La sesión del Tarot #1
La consulta de Mingi estaba tenuemente iluminado por unas velas, que situadas a unos metros del escritorio del joven apenas se podía ver los rincones de la pequeña habitación, con ayuda de una lámpara de cristal que estaba en una esquina sobre un mueble los leves reflejos del vidrio se podía ver en las paredes. Delante de Mingi, un hombre de mediana edad que traía ropa desgastada se sentó en la silla de madera haciéndola crujir.
El hombre con manos temblorosas y ojos oscilantes parecía ansioso, Mingi parecía ignorarlo, ciertamente ni aunque intentara ver las señales sería capaz de preocuparse por las vidas ajenas, para él sólo era un cliente recurrente que mensualmente venía por una lectura. Desde que el hombre había quedado en bancarrota y vivía en la calle siempre volvía para ver si su futuro había cambiado, por más veces que Mingi tratara de explicar que el destino no podía cambiarse por más que uno lo intentará era irremediable.
Con sus manos el hombre jugueteaba nerviosamente con un billete arrugado, al levantar la mirada Mingi espero a que hablara.
—Esto es todo lo que tengo.— dice, extendiendo el billete hacia Mingi. Este lo toma con calma, pero su expresión refleja una clara indiferencia y cansancio.
—El dinero no es el problema aquí. Lo que necesitas es claridad, no una solución mágica.
El hombre asiente, él ya lo sabía, sin embargo, sus ojos se dejaba ver una esperanza ilusa.
—Quiero saber si todo mejorará... si algún día saldré de esta miseria.
Dijo con la voz áspera por el alcohol y el frío que hacía a esa hora en las calles de Seúl. Mingi dejó escapar un suspiro de cansancio y barajo las cartas con delicadeza, con sus movimientos fluidos y precisos mantuvo la vista en el hombre que tenía frente a él.
Finalmente, Mingi coloca tres cartas sobre la mesa: La Torre, El Diablo, y La Luna.
Sabiendo que eso iba a ocurrir miró las cartas buscando las palabras adecuadas para explicar el futuro prescrito de su cliente.
—La Torre representa caos y destrucción. No puedo mentirte: lo que viene no será fácil. El Diablo habla de tus cadenas, cosas que te atan, como tus vicios o tus deudas. Y La Luna... bueno, muestra confusión y miedo al futuro.
El hombre traga saliva, sus dedos apretando los bordes de la mesa.
—¿Entonces no hay esperanza?
Mingi suspira, cansado de la misma pregunta.
—La esperanza no está en las cartas. Está en lo que haces con lo que sabes. Si sigues huyendo, lo que predicen se cumplirá. Pero si decides enfrentarlo, el curso podría cambiar.
El cliente parece perdido. Mingi, aunque apático, decide agregar algo más.
—Empieza pequeño. Corta lo que te lastima, incluso si duele.
El hombre asiente lentamente y se marcha, dejando atrás un silencio pesado. Mingi se queda mirando las cartas, pensando en la monotonía de su trabajo y en cómo siempre ve el mismo patrón de vidas rotas que buscan respuestas fuera de sí mismas.
Mingi al ver el reloj de su muñeca que marcaba las 6:58 de la tarde un leve tintineo dio cuenta de que el siguiente cliente había llegado, al girar levemente su cabeza para ver la lista de personas que tendría hoy leyó el penúltimo nombre; “Jeong Yunho” dijo en voz alta, el joven subió su mirada al oír los pasos que provenían hacia él. En medio del silencio lo único que se podía escuchar eran los pasos decididos sobre la madera.
Un hombre de apariencia pulida y que a leguas parecía ser una persona con dinero suficiente para comprar el edificio en el que estaba su consulta lo miró, su ropa no tenía ni una sola arruga, el traje negro perfectamente planchado junto a su camisa del mismo color se ajustaba fielmente su figura, sus hombros anchos y su altura eran de envidiar, su peinado era impecable, cada mechón de cabello negro perfectamente acomodado como si acabara de salir de un comercial de productos para el cabello. Su rostro carecía de cualquier imperfección visible, su piel parecía suave como la porcelana y sus facciones eran marcadas pero armoniosas, casi escultóricas. Llevaba un reloj de lujo que brillaba bajo la tenue luz de la habitación, un accesorio que probablemente costaba más que todo lo que Mingi había ganado en un año.
El hombre entró al pequeño local de tarot con una calma que resultaba casi intimidante. Su mirada, fría y calculadora, recorrió el lugar antes de detenerse en Mingi, como si estuviera evaluando si valía la pena estar allí.
—¿Eres el tarotista? —preguntó con voz profunda y clara, su tono denotando autoridad, aunque sin arrogancia.
Mingi, acostumbrado a todo tipo de clientes no se sorprendió por su acaudalada presencia, este apenas levantó una ceja. Observó al hombre con detenimiento antes se responder intentando descifrar qué clase de persona estaba frente a él, había algo en su presencia pero Mingi no podía explicar qué era, lo que le provocó un ligero escalofrío
—Soy yo. —Su respuesta fue breve, sin emoción, mientras señalaba con la mirada el asiento frente a la mesa.
El hombre dio unos pasos y se sentó, sus movimientos eran lentos como si cada movimiento fuera calculado, sin embargo, Mingi no le dio importancia. Yunho deslizó un billete de alta denominación hacia Mingi, colocándolo frente a él sin quitarle la mirada de encima.
—Quiero saber mi futuro.
Mingi tomó el billete y sin decir nada lo dejó en el cajón de su escritorio. Luego dirigió sus manos a las cartas, “algo raro estaba ocurriendo” él lo sabía, “¿pero que era?”. En silencio barajó las cartas, tratando de concentrarse en el movimiento repetitivo de sus manos, a pesar de su aparente indiferencia, no podía ignorar la intensa energía que emanaba del hombre, una mezcla de poder y de algo más que no podía leer parecía impregnar la habitación.
—¿Hay algo específico que quieras saber? —preguntó Mingi, mientras extendía las cartas en un arco sobre la mesa.
El hombre lo miró directamente a los ojos, algo en ellos parecía desatar algo extraño en Mingi, con su mirada penetrante el tarotista sintió como si él hombre estuviera viendo a través de él.
—solo dime lo que veas.
Mingi asintió y sin rodeos terminó sacando 3 cartas al azar. Al colocarlas sobre la mesa su estómago se tensó, su expresión siempre imperturbable, se endureció ligeramente. Frente a él se encontraban; la Muerte, el colgado y el Sol. Pero algo en la combinación no tenía sentido, incluso para alguien que había trabajado tantos años en ello.
Mingi se tomó unos segundos que se sintieron demasiado largos para Yunho, sus dedos tamborileando suavemente sobre la mesa. El hombre delante suyo percibió el momento de incertidumbre y sonrió con curiosidad
—¿Problemas para leerlas?— preguntó Yunho con tono burlón.
Mingi ignorando el comentario habló en voz alta:
—La Muerte indica un cambio inevitable, pero no definitivo. Sugiere una transformación, un fin que da paso a un nuevo comienzo.
Este hace una pausa mirando a Yunho, pero su expresión no revela nada. Con su dedo índice señala la otra carta mostrando al Colgado.
—Sin embargo, esta carta... representa sacrificio y pausa. Habla de renunciar a algo para avanzar, pero aquí está en conflicto con La Muerte. Uno implica movimiento, el otro sugiere espera.
Mingi frunce el ceño, algo poco común en él, y se dirige al último arcano.
—El Sol debería traer claridad, pero en esta posición no ilumina, solo complica. Es como si la verdad que promete no fuera una solución, sino un problema.
Yunho ladea la cabeza, como un animal curioso, disfrutando del desconcierto de Mingi.
—¿No sabes qué significa?— provoca, su voz cargada de una peligrosa diversión.
Mingi cierra los ojos por un momento, intentando calmar su mente. Nunca antes había tenido problemas para interpretar una lectura, pero estas cartas parecen resistirse.
—Significa que tu destino está en disputa —dice finalmente, abriendo los ojos para fijarlos en Yunho. Su tono es más frío que antes—. Como si estuvieras atrapado entre dos caminos que se contradicen mutuamente.
Yunho se inclina hacia adelante, disfrutando cada palabra.
—¿Y cuál de esos caminos debería tomar?
Mingi duda. Algo en Yunho lo inquieta profundamente, como si hubiera algo más grande que las cartas jugando en esa mesa. Finalmente, responde con franqueza:
—No puedo decirlo. Es como si las cartas no pudieran decidir por ti... como si el control estuviera completamente en tus manos.
El silencio que sigue está cargado de tensión. Yunho sonríe lentamente, pero esta vez, sus ojos reflejan algo más que diversión: un reconocimiento de poder.
—Interesante. Quizá por eso vine aquí... para confirmar que soy el único que decide.
Se levantó y sin decir nada más salió del local, dejando a Mingi con una extraña sensación de incertidumbre que rara vez siente, sabiendo que podía ver todo con las cartas, “¿por qué no había podido leer a ese hombre?”, al sentir nuevamente el silencio en la habitación devolvió su mirada hacia las cartas, como si buscara respuestas o que estas le hablaran. Pero lo único que encuentra es la sensación de que el hombre que acaba de irse no es como ningún otro.
Esa noche no fue como ningún otra, Mingi pocas veces tenía pesadillas, de hecho pocas veces soñaba pero cuando lo hacía lo terminaba odiando. Ese sueño en particular había sido demasiado explícito a diferencia de otros que eran para interpretar libremente sus significados. En este un hombre viejo de unos 50 años yacía sobre el cemento, su cuerpo tensándose bajo el golpe del martillo, otro hombre que no se le podía ver el rostro y traía un chaqueta de lluvia de color negro con capucha golpeaba su cabeza hasta poder ver sus cráneo agrietado.
Mingi podía ver todo como si fuera un espectador escondido entre las sombras. la calle iluminada solo con un poste de luz a unos metros de distancia ayudaba a que se sintiera una extraña atmósfera, con la poca iluminación nadie podría visualizar lo que estaba ocurriendo, pero eso no fue lo peor. Cuando el hombre giró su cabeza para mirar el cielo nublado escuchó;
—¿Viste eso? —repitió, esta vez con una mezcla de asombro y satisfacción. Su tono era más tranquilo, como si la adrenalina comenzara a disiparse—. Nadie me cree hasta que lo ven. Nadie entiende de lo que soy capaz.
—n-no me m-mates… p-or favor— suplicó apenas en un susurro. El atacante asombrado lo miró “¿todavía te quedan fuerzas?. Deberías haberme escuchado” dijo antes de golpear con aún más fuerza la cabeza del hombre. Al sentir como la vida se desvanecía del cuerpo de aquel tipo las manos le temblaban, no por arrepentimiento sino por la adrenalina que fluía por sus venas. Una sonrisa torcida se formó en sus labios al contemplar su nueva obra, al moverse unos pasos hacia atrás, Mingi logró ver la mitad de su cara, sus labios curvados lo dejaron momentáneamente sin respiración.
El joven podía sentir que su respiración se volvía pesada, la grotesca escena parecía grabarse en su cabeza como una cuchilla desgarrando su cerebro, sin poder soportarlo, este despertó. Con todo el cuerpo sudado su mente daba vueltas, se sentía tan real y claro el sueño que no aguanto un segundo más y se levantó corriendo al baño, terminando por vomitar en el inodoro.
“¿Que había sido eso? Jamás había soñado algo como eso….” Pensaba una y otra vez al lavar su boca y manos con agua tibia.
Días después, Mingi siguió trabajando de manera habitual, en una de sus sesiones apareció una mujer con su hija veinteañera. Era la primera vez que las mujeres se hacían una lectura y aunque cansado por las noches en vela donde las pesadillas no lo dejaban dormir correctamente, contestó brevemente las preguntas que formularon. “¿Está seguro que es fidedigno?” o “¿no crees que es muy caro?” provocaron que maldijera una que otra vez en sus pensamientos. Sin mostrarse afectado por las estúpidas preguntas y con un tono indiferente dijo:
—¿qué es lo que quieren preguntar?— Mingi movió sus dedos y barajo las cartas, frenando las preguntas incómodas la mujer mayor abrió la boca.
—mi marido, el papá de mi hija desapareció hace unos días, no tenemos más recursos ya que él mantenía a esta pobre mujer, ¿quien le pagará la carrera a mi hija?— preguntó afligida.
—¡Mamá! deja de llorar por él, por eso ya se harto de ti y nos abandonó.— el ambiente antes incómodo se volvió mucho más hostil, sintiéndose mal tercio y con el aire pesado, este estaba por volver a preguntar cuando la mujer habló:
—¡¿cómo puedes decir eso?! ¡Tu padre jamás nos abandonaría! Se que algo le pasó…— soltó pero por su tono parecía que más que para su hija esas palabras eran para ella misma. —queremos saber si usted puede ver si él está… bien o-...— las lágrimas no dejaron que la mujer pudiera terminar su frase, el solo hecho de creer que su marido había pasado a mejor vida era totalmente imposible de digerir.
—De acuerdo… ¿Tiene una foto de su esposo?— preguntó apático. ignorando los sollozos de la mujer, la mujer tomó su bolso y metió su mano en el bolsillo sacando su celular. Al deslizar sus dedos por la pantalla dejo el dispositivo en la mesa frente al Tarotista. Al deslumbrar la foto un hombre canoso de contextura gruesa tomó protagonismo, el hombre sonreía junto a su esposa e hija, tenía el uniforme de taxista. Al ver más de cerca sus facciones lo reconoció; Él era el hombre que había sido asesinado en su sueño, jamás había visto al hombre, entonces ¿porque había soñado con él?”
Mingi se quedó helado, la sonrisa del asesino, el crujir de los huesos del hombre, la sangre manchando el suelo. Cada detalle inquietante volvió a su mente como si hubiera sido espectador, una presión en su pecho logró dejarlo momentáneamente sin palabras.
—¿Está bien?— la joven notó la tensión en la expresión del Tarotista.
Volviendo en sí, Mingi apartó la mirada y dejó las cartas posicionadas en un arco sobre la mesa.
—Concentrémonos en él. Piensa en su rostro, en su energía, en lo que deseas saber —dijo con voz aparentemente serena, aunque en su interior nada estuviera bien. La mujer asintió, sus manos temblorosas se aferraron a la tela de su bolso como si este fuera un ancla.
Mingi giró la primera carta: El Sol.
—Esta carta muestra claridad y vitalidad. Parece que donde quiera que esté, hay luz a su alrededor. Está protegido, al menos en este momento.
Giró la segunda carta: El Colgado.
—Esto habla de una situación suspendida, de espera. Él está en un estado de transición, como si estuviera atrapado entre dos mundos.
La tercera carta apareció: La Templanza.
—Equilibrio, paz interior. Aunque no puedo decirte exactamente dónde está, puedo asegurarte que su energía no muestra sufrimiento ni caos. Está bien, de una manera que quizás no podamos entender del todo ahora.
La mujer rompió a llorar, esta vez con una mezcla de alivio y confusión.
—¿Entonces está vivo? —preguntó con un hilo de voz, aferrándose a las palabras de Mingi como si fueran un salvavidas.
El tarotista la miró, sus ojos oscuros impenetrables.
—Vivo... o en paz. Eso depende de cómo interpretes la tranquilidad que muestran las cartas.
La mujer bajó la mirada, procesando esas palabras. Para ella, que estuviera "bien" era todo lo que necesitaba saber, aunque no pudiera explicar del todo qué significaba.
De alguna manera era extraño, Mingi sabía que había visto en su sueño al hombre morir, los detalles eran difíciles de interpretar como no real. “¿porque las cartas decían que él estaba bien?” Y aunque estuviera en paz difícilmente ocurre aquello cuando son víctimas de asesinato o muertes con sufrimiento.
Con el ceño levemente fruncido tomó las cartas y las mezcló con sumo cuidado, la joven que se mantuvo callada casi toda la sesión habló;
—tenía razón. papá nos abandonó.— soltó de repente y apretó los labios en una fina línea, la madre al escucharla no dudó en levantar la voz
—¡no hables así de tu padre!— exclamó con rabia mientras frotaba sus ojos limpiándose las lágrimas.
—¿¡cómo no quieres que hable así!?, Él no ha venido a casa desde hace 2 noches, no responde las llamadas ni los mensajes. ¡Es obvio!— la mujer levantó su mano derecha y sabiendo lo que venía no alcanzó a decir algo para detenerla, la joven cerró sus ojos esperando el golpe en su mejilla pero este nunca llegó.
Un leve tintineo dio cuenta de que otro cliente había llegado, un hombre joven que reconoció al instante como Jeong Yunho apareció con una sonrisa burlona, ocultando sus ojos detrás de unos lentes de sol negros el hombre entró a la habitación.
—Oh, ¿llegué temprano?— notando la tensión que había en el lugar, este ni se inmutó.
mirando la hora, Mingi no tenía otro cliente, eran cerca de las hora del almuerzo por lo que fue aún más rara la presencia inesperada de Yunho en la consulta. Las mujeres dejaron de discutir y quedaron en silencio, rápidamente se enderezaron en las sillas incrementando la tensión en el ambiente.
Yunho, aparentemente ajeno a la incomodidad que había generado, se quitó los lentes de sol con un movimiento lento y calculado. Sus ojos finalmente quedaron al descubierto, oscuros y brillantes, con un destello de algo que Mingi no pudo identificar del todo.
—Disculpen si interrumpo— añadió Yunho, aunque su tono no contenía el más mínimo rastro de arrepentimiento. Luego, clavó la mirada en Mingi, como si los demás no existieran. —¿Tienes tiempo para mí?
El tarotista tardó un momento en responder, sus instintos le advertían algo, aunque no podía descifrar qué. Yunho no parecía ser alguien que simplemente "pasara" por su consulta. Había algo deliberado, algo intrínsecamente calculado en cada uno de sus movimientos.
—Estoy con un cliente —respondió Mingi finalmente, con tono neutral. Sin embargo, no pudo evitar que su mirada se endureciera ligeramente.
Yunho asintió, casi como si lo hubiera esperado, y se apoyó con aire casual contra el marco de la puerta.
—No hay problema. Puedo esperar.
Las mujeres intercambiaron miradas nerviosas, pero ninguna se atrevió a decir nada. La energía en la sala había cambiado, y todos lo sabían.
Notando la intensa mirada de Yunho, Mingi desvió su mirada hacia las mujeres que tenía delante, con un tono firme habló;
—Me temo que tengo otro cliente por atender —dijo Mingi, con una amabilidad calculada mientras recogía las cartas. Su mirada se desvió brevemente hacia Yunho, quien seguía apoyado despreocupadamente contra el marco de la puerta.
Las mujeres, claramente incómodas por la presencia del recién llegado, intercambiaron miradas rápidas. Finalmente, una de ellas habló con voz temblorosa:
—Gracias por su tiempo, señor.
—Si tienen más preguntas, no duden en agendar otra sesión —añadió Mingi con tono neutral, apilando el mazo de cartas en un movimiento lento y deliberado.
Las dos mujeres asintieron rápidamente, inclinándose en una reverencia apresurada. Con pasos cortos y torpes, se dirigieron hacia la puerta, donde Yunho se apartó apenas lo suficiente para dejarlas pasar.
—Que tengan un buen día —murmuró Yunho con una sonrisa que no contenía ningún atisbo de calidez.
Las mujeres no respondieron y salieron del local, la puerta cerrándose con un suave clic detrás de ellas.
El silencio que quedó en la habitación era casi palpable. Mingi, aún sentado, observó a Yunho con cautela.
—No recordaba haberte agendado para hoy —dijo, manteniendo un tono neutral mientras barajaba las cartas.
—No lo hiciste —respondió Yunho con una sonrisa burlona mientras se quitaba los lentes de sol y los guardaba en el bolsillo de su chaqueta. Caminó lentamente hacia el centro de la sala, observando cada rincón con un interés casual que claramente estaba calculado.
—Pero pensé que podrías hacerme un hueco.
Mingi lo observó con más detenimiento, una leve tensión en su rostro, aunque sus palabras no mostraron nada de su desconcierto.
—¿Para qué? ¿Otro consejo sobre tu futuro? —dijo, sin perder su tono tranquilo.
Yunho se acercó a la mesa, apoyando las manos en ella mientras se inclinaba hacia adelante.
—No exactamente —respondió, sus ojos brillando con una intensidad poco común.
—Quería saber cómo te fue con esas mujeres. Parecían bastante desesperadas.
Mingi no dejó que la pregunta lo descolocara. Su mirada permaneció fija en Yunho, como si estuviera observando a una pieza en un tablero de ajedrez.
—No suelo discutir las consultas de mis clientes con otras personas —respondió con calma, sin un atisbo de emoción.
—Qué profesional de tu parte. —Yunho rió suavemente, pero la risa sonaba vacía. Luego bajó la mirada hacia las cartas sobre la mesa, examinándolas como si intentara leer algo más que símbolos.
—Pero me imagino que no fue fácil decirles que su querido esposo podría estar bien después de lo que viste, ¿no?
Las palabras de Yunho fueron como una aguja que pinchó una burbuja invisible. Mingi se tensó levemente, pero mantuvo su postura.
—¿Qué sabes tú de eso? —preguntó, el tono de su voz no traicionando su creciente incomodidad.
—Sé lo que vi. —Yunho lo miró fijamente, su voz más grave ahora, como si hablara desde una perspectiva que Mingi no alcanzaba a comprender.
—Vi la manera en que esas mujeres te miraban, buscando algo que no ibas a darles. Y sé que no les dijiste todo lo que pensabas. ¿O me equivoco?
Mingi hizo una pausa. No estaba acostumbrado a ser visto de esa manera. Sin embargo, no permitió que su incomodidad se apoderara de él.
—¿Viniste aquí para ponerme a prueba, Yunho, o simplemente tienes un problema con el hecho de que a veces las respuestas no son tan fáciles de ver?
Yunho sonrió de nuevo, pero esta vez algo más oscuro brilló en sus ojos.
—No, no vine para poner a nadie a prueba. Pero sí me gustaría saber, ¿cuánto de lo que dices es verdad? ¿Y cuánto es solo una fachada?
Mingi se recostó en su silla, mirando fijamente a Yunho sin mostrar ninguna emoción, aunque por dentro algo se agitaba.
—Yo no estoy aquí para jugar a ser juez. Vengo de un lugar diferente, Yunho. Y te aseguro que no soy tan fácil de leer como te gustaría.
Yunho se cruzó de brazos, observando con una sonrisa torcida cómo Mingi mantenía su compostura.
—Oh, lo sé. No quiero leerte. No lo necesito. Solo quiero que me digas la verdad: ¿cómo sabes lo que ves en esas cartas? ¿Realmente tienes un don, o simplemente estás jugando con las emociones de los demás?
La pregunta de Yunho resonó en el aire, haciendo que Mingi se quedara en silencio por un momento, consciente de que la conversación había tomado un giro inesperado. Sin embargo, no se dejó atrapar por sus propias dudas.
—Mis cartas no mienten— respondió con seguridad, pero su voz era un poco más suave de lo habitual.
—La verdad no siempre es lo que esperamos, pero eso no significa que sea menos cierta.
—¿Y qué pasa cuando la verdad es demasiado difícil de soportar?— preguntó Yunho, su voz cargada de una gravedad extraña.
Mingi no respondió de inmediato. En su interior, sentía una pequeña chispa de duda, pero rápidamente la apagó con una sonrisa fría.
—Lo que sea que eso signifique, lo enfrentaré. ¿Tú también puedes hacerlo?
Yunho se acercó un paso más, casi a su lado, su rostro tan cerca que Mingi pudo ver el brillo extraño en sus ojos.
—Ya veremos. Pero no olvides algo, Mingi: la verdad, en manos equivocadas, puede ser peligrosa.
Mingi levantó una ceja, aún con el mismo aire tranquilo, pero sintiendo cómo su mente comenzaba a girar con preguntas sin respuestas.
—¿Y tú quién eres para darme consejos sobre la verdad?
Yunho sonrió de nuevo, y esta vez, la sonrisa era completamente enigmática.
—Solo alguien que también sabe lo que es vivir en la oscuridad.— Se dio media vuelta, comenzando a caminar hacia la puerta.
—Pero no te preocupes. Te lo contaré cuando llegue el momento.
Mingi permaneció en su lugar, observándolo irse sin poder despejar la nube de incertidumbre que se había instalado en su mente. Mingi terminó rompiendo el silencio, en voz baja, casi para sí mismo.
—¿Qué demonios estaba pasando aquí?
Pero Yunho ya se había ido, dejando atrás más preguntas que respuestas.
—Señor Jeong— dijo el hombre con cautela. —Busqué la información que pidió, la información de Song Mingi y lo que ha hecho en los últimos años, lo recopile todo en esta carpeta.— con sus dos manos la sostuvo delante de Yunho después de que este saliera del edificio.
el hombre asintió, tomó la carpeta y se subió al coche sin decir ni una palabra después de que su conductor le abriera la puerta.
—Song Mingi— murmuró Jeong mientras un sutil brillo de emoción se alojó en sus ojos.
“Esto será divertido”
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