39. Matthew (Editado)
Sigue lloviendo cuando despierto. Percibo la lluvia a través de mis párpados cerrados y algo frío que está posado sobre mi garganta. Se roza con mi nuez y su contacto se va calentando a medida que pasan los segundos.
Tengo miedo de abrir los ojos. El sudor se resbala por mi frente reflejando la tensión en la que me encuentro.
—Está despierto. —No reconozco esta voz. Abro los ojos para encontrar la cara de Alondra. Entonces no era una voz desconocida, simplemente nunca le presté atención.
Tiene un afilado cuchillo en la mano y lo mantiene con firmeza sobre la delicada piel de mi cuello.
Ella frunce el ceño antes de echar un rápido vistazo hacia su derecha. Tras la ventana abierta de par en par está Ethan. No puedo atisbar su expresión, pero mantiene las manos entrelazadas a su espalda.
—¿Mato al resto? —dice Alondra.
Intento moverme, ella aprieta el cuchillo hasta que el filo se hunde liviano en mi piel.
Sin atreverme a hablar, me cuestiono cómo han llegado hasta aquí. Busco a Arthur con la mirada y con alivio descubro que no está a mi lado. ¿Cuánto tiempo habré dormido?
—No podemos arriesgarnos. Nos llevaremos a Matthew con la caja. Aunque no tengamos las llaves, intentaremos abrirla por la fuerza.
Ella asiente y mantiene su posición.
—Y si se debate, déjalo inconsciente. Ya hemos tenido suficientes pataletas. Padre lo quiere en casa y es lo que haré. —Mi supuesto hermano se acerca, contemplándome a través de sus fríos ojos. Mete los dedos en uno de los bolsillos de su gabardina ocre y juguetea con lo que parece un reloj.
—No voy a volver. Ya no pertenezco a esa familia. —El enfado llega con calma, como siempre hace cuando el odio envenena mi alma—. El dinero. Todo por un montón de billetes. Preferís hundiros en la mierda con tal de llenar vuestros bolsillos. ¿Y después qué? ¿Esa pasta podrá borrar de vuestra cabeza todas las atrocidades que habéis cometido?
Alondra resopla con frustración.
—No tienes ni idea de la verdad —masculla.
—¿Vuestra verdad? Si quisiera saberla buscaría en el inodoro. No me interesa. Dejadme en paz. Dejadnos en paz. —Me muevo y mi cuello comienza a sangrar gracias a la hoja afilada. Poco me importa a estas alturas. Dejo que el suave líquido caliente mi ira.
Aparto a Alondra sin mucho esfuerzo, pues es evidente que Henry Lavestre me quiere con vida. Mi hermano permanece de pie en mitad de la estancia, pasa el reloj de una mano a otra.
—Me encantaría dejarte en paz. De hecho, prefiero que estés muerto —comenta Ethan con desidia y comienza a pasear por la habitación sin hacer demasiado ruido—. No te soporto. Eres un niño que ha vivido parte de su vida entre algodones. Finges ser inocente. Mientes constantemente para caer bien a los demás y a la vez mantener una distancia. No sé si te has parado a pensar en esto alguna vez: para existir necesitas dinero. Cuanto más tengas, más tranquilo vivirás. Eso es un hecho que cualquiera con dos dedos de frente sabe. Arrastrarme por un puñado de billetes es lo mismo que hacía en los barrios bajos de Londres. No veo la diferencia.
Paso mi mano para quitar la sangre que se escurre por mi cuello. Estoy agotado. Observo con detenimiento la estancia. Hay un montón de ropa sucia tirada en el suelo y una bandeja de comida sin tocar en la mesilla de noche.
—Soy consciente de que en este mundo de mierda hace falta el dinero. ¿Quieres matarme? Adelante. Irás conmigo a la tumba.
Alondra se mantiene alerta, con las rodillas sobre la cama. Semeja un león a punto de atacar. La fachada de chica amable hace tiempo que se ha caído, ahora solo queda la frialdad.
—El dinero no es sinónimo de felicidad —hablo al levantarme. Estoy algo mareado—. Deberías ir al hospital a que revisen tu cerebro, creo que nuestro padre te golpeó demasiado fuerte cuando eras un bebé. Muy habitual en él, por cierto.
Avanzo un par de zancadas hasta Ethan.
—¡El efecto del reloj se ha terminado! —exclama Alondra con angustia.
El pomo de la puerta gira un par de veces.
—Solo puede utilizarse una vez, por lo que parece —medita Ethan contemplando el dichoso reloj.
—¿Matthew? —pregunta David.
Alondra se mueve con agilidad y sigilo para quedar al lado de la puerta. Está dispuesta a cortar el cuello de David si logra entrar.
—Entrégame la puñetera caja de música. Puedes quedarte aquí jugando a ser maricón todo el tiempo que nuestro padre permita, pero necesito llevarme esa caja.
—No.
—Hay muchas más vidas en juego de las que crees.
—¡Lavestre! ¡Abre! —grita David—. Llevas casi un día durmiendo y unas cuatro horas encerrado. Si no abres voy a romper esta puta puerta. Kanade, voy a destrozar esta mierda. No. Aparta. Me da igual.
Ethan me mira con asco.
—¡Están aquí! —chillo—. ¡No sé cómo han entrado! ¡Al lado de la puerta! ¡Tiene un cuchillo!
Me las arreglo para llegar hasta Ethan. Él me asesta una bofetada. Se la devuelvo.
El pasillo se llena de ruidos inconexos. Alondra decide que su posición no es la adecuada e intenta atraparme. Quiere que sea su rehén. Y una mierda. Me alejo todo lo que puedo y ella lanza su arma. El cuchillo vuela rozando mi mejilla.
Inclino mi cuerpo para embestir a Alondra con toda la fuerza que me queda. Nos estrellamos contra el armario. Consigo mantener sus brazos cruzados, evitando que intente atacarme.
David rompe la puerta e irrumpe en el cuarto con aspecto homicida. Le siguen los demás. Arthur entra el último y mi ánimo se calma. Él está bien. Está a salvo.
Ethan apoya algo metálico en mi nuca y por las expresiones de horror de Art y Lya, intuyo que es un arma de fuego.
—Entregadme la caja. —Aprieta la pistola todavía más contra la base de mi cabeza—. Es más, ya que estamos, dadme también los todos colgantes. Y cuando digo todos, me refiero al que enseña el momento exacto de tu muerte, señor Shigure Kanade.
Art se lleva las manos al cuello dispuesto a arrancarse el collar.
—Detente —impero al ver el gesto de Art. Alondra respira con agitación bajo mi agarre. Si Ethan dispara, es probable que ella también muera—. Jamás te entregaremos nada.
—¿Seguro? —Ethan contiene una pequeña risa—. Estoy dispuesto a mataros a todos. Claro que después tendría que excusarme ante mi padre, pero es un riesgo que tomaré.
Kanade camina con toda la calma del mundo hasta sentarse en una de las camas. Lleva vestido un pulcro traje negro y desabotona su camisa: un curioso colgante se revela. Apenas lo distingo, parece una especie de galaxia en miniatura encerrada en una esfera.
—Este no es el momento ni el lugar en el que muero. Buen intento. —Habla como si estuviera tomando el té de las cinco y no en una situación crítica—. Tu padre. Tanto dinero y tan ahorrativo. ¿Por qué no contrata a sicarios profesionales en vez de mandar a dos niñatos? Supongo que hay fortunas que se amasan guardando cada libra.
La quietud sigue a las palabras de Kanade. Tengo las manos sudorosas y agarrotadas. Por suerte, la herida de mi cuello es superficial a pesar de que ya ha empapado la camiseta de mi pijama.
Un cuervo grazna.
Un disparo resuena.
Me encojo por acto reflejo. Veo dos dedos volar y chocar contra la madera del armario.
—¡No lo matéis! —solloza Alondra con el rostro lívido.
Me tiemblan las manos cuando la suelto. Mi mirada se desvía a los dedos que permanecen en el suelo y después busco a quién ha disparado.
Ethan está aullando de dolor, se aferra a su mano herida.
—Necesito que Ethan viva. Por favor —suplica Alondra.
—Me dan igual tus peticiones —Lya está apoyada en el marco de la puerta. Aprieta su estómago con una de sus manos y porta un arma con la otra—. Tú te vas al otro barrio con él.
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Sobre el significado del nombre de Kanade.
Os dejo aquí los kanji del nombre completo de Kanade. En Japón, primero se escribe el apellido y luego el nombre: 金出時雨
Kanade: 金出. Escrito con el kanji de oro 金 y el kanji de salir 出.
Shigure: 時雨. Escrito con el kanji de tiempo 時 y el kanji de lluvia 雨. Esta palabra significa lluvia estacional. También se refiere a la lluvia de finales de otoño.
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