𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐗𝐈𝐗
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𝐂uando llegaron al comedor, se encontraron con al menos tres guardias intentando calmar la furia que desataba Fedor sobre Kay, quien, a pesar de estar siendo ahorcado, se reía.
—Tu acompañante parece un tanto desquiciado —comentó su tía mientras se apartaba—. Tienes gustos muy peculiares, Leandros. ¿Estás seguro de que quieres arriesgarte por... esto? —Hizo un gesto hacia el viajero.
Por lo que escuchaban, Kay había mencionado algo sobre la esposa de Fedor, lo cual provocó una reacción agresiva. El rostro de su primo estaba tan rojo que Leandros llegó a pensar que estallaría como los tomates que habían manchado las paredes tan pulcras.
De pronto, se encontró reconsiderando la posibilidad de una vida junto a aquel joven salvaje e impredecible.
—Todavía no es un perro viejo —acertó a decir el príncipe, arreglándose las mangas de su camisa arrugada—. Aún se le pueden enseñar trucos nuevos.
Melisande sacudió la cabeza.
—Los dejo. Contrólalo, ¿quieres? Tu primo no está para lidiar con más complicaciones. Y ese joven parece ser un montón de problemas. No me hagas mandarlo a cortarle una pierna para que aprenda a mantenerse quieto.
—Dudo que eso lo detenga, pero intentaré que no moleste más.
Su tía le dio un fuerte apretón en el brazo antes de desaparecer tras las puertas por las que habían entrado.
Tomó un respiro antes de solicitar orden en voz alta. Todos se detuvieron al verlo acercarse. Los guardias se enderezaron y le hicieron una reverencia. Fedor se alejó de Kay para arreglarse la ropa. Por su parte, Kay le restó importancia a lo ocurrido y comenzó a contarle al príncipe sobre cómo estaba Cordelia.
Había algo diferente en él. El brillo en su mirada estaba intensificado al punto de que todos en la sala lo podían notar. Su presencia era como endulzante. Sus mejillas se tornaban rojas cada vez que su mirada se cruzaba con la de Leandros, la cual ahora no podía sostener ni por un momento. Bajaba la voz, casi con timidez. De vez en cuando, sus ojos se desviaban hacia los labios del príncipe, distrayéndose con sus movimientos.
Leandros tampoco era ajeno a la nueva atmosfera que los rodeaba. Se sorprendió al darse cuenta que ignoraba su entorno solo para enforcarse en lo que su compañero fuera a decir. Podía ver lo que antes pasaba desapercibido. Aunque no estaba oculto, no le había prestado atención a las pocas pecas que adornaban el rostro de Kay, ni había visto cómo esos mechones castaños crecían con rapidez. Observó en aquel cuello un par de lunares que, durante la noche, no había podido apreciar.
Se deslizó y encontró unas pequeñas marcas que se tornaban moradas, como moretones. Eran los besos que le había dado a Kay con desesperación.
Era como si, por primera vez desde que se conocían, pudiera verlo tal como era.
Un fuerte golpe sobre la mesa los hizo saltar en sus sillas.
—¡Por los dioses! —exclamó Fedor con molestia—. Ni los adolescentes se comportan tan cursi. Al menos disimulen un poco.
—Si supieras lo que pasó anoche, sabrías que podemos disimular —se burló Kay, ignorando las insistentes protestas de Leandros para que se callara. Ni siquiera sirvió arrojarle una servilleta, la cual usó para limpiarse la boca al terminar de hablar.
—No quiero saber, no quiero saber, no quiero saber —repetía Fedor con las manos en las orejas como un niño—. Me deshice muchas veces de Lysander para no escuchar sus malditas anécdotas sexuales, como para que vengan ustedes con lo mismo.
—Yo no he dicho nada —replicó Leandros, con el ceño fruncido.
—Pero se te nota. Tu rostro acaramelado me lo dice. —Su primo lo señaló con el tenedor, mientras sus ojos se mantenían entrecerrados—. En otras cosas —añadió a la vez que volvía a acomodarse en la silla—. He pedido que quemen esas sábanas.
Leandros le lanzó una mirada descontenta a Kay, quien solo se encogió de hombros en un gesto inocente.
—Los oí —explicó su primo, haciendo que ambos lo mirasen—. Yo quería hablar contigo, Leandros. Toqué, de hecho, pero la única respuesta que obtuve fue... fueron —alzó las cejas— sonidos...
—No hace falta profundizar en eso —intervino Leandros. Se llevó un bocado de la carne de cerdo bañado en vino y jugo de ciruelas, solo para evitar dar explicaciones. ¿Qué tanto habrían escuchado? Rezaba para que los rumores no empezaran a circular antes incluso de la presentación.
No obstante, aunque se esforzaba por preocuparse más por esa situación, sus pensamientos se desviaban hacia el hombre frente a él, con sus ojos oscuros y sus cejas tupidas. Lo veía juguetear a ser obsceno con todo lo que tuviera a su alcance, desde la cuchara hasta la crema... otra vez.
—Por cierto, Kay, ¿Cordelia está bien? —preguntó Fedor mientras cortaba su carne.
—Sí —respondió el nombrado. Llevó su pulgar para limpiarse la comisura de su labio, luego lo lamió.
El interior de Leandros vibró. Se acomodó en otra posición para evitar sentir el exagerado apretón en su ropa.
—¿Seguro? —continuó Fedor—. Hoy se veía algo decaída. Casi amarillenta.
—Sí..., bueno... —Kay bajó la cabeza y dejó su provocación atrás—. Sí, ha estado un poco decaída.
—He llamado a un veterinario. No debería tardar. No quisiera que mis caballos contraigan alguna enfermedad.
—Ella no está enfermedad.
—Más vale prevenir —refutó el vasallo, demasiado tranquilo—. Es mejor que vayas a esperarlo. Cordelia te necesita.
Kay le dedicó una mirada de disculpa a Leandros.
—Está bien, ve —le dijo el príncipe, sonriéndole—. Es importante que esté bien, será ella quien nos lleve a las puertas de Thornhaven.
El viajero asintió con la cabeza y se retiró, sin darse cuenta de la artimaña de Fedor. Cuando sus pasos se hicieron cada vez más distantes, Leandros se inclinó hacia su primo.
—Lo has preocupado —le increpó.
—En realidad, sí está un poco amarilla. —Se rio—. Mis hijas jugaron con ella y la ensuciaron de pintura. —Hizo un gesto con la mano—. Cuando la limpie, lo descubrirá. Si bien debo decir que sí se ve algo decaída. Creo que lo extraña.
—Me sorprende que su amor por esa mula no te parezca de lo más peculiar —admitió Leandros mientras le daba un sorbo al vino.
—Conozco el amor hacía los animales, primo. Que no se te olvide que vivimos entre ellos. —Luego agregó—: Y no solo me refiero a ti y a tu amiguito.
—Qué gracioso te has vuelto con los años. —Lo miró con de reojo.
—Y tú más amargo, y eres el más joven aquí. —Por un instante, cerró los ojos y dejó que un suspiro escapara de entre sus labios—. Que los dioses me perdonen, pero necesito que me aclares algo: ¿de verdad mantienes una relación con ese viajero?
—No estoy seguro de lo que tenemos —murmuró. Era un tema que debería discutir en el futuro, aunque le daba un poco de miedo arruinar lo que habían logrado hasta ese momento.
—No sé qué le ves a ese tipo, Leandros —comentó su primo mientras una criada le servía otra copa de vino a tan temprana hora—. Puedes estar con alguien más educado, pulcro y apuesto, si de un amante se trata. A ver, ¿qué le ves a ese?
El príncipe soltó un bufido, apartó su plato y se acomodó para mirar a Fedor a la cara.
—Es cierto que Kay puede ser desesperante en muchas ocasiones —respondió con un asentimiento de cabeza—, pero te aseguro, primo, aquí, bajo la mirada de los dioses, que Kay es una de las personas más extraordinarias que he conocido. Además, para mí es muy apuesto.
—Es que estás un poco bizco. —Fedor señaló su ojo izquierdo—. Debes estar medio ciego de ese ojo después de la caída que tuviste del caballo, ¿lo recuerdas?
—Preferiría mil veces estar con alguien con quien pueda relacionarme, conversar y pasar un agradable rato, que estar con una persona cuya única finalidad es hablar sobre comerse dragones o contemplar toros en celo.
—Ya les había dicho que dejaran de burlarse de la suegra de Valerianos —le espetó Fedor, aunque sus labios se curvaron hacia arriba mientras tomaba un sorbo del vino—. De cualquier forma, ese toro tenía un problema y ella... parecía encantada de solucionarlo. En cierto punto, te doy la razón. Sin embargo, eso no quiere decir que dejas de tener mal gusto. Lo que sí diré a tu favor es que al menos eres más selectivo que Lysander. No sabes cuántas veces tuve que mandarlo a encerrar para que no se acostara con cuanta mujer viera.
La luz del sol se ensombreció. Era evidente que lo intentaban. Intentaban aligerar la situación con dosis de humor y anécdotas, pero resultaba demasiado difícil. Lysander y Fedor compartían esa química de hermanos. Su relación era tan especial como la de Draven y Leandros. Los lazos que habían forjado, incluso después de la muerte, se sentían tan firmes e inalterables. El tono de voz de Fedor lo delataba, no podía disimular el dolor de su pérdida. Sus ojos, hundidos y enrojecidos, su piel pálida y enfermiza, evidenciaban cómo se consumía en su propia melancolía.
No solo era el trabajo, ni el dilema de una posible guerra a gran escala, tampoco los problemas económicos... Fedor mostraba con su desgaste cuán afectado estaba por perder a sus primos hermanos, a sus tíos, a su padre, a sus dos hijos, de los cuales ni siquiera podía mencionar sus nombres, por cargar mentiras incrustadas como adornos en una corona que le fue arrebatada a su familia.
Leandros sabía la verdad desde hacía un par de años. Conocía la procedencia de Aurelia. Era información que, en aquel tiempo, había considerado inservible. Pero en ese momento, sentía pesar por el hecho de que nadie les hubiera dicho la verdad. Y no era su responsabilidad hacerlo. Debía ser su tía quien asumiera su error.
Resultaba casi irónico pensar que al príncipe le ocultaban un océano de información, mientras que él hacía lo mismo.
—A veces los extraño —admitió Leandros. No tenían que fingir que nada sucedía—. Pero me siento mal porque... —relamió sus labios secos— porque no los quise tanto como debí haberlo hecho. Lysander prometió estar conmigo hasta el final, y ese final llegó muy pronto. —Sacudió la cabeza para deshacer las lágrimas que amenazaban con caer—. Me un poco duele no recordar cómo se veía mi hermana vestida de novia.
—Muy hermosa —respondió Fedor, formando una sonrisa—. Trajeron su vestido desde el reino de Tissuria. Era de un oro suave y su velo era del color de las perlas del mar..., estaba adornado con tulipanes, sus flores favoritas. ¿Lo recuerdas? —preguntó, pero no esperó respuesta—. Habían recogido su cabello en trenzas que entrelazaron para simular una corona dorada, adornada de flores y ramas verdes por la primavera. —Guardó silencio, como si pudiera contemplar otra vez la vívida imagen en su memoria—. Lysander se quedó a su lado.
—¿Y yo? —se atrevió a preguntar. Se sentía ajeno a la escena, como si nunca hubiera estado presente. Esta sensación se confirmó con el prolongado silencio que evitaba su mirada.
—Estabas distante. Sin embargo, en la celebración estabas algo más animado.
—Parece que no es mi historia la que se cuenta —dijo Leandros, soltando una risa seca. Luego tomó otro trago a su bebida—. Solo fui un personaje de fondo en la historia de mi familia. Nunca el protagonista.
—Ahora puedes ser el protagonista.
Un golpe habría sido menos doloroso. El aire abandonó sus pulmones, sus ojos ardían y le costaba tragar la saliva acumulada. Las palabras, aun sin un filo intencional, eran capaces de perforar más allá de la piel, la carne o el hueso. Penetraban en las emociones que controlaban su ser y su funcionamiento.
—No podemos hacer nada —dijo Fedor tras un momento de incomodidad—. No podemos hacer nada. —Elevó su copa en un brindis fantasmal y bebió—. Honremos a nuestros muertos para que lleguen al más allá con honores. Recemos. Con los muertos ya no tenemos segundas oportunidades, pero con los vivos aún podemos resolver las cosas.
—¿Te refieres a los Corvo? —indagó Leandros, viéndose incapaz de llamarlos de otra forma.
Fedor tosió, luego asintió.
—Me reservo mis sospechas y mi opinión al respecto. Yo no sé más que tú. Por supuesto, creo que tú no sabes más de lo que nos cuentas. Pero... por alguna razón, no puedo evitar pensar que...
—¡Lo hicieron! —La sangre empezó a hervirle. Sabía que debía calmarse, así que bajó la cabeza en señal de disculpa—. ¿Crees que pueda haber alguna forma de saber si solo estaban confundidos?
—¿Sabes por qué quería hablar contigo esa noche?
Cuando Fedor dirigió su atención hacia él, le dejó ver las líneas marcadas en su frente, señales de preocupación y agotamiento. Los años le pesaban sobre los hombros. La vida no le estaba mostrando compasión.
Leandros negó con la cabeza mientras se repetía que debía guardar compostura.
—Seré sincero contigo —prosiguió Fedor—. Nadie quería decirte por qué te han puesto traidor en el título. Los consejeros me advirtieron que era mejor no añadirte más carga, pero yo discrepo. Creo que mereces saber lo que tu pueblo piensa de ti. Debes estar preparado, dispuesto a enfrentar lo que venga sin compasión.
—Dime —le pidió, como si fuera un niño pequeño, acorralado contra la pared.
Fedor le colocó la mano en su hombro, pero Leandros se negó a darle la cara.
—Las malas lenguas dicen que tú envenenaste al rey. —Hizo una pausa tortuosa. Hubiera sido mejor que se detuviera en ese punto, pero continuó—. Se mueven las serpientes y su veneno expulsa palabras que te acusan de la muerte de tu madre y hermana. Te señalan en la oscuridad y juran haber visto cómo abrías las puertas para dejar entrar al enemigo. Los susurros afirman que los traicionaste y los entregaste al Conquistador, porque durante todo este tiempo has sido un Doble Cara. Para los partidarios de Brennard, Leandros Valorian Gadour nunca existió. Siempre fue un agente de doble cara.
—¿Ahora no existo? —preguntó, sin saber si debía reír o lanzar su plato a los dos criados que parecían querer añadir algún comentario. No habían dejado de cuchichear entre ellos en una de las esquinas del Gran Comedor.
—Una proyección fantasmal, sí.
—¿Y les crees? —Sus manos se retorcían debajo de la mesa. Se lastimaba.
—No. No les creo. Quizá no te conozca lo suficiente, pero sé quién eres.
—¿Cómo es posible? —se burló; su voz sonó ronca.
—Lysander siempre me hablaba de ti. —Le dio un apretón a su hombre y bajó la mano—. Te quería.
No era duda lo que sentía por dentro, sino una extraña sensación. Prefería no haber sido amado, de esa manera, la situación que atravesaba sería más llevadera. Al menos así no habría decepcionado a nadie.
—¿Por qué dicen haberme visto? —Cambió de tema.
Fedor se levantó de la mesa y se acercó a uno de los ventanales frente a ellos. La luz del arcoíris lo bañaba con sus tonos azules y verdes, que le daban cierta elegancia combinada con fatigación.
—Te he respondido —dijo su primo—. Doble Cara...
Leandros rio mientras se masajeaba la mandíbula.
—No puedes hablar en serio. ¿Crees en esas tonterías?
Fedor se dio media vuelta para mirarlo.
—Ha habido avistamientos de brujas. Las bestias están cada vez más inquietas, como si se estuvieran preparando para algo. No es momento para dudar. No es momento para no creer. Leandros, si esos informes son ciertos, podría significar que alguien intenta difamarte. Existe la posibilidad de que alguien haya iniciado un pequeño fuego que pronto se convirtió en un incendio de chismes sin fundamentos. Todos quieren colaborar y ofrecer una explicación sobre lo sucedido, sin importar si arrastran a alguien inocente al infierno.
Doble Cara... Todavía le parecía una ridiculez. Solo un ingenuo podía creer en mitologías infantiles. Además, de ser posible tal cosa, el único dua'caris más conocido vivió en el norte, más allá de sus límites y el de los dioses. El reino de los Espectros, así se hacía llamar hacía siglos. Su institutriz, madame Morell, bromeaba diciendo que había un lobo tan grande como la luna que aguardaba en un palacio y juzgaba el futuro. También hablaba de osos que caminaban en dos patas y llevaban armaduras.
Era una simple ridiculez.
—¿Ahora debo atrapar mitos? —indagó Leandros.
Fedor soltó un suspiro.
—Es mejor que creas. Prepárate, porque te has convertido en el infierno del que quieren escapar.
***
Caminaron por los amplios pasillos del palacio. Los preparativos estaban a punto de terminar. Las paredes, puertas y mesas estaban adornabas con flores y hojas doradas por el otoño. Frente a la gran chimenea de una de las salas, la cabeza de un gran toro, con cuerdos de ciervo, les dio la bienvenida. No eran animales cazado, sino aquellos que habían perecido en distintas circunstancias de las que no pudieron salvarse. Esta era su manera de rendirles homenaje: permitiéndoles permanecer entre los vivos y ser recordados.
Las criadas no dejaban de correr de un lado a otro, tratando de arreglar los lugares más concurridos con el escudo de cada Casa que asistiría, incluida la Casa de Ambrose y un representante de Myrtathorn. Por su parte, los hombres esparcían el legendario «polvo de hadas», un tipo de polvo que resplandecía por la noche bajo la luz de la luna. Dieron forma a los arbustos para que parecieran dioses y trasladaron a los híbridos a otra área para evitar que cruzaran con los invitados.
Entre la organización y el bullicio, las pequeñas hijas de Fedor disfrutaban correr aún en camisón, mientras su nodriza las perseguía, gritándoles que se detuvieran. Fedor tomó a Averilla y le plantó un beso en la mejilla. La niña rio, se agitó entre sus brazos y volvió a escaparse, alejándose de su padre y de la nodriza.
—Linda niñas —comentó Leandros—. Por cierto, Aurelia, me habló sobre sus ...
—Sí. —Fedor tomó un arco de flores que coronaba una de las puertas—. Aun temo por nuestro hijo. Aurelia cree que será un varón. Yo solo espero que esté vivo para finales de año... Aunque, a este paso, espero todos lo estemos.
Leandros observó cómo varias mujeres que entraban, vestían con trajes de colores chillones, plumas y pieles. Sus rostros estaban decorados con pintura extravagante. Eran las encargadas del maquillaje para el carnaval. Gritaban órdenes a unas jóvenes mientras eran conducidas a la planta de arriba.
—¿Te interesan los niños? —dijo Fedor.
—No. —Se preguntó dónde estaría Kay, si ya se habría dado cuenta del engaño o si estaría animando a Cordelia.
—Así que tendré que esperar mucho para ser tío. —Era una clase de broma.
—Ya veremos si a Kay le gusta la idea de tener a mis once hijos.
No esperaba que Fedor se riera, pero le reconfortó escuchar su risa resonar por las paredes lisas, llenas de flores y vida.
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Nota de autora:
Solo quería hacer esta breve nota para hacerles una pregunta, ya que he pensado en que tengamos más interacción. c: Es sobre hacer plantillas de lectura para que ustedes expresen lo que han sentido en ciertos capítulos (ya que considero que sería mejor dejaras para aquellos capítulos más interesantes e importantes), ya ustedes me etiquetarían en Instagram. <3 Si les gusta la idea, más adelante les estaría dejando la plantillas.
Apartado para mencionar que la plantilla ya está lista y la pueden encontrar en mi instagram, en las historias descatadas "Principe Traidor". <3
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