Yo no puedo tomar un vuelo de regreso a mi estrella... Es mucho más lejos y más difícil -

Ese era el momento, ya no podía hacer nada para evitarlo - ¿Cómo sabré que volveré a verte? - Sandman le sonrió con ternura, levantando su mirada al cielo estrellado.

- Para eso te haré un regalo - Piepequeño también dirigió su mirada a la inmensidad de la noche - Mi casa es muy pequeña para que te señale dónde está. Así es mejor porque mi estrella será para ti cualquiera de ellas... - pensó bien sus palabras, tomó la mano ajena y entrelazó sus dedos - La gente tiene estrellas que no son las mismas. Pará todos las estrellas se callan. Tu tendrás estrellas como nadie las ha tenido: 

Cuando por las noches veas el cielo, sabrás que en una de esas estrellas estoy riendo y eso será para ti como si todas las estrellas rieran. ¡Tu sólo tendrás estrellas que saben reír!. Cuando estrés consolado, uno siempre se consuela, estarás contento de haberme conocido. Serás mi amigo y retiras conmigo. A veces vas a abrir tu ventana solo por placer y tus amigos se sorprenderán de verte reír mirando el cielo. Tú les dirás: "Las estrellas siempre me hacen reir". Ellos pensarán que estas loco, y yo te habré hecho una broma... Será como si en lugar de estrellas, te hubiera dado muchos cascabelitos que saben reír -

Conectaron sus miradas por última vez, solo reflejándose un amor profundo el uno por el otro. León lo aceptó.

- Está bien... Me quedaré aquí - en su voz ya no había miedo, ni estrés, ni ansiedad. Estaba tranquila. Sabía que si Sandy hacia eso él sería feliz - Tu felicidad es la mía -

El último beso. El último abrazo. El último tacto.

El pelimorado se bajó del muro, la serpiente salió de su escondite. Se alejaron, León apenas podía ver con claridad que aquella manchita morada en la lejanía era ese bello principito. Todo pasó tan rápido. Un relámpago amarillo brilló en su tobillo. Se quedó inmóvil un instante, sin gritar. Cayó lentamente como cae un árbol, sin hacer ruido a causa de la arena.

Solo se puede ver con el corazón, lo importante es invisible para los ojos.

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