26. Arthur (Editado)
Está tendida en el pavimento frente a mí. La sangre se escurre desde el agujero de bala y se mezcla con la suciedad cenicienta del suelo. Un individuo observa el cuerpo de mi madre a través de sus fríos ojos grises mientras sujeta por la parte trasera del suéter a un niño que se debate igual que bestia salvaje recién capturada.
Es el padre de Matthew.
Grito, no obstante, mi voz sale como si fuera un niño pequeño. Sollozo. Chillo. Estoy escondido entre los cubos de basura, aferrando la caja de música como si me fuera la vida en ello.
Parpadeo varias veces en medio de mi temblor. Sé que no es real. Son mis recuerdos desatándose a causa de una fiebre muy alta, tiene que ser así. No he podido transportarme al pasado. Es imposible.
Un horrible estruendo me hace regresar al mundo real.
Estoy acostado en una cama estrecha con un colchón mullido y confortable. El ruido ha conseguido sacarme del estado en el que me encontraba.
Me incorporo con lentitud. Mi vista está emborronada tras el sueño y la fiebre. El suelo se siente helado en cuanto poso mis pies en él. Es de madera, desgastada con el paso de los años. Abro la puerta sin saber muy bien que estoy haciendo.
Desde allí veo la espalda de Matt, parece estar cocinando algo que huele delicioso. Sin embargo, mi estómago está completamente cerrado.
Quiero elevar mi voz hasta quedarme afónico. No fue suficiente con quemar la casa, también le disparó. La vida de mi madre se extinguió en un callejón al lado de los contenedores de basura. No merecía un final así.
—Mi madre... —pronuncio en voz alta—. Mi madre no murió quemada en el incendio.
Me tambaleo y camino unos cuantos pasos. El aroma a azúcar y canela invade mis fosas nasales.
—Art. —Las manos cálidas de Matthew se posan en mis mejillas, me trae de vuelta al mundo real. ¿Cómo es posible que de una persona tan horrible haya salido un chico tan dulce?
—¿Qué has recordado? —inquiere otra voz. Dirijo la mirada hacia el hombre alto que permanece apoyado en la encimera, los músculos definidos se marcan a través de la camiseta negra. Las facciones de su rostro están en tensión. Es el mismo que me sujetó horas atrás, cuando me desmayé. ¿Cuánto tiempo ha pasado? A través de la ventana más cercana solo se veía la negrura más intensa—. ¿Arthur?
Una suerte de nostalgia me invade al escuchar mi nombre pronunciado por él.
—Eres el que me dio la caja de música. —Recuerdo haberlo visto en el lago, aunque no estoy seguro del día exacto.
Él asiente y se gira para apagar el hornillo. Sus manos aferran el borde de la encimera con fuerza. Matt también lo está observando detenidamente con el ceño fruncido.
—He recordado algo que sucedió cuando era pequeño. —Trago saliva tratando de llevar todo mi peso a mis pies y mantenerme estable—. Mi madre estaba muerta en la callejuela que había en el lado derecho de nuestra casa. Su herida parecía de bala y su sangre...
Mi piel está helada y a la vez sudorosa cuando hablo. No quiero volver a traer esa imagen a mi mente. ¿Cómo puedo continuar? Decir delante de Matthew que su padre disparó a mi madre sería demasiado cruel. Para él. Para mí.
El hombre baja su cabeza, visiblemente dolido. Conocía a mi madre. Por eso está sufriendo, ¿verdad? Necesito que alguien ponga luz y aleje las sombras que cubren los misterios de mi vida.
—Me parece que David tampoco se encuentra muy bien, Art. ¿Y si nos limpiamos un poco y volvemos para cenar los tres? —Sonríe Matt interponiéndose entre el hombre y yo.
Suelto un distraído sí y me veo arrastrado hasta un pequeño cuarto de baño. En completo silencio, Matthew se va y vuelve con ropa para poder cambiarme. Abre el grifo de la pequeña bañera y tras comprobar que el agua tiene una buena temperatura, coloca el tapón para que se llene.
Escuchamos lo que parece ser el sonido de la puerta que lleva al exterior cerrándose con fuerza. Por un segundo, temo que nos hayan encontrado.
De nuevo, Matt sale para revisar la casa.
—Ha salido a tomar el aire, parece. —Menea la cabeza con expresión insondable. Me da la sensación de que me he perdido algo cuando estaba inconsciente—. Deja la puerta entreabierta para que salga el vapor y no te marees como la última vez.
Se aparta de mí. Agarro su brazo.
—Estaré en la habitación. —De nuevo sonríe, esta vez de una forma más dulce. Algo se remueve en mi interior.
Me gusta.
Me gusta tanto.
¿Cómo es posible que pueda querer a alguien de esta manera? Toda mi ansiedad se aparta a un lado cuando veo su sonrisa. Quiero fundirme en sus brazos hasta que no quede más que mi alma unida a la suya.
Lo deseo cuando llevo mis dedos a su mejilla y rozo con suavidad su piel. Recorro con lentitud la marcada línea que forma su mandíbula.
Lo adoro cuando las yemas de mis dedos acarician su garganta y se posan en su clavícula.
—Lo siento —musita él—. Siento todo lo que Henry Lavestre ha hecho.
Sus ojos parecen nubes plateadas con un caprichoso toque azul, bordeados por las llamas de sus pestañas rojizas. Hay una tormenta encerrada en ellos.
Entierro los dedos en su camiseta y me pongo de puntillas para rozar sus labios.
Me gustaría que todo el dolor se desvaneciese con aquel gesto. Así, mis sentimientos podrían fluir hacia el punto que quieran.
Matthew ladea su cabeza, presionando un poco sus suaves labios contra los míos. Su boca se mueve entreabriendo la mía con ligereza, un jadeo se escapa. Introduce su lengua con avidez. Su sabor dulce me embriaga, seguramente ha probado lo que estaba cocinando.
Me empuja, mi cuerpo choca con suavidad contra la pared. Siento el calor que irradia y la mente queda en blanco. Separa su rostro un par de centímetros cuando toma aire.
—Necesitas descansar —respira apoyando su frente en la mía—. Has pasado por mucho.
—Hemos pasado por mucho —corrijo.
—Sí.
—Pero quiero besarte.
Él ríe y frota su nariz contra la mía.
—Yo también quiero besarte. Quiero hacerte sentir bien. —Sus manos se introducen bajo mi camiseta, con un pequeño roce me ayuda a quitarla. Empiezo a notar como me pongo rojo en el momento que deja la prenda en el lavamanos. Cierra la llave del agua al ver que la bañera está llena. Me tiende su mano—. Ven.
Las orejas me arden, me muevo para quedar a su lado y entrelazo mis dedos con los suyos.
Soy un egoísta. Solo anhelo sentir su cuerpo contra el mío. Ansío dejar de sufrir.
Lleva mis pequeñas manos hasta los botones de su camisa. Comienzo a desabotonarlos, uno a uno.
https://youtu.be/vzUTado7ZNQ
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