CAPÍTULO 17.

《JOSEPHINE》

Lorin se aferró con ambas manos a mi falda mientras lloraba desconsoladamente y mi corazón tembló al ver al pequeño niño de rostro hermoso manchado de lágrimas.

—Está bien, cariño. Shh... todo estará bien —susurré, me arrodillé a su altura, lo rodeé con mis brazos y los estreché con fuerza contra mi cuerpo inundándome de su suave olor a tarta de manzana.

—No...no quiero que te vayas —dijo entre lágrimas, limpié su rostro con mis nudillos y sonreí un poco.

—Lo sé, tampoco quiero irme, pero volveré, ¿sí? —Tomé su rostro entre mis manos y lo hice mirarme—. Te prometo que regresaré y te prepararé todos los pasteles y tartas que puedas comer. —Sonreí, él tembló y asintió con resignación, besé su mejilla.

—Te quiero, Jo —dijo despacio y sí, yo también había aprendido a querer con todo mi corazón a aquellos niños.

—También te quiero y mucho, Lorin.

Se alejó de mí con pasos vacilantes y después corrió hacia dónde su padre lo recibió con los brazos abiertos. Suspiré al darme cuenta que Laurie me miraba y las lágrimas que trataba de no derramar sobre sus mejillas sonrojadas eran dolorosas. Lo abracé también y él comenzó a llorar en voz baja contra mi pecho.

—Cuídate mucho Laurie y cuida de tu padre y tu hermano —susurré y él asintió—. Voy a extrañarte mucho Laurie. — Y era verdad porque todos los días pensaría en su alegre sonrisa y en la forma en que me hacía reír a cada momento.

—¿Volverás verdad? Pase lo que pase, ¿volverás? —preguntó con voz entrecortada, sus ojos oscuros se clavaron en mi rostro, asentí.

—Volveré, te lo prometo. Te quiero, Laurie —dije y realmente espere que fuera de esa manera, que todo lo que estábamos a punto se hacer no fuera solo un suicidio.

—Yo también te quiero, Jo. —Lo estreché una vez más contra mi cuerpo y repasé las líneas de su hermoso rostro, luego lo dejé ir y también corrió hacia su padre.

—Señorita Astley —me llamó el rey, me acerqué un par de pasos e hice una suave reverencia—. Gracias —dijo y había melancolía en su voz y en su postura—. Gracias por hacer este viaje, le agradezco cada momento que ha estado con mis hijos y cada día que ha pasado haciéndolos sentir felices de nuevo.

—No... no tiene que agradecerlo, majestad. Lawrence, Laurie y Lorin ocupan un espacio muy importante en mi corazón y ahora en mi familia, me duele pensar en dejarlos, pero sé que es necesario —susurré y las lágrimas cayeron por mis mejillas, nunca pensé que dejarlos fuera tan doloroso—. Volveré, de una u otra manera volveré a verlos.

El rey William asintió y me dedicó una última sonrisa triste, antes de abrazar de nuevo a sus hijos y caminar hacia la sala del trono. Sabía que iban a despedirse de Lawrence que viajaría con nosotros hasta los límites de Loramendi y el río Brienz donde se quedaría a la espera de noticias junto a un grupo de soldados que nos darían apoyo.

❁❁❁

El palacio el Briansk desapareció entre las altas copas de los árboles, y cada uno de nosotros sabíamos que quizá solo era un viaje de ida y no de regreso, pero nadie dijo nada y a pesar de que habían rostros tensos y pensativos, se mantenían ocupados en pequeñas conversaciones y murmullos que llenaban mi cuerpo de calidez.

❁❁❁

El río Brienz bajo el barco se mecía con suavidad y el aire era particularmente helado, y ahora sabíamos que a partir de ahí no había vuelta atrás, iríamos a Loramendi incluso si habían dudas en nuestros corazones.

❁❁❁

Dejamos al príncipe Lawrence en el campamento que se había instalado hacia un par de días antes, nos despedimos con lágrimas en los ojos que no pudimos derramar y luego de eso seguí el camino por el bosque Ashdown junto a Lorie y otro pequeño grupo de soldados hasta Parvoo.

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El humo ascendía al cielo azul en gruesas espirales de color oscuro. Las llamas se habían apagado hacia mucho tiempo, y la maleza había desaparecido casi por completo igual que las viejas casas de madera.

Podía ver el lago—donde solía bañarme—, ahora estaba seco y el fondo no era más que lodo fangoso.

Mis pisadas hicieron crujir el suelo llenó de carbón y cenizas, respiré hondo y las lágrimas resbalaron por mi mejillas, porque todo lo que alguna vez conocí como un hogar ahora ya no eran más que cenizas sobre un suelo infertil.

Avancé un poco más a través de aquel camino de gravilla suelta que por años había transitado más de una vez. El bosque Ashdown había perdido un poco de su hermoso brillo y el olor a cedro quemado había quedo impregnando en aquel lugar.

Las paredes de lo que un día había sido mi casa ya no estaban, eran ahora pequeños trozos de madera carbonizada; el techo había quedo reducido a un simple pedazo de metal arrugado y sucio.

Parvoo ya no existía; había sido borrado del mapa y todo lo que recordaba de ella también se había quemado entre las llamas.

Pero lo más aterrador no era ver las casas destruidas y el humo subiendo y cubriéndolo todo; lo más aterrador era ver los cuerpos calcinados bajo los escombros. Había tratado de no pensar en ello, de no ver la ropa y los restos de las personas que alguna vez había conocido como mis vecinos, a pesar de ello, mi corazón se sintió frío y pesado.

¿No era a caso yo la culpable de toda aquella destrucción?

¿No era mi culpa haberme aliado con el enemigo de Loramendi?

Probablemente sí.

Pensé que el rey Eadred ya me había quitado todo, sin embargo, todavía había logrado hacerme daño, pero tampoco iba a perdonarlo por eso, jamás.

Mis piernas se sintieron débiles y temblorosas, caí al suelo y lloré, y seguí llorando por mí y por Parvoo y por Luckyan.

—Vamos —susurró Lorie mientras me tendía una mano un poco temblorosa, cuando la tomé con la mía me dió un suave apretón. —Tenemos que seguir avanzando o alguien se dará cuenta que hemos atravesado el bosque desde el otro lado —dijo mientras los soldados que venían con nosotros inspeccionaban el lugar con rostros lúgubres.

Me puse de pie con ayuda de Lorie, me limpié las lágrimas y los demás se reunieron a muestro alrededor, parecían querer decir algo, pero se quedaron callados.

—Esto es... era Parvoo —murmuré y me encogí de hombros—. Viví aquí con mis padres y mis hermanos... Ahora no es más que cenizas... sí seguimos caminando hacia el norte eventualmente encontraremos la capital, Mariehamn. —Ellos asintieron y se movieron inseguros en su lugar.

—Saben cuales son las ordenes, iremos a Mariehamn y ahí nos mezclaremos entre la guardia de Loramendi y los soldados que deberían ser de Kotka. Buscaremos un lugar donde reunirnos y discutir lo que descubramos, la señorita Astley tratará de entrar al palacio y buscar al príncipe Luckyan... Si todo va bien, probablemente podremos encontrarlo con vida y también a la princesa Lauren, una vez que este bajo muestra protección volveremos a Minsk.

Las órdenes parecían sencillas, muy sencillas y claras de seguir, pero al final todo se resumía a que realmente pudiéramos mezclarnos, entrar y salir sin ser descubiertos y mi corazón sabía que eso era casi imposible de hacer.

Observé los rostros de aquellos soldados que habían hecho el viaje con nosotros y memorice rápidamente a cada uno de ellos, cada expresión, cada duda y cada preocupación porque ellos estarían arriesgando su vida para salvar a la princesa Lauren y al príncipe Luckyan y de paso, quizá, Loramendi.

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