CAPÍTULO 20.

《JOSEPHINE》

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Pateé con mis piernas al hombre que me arrastraba sobre aquel camino de tierra y grava que arañaba mi piel, él gruñó, pero siguió jalando mientras reía y entonces los escuché, los gemidos, el llanto doloroso y las súplicas, también escuché los golpes y las maldiciones.

—Suéltame —pero mi voz era solo un susurro apagado y entre aquel ruido punzante de todas las demás chicas aquella palabra se perdió en la oscuridad también.

Mis uñas se clavaron en la tierra con desesperación, pero el dolor ascendió rápido por mi brazo cuando se quebraron y dejaron rastros de sangre tras de mí.

Las manos dejaron de arrastrarme y soltaron mi tobillo, mi corazón latía frenéticamente contra mi pecho y las lágrimas se deslizaron heladas sobre mis mejillas. Miré al hombre que bebía de una botella de cristal que contenía un líquido ámbar, me miró de vuelta y sonrió, era joven y de cabellos castaños, su ropa estaba desarreglada y había un poco de sangre sobre su camisa blanca y arrugada. 
—Tan bonita —dijo y fueron quizá aquellas dos palabras las que alejaron un poco del miedo que sentía en ese momento.

Me senté con cuidado midiendo la distancia que nos separaba y si podría levantarme lo suficiente rápido como para que pudiera correr, pero sabía que él estaría sobre mí antes de eso, pero ¿y si lo intentaba?

—Ni siquiera pienses en correr, cariño, o tendré que matarte —fue su respuesta, se terminó el contenido de su botella y la arrojó a un lado donde se estrelló y se hizo añicos.

Tragué saliva. El pánico subió ácido por mi garganta cuando lo vi quitarse el cinturón con un rápido movimiento y tirarlo a un lado, cayó al suelo con un golpe seco que me hizo temblar, que me hizo sentir pequeña y frágil, todo lo que yo había odiado de mi persona...

Se abalanzó contra mí demasiado rápido, sin dejarme pensar en algo más. Su cuerpo se irguió sobre el mío y su aliento a alcohol me abofeteó en la cara. Sus manos subieron rápidamente sobre mis caderas y presionaron mis pechos de forma dolorosa, traté de quitármelo de encima, de gritar, pero cada centímetro de mi piel parecía no ser mío, y sin embargo, podía sentir sus asquerosas manos buscando entre las capas de mi vestido.

Me removí inquieta bajo su cuerpo, pero era tan pesado y yo estaba tan asustada... tan asustada. Sus labios se estrellaron con los míos y su lengua húmeda se movió por mi boca, me tragué la arcada mientras me sacudía y pateaba, pero nada de aquello parecía si quiera molestarlo.

Cuando dejó de besarme me miró por un momento y yo le escupí a la cara, él sonrió de nuevo y su puño se estrelló contra mi rostro, la sangre inundó mi boca, respiré con fuerza tratando de calmarme, pero el dolor ascendió y ascendió y llenó mi cabeza.

—Quédate quieta —gruñó, me sentí mareada y seguí tragando mi propia sangre mientras mi mente se alejaba rápidamente y solo dejaba un profundo silencio.

Sus manos volvieron a buscar entre los pliegues de mi ropa, lanzó una maldición al aire que apenas logré entender y su mano caliente tocó mi muslo y siguió su paso más arriba. Mi respiración se detuvo, me obligué a salir de aquel estupor que nublaba mi mente y a pensar con claridad aunque fuera doloroso, aunque fuera desgarrador.

No iba dejar que ese hombre extraño y asqueroso me tocara o se sintiera con el derecho de hacerlo solo porque yo era una mujer.

Tomé una bocanada de aire que llegó frío y pesado hacia mis pulmones, cuando sentí sus manos sobre mi ropa interior y el tirón para sacarla de en medio mis manos buscaron frenéticamente sobre la tierra oscura en busca de algo, de lo que fuera.

—Seré gentil si dejas de resistirte —susurró contra mi cuello, y dejó un par de besos demasiado húmedos, seguí buscando... algo, por favor... solo necesitaba algo para herirlo lo suficiente y huir...

Mis dedos se cerraron sobre la tierra y no encontré nada, absolutamente nada, solo guijarros, tomé un puñado de ellos entre mis dedos y se los arrojé con fuerza hacia la cara.

—Estúpida —masculló mientras escupía hacia mi rostro y no, aquel pequeño y estúpido intento no iban a detener a una bestia como él.

Mi rostro fue abofeteado con fuerza una vez, dos veces... y perdí la cuenta. Más sangre corrió por mi labio partido y de mi nariz y después de eso simplemente  me hundí en el vacío... un cruel vacío, un vacío que destrozó mi alma.

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El sol brillaba cuando mis ojos se abrieron lentamente y lo primero que vi fue el rostro de una mujer a la cual no reconocía y que estaba diciendo algo que tampoco escuchaba porque lo único que había en mis oídos era silencio, mucho silencio.

Me ayudó a sentarme y trató de acomodar mis ropas, pero me hice a un lado para poder hacerlo por mí misma, no quería que nadie volvería a tocarme en mucho tiempo sin importar quien fuera.

Me tendió una botella de agua y yo la tomé entre mis manos, mi corazón y mi cuerpo temblaron cuando escuché el llanto de todas aquellas mujeres y entonces estallé.

Grité, grité y seguí gritando mientras recordaba como aquel hombre había usado mi cuerpo hasta cansarse, hasta que mis manos ya no pudieron luchar más y dejaron de moverse... hasta que la sangre de tanta que temí ahogarme en ella..

La mujer esperó en silencio frente a mí, no me tocó y tampoco dijo nada más, solo se quedó ahí y fue... de alguna manera reconfortante.

Me tragué las lágrimas como muchas veces lo había hecho, me puse de pie con cuidado aún cuando el dolor bajo mi vientre fue desgarrador, apreté los dientes y caminé un par de pasos, mientras acomodaba mi ropa rasgada y sucia.

Vi los cuerpos que nos rodeaban, muchos de ellos, cuerpos pequeños y delgados rodeados de moscas y sangre. La arcada sacudió mi cuerpo y vomité el pan duro y rancio de la noche anterior, la mujer se acercó y me ofreció de nuevo la botella de agua.

Asintió suavemente y vi su propio rostro por primera vez, un ojo morado y sangre seca en la comisura de sus labios, asintió despacio y me di cuenta que en sus ojos color miel ya no quedaba nada...

Mojé mis labios con agua, y después bebí un par de tragos que me hicieron despertar un poco, aunque hubiera deseado no volver a hacerlo y solo quedarme en aquella tierra caliente y bajo el sol.

—Están avanzando, debemos irnos —me dijo la mujer con voz ronca y me señaló al grupo de personas que ya avanzaban una vez más por el camino hacia Mariehamn—. Vamos —. Y comenzó a caminar a pasos lentos frente a mí. 

Miré una vez más las docenas de cuerpos que ya no se movían y que nunca volverían a hacerlo otra vez... me limpié las lágrimas y respiré hondo, no iba a derrumbarme por esto, no iba... pero mi cuerpo ya se sentía roto, ya se había convertido en asqueroso recuerdo que cargaría conmigo toda mi vida.

Caminé hasta alcanzar a la mujer que se había quedado atrás por despertarme, por saber si estaba viva. Tomé su mano con la mía con cuidado incluso ese pequeño gesto pareció rompemos un poco más a las dos y caminamos a paso pesado y lento para volver a unirnos  al grupo.

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Miradas inquietas y rostros lúgubres, llanto y desesperación eso es lo que había en el ambiente y estaba segura que parte de esa desesperación y dolor venia de mí.

El sol se oculto tras unas densas nubes negras que presagiaban lluvia y las primeras gotas cayeron suaves como plumas sobre mi rostro y lavaron la sangre, la suciedad y parte de aquella noche.

La mano de Mariette se alejó de la mía y la busqué con la mirada, se había detenido y había melancolía en aquel rostro pálido y delgado mientras observaba la lluvia caer y me quedé a su lado mientras lloraba y las grandes gotas de lluvia borraban cada lágrima, quizá también, un poco de su propio dolor.

No volví a ver a la madre y sus hijos, y aunque recé porque estuvieran bien, me di cuenta que de poco había servido hacerlo antes, nadie escuchaba y era desolador.

Caminamos bajo una lluvia torrencial que calaba nuestro huesos, pero todos parecían dispuestos a avanzar lo más rápido posible para llegar pronto a Mariehamn sin importar el frío, la lluvia o el sol y estaba de acuerdo con eso.

Cuando llegamos a Mariehamn el sol ya comenzaba a ocultarse entre las colinas altas y el palacio real era un hermoso y aterrador lugar a la distancia. Me di cuenta lo que el rey Eadred planeaba, no le importaba si Minsk lo invadía y rodeaba, no, eso no le importaba, pero si él iba a morir iba a hacer que el rey William matara a cada poblador fuera del palacio para llegar a él, porque probablemente sabía que su muerte ya había sido escrita.

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