Un sofá dura dos meses.






~~~No saltarse nada de este capítulo, es importante para entender partes del resto de la historia~~~




~Narra Mike~

Cuando me desperté vi a Tina sentada en el borde de mi cama con un bol lleno de agua en el regazo, en el que también había un paño mojado. Tenía algo de frío, así que me tapé con la manta que había a mi derecha. Me incorporé somnoliento y miré a Tina con los ojos todavía entrecerrados. No me había dado tiempo a procesar la información de lo que pasó ayer, y tardé un rato en despejarme un poco.

- ¿Qué... qué pasa? - Pregunté yo frotándome los ojos lentamente.

- Nada. - Murmuró Tina mucho más seria de lo normal. - Anoche no te encontrabas nada bien, tenías la fiebre muy alta. Llevamos toda la noche intentando que mejorases, pero no sirvió de mucho.

- Yo estoy bien. - Exclamé ofendido. - No me hace falta que nadie me cuide.

- No opinabas lo mismo anoche cuando te levantaste de la cama a penas pudiendo caminar, con cuarenta de fiebre, y los ojos... - Contestó Tina suspirando.

- No hace falta que me lo recuerdes. - Dije yo secamente, cambiando mi tono de voz para decir lo siguiente. - Gracias... pero creo que es mejor que bajemos ahora.

Ya, sobre eso... - Empezó a decir Tina mientras yo me levantaba de la cama quitándome la manta de encima. - Sparta nos ha dicho que los .exes mataron a la niña que conocisteis en Cazma. Bueno, más bien lo ha dicho Musi, Sparta no pudo hablar en todo el día.

¿Qué? - Dije yo en una voz bastante alta. - Vamos a bajar ya, corre.

Fui rápidamente al baño para vestirme. Me puse apresuradamente la primera sudadera que había cogido del suelo de la habitación y unos pantalones vaqueros. Ni siquiera pensé en peinarme, me lavé los dientes a toda velocidad y salí del pequeño cuarto encontrándome con Tina de frente. En cuanto me vió, asintió con la cabeza y los dos nos dirigimos a la sala común. Lo primero en lo que me fijé fue en la cara de sueño que tenían todos, yo incluído. Además, todos estaban sumidos en un profundo silencio, no se oía ni un suspiro. Intenté centrarme en lo importante y fui a sentarme al lado de Musi que, para mi sorpresa, no estaba sentado con Sparta. Supongo que después de esto ninguno de los dos está muy bien. Al menos eso pensaba hasta que él me mostró una enorme sonrisa como si todo estuviese perfectamente.

- ¿Estás... estás bien? - Dije yo en voz baja poniéndole una mano en el hombro para después sentarme a su lado.

- Sí. - Dijo él tranquilamente sin borrar su sonrisa. - No te preocupes.

No pude evitar mirar a mi alrededor buscando una posible explicación para esto, pero todos parecían igual de sorprendidos que yo. Me crucé con los ojos de Sparta, rojos por culpa de las lágrimas y rodeados de unas profundas ojeras. Timba le abrazaba, pasándole un brazo por encima de los hombros. Carraspeé haciendo que me mirase, en este momento él era el único que podía transmitirme con la mirada todo lo que sabía de Musi y Sparta.

- Bueno, creo que es mejor que salga a hablar con Mike un momento. - Dijo Timba rompiendo el absorbente silencio que se había formado en la habitación.

Después se separó de Sparta lentamente para levantarse y andar hasta donde yo estaba. Timba acababa de decepcionarme, supuestamente lo que quería conseguir era averiguar qué le pasaba a Musi en ese momento para poder hablar con él, no que me sacase de allí de esa forma tan indiscreta.

Entonces noté cómo me agarraba del antebrazo para sacarme a rastras de la habitación, esquivando los cojines que, como siempre, estaban desperdigados por el suelo por culpa de nuestras constantes e infantiles peleas de almohadas.

- ¿Puedes andar tú solito? - Murmuró Timba en tono burlón una vez estuvimos fuera . - Quiero salir de aquí ya.

Una vez dicho esto, se dirigió a la entrada de la casa y abrió la puerta echándose a un lado para que yo pudiese pasar, lo que me recordó mucho a los mayordomos que hay en algunas películas.

- Pase, amable caballero. - Dijo Timba poniendo a propósito una voz más grabe de lo normal mientras se inclinaba haciendo una reverencia. - Su caballo le espera fuera...

Yo no pude evitar reírme al ver la cara de asco que puso en cuento terminó la frase. Después, él cerró la puerta con algo más de fuerza de la que debería, provocando a su vez más ruido de lo normal. Yo apreté los dientes al oír el portazo que había pegado, y después me giré suspirando para buscarle con la mirada.

-¡Timba! - Grité yo al ver lo lejos que estaba ya, corriendo para alcanzarle. - Bueno, ¿Alguien va a contarme qué narices está pasando?

-Nos volvemos a casa, Mike. - Suspiró Timba dándome la espalda una vez que le alcancé.

-Vale, voy a procurar no entrar en pánico... - Dije yo en un intento fallido de no ponerme a dar vueltas y a gritar como hacía siempre que me ponía nervioso. - ...porque sé que tú siempre dices las cosas de sopetón y sin explicarlas, y por eso siempre las malinterpreto y me pongo histérico y empiezo a preocuparme aunque te conozca desde hace quince años y sepa que siempre me haces lo mismo, y al final es una tontería. ¡Así que por favor, por lo que más quieras, dime que no me estás diciendo que vamos a volver a casa!

- Entonces, mejor no digo nada. - Dijo Timba mostrándome una sonrisa torcida. - Pero te puedo explicar por qué, y también...

- Y también por qué a nadie se le ha ocurrido preguntarme si quiero volver a esa ciudad después de todo esto. - Interrumpí yo de golpe, molesto.

- Como iba diciendo... - Exclamó Timba subiendo su tono de voz para indicarme que le dejase explicarse. - Y también por qué no te han hecho ni caso.

- A quién quiero engañar. - Suspiré yo tirándome en el césped todavía mojado por la lluvia. - Lo sé de sobra, lo veo en tu mirada.

- Eso ha quedado demasiado romántico. - Rió Timba sentándose a mi lado. - Arréglalo.

- Lo veo en la forma en la que me miras porque por suerte o por desgracia llevo viviendo quince años contigo y te conozco mejor que tú mismo. - Dije yo riendo también. - Aunque ya podrías habérmelo comunicado mentalmente cuando estábamos dentro para que yo pudiese hablar con Musi, cara alcachofa.

- Por lo menos espero que te hayas desahogado. - Murmuró Timba haciéndose el ofendido.

Yo me reí con ganas preparado para interrogarle en unos segundos, en cuanto la risa me dejase hablar. Yo seguía sin saber nada de lo de la niña, ni del por qué teníamos que ir a la ciudad. De todas formas, él se me adelantó.

- Lo que no entiendo es por qué no quieres volver. Yo echo de menos nuestra casita, nuestro pequeño jardín, ver a Trolli intentando cocinar por las mañanas... - Empezó a hablar él mientras yo miraba nostálgico al cielo. - Además, iremos todos, y seguro que será divertido enseñarle a Cero la ciudad. Será solo por un día, pero es que...

- Lo sé, lo sé. - Interrumpí yo soltando un sonoro suspiro. -Espera, ¿cómo que un día?

- Sí, un día. Si me dejases acabar las frases, pedazo de hiperactivo, te enterarías de algo. - Explicó Timba riendo. - Vamos simplemente para conseguir un par de camionetas... o cualquier cosa que encontremos.

- Para que algunos de nosotros vayamos a las coordenadas que encontramos en la guarida del anciano. - Terminé yo la explicación por él.

- Esta vez si aciertas en leerme la mirada, menos en una cosa. - Dijo Timba sonriendo con autosuficiencia. - No vamos a las coordenadas, si no que van a las coordenadas.

- No, no, no. - Dije yo con rotundidad. - Timba, vosotros queréis matarme, ¿no? Tengo que ir a esas coordenadas pase lo que pase, y esta vez no tenéis escusas para no dejarme ir. No tengo ni heridas, ni balazos, ni ninguna enfermedad.

- No, Mike, tienes algo mucho peor, y ni siquiera sabemos lo que es. Pero sí sabemos que hace que te desmayes, que te suba la fiebre hasta los cuarenta grados, que vomites sin parar, y que pierdas consciencia de lo que haces volviéndote un .exe momentaneamente. - Empezó a decir Timba cada vez más preocupado. - Te lo dije una vez, no hagas el imbécil y preocúpate por tí mismo.

- Sí, pero la última vez me dijiste que lo hiciese por Trolli. - Dije yo seriamente.

- Vale, no entiendo a qué viene ese cambio de tema tan repentino, pero sí, te dije eso. ¿Por qué te acuerdas? - Siguió hablando Timba precipitadamente, sin perder la esperanza de que en algún momento pudiese recuperar los recuerdos que había perdido.

- Ojalá lo supiese. Y ojalá controlase de lo que me acuerdo y de lo que no, habría podido borrar muchas cosas que que quiero olvidar. - Suspiré yo dándole a entender que progresos, no había hecho ninguno. - Ahora por favor, explícame qué le pasó a la niña.

- A ver, yo sé lo poco que me han contado esos dos, y ya has visto en qué estado estaban, así que no logré enterarme muy bien. Cero está hablando mucho con Sparta para... ayudarle. No está bien en absoluto, y a Musi ya le has visto, no sé cuál de los dos está peor. - Dijo Timba con preocupación en la voz. - Eran .exes gigantes, no como los normales. Y estaban buscando a la niña en especial solo para matarla, no saben por qué. Musi intentó huir con la niña para llevarla a su casa y buscar a su familia, porque supuso que tampoco les habría dado tiempo a meterse al refugio. Pero una vez llegó allí... básicamente vio cómo el .exe mataba a su abuela y a su padre. Después le quitaron a la niña, y Musi no pudo reaccionar porque el .exe tenía a Sparta con el cañón de la pistola en la nuca, así que no podía hacer nada.

Yo me quedé en silencio, no había nada que decir. ¿Por qué se esmeraban tanto en arruinarnos la vida? Y lo sé, suena muy dramático, pero e daba igual. Me daba igual porque acababan de quitarnos el único sitio en el que parecía que todo lo que pasaba fuera no importaba, en el que siempre estábamos contentos. Notaba como la rabia subía por mi garganta formando un nudo. Bueno, probablemente eso era por culpa de las ganas que tenía de llorar. Y no solo por esto, sino por todo en general; por todo lo que está pasando.

Mike, no lo pienses más. - Dijo Timba soltando un suspiro. - En un rato iremos para allá, a nuestra casa, a ver nuestro sofá...

Vi cómo una sonrisa se dibujaba en el rostro de Timba, y no pude evitar sonreír también. Nuestro sofá... era importante. Echaba de menos todo eso, la verdad. Levantarme y ver como Trolli intentaba hacer el desayuno, y después ayudar a Timba a recoger su estropicio, porque nunca lo conseguía. Hacer la compra con Trolli y después echar una carrera hasta la caja para pagar el primero, salir por la tarde y comprarnos un helado para después ir a bañarnos al lago. Son cosas que ni antes de llegar a la ciudad ni ahora podemos hacer, y la verdad, lo extraño mucho. Extraño no poder tener una vida feliz y normal... aunque hasta hace poco, yo aquí era feliz también.

- ¿Dentro de cuánto, exactamente? -Pregunté yo sin borrar la boba sonrisa que tenía en la cara. - Porque quiero desayunar antes...

- Pero si son casi las tres de la tarde. - Exclamó Timba mirándome mientras se reía. - Te has levantado muy tarde hoy... Aunque no te culpo después de la noche que has pasado.

Bueno, pues me da igual a qué hora nos vamos o la hora que sea, yo voy a comer. - Respondí levantándome de la hierba para después girarme hacia Timba sonriendo divertido. - ¿Te vienes?

¿Yo? ¿A comer? - Preguntó Timba riendo. - ¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que quiero comer.

Yo me limité a reír para después volver a girarme y empezar a andar hacia la base. Desde aquí podía ver a Tina esperándome, probablemente para decirme que nos iríamos de allí en seguida. Me daba algo de miedo, hoy estaba de mal humor, y a mí no me apetecía que me gritase ahora mismo ya que yo tampoco estaba muy alegre que digamos.

- Mike, nos vamos ya, así que sube a coger lo que necesites. Te esperamos aquí. - Dijo en cuanto llegué a la puerta, claramente enfadada por alguna razón insospechable. - No tardes mucho, anda.

Vale, subo en un segundo, como algo y bajo en seguida. - Dije atropelladamente.

Empecé a caminar para entrar en la base rápidamente, esperando que no se diese cuenta de lo que acababa de hacer.

- Mike, no se te ocurra pararte a comer nada. - Exclamó ella girándose para mirarme fijamente. - El portal está abierto, y es peligroso dejarlo así por mucho tiempo, ya lo sabes.

Me limité a soltar un suspiro para después subir las escaleras. Normalmente tenía la suficiente fuerza de voluntad como para ignorar el mal carácter de Tina e incluso hacer que estuviese más positiva, pero hoy no. Para eso tendría que haber dormido algo esta noche, y simplemente olvidarme de todos mis problemas. Pero como no podía, me limitaría a comer algo aunque tuviesen que esperarme durante tres horas más, dijese lo que dijese Tina. Subí los escalones rápidamente para después girar a la segunda habitación a la derecha y abrir la puerta. ¿Qué necesitaba? Cogí mi mochila, que estaba tirada en un rincón de la habitación. En ese momento me alegré mucho de haber preparado mis armas ayer por la noche. Ni siquiera tuve que cargar la pistola, estaba todo listo, por lo que tenía aún más tiempo para comer. Metí a toda prisa la pistola en mi cinturón y después envainé la espada. Cogí mi móvil de la mesilla y lo ajusté a la pequeña funda que tenía también en el cinturón para guardarlo. Volví a salir de la habitación e intenté no hacer ruido una vez bajé las escaleras para girar hacia la cocina. Pensé que los demás también tendrían hambre, así que simplemente vacié el bol de la fruta en mi mochila. Si no tenían hambre, yo no tendría ningún problema en comérmelo todo. Cogí también un paquete de galletas de la alacena justo antes de oír a Manu golpeando el cristal.

- Corre. - Dijo él, aunque yo no le oyese, para que pudiese leerle los labios. - Tina te va a matar.

Yo asentí sonriendo para después salir de la cocina a toda prisa. Me encontré de frente con Sparta, muy serio. Debería hablar con él, pero no tenía fuerzas para más. Me limité a dedicarle una sonrisa para después rodearle con el brazo y pegarle más a mí. Él me correspondió el abrazo y después se separó ahora algo más animado. Supongo que hay veces que no se puede consolar con palabras, simplemente hay que estar ahí apoyando a esa persona.

- Musi no está bien. - Murmuré yo, provocando que Sparta se girase para mirarme.

- No me lo cuentes. - Dijo él con un hilo de voz. - No sé qué hacer, sobre todo porque por mucho que intente hablar con él, no... muestra que le importe lo más mínimo.

- Ha pasado un día, para él es difícil. - Dije yo intentando animarle, aunque mis frases cada vez tenían menos sentido. - Deja que se le pase un poco la impresión...

En otro momento, Sparta hubiese hecho un chiste malo con esto. Algo cómo "¿Que se le pase la impresión? Ni que fuera una impresora". Pero ahora no estaba de humor para eso, ninguno lo estaba, y por eso creo que él y to íbamos a tener una conversación seria por primera vez desde... siempre.

- Para mí también es difícil. - Suspiró Sparta mirando al suelo fijamente, con la cabeza gacha. - Pero supongo que lo dejaré estar.

Los dos seguimos a los demás sin decir una palabra hasta que Cero se nos acercó, interrumpiendo al instante nuestro intento de "Primera conversación seria en... siempre"

- Bueno, ¿listo para enseñarme la ciudad, Azulado? - Dijo él alegremente tratando de quitarle peso al asunto. - Aunque creo que según me habéis dicho, ese debería ser Mike.

- Exacto. - Dijo Sparta con algo más de entusiasmo en la voz. - Mike es el experto, ya te enseñó la biblioteca.

- Bueno, el experto... Simplemente llevo viviendo allí dos años, no más, así que no esperéis mucho. - Reí yo mientras pasaba mi brazo por encima del hombro de Sparta. - Él puede enseñarte exactamente lo mismo que yo si vais los dos juntos con Timba.

- ¿Me llaman? - Gritó Timba desde delante de la fila girándose hacia nosotros con una sonrisa de oreja a oreja.

Me arrepentí en seguida de todo esto, porque me dí cuenta de que estaba con Trolli. Y no sé muy bien por qué, la verdad, y a mí no me importaba pasar tiempo con él en absoluto, al fin y al cabo, seguía siendo como... mi hermano. Pero supongo que tenía miedo de que él estuviese mal o incómodo conmigo y que por culpa de esto dejásemos de tener la relación que siempre hemos tenido. Esto no podía destruir 15 años de amistad, ¿no?

- ¡sí! - Respondió Cero animado mirando a Timba y a Trolli. - Hablábamos de quién va a enseñarme todo eso cuando lleguemos.

- No te creas, no hay mucho que ver. - Dijo Trolli soltando un suspiro. - Es un sitio bastante aburrido, de hecho.

- Claro, eso lo dices porque no salías de casa. - Reí yo mientras nos acercábamos a ellos. - Te tirabas todo el día intentando cocinar.

- Y después, nosotros perdíamos el resto del tiempo intentando solucionarlo. - Dijo Timba soltando una carcajada.

- Sí, sí, muy gracioso, pero que no se diga que no le ponía ganas al asunto. - Dijo Trolli riendo también mientras levantaba un dedo buscando reconocimiento.

- Eso no nos hacía desayunar mejor. - Siguió Timba sin dejar de reír mientras Trolli le dedicaba una intensa mirada que pretendía ser de rabia sin conseguirlo, ya que también se estaba riendo. - De todas formas, no dejaremos que cocines absolutamente nada en el resto de tu vida, no te preocupes.

Todos nos reímos justo antes de darnos cuenta de que el portal que nos llevaría a nuestra dimensión, a nuestro primer verdadero hogar, estaba tan solo a unos metros de nosotros. En seguida noté cómo Trolli y Timba se callaban, probablemente, mientras un montón de recuerdos les venían a la mente. No quería ni imaginarme cómo estaríamos los tres cuando entrásemos en casa...


* * *

No sabía qué me esperaba, solo estoy seguro de que pensaba que íbamos a reaccionar de alguna manera. Pero no, ahí estábamos los tres mirando fijamente la puerta con miedo de entrar. Los demás se habían ido a sus respectivos alojamientos, y nos reuniríamos mañana a primera hora. Mayo, Victor, Rius, Itzel y el resto se habían quedado allí, dejándonos aquí a Musi, Sparta, Raptor, Tina, Manu, Cero y nosotros tres. No hacía falta mucha más gente para conseguir dos vehículos, pero no confiábamos para nada en nuestra habilidad y destreza para no llamar la atención.

- Creo, y repito; creo y supongo que será mejor que dejemos de hacer el imbécil y entremos de una vez. - Murmuró Trolli mientras me quitaba las llaves de las manos.

Yo solté una risita nerviosa por la situación. Los tres, mirando una puerta como niños pequeños a punto de empezar el primer día de colegio. Trolli tragó saliva al mismo tiempo que daba un paso al frente e introducía la llave en la cerradura. O más bien, lo intentó, porque hasta el tercer intento no consiguió meter la llave correctamente. Justo antes de girarla para abrir la puerta, se dio la vuelta para mirarnos.

- Por Dios, no sé por qué estamos tan nerviosos. - Dijo Timba mientras reía. - Ni si quiera vamos a quedarnos aquí definitivamente, es solo por unos días. Al fin y al cabo, es nuestra casa, deberíamos estar entusiasmados.

En realidad, los tres sabíamos que estábamos nerviosos por la cantidad de recuerdos y nostalgia que desprendía nuestra casa, nuestra primera adquisición y, a su vez; nuestro primer paso para crear una nueva vida. Observé como Trolli movía nervioso su mano sobre la llave, titubeando.

- Por favor, abre ya, por que me va a dar un infarto aquí mismo. - Dije yo muy tenso, entre dientes. - Quita.

Me acerqué más a Trolli y puse mi mano sobre la suya para después darle un suave empujón y girar la llave dentro de la cerradura.

Lo primero que vi fue nuestro luminoso salón, con sus enormes ventanales y su puerta corrediza que daba al pequeño jardín. En mitad de la sala... No me lo podía creer, nuestro sofá. Noté que una enorme sonrisa aparecía en el rostro de Timba, que en seguida salió corriendo hacia tan querido mueble, para después soltar la maleta bruscamente y saltar para tumbarse en medio de él. Yo le imité, y caí encima de él haciendo que rodase fuera del sofá soltando un gruñido.

- Siempre haces lo mismo. - Dijo él sonriendo pegándome un suave puñetazo en el hombro desde el suelo.

Yo cogí un cojín de mi derecha y hundí mi cara en él, aspirando su aroma. Olía a nuestra casa, simplemente, a hogar y felicidad. No recordaba ese olor. Por un momento me dejé llevar por todos los recuerdos que todo esto me traía.

Nosotros siempre quisimos una vida nueva. Cuando vimos a Trolli por primera vez. él tenía diez años, yo ocho, y Timba once. Siempre estábamos viviendo aventuras, más o menos lo mismo que ahora, e incluso con el mismo objetivo: salvar el mundo. La diferencia era que antes era solo un sueño infantil. Cuando Trolli se escapó para vivir con nosotros, tenía dieciséis años. Solo queríamos hacer del mundo un lugar mejor, y nos dedicamos a vivir nuestra vida para poder olvidar todo lo anterior y empezar de cero, sobre todo por él; por el niño asustado que nos encontramos una tarde en el bosque cuando tenía tan solo diez años. Íbamos de dimensión en dimensión, de pueblo en pueblo, de casa en casa. Y estábamos muy contentos con eso, mucho. Salvábamos vidas, no podíamos pedir más. En cuanto Trolli vino con nosotros permanentemente, pudimos seguir dedicándonos a lo mismo, solo que sin preocuparnos por si al día siguiente le veríamos con heridas y moratones por todo el cuerpo. Y claro, es que sus padres ya no estaban con él para castigarle si salía con nosotros o hacía algo que ellos consideraban "incorrecto e inapropiado". Como si lo que hacían ellos lo fuese... No podía evitar ponerme nervioso al pensar en ese tema, en seguida empezaba a notar como la rabia subía por mi garganta. 

Cuando yo cumplí los dieciocho, por fin pudimos mudarnos a la ciudad sin problemas, ya que antes no podíamos al ser yo menor de edad y, por lo tanto, necesitar un tutor legal que no podría ser ni Timba ni Trolli. Por eso nos escondimos hasta que yo fui lo suficientemente mayor para poder comprar una pequeña casa en la ciudad. Hasta que nos marchamos a l abase dos años después... Ese había sido nuestro hogar y nuestro primer paso juntos. Sparta, por desgracia para Timba, vivía con sus tíos, claramente no muy preparados para cuidar de él. Musi, vivía con sus padres, y el resto en su propia casa. Antes estaba todo bien, ahora ya no. Lo echaba de menos. Me revolví entre los cojines del sofá sin abrir los ojos. Me acuerdo de que fue lo primero que compramos, después de la casa, los tres juntos y con nuestro propio dinero. Cuando íbamos a hacerlo, nos enteramos de que tendríamos que irnos en dos meses para empezar una nueva misión: destruir Trivago. Por lo tanto, ya no merecía la pena comprarlo. Pero a Timba le dio igual, y al día siguiente cuando Trolli y yo volvíamos del supermercado, lo encontramos en nuestro salón. Todavía me acuerdo de la cara de orgullo de Timba y de la sorpresa reflejada en las nuestras, aunque también muy satisfechos. Estaba tapizado en una suave tela negra, al igual que los cojines, decorados con tres líneas horizontales de color rojo, naranja y granate.  La goma espuma del interior del sofá era lo más mullido y blando que te podías encontrar, y con un solo botón de un mando a distancia podías hacer que se alargase hasta quedar igual que una cama de matrimonio. Era perfecto, todavía lo es. También recuerdo todas las noches que pasábamos en ese sofá sin dormir, hablando con ilusión sobre cómo íbamos a salvar el mundo, como si fuésemos tres niños pequeños. A veces nos dormíamos ahí juntos, después de ver una película. Había días en los que Timba se pasaba la tarde observando cómo yo pasaba las páginas de mis libros que tanto me han gustado siempre. Ahora ya no tenía tiempo para leer, una cosa más que echaba de menos. Mientras tanto, Trolli solía dibujar o escribir en su cuaderno. Éramos, y me atrevería a decir que todavía lo somos, como tres adolescentes en su primer año de instituto intentando llevar una vida adulta. Era divertido, lo pasábamos muy bien. De eso era de lo que tenía miedo, de echar todo esto de menos, y de ser consciente de que probablemente nunca volveríamos a ser como antes. Miedo a los cambios. Genial, estupendo; otro más que apuntar en la lista de "le tengo miedo a la vida". Maravilloso, en serio. Esto se iba a la mierda, quería dejar de recordar, pero todos esos pensamientos me atacaban cada vez que aspiraba el aroma que desprendía el cojín que todavía estaba abrazando. Solo con ver de nuevo este sofá, todo eso se había despertado y ahora los recuerdos no me dejaban en paz. Abrí los ojos para mirar a Trolli, que seguía de pie en el mismo sitio que antes sin mover ni un músculo, mirando fijamente el suelo como si tuviese miedo de levantar la vista. Yo levanté un brazo y chasqueé los dedos al mismo tiempo que emitía un pequeño silbido como si estuviese llamando a un perro para llamar la atención de Trolli, que levantó rápidamente la cabeza para posar sus ojos azules sobre los míos. Yo le sonreí cálidamente y después hice un rápido movimiento de cabeza, preguntándole que si estaba bien. Él simplemente me sonrió de vuelta y asintió con la cabeza, dándome a entender que lo único que le pasaba era... en fin, que estaba exactamente igual de temeroso que yo respecto a todo esto. Y aunque intentase disimularlo, no iba a conseguirlo con una simple sonrisa falsa, y menos ante mí y después de tantos años juntos.

- He estado pensando en algo últimamente. - Dijo Timba rompiendo el silencio que se había formado y, a su vez, la conversación que estaba tomando lugar entre los ojos de Trolli y los míos. 

A juzgar por el tono de voz y la seriedad de Timba, esto era algo importante. Como leyéndonos la mente, los tres nos sentamos juntos, yo incorporándome primero para que ellos pudiesen sentarse a mi lado. 

- Es por Sparta, ¿no? - Murmuré yo mirándole. - Has estado muy serio desde que se fue.

Sparta se había ido con Musi en vez de con sus tíos, nadie quería que fuese con ellos durante estos días.  Los padres de Musi estaban de acuerdo con esto, tal vez algo recelosos por el hecho de que la parejita fuese a dormir en la misma habitación. Claro que ellos no sabían que Sparta tenía más vergüenza que nada sobre este tema, y tampoco habían tenido en cuenta que tenía tan solo catorce años, dado que su hijo no les había aportado mucha información sobre su novio.

A Timba todo esto le había dado mucho que pensar, nunca había estado de acuerdo con que Sparta viviese con sus tíos después del accidente que tuvieron sus padres, ya que por aquel entonces ellos dos ya estaban muy unidos. En cuanto Timba le vio por primera vez, se prometió a sí mismo que iba a cuidarle, probablemente por verle tan indefenso y desprotegido después de la muerte de sus padres. Sus tutores legales son sus tíos ahora, y por mucho que Timba se quejó en su momento; al ser él menor de edad por aquel entonces, no pudo encargarse del pequeño. Sus padres hubiesen querido que se encargase de él, y así lo dijeron en su testamento. Bueno, más bien dijeron que lo sería si cuando llegase el momento él era mayor de edad, ya que de otra manera sería ilegal. En el caso de que no fuese así, lo serían la abuela de Sparta. Claro, que al morir poco después, los siguientes en la lista eran sus tíos al no tener Timba dieciocho años. Así fue como todos sus intentos de tener la custodia del pequeño, que por aquel entonces tenía todavía cinco años recién cumplidos. Los padres de Sparta siempre quisieron mucho a Timba, de hecho, fueron los únicos adultos que de verdad llegaron a preocuparse por él. Por eso, Timba se había comprometido a cuidar de su hijo aunque eso conllevase perderse una etapa muy importante de su vida. Tampoco le importó el hecho de que fuesen sus tíos los que eran sus tutores, aunque les diese igual  lo que le pasase a Sparta. Y no era que no le quisiesen, simplemente, no estabas preparados para encargarse de un niño. Por otra parte, los tres amigos, con tan solo dieciséis años, no podían mantenerle económicamente. Por eso y por otra serie de cosas, también estaba bien contar con que sus tíos estaban obligados a hacer determinadas cosas de las que ellos no podían encargarse. En seguida supe que ahora que todo iba mejor respecto a esas cosas, Timba quería reclamar la custodia de Sparta.

- Quieres volver a intentarlo, ¿verdad? - Murmuré yo sin dejarle responder a mi pregunta anterior, mientras todos esos pensamientos bullían inquietos en mi mente.

- ¿Por qué me conoces tan bien? -  Susurró él sonriendo. 

- Ya me lo has preguntado dos veces hoy. - Respondí yo mostrándole una sonrisa torcida. - Y la respuesta sigue siendo la misma. Porque llevo soportándote quince años, cariño.

Me tiré encima de él mientras los tres nos reíamos, me encantaba usar mi ironía con ellos. De repente, alguno de los dos me golpeó con uno de los cojines, haciendo que yo soltase un gruñido. Me giré agarrando lo primero que pillé a mano para después golpear a la nada con todas mis fuerzas. Después todo estaba borroso. Los golpes me llegaban por todas partes y notaba como los dos locos a los que llamaba hermanos saltaban en el sofá sin parar. En un momento dado, todo eso paró y al abrir los ojos me di cuenta de que los tres estábamos tumbados con nuestras extremidades entre mezcladas. 

Creo... que sería mejor esperar a que todo esto termine. - Dije yo jadeando, todavía intentando recuperar el aliento y buscando una forma suave de decirle la verdad. - Ahora ni siquiera tenemos tiempo para esto.

Timba. - Dijo Trolli acercándose más a Timba, intentando salvarme de esta situación. - No es un buen momento y lo sabes. Mañana podríamos estar los tres muertos, y él tendría que volver a pasar por todos esos procesos insoportables una vez más, pero esta vez no le quedaría nadie más. Entiendo que quieras hacer esto, de verdad. - Continuó Trolli con ternura en su voz intentando consolar a Timba. - Aunque solo sea para que los dos os quedéis tranquilos. Pero de todas formas, él está con nosotros todo el rato, y...

- Y eso es ilegal. - Dijo Timba mirando a Trolli preocupado. - Yo no puedo alejarle de su casa y llevarle a vivir conmigo si no soy su tutor legal. Y si a sus tíos les apetece denunciarnos por hacerlo, estarán en su derecho. Y le perderíamos. Sus padres... - Noté que su voz se quebraba, mientras se incorporaba agobiado. - Sus padres querían que yo le cuidase.

- Es muy difícil. Sinceramente, por mucho que sus padres quisiesen que tú fueses su tutor legal, mientras vivamos en estas condiciones, no creo que ningún juez con dos dedos de frente acepte cambiar su tutoría. - Suspiré yo incorporándome también para pegarme más a Timba. - Déjalo estar, no nos conviene descubrirnos. Te estarías arriesgando a que se lo lleven para siempre... y a que nos arruinasen nuestros planes.

Y ahí nos quedamos los tres, sentados en nuestro querido sofá con la vista perdida en la pared blanca del salón.







~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Fin del capítulo!

Ufff este es denso XD Pero es importante para entender cosas que pasarán más adelante, así que si os da pereza u os aburre lo siento.

Y lo sé, he tardado mucho. Pero no voy a dejar que esto afecte al siguiente capítulo, o al menos es mi intención. Es decir, que este fin de semana también tendreis capítulo! :3
Quería explicaros ahora unas cosillas, explicaros qué va a pasar en el futuro con esta historia y demás, pero se me hace tarde y prefiero explicarlo con mas calma, asi que lo haré en el siguiente capítulo y entonces no sé que hago contandoos esta mierda si no os importa :v

Ahora si, preguntitas.

Conseguirá Timba ser tutor legal de Sparta?

Cómo van a conseguir dos camionetas para la misión y dónde?

Qué quereis que hagan en el siguiente capítulo? No se vale yaoi, que os conozco... XD :3

Bueno, ahora os pido por favor que si no entendéis algo me lo pregunteis en los comentarios y que me digáis qué os ha parecido, sobre todo porque no sé si quedó muy confuso.

Adioss!! (Me moví al móvil para esto XD) ❤❤

~5607 palabras








Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top