CAPÍTULO 29.

《JOSEPHINE ASTLEY》

Raphael volvió esa misma noche, había entregado la carta en manos del príncipe Lawrence y de su escolta, y había enviado un mensaje claro y que ayudó un poco a levantar mi espíritu.

《Resistan. Por favor, por duro que sea, resistan. Estaremos pronto con ustedes》

Aparte de los sirvientes del palacio en Mariehamn, Raphael se había unido a la causa de ser el proveedor de comida para el príncipe Luckyan cuando estaba de guardia en la prisión. También había llevado a un par más de amigos que estaban dispuestos a ayudarnos para salir de ahí cuando fuera necesario, a ellos no tuve que convencerlos pues el príncipe Luckyan había ayudado a sus familias a  dejar los burdeles en la ciudad y le había dado dinero y refugio por algún tiempo y agradecía cada uno de aquellos gesto pues eso contribuía mucho a nuestra causa.

Pero lo que más me aterraba es como día a día los soldados y las bandera de Kotka, un fondo azul con un lobo huargo iban apareciendo por el palacio. También banderas del norte, específicamente, de la nación de Lahti habían comenzando a aparecer, su fondo verde y el oso pardo eran inconfundibles.

La pregunta aquí era, ¿qué era que el rey Eadred le había prometido a aquellas dos naciones a parte de la princesa Lauren?  Loramendi ya no tenía tanto oro como antaño, también era una nación pequeña incluso cediendo parte de sus tierras no creía que los gobernantes de Lahti y Kotka se arriesgaran solo por parcelas infértiles y olvidadas.

Los desplazados que antes rodeaban el palacio real ahora estaban distribuidos entre los refugios cercanos que no eran más que almacenes grandes donde las personas dormían unas sobre otras en el suelo, casi hacinados y en malas condiciones, estaba convencida que en su momento serían usados para detener el avance de Minsk si sus tropas llegaban a la ciudad.

La princesa Lauren "regreso de su viaje", un día después de que la encontráramos en el ala oeste. Todo en ella eran vestidos hermosos e impolutos, peinados sofisticados y maquillajes que cubrían los golpes que había sufrido, pero todavía en aquellos ojos grises había dolor y desesperación.

Se organizó una pequeña cena por su regreso, pero todos se dieron cuenta de lo que la princesa Lauren era, solo una cáscara vacía de lo que alguna vez había sido y aunque probablemente muchos ya lo sabían, esa escena quedó grabada por la forma en que sus ojos nos miraban suplicantes y llenos de terror.

—Lleven el té a mi habitación —dijo la princesa cuando la cena terminó, el rey la miró partir con el ceño fruncido y la reina se mantuvo mirando su copa de vino tinto sin expresión.

—Por supuesto, princesa —respondió Alfred con una reverencia y la vimos salir a pasos lentos del comedor.

—Vamos, Josephine —dijo y dejamos el comedor después de hacer una profunda reverencia al rey que ni siquiera nos dirigió una mirada más.

Alfred se apresuró a preparar todo para el té mientras yo esperaba, dejó una bandeja con la tetera humeante, utensilios de porcelana y una rebana de tarta de manzana que era la favorita de la princesa.

—Mañana comenzaremos con los preparativos para recibir a los gobernantes de Kotka, díselo a la princesa. Después de eso tendremos dos días para la cena de compromiso.

—Pero eso no nos da tiempo para nada, Alfred —murmuré, él asintió y me miró con pesar.

—No —dijo en voz ronca, negó con la cabeza y dejó la bandeja sobre mis manos un poco temblorosas. Asentí y salí de la cocina.

Teníamos planeado liberar al príncipe Luckyan el día de la cena de compromiso, pero siempre creí que tendríamos más tiempo para poder hacerlo y que el rey William estaría aquí con su ejército para ayudar con su escape y mantener segura a la princesa ahora ese estúpido plan estaba arruinado...

Caminé por el pasillo hacia la habitación de la princesa Lauren, un guardia estaba de pie afuera de la puerta, me estremecí, pero me aferré incluso más fuerte a la bandeja, pase junto a él y su voz me hizo saltar.

—Me alegra verla de nuevo, señorita Astley —dijo, una voz profunda y clara, alcé la mirada y lo vi. Vestía el uniforme negro de la guardia del rey, sus ojos color ámbar y su porte elegante no dejaban dudas de quien era pues habíamos viajado juntos desde Minsk.

—Sebastian —susurré, él asintió despacio y por un momento quise abrazarlo y llorar—. ¿pero...?

—Me uní al ejército tan pronto pude, me ofrecí como voluntario para venir al palacio y ser escolta de la reina Lauren —dijo en voz baja y asentí y sonreí al escuchar su título dentro de Minsk—. Debe saber que Kotka traerá todo su ejército en un par de días y rodearan Loramendi.

—¿Por qué? —pregunté mis manos temblaron y la tetera derramó un poco de agua por la superficie de metal.

—Saben que Minsk vendrá pronto. El príncipe Luckyan estaba equivocado cuando dijo que su nación no tenía aliados y que caerían solos...

—No se equivocó, Sebastián, esto... todo esto solo es una alianza por conveniencia, lo más probable es que cuando todo termine le den la espalda al rey Eadred o sean ellos quienes lo maten.

—Sea como sea, señorita Astley, tenemos que movernos y rápido.

—He enviado un pergamino al rey...

Un par de pasos se arrastraron por el corredor, me quedé quieta y guardé silencio. Sebastián tocó la puerta de la princesa Lauren.

—Princesa, la sirvienta con el té esta aquí, la dejaré pasar. —Sin esperar una respuesta abrió la puerta y yo entré rápidamente a la habitación.

La princesa Lauren estaba de rodillas mirando el jardín destruido, no habían lágrimas en sus ojos, pero sus hombros se sacudían con  fuerza. Dejé la bandeja sobre la mesa de centro y me acerqué a ella, me senté a su lado, pero ella no pareció notar mi presencia.

—En Minsk... —susurré—, dentro de los linderos del castillo en Briansk, el rey William, tiene un hermoso jardín con rosas de todos los colores... Él me dijo que lo mando a plantar para usted...

—No, William no mando a plantar el jardín... Él mismo plantó cada rosa de aquel hermoso lugar solo para mí, por verme feliz —susurró y ahora sí, las lágrimas cayeron por su rostro, pasé un brazo alrededor de su hombros y ella lloró con fuerza.

—La sacaré de aquí. La sacaré de aquí incluso si eso significa una sentencia de muerte —dije y era verdad, ella merecía más, mucho más de lo que la vida le había ofrecido y le había quitado.

—¿Por qué? —preguntó, se alejó un poco de mí y abrazó su propio cuerpo con sus brazos, la delgadez todavía podía ser visible incluso a través de toda aquella tela y gasa, tragué.

—Porque se lo ha ganado. Porque usted y el rey William han dado demasiado por esta guerra... Y por sus hijos...

Levantó la cabeza y me miró, parpadeó un par de veces desorientada. Su ceño se frunció un poco y sus manos buscaron las mías, las apretó con fuerza mientras las lágrimas seguían manchando su rostro demacrado.

—¿Qué dijiste? —la pregunta fue casi un susurro, pero había en su voz un tono apremiante y urgente.

—Lawrence es como usted, hermoso e inteligente, es un gran hombre y sé que en el futuro será un magnífico y estupendo rey. Laurie, es más un espíritu libre que siempre da problemas con su energía hiperactiva, pero tiene un corazón noble. Lorin... Lorin es un hermoso niño que ama las tartas y los pasteles, es inteligente y reservado, pero también tiene un corazón enorme y puro —susurré despacio mirando aquellos ojos grises—. Los tres la extrañan, princesa Lauren. Sus tres hijos esperan que pronto usted pueda volver a casa y volver a ser una familia...

—No...no. Ellos... ellos están muertos.

—No, ellos están vivos y están en Minsk —susurré, ella me miró, su boca tembló y sus manos se apretaron con más fuerza en las mías de forma dolorosa.

—Dime qué todo es una mentira. Dime qué no he pasado los últimos años pensando que mis hijos están muertos... —La observé, su rostro desencajado, su cuerpo maltrecho y herido y sus ojos más oscuros que albergaban solo dolor... mucho dolor que destrozaba el alma.

—Lauren... escucha...

—¡No! ¡No! ¡Él dijo que estaban muertos! ¡Dijo que los mató! ¡Dijo que estaban muertos, que los tres estaban muertos! —gritó, jaló los mechones oscuros de su cabello destrozando su peinado y abrazó de nuevo su cuerpo con sus brazos mientras lloraba y se mecía de adelante hacia atrás.

—Escucha, ellos están vivos, ellos están bien y si podemos sacarte de aquí podrás verlos pronto —susurré, sus ojos se enfocaron de nuevo en mí y clavó sus dedos sobre mis hombros.

—¿Cuándo? ¿Cuándo vendrá William?  ¿Cuándo estará aquí?

Tomé aire y guardé silencio porque no sabía como responder a esa pregunta, porque solo podía darle un falsa promesa de volver a verlos...

—Pronto.

—¿Cuándo, Josephine?

—No lo sé todavía, espero que lo antes posible —susurré despacio, sus manos se deslizaron y dejaron de tomar mis hombros, cayeron a sus costados y lloró, un llanto desesperado y desgarrador que abrió una brecha en mi propia alma y también lloré a su lado porque no sabía cómo ayudarla.

—Ese... maldito. Ese maldito... —masculló y se puso de pie tambaleándose, se sostuvo de la pared y sus ojos recorrieron aquella habitación con cuidado, buscando algo.

—Esperemos un poco más y podremos sacarla de aquí —dije, me puse también de pie y la observé buscar dentro de la habitación con aire pensativo—. ¿Qué sucede? —pregunté.

—Por años... por largos años estuve dentro de este maldito lugar pensando... pensando en cómo ese maldito hombre había matado a mis hijos... y todo... todo fue una maldita mentira... una...mentira.

—Está bien, calma. —Levanté ambas manos y ella abrió un cajón, sonrió al ver el contenido y luego la vi sacar un par de pergaminos y un tintero que dejó con fuerza sobre el escritorio.

—¿Calma? ¿Me pides calma? He pasado... años detrás estas malditas paredes, Josephine, años en los cuales solo pensaba que mis hijos estaban muertos... donde pensé que sería rescatada por William y, sin embargo, sigo aquí, ¿no? Una maldita esclava de mi propio padre... una esclava de un maldito reino que no ha hecho nada por mí.

—Por favor...

—No, no me pidas que me calme o que dejé que me tengan cautiva en este maldito y asqueroso lugar, porque ya no puedo.

—Lo entiendo, pero... —Me acerqué un par de pasos, sus ojos grises me observaron de arriba a abajo y se detuvieron de nuevo en mi rostro.

—Sal de aquí y vive tu vida. No mires atrás y nunca vuelvas. —Escupió las palabras con rencor casi con rabia. Respiró hondo y limpio las lágrimas de sus mejillas con tanta fuerza que pequeñas líneas rojas aparecieron en sus mejillas.

—Primero haré lo posible por sacarla de aquí.

—No me debes nada, no tienes que hacerlo, ni siquiera tienes que rescatar a Luckyan... solo vete.

Y aquellas palabras me golpearon con fuerza. Ella no quería mi ayuda, ella no quería que arriesgara mi vida por la suya y mucho menos quería que me quedara más tiempo ahí, pero no podía irme, no podía dejarla a su suerte y hacer de cuenta que no existía...

—No puedo...

—Sí, puedes y lo harás, te lo ordeno —murmuró, pero su mirada ahora parecía distante y tan pesada—. Vete —repitió y señaló la puerta de entrada con una mano.

—No.

—No volveré a pedirlo Josephine, solo vete no quiero verte más —dijo en voz ronca, me dio la espalda y se dejó caer en la silla junto a la pequeña mesa de centro donde antes había dejado la bandeja con el té, pero no la tocó.

Me quedé ahí de pie, sin saber que hacer o a donde ir... Tomé aire y me acerqué de nuevo hasta donde sé encontraba la princesa Lauren, me dejé caer de rodillas y tomé sus manos heladas.

—Juré que la sacaría de aquí, princesa Lauren. Sé que ha pasado por un infierno, pero solo quiero ayudarla para que vuelva con el rey William y sus hijos...

—No digas nada más, ya no quiero escucharte y sino te largas ahora le diré al guardia que te arrastre a la prisión bajo el palacio...

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