CAPÍTULO 33.
《JOSEPHINE ASTLEY》
Atravesamos el palacio hacia el sur rápidamente y fue en ese momento cuando los soldados entraron y la bandera con el águila dorada de Minsk fue lo primero que vimos. Seguimos corriendo sin detenernos, en el lindero del bosque Alfred nos esperaba y había señas para que corrieramos más deprisa y así lo hicimos.
Nos sumergimos en el bosque real y el sol de aquella mañana quedó oculto tras el dosel de ramas altas, seguimos a Alfred durante un cuarto de hora hasta que salimos a un camino de adoquines negros, nos detuvimos a recuperar el aliento un pequeño instante y seguimos corriendo.
Las campanas de las torres del palacio sonaban con fuerza y hacían castañear mis dientes y esperé que el ejército que Minsk había mandado el rey William fuera suficiente para poder detener al de Loramendi por un tiempo y que Luckyan, Lorie y los demás regresaran a salvo.
Las calles de Mariehamn estaban atestadas de personas que volvían a las calles, habían sido sacados de los refugios y ahora corrían por las calles principales y se escondían por las callejones. Nos unimos a ese desorden para perdernos, nadie nos seguía al menos no por ahora.
Seguimos recorriendo entre calles y más calles, el sol golpeaba nuestras cabezas con fuerza y mi garganta se sentía seca, pero continuamos avanzando detrás de Alfred que mantenía la mirada preocupada y al frente.
No sé cuanto tiempo pasó hasta que llegamos a un área apartada de caminos de gravilla suelta y árboles frondosos. Una casa que parecía abandonada había aparecido en medio de un campo de trigo que se agitaba con el viento. Respiré hondo y vi los rostros tensos en las ventanas de la planta superior.
—¿Dónde estamos? —pregunté, Alfred caminó más lento y se volvió para verme, tenía un corte en la mejilla donde la sangre ya se había secado y otro en el brazo.
—Mi antigua casa —susurró despacio, la puerta se abrió y Olive salió disparada hacia nosotros, tenía algunos golpes en el rostro, pero por lo demás parecía estar bien.
—¿Estás bien? —preguntó Olive, observó la sangre en mis manos y mi ropa, asentí despacio. Me abrazó y yo a ella, nos quedamos así por algunos minutos sin decir nada hasta que Alfred habló.
—Entremos —dijo y sin esperar ninguna respuesta siguió avanzando hasta la casa, lo seguimos en silencio.
Aquella casa parecía haber estado deshabitada por mucho tiempo, había polvo por todos lados y los muebles estaban cubiertos por sábanas que alguna vez fueron blancas. En la sala hablando en susurros un puñado de sirvientes con rostros afectados y tristes, algunos otros lloraban suavemente en los rincones, todo aquello había sido demasiado para ellos, para todos.
Vi a la señora Edwards sentada en uno de los sillones, me acerqué a ella y Olive me siguió, me dejé caer a sus pies y ella sostuvo mi rostro en su regazo mientras lloraba.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó alguien después de unos minutos, los ojos se giraron hacia mí, pero ya no sabía que decir o qué hacer.
—Esperar supongo —respondió Alfred que miraba por una de las ventanas abiertas.
—¿Esperar? ¿Esperar qué?
—Raphael ha vuelto a Mariehamn por el príncipe Luckyan y la gente de Minsk —contestó de nuevo Alfred.
—El rey William está a un día de Mariehamn, es lo que dijo Lorie —susurré, todos volvieron a mirarme, me encogí de hombros.
—Pero la princesa Lauren esta muerta —dijo Olive con voz ronca, estaba sentada a mi lado con actitud pensativa y rodeaba su cuerpo con sus brazos con fuerza.
—Pues entonces recemos porque el rey William realmente no arrase con Loramendi y todos nosotros cuando se entere.
—No... no lo hará.
—¿Y cómo estás tan segura? —preguntó alguien con tono afilado.
—Nosotros... el pueblo no mató a la princesa Lauren. Él quiere al rey Eadred, lo quiere muerto... solo a él.
—La guerra es inminente ahora que el rey William ha perdido a su consorte —susurró Alfred, se cruzó de brazos y volvió a mirar por la ventana.
—Sí, lo es.
❁❁❁❁❁❁
Esperamos por lo que parecieron horas y más horas y cuando la noche comenzó a caer y a cubrir todo fue cuando comenzaron a llegar en pequeños grupos de tres, de cuatro... pero todos ellos mantenían el rostro solemne. Se habían cambiado de ropa a una más casual, pantalones negros, camisas blancas y chaquetas de colores oscuros, pero sabíamos que eran soldados de Minsk y una que otra persona de Loramendi que había ayudado.
Alfred los dejó pasar sin hacer muchas preguntas y todos ellos se mantuvieron en una parte de aquella sala que comenzaba a abarrotarse con más y más personas. Me aferré al alféizer de la ventana y pegué el rostro al cristal para ver llegar a Luckyan o a Lorie, sin embargo, las horas continuaron pasando y ellos no aparecieron.
Cerré los ojos un momento y los abrí de nuevo para poder volver a perderme en la oscuridad de aquel lugar, la brisa fría me hizo temblar y Alfred se sentó a mi lado.
—Vendrán, solo dales un poco de tiempo. ¿Por qué no vas a descansar mientras yo cuido por ti? —preguntó en voz baja para no despertar a los que dormían en el suelo.
—Perdón —susurré, él me miró, respiré hondo—. Lamento todo esto, nunca creí que...
—Está bien, todos aquí sabían que sería difícil, que se podían perder vidas. —Se encogió de hombros—. Debimos haberle cortado la cabeza al rey Eadred hace mucho tiempo —gruñó.
—Si avanzan hasta Parvoo, en la parte sur podrán encontrar el camino para llegar al río Briansk, ahí podrán cruzar hacia Minsk y estarán seguros —susurré.
—No creo que ellos quieran moverse de aquí —dijo mirando por encima de su hombro.
—Sabes que la guerra esta próxima, cuando el rey William llegué y se entere lo que pasó con la princesa Lauren...
—¿Le temes? ¿Temes al rey William? —preguntó, lo miré y asentí.
—Es mejor rey que el nuestro, pero... su esposa, el amor de su vida... está muerta... Una guerra es lo menos que... —Un suave movimiento llamó mi atención y me puse de pie en el marco de la puerta y observé en la oscuridad, cuatro figuras se movían con suavidad, parecían agotados—. Son ellos... —dije, Alfred encendió un par de lámparas de aceite y las personas ahí congregadas despertaron.
Algunos soldados de Minsk se pusieron de pie y caminaron ha su encuentro, porque en el centro de ellos, un féretro es lo que cargaban.
—La princesa Lauren esta aquí —susurró la señora Edwards junto a nosotros y corrió hacia otra habitación que parecía ser la cocina con Olive y otro par de personas detrás.
—Sí, es ella —susurré y las lágrimas volvieron a mis mejillas. Alfred encendió más lámparas y las entregó a los soldados para que ilunimanaran el camino de entra hasta la casa. Le brindaron al cuerpo de la princesa Lauren un camino iluminado por pequeñas lámparas de aceite que brillaban en aquella oscuridad que por fin dejó de ser tan densa.
Todos los sirvientes y soldados despertaron, formaron una fila que iba desde afuera de la casa hasta la sala, tenían los rostros tensos y muchos derramaban lágrimas que trataban de esconder, mis dedos tocaron la madera fría de aquel ataúd cuando pasó a mi lado igual que los otros.
Dejaron el féretro en la sala donde alguien había colocado una mesa larga que serviría para que no tocara el suelo, el aire ya olía a té y muchos de los sirvientes se arrodillaron y rezaron suaves plegarias que tal vez alguien allá arriba escucharía alguna vez.
Volví a mirar al camino ahora iluminado cuando Alfred apretó mi hombro con suavidad, tres siluetas habían aparecido y caminaban con pasos suaves, demasiado lentos. Bajé un par de escalones y agudice la vista para poder ver de quien se trataba. Lorie caminaba al frente, una ligera cojera de su pierna derecha, pero por lo demás parecía estar bien y el alivio me envolvió. Luckyan era el siguiente sostenía al otro hombre delgado y con la ropa andrajosa que caminaba con dificultad... siguieron acercándose cada paso hacia la casa era un pequeño triunfo y entonces lo reconocí, aquel hombre que se apoyaba en Luckyan con fuerza, era...
—Mikhail —susurré y las lágrimas, el dolor y la culpa arrasaron mi cuerpo y caí de rodillas mientras ellos se acercaban hasta mí.
—Querida Josephine, es bueno verte de nuevo —susurró con voz rasposa, lo miré, estaba vivo... ¡Mikhail, estaba vivo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top