CAPÍTULO 12.

⚠️NOTA: ESTE CAPÍTULO NO ES DEL TODO UN +18, PERO PODRÍA CONTENER MATERIAL SENSIBLE PARA ALGUNAS PERSONAS.

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•JOSEPHINE ASTLEY•

Respiré hondo y Luckyan dejó un suave beso sobre mi mejilla, sus ojos grises parecían más oscuros que antes, pero había decisión en ellos, había tanto amor y tanta fragilidad que era doloroso verlo.

—Te amo, Luckyan, no por tu título o por tu apellido y lo que hay detrás de él, no, te amo porque a pesar de ello eres una persona amable y servicial. Te amo Luckyan, y mi corazón siempre será tuyo.

Las lágrimas cayeron por su hermoso rostro, las limpié con mis nudillos y mi corazón se quebró un poco más.

Sus manos se entrelazaron suavemente en mi cabello y volvió a besarme, con paciencia, con reverencia, con veneración absoluta.

—Date la vuelta —susurró todavía sobre mis labios, un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero no me permití dudar cuando me giré y sus manos hábiles encontraron los cordones que yo había desatado antes, los quitó uno a uno con paciencia, casi como si alguna parte de él quisiera alargar más aquello, sonreí.

Cuando por fin terminó me aferré al vestido con manos temblorosas, sus dedos acariciaron mi hombro y mi cuello, su rostro se acercó a pocos centímetros del mío y respiró hondo. Dejó un par de besos detrás de mi oreja y susurró en voz grave.

—¿Estás segura, cariño?

Lo pensé un poco, observé aquel bosque de altas secuoyas, de pastos verdes y flores silvestres que crecían buscando un poco de luz. Si tan solo hubiéramos tenido un poco más de tiempo juntos...

—Sí. —Fue mi respuesta.

Sus manos se deslizaron por la tela suave y fresca del vestido, bajándolo suavemente por mis hombros, mi cuerpo se estremeció al entrar en contacto con la brisa un poco fría y mi vestido finalmente cayó al suelo y quedó en un montón de tela azul sobre mis pies.

—Te amo —susurró junto a mi oído, su voz ronca y suave.

Avanzó un par de pasos hasta rodearme y me observó, su rostro era amable y tranquilo. Observó desde donde mi vestido había caído sobre el suelo subiendo por mis piernas, quise cubrirme cuando su mirada grises se detuvo un poco, luego volvió su lento recorrido sobre mi abdomen y mi pecho hasta llegar a mi rostro.

—Eres hermosa, Josephine —lo dijo de forma suave, sutil y hermosa.

Temblé y una sonrisa se dibujó en su rostro, dio un par de pasos hacia mí y acunó mi rostro entre sus manos tibias y seguras.

—Eres muy muy hermosa, Josephine.Y cada vez que te veo, solo puedo pensar en lo afortunado que soy porque me ames. —Sus labios volvieron a besar los míos una vez más, pero esta vez era un beso más hambriento y más profundo.

Mis manos temblaron cuando subieron una vez más hacia su chaqueta oscura, él sonrió y con movimientos rápidos, pero elegantes se deshizo de ella dejando su camisa blanca a la vista.

Sus manos se posaron sobre mis caderas haciendo suaves círculos que fueron ascendiendo con suavidad por mis costillas, gemí suavemente sobre sus labios y él volvió a sonreír encantador como solo él podría serlo.

—Josephine —pronunció mi nombre con un ligero temblor que subió por mi columna vertebral, sus pulgares se detuvieron en la base de mis pechos y se deslizaron suavemente por mi piel.

Suspiré y lo miré, sus ojos estaban cerrados y respiraba superficialmente, mordió mi labio inferior y luego lo soltó para tomar aire.

Mis manos se deslizaron por su camisa, la suave tela estaba tibia, comencé con el primer botón y luego con el siguiente y me obligué a mí misma a ser valiente, porque había sido yo quien había insistido en eso.

Terminó él mismo por deslizar la camisa por sus hombros y cayó junto a la demás ropa sobre nuestros pies. Mis manos se apretaron sobre los suaves y duros músculos de su abdomen y fui consciente de las cicatrices en su piel pálida que llevaban ya años ahí o eso quise creer.

—Fueron hechas cuando yo era más joven —dijo de pronto, lo miré, había tristeza en sus ojos.

—¿Por quién?

—No hablemos de eso, no ahora —respondió, volví a mirar las cicatrices y negué con la cabeza, no era momento de pensar en eso.

Sus labios bajaron por mi cuello, mi clavícula, se detuvieron un segundo antes de besar con suavidad mis pechos, me estremecí cuando su lengua húmeda pasó por encima de mis pezones.

—Luckyan —susurré con voz ronca, pero él no dijo nada y sus besos y pequeños mordiscos siguieron hacia mi estómago y abajo, más abajo.

Y lo vi, arrodillado una vez más mientras besaba aquella pequeña parte sensible de mí y me hacía jadear su nombre.

—Luck...—Pero mi voz se quedó atascada mientras llegaba y tocaba ese punto que era una vorágine de sentimientos y sensaciones cálidas e intensas.

Una sonrisa se extendía por su rostro, el sol de mediodía hizo que su piel pálida tuviera un pequeño color dorado que lo hacía lucir más hermoso, mucho más hermoso.

Sus manos se deslizaron por mis piernas temblorosas con suaves caricias, besó una vez más mi abdomen y se alejó un poco aun con sus ojos sobre mí, sentí mi piel arder una vez más bajo su mirada.

—Tan hermosa —dijo, miró la ropa tirada sobre el suelo y rápidamente la extendió sobre el fino césped que crecía, me ofreció una mano y yo la tomé sin vacilar. Me recosté sobre aquella ropa suya y mía, y él me observó, lo vi terminar de quitarse la ropa con tanta elegancia que por un momento me avergoncé por aquel lugar en el lugar en el que estábamos.

Se arrodilló de nuevo, tomó mis piernas y las dobló con suavidad, se acomodó entre ellas y su cuerpo cubrió el mío, sentí la dureza y la suavidad contra mi propia piel.

Un suave beso en mis labios, sus manos recorrieron con gentileza mi cuerpo y lo sentí presionarse contra mí un poco, suspiró y sus ojos se clavaron en mi rostro, entrelacé mis brazos alrededor de su cuello y él sonrió.

—¿Estás segura? —preguntó una vez más con tono amable, asentí despacio y tragué, él se mordió el labio y volví a sentir aquella sensación de presión sobre mi feminidad y se detuvo de nuevo.

Dejó besos sobre mis mejillas  sonrojadas y sobre mi cuello, acarició mis caderas y mis pechos con manos precisas y expertas, arrancando suaves gemidos a mis labios.

—Respira hondo, cariño —dijo y así lo hice, una bocanada grande de aire fresco, se abrió paso por la humedad de  entre mis piernas y sentí un tirón en mi vientre, un tirón fuerte y extraño, doloroso.

Temblé bajó su cuerpo y cerré los ojos.

—¿Estás bien, Josephine? —preguntó mientras yo sentía como mi cuerpo se tensaba contra el suyo, pero al mismo tiempo se amoldaba y se dilataba contra él.

—...Sí.

Asintió despacio y apretó la mandíbula con fuerza. Sentí dolor, pero al mismo tiempo sentí una sensación totalmente diferente, necesidad tal vez o quizá simple y puro placer que se extendía por mi cuerpo y mi corazón.

Se movió con suavidad, empujando con cuidado y se detuvo, me miró y una suave sonrisa apareció en su rostro, acaricié sus mejillas con mis nudillos y besé sus labios mientras él se movía más y más rápido dentro de mí.

Repartí suaves besos cuales plumas sobre sus hombros anchos, arañé su espalda cuando sus caderas empujaron las mías mucho más fuerte y su risa llenó mis oídos, profunda y clara.

Mis gemidos y los suyos llenaron quietud de aquel bosque y por un momento, por un largo y maravilloso momento solo fuimos él y yo, y eso bastaba.

El rubor y una fina capa de sudor cubrían su rostro, tenía los ojos cerrados y mantenía una ligera media sonrisa en sus labios temblorosos, se movió con fuerza entrando y saliendo de mí y en algún momento simplemente dejé de pensar y me concentré en cada latido de mi corazón, en el roce suave de nuestros cuerpos, en sus manos explorando y reclamando cada centímetro de mí y en sus labios sobre los míos.

—¡Luckyan!

Su nombre salió de mis labios en un gritó tembloroso, sentí mi cuerpo temblar y tensarse al mismo tiempo y el placer me golpeó con fuerza y me dejé llevar, me dejé arrastrar por él, por todo. Minutos después con un gruñido bajo junto a mi oído Luckyan se tensó y me llenó de sí mientras susurraba mi nombre.

Me cubrió con su camisa blanca y me acomodé junto a su cuerpo y su calor, dejó un beso sobre mi frente y acarició mi cabello con su mano libre.

—De tener más tiempo, de ser todo completamente diferente —dijo en voz baja—. Te habría llenado de rosas, de sedas, de todo lo que quisieras en el mundo... Podrías decirme que me quede contigo y lo haría. Podrías simplemente pedirme que me arrastré a tus pies y lo haría, Josephine.

Guardé silencio y escuché el suave sonido del bosque a mi alrededor y su respiración junto a mi oído.

De haber sido todo diferente, ¿él, el príncipe de Loramendi, se habría fijado en mí?

—Quédate —susurré entonces, un beso en mi frente—. Quédate a mi lado. Huyamos juntos y dejemos todo esto atrás, ¿Quién nos detendría?

Pero este era mi deseo más egoísta en todo el mundo, expresado en voz alta y a la persona que amaba. Él suspiró con pesadez, sus dedos siguieron pasando por mi cabello enredado sin detenerse.

—Lo haré, escapemos juntos —dijo y otro beso más largo fue dejado en mi frente.

—Luckyan…

—Lo sé. Sé que no puedo simplemente huir de esto, pero…

—Está bien, cariño, está bien —susurré, porque a pesar de que quería que se quedara o me llevara con él, sabía que las personas de Loramendi lo necesitaban, que él necesitaba ayudar a su pueblo a su gente del monstruo que era su padre.

Guardamos silencio. No sé cuánto tiempo pasó hasta que mi cuerpo comenzó a sentirse frío y el viento se volvió helado a nuestro alrededor. Luckyan se puso de pie primero, lo vi vestirse de forma lenta y tranquila mientras observaba las secuoyas que nos rodeaban, había una línea tensa en su labios y sus hombros parecían más pesados.

Me tendió una mano que acepté rápidamente, sacudió mi vestido de ramas y hojas y luego me ayudó a vestirme de nuevo. Anudó los cordones de mi vestido con manos lentas, cuando terminó besó mi cuello y sentí sus lágrimas mojar mi piel.

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