33. Arthur (Editado)

La pelota rueda hasta mis pequeños pies. Alzo la cabeza mientras trato de sujetar el enorme y redondo juguete.

Mi madre permanece sentada en el banco del parque, hablando con un hombre. Es el padre de Matt. No veo odio ni tensión, entre ellos se respiraba un ambiente amigable. Charlan y a veces se puede entrever alguna que otra sonrisa.

—¡Art, tírala ya! —grita mi hermano. Le faltan algunos dientes, lo cual hace que su sonrisa sea extraña y divertida a la vez. Lanzo la pelota con una fuerza irrisoria, aun así, el chupete se me ha descolocado por el esfuerzo. Esta no rueda mucho más que un par de metros, por lo que mi hermano se queja y decide ir hacia los columpios, dejándome plantado.

Recuerdo sentir el deseo de correr hacia mamá. Voy tambaleándome hasta el banco de hierro forjado y apoyo las manos en sus rodillas. Balbuceo una suerte de palabras. En mi mente, la necesidad de estar acompañado.

—Han crecido mucho. —Escucho la voz del señor Lavestre—. Ojalá las cosas fueran diferentes.

—Lo son. Hace tiempo que he cambiado. —Ella me levanta y me sienta en su regazo. Por aquel entonces, su cabello llegaba hasta la base del cuello; se ondulaba en las puntas y era del mismo color que la miel iluminada por el sol. Me pone de nuevo el chupete en la boca mientras yo me entretengo con los brillantes botones de su camisa. Parecen pequeños trozos de cristal—. No quiero volver a esa vida.

—No puedes dejarlo del todo, si lo haces, la familia Lavestre quedará destruida. Ya no habrá un futuro para nosotros.

—Mejor eso que tal y como está —sentencia ella con seriedad, me deja de nuevo en el suelo—. Ve a jugar con David, cariño. Los mayores tenemos que hablar.

Tras lanzar una última mirada a aquel hombre de ojos grisáceos, vuelvo junto a mi hermano, que se emperra en subir a un árbol. Sin éxito.

—Art, ven. Sube. —Me tiende la mano. Trato de alcanzarlo, pero mis pies tropiezan.

—Art, despierta. —La voz de Matt se introduce en mi sueño; la imagen de mi infancia se dispersa y los tímidos rayos de sol que se asoman desde la nubosidad me ciegan.

Medio dormido, veo a un hombre con el cabello azul y violeta inclinarse hacia una farola.

—Así que al final imploras por mi ayuda, David —dice mientras habla palmea el poste de la farola con calma. Creo que no está bien de la cabeza. ¿Ese pirado va a ser quien nos ayude? Vamos a morir.

David suspira como si buscase paciencia, pone una mano sobre el hombro del tipo y hace que gire para que queden uno frente al otro.

—Eso es una farola —replica David—. Haz el favor de ponerte las gafas de una vez. No ves una mierda, asúmelo.

Kanade entrecierra sus ojos rasgados, se acerca a mi hermano hasta que sus narices casi se rozan.

—本当(1)。 Es verdad, eres tú.

—Esta chica ha perdido demasiada sangre, ¿qué es lo que ha sucedido exactamente —consulta una mujer que no había visto, pues estaba metida en la parte trasera del coche, ignorando a su acompañante.

—Ha sido apuñalada, creo. No lo he visto. —Me levanto con pesadez. Sin ofrecer más comentarios, la mujer quita los bártulos para lo que intuyo, será una transfusión de sangre.

Antes de comenzar, se concentra en limpiar y coser la herida con una rapidez pasmosa.

—Tu ayudante sigue siendo increíble —murmura David en medio del silencio que se ha formado.

—Ha trabajado para el ejército durante gran parte de su vida —explica el desconocido como si no estuviera hablando de alguien que tiene delante. Saca del bolsillo de su pantalón unas enormes gafas, se puede apreciar que son cristales muy gruesos a pesar de estar prensados. Es posible que puedan parar balas. Las mira con asco y las vuelve a guardar.

—Sujeta esto bien alto —indica la mujer y me tiende una bolsa de sangre. Está algo fría al tacto. Hago lo que me pide—. Más alto.

Ella comprueba que el tubo está bien e inserta la aguja con precisión en la piel oscura de Lya. El espeso líquido comienza a bajar y debo apartar la cabeza para no marearme.

Alguien toma la mano que tengo libre. Intuyo que es Matt.

—Va a necesitar mucho reposo, pero se recuperará —determina la mujer con voz neutra—. Todos tenéis aspecto de haber estado en un buen lío esta noche.

—Vamos, vamos, Alice. No actúes como su madre —habla el interesante señor.

—No he dicho nada digno de una madre —corta Alice con sequedad. Lo cierto es que no tengo ni la menor idea de lo que hubiera dicho una madre en una situación así. Con una punzada de dolor, me viene la cabeza la imagen de mi madre. En cierto modo, es ella la que nos ha puesto en esta situación—. En cuanto hayamos terminado la transfusión es mejor que vayamos a tu casa de campo.

—そうだね(2) ... De acuerdo... A veces me pregunto quién manda aquí. —Se ríe.

La barrera que mantenía mis recuerdos escondidos se ha roto. Vienen a mi cabeza de forma aleatoria, como si tirara las piezas de un puzle al aire y estas fueran cayendo lentamente a la tierra, esparciéndose sin orden ni concierto.

Abro los ojos tratando de no ver la aguja y el tubo. Matt está atento a mi expresión. Sus tempestuosos ojos hacen que mi corazón palpite con fuerza en el pecho, con un agradable dolor. Desvío la mirada hasta el cielo, ha comenzado a nublarse y el sol no se ve por ninguna parte. El clima cambia tan rápido como mi vida.

Los minutos pasan y empiezo a sentirme muy mareado.

—Ya puedes bajar la mano. —Es entonces cuando me atrevo a echar un vistazo a Lya, que permanece recostada con su rostro girado hacia mí y las trenzas esparcidas por el suelo. Su piel de ébano está ligeramente pálida, así como sus labios han perdido también color.

Va a estar bien, no puede morir. Ha hecho mucho más de lo que se esperaría de un amigo.

—No te preocupes —vuelve a hablar Alice.

Asiento con el corazón en un puño. David se ha alejado con el desconocido, estoy seguro de que está explicándole la situación.

—Tendremos que dividirnos para poder dejar a Lya tumbada, ¿no? —Matt rebusca en el maletero del coche y consigue una especie de manta. No es que huela demasiado bien, pero la coloca bajo la cabeza de Lya a modo de almohada.

—Sí —responde Alice mecánicamente.

El cielo se pone cada vez más y más oscuro, una tormenta se está formando lentamente. Quizás el mundo reviente de una vez por todas.

Lo que hay en ese tesoro implicará la caída de Henry Lavestre. Sin embargo, en mi recuerdo no estaba molesto con mi madre. No tenía esa maldad arraigada en su mirada. ¿Qué sucedió para que todo terminase de esa manera? Los entresijos del pasado están tan enredados que apenas se distingue nada. Ya no estoy seguro de si se resolverá todo cuando encontremos nuestro tesoro.

Una gota impacta contra mi nariz. Ninguna más cae. La lluvia parece haberse atascado entre las nubes.

—Si yo fuera el que trajera la desgracia a tu familia, ¿seguirías estando a mi lado? —Mis palabras salen hacia un Matt que se sienta en el maletero cerrado del coche.

Alice se ha marchado para quedarse junto al hombre de pelo colorido que parece estar inmerso en una discusión con David. Me percato de que Matt está descalzo y que debe llevar así desde que salimos de la cabaña en llamas. Tiene los pies llenos de pequeños cortes que parecen bastante dolorosos.

—Yo me pregunto si tengo familia a estas alturas. —Cruza los brazos sobre su pecho. Ambos miramos hacia el cielo—. Te han hecho tanto daño. Han hecho tanto daño en general.

Niega con la cabeza varias veces y su marcada nuez se mueve cuando traga saliva antes de volver a hablar.

—Puede que haya pasado poco tiempo. Es posible que no me conozcas lo suficiente. Pero quiero que sepas que estaré a tu lado, Arthur. Pase lo que pase.

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(1) 本当 ほんとう Leído hontou. "Verdad" en japonés.

(2) そうですね Leído sou de su ne. "Claro, cierto", en japonés.

https://youtu.be/9O1z99u465U

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